13 de mayo de 2012

Algunas reflexiones para el Día de la Madre



No hay mejor manera de celebrar el Día de la madre que dejando de apoyar la explotación de las madres no humanas representada por la leche, el queso y otros productos animales.

Una vaca criada por su leche es inseminada por la fuerza cada año, y sus hijos son alejados de ella a los pocos días de nacer. Estará preñada o lactando los 9 o 10 meses de un año sólo para repetir el ciclo una vez que dio a luz.

Todos los terneros son separados de sus madres en unos pocos días. Algunas terneras se convierten en vacas lecheras y el resto, junto con los terneros, serán vendidos como carne de ternera.

Muchas empresas de lácteos orgánicos o locales hacen publicidad con imágenes de vacas felices. En realidad, “orgánico” sólo significa que las vacas son alimentadas con comida orgánica y que no se les suministra antibióticos y hormonas de crecimiento, pero ellas –aún bajo las mejores circunstancias–siguen siendo torturadas. Y todas estas madres–sean de granjas convencionales u “orgánicas”–, terminan en el mismo espantoso matadero.

No hay tal cosa como leche “feliz” o los productos animales “felices” de cualquier tipo.

Hoy, piensen en el sufrimiento y muerte que apoyan sólo porque les gusta el sabor de la leche, el queso, la manteca, el yogurt, el helado, etc. Piensen en lo que esto significa para las vacas, las apacibles madres a quienes nosotros explotamos. Pregúntense a sí mismos si vale la pena. Si sus corazones dicen “no”, háganse veganos.



18 de abril de 2012

Una Reflexión Sobre Mitt Roomney y Seamus, Michael Vick y Las Peleas de Perros, y El Consumo de Animales




No Te Preocupes Por Obama; Preocúpate Por Seamus

Mitt Romney, el pretendido candidato del Partido Republicano para la presidencia, tiene algo más de lo que preocuparse que la falta de entusiasmo por su candidatura.

Romney tiene que preocuparse por Seamus.

Seamus fue el setter irlandés de Romney, a quien Romney metió en una jaula para perros y encerró en el maletero de su vagoneta durante un viaje de 12 horas a Canadá en 1983. Al parecer, Seamus defecó en la jaula, seguramente porque estaba aterrado. Romney se detuvo en una gasolinera, lavó a Seamus con una manguera y lo volvió a encerrar en la jaula para continuar el viaje. Según cuentan  los hijos de Romney, Seamus se escapó en cuanto la familia llegó a Canadá.

Y resulta que ahora todo el mundo ya no está hablando sobre las propuesta políticas de Romney sino acerca de lo que le hizo a Seamus.

Podemos perdonar casi cualquier cosa, pero no podemos perdonar el daño intencionado a los animales sin que haya una buena razón que lo justifique. Parafraseando una famosa cita de Gandhi: "La grandeza moral de un candidato presidencial puede juzgarse por la manera en que trata a su perro."

No es la primera vez que hay una polémica sobre el trato que alguien da a su perro.

¿Recuerdan A Michael Vick?

La mayoría de la gente recuerda la controversia sobre el quaterback de los Atlanta Falcons Michael Vick y su participación en la organización de peleas de perros en su propiedad de Virginia. El asunto fue difundido sin descanso por los medios de comunicación durante semanas cuando salió a la luz en 2007 y, de nuevo, cuando Vick salió de prisión en 2009 y firmó con los Philadelphia Eagles. Vick continúa saliendo en las noticias y está claro que la gente sigue furiosa contra él.

¿Por qué?

La respuesta es simple: Porque Vick hizo una cosa terrible; él provocó sufrimiento y muerte a unos perros sin una buena razón. Vick disfrutaba con el "espectáculo" de unos perros peleando, pero eso no justifica lo que hizo.

¿Por qué no?

De nuevo, la respuesta es simple. Aunque hay un gran desacuerdo sobre cuestiones morales, nadie está en desacuerdo con la idea de que está mal infligir sufrimiento innecesario a un animal. Necesitamos una buena razón para infligir sufrimiento a un animal. Podemos disentir acerca de si existe una necesidad en determinada situación, pero todos estamos de acuerdo en que la diversión o el placer no son una necesidad ni constituyen una buena razón. Esto forma parte de nuestra moralidad convencional.

El problema es que comer animales no es, desde el punto de vista del análisis moral, diferente a las peleas de perros.

Matamos y comemos a más de 56 mil millones de animales cada año en el mundo, sin contar a los animales marinos. Nadie duda de que utilizar animales para comida les conlleva un sufrimiento terrible. Así que apliquemos el análisis sobre el que todos estamos de acuerdo hasta ahora: ¿tenemos una buena razón para justificar ese sufrimiento? ¿Hay algo implicado en esta cuestión que pueda ser considerado razonablemente como una necesidad?

La respuesta breve es no.

No necesitamos comer animales. Nadie mantiene que es biológicamente necesario comer productos animales. La conservadora Asociación Americana de Dietética reconoce que "las dietas vegetarianas correctamente planificadas, incluyendo las dietas veganas, son saludables y nutricionalmente adecuadas y pueden proveer beneficios para la salud en la prevención y tratamiento de determinadas enfermedades." La corriente médica predominante señala frecuentemente que los productos animales no son buenos para la salud humana. Pero tanto si estás o no de acuerdo con ellos, no hay ciertamente ningún argumento que demuestre que los productos animales son necesarios para tener una buena salud.

También hay un consenso acerca de que la ganadería es un desastre ecológico. Se requieren muchos kilos de grano y muchos litros de agua para producir un kilo de carne. Se necesita un mayor gasto de recursos para producir la misma cantidad de comida derivada de animales para una persona que el que se necesita para producir la misma cantidad de comida para un vegano. La ganadería es la mayor causante del calentamiento global y es responsable de contaminación, deforestación, erosión del suelo y toda clase de consecuencias indeseables para el medio ambiente. Y anticipando las objeciones que dicen que los productos vegetales no son asequibles para quienes tienen menos medios económicos, resulta que una dieta de frutos, verduras, cereales y legumbres es menos costosa que una dieta que incluya productos animales.

Por tanto, ¿cuál es la mejor justificación que podemos argüir para el sufrimiento que imponemos a los animales que comemos?

La respuesta es: ellos saben bien. Disfrutamos paladeando cadáveres de animales y sus secreciones. Nos resulta cómodo consumir animales. Pero no hay nada aquí que se ajuste remotamente a la necesidad.

¿Hay algo diferente con lo que hizo Michael Vick? La respuesta: no lo hay. Vick disfrutaba viendo peleas de perros. Los demás nos sentamos a la mesa en una barbacoa de cadáveres de animales que han sido tratados igual de mal que los perros de Vick.

No funciona alegar que Vick participaba directamente en las peleas de perros y que nosotros simplemente compramos productos animales en la tienda. Disfrutamos con el resultado del sufrimiento animal, pero, a diferencia de Vick, no disfrutamos en realidad con todo el proceso que implica la matanza de animales. Como cualquier estudiante de Derecho en su primer año podría decirte, si John tiene aversión a la violencia pero quiere que Joe muera y paga a Sally para hacer ese trabajo, John es culpable de asesinato. El hecho de que paguemos a otros para producir carne y demás productos animales no nos exime de ninguna responsabilidad legal o moral. Aunque haya una diferencia psicológica entre pedir un filete y obtener placer viendo peleas de perros, una vez que comprendemos que la tortura y muerte de los animales que comemos no puede ser justificada excepto apelando al placer o la conveniencia, la diferencia psicológica no conlleva ninguna diferencia moral.

¿Pero Somos Una Sociedad "Humanitaria", No?

Así que, ¿cuál es el problema? ¿Por qué continuamos participando en infligir sufrimiento a millones de animales sin una buena razón que lo justifique?

Una buena respuesta sería que debido a queremos continuar consumiendo productos animales, nos engañamos a nosotros mismos creyendo que la solución a este problema moral no requiere que dejemos de consumir productos animales —sólo requiere que criemos y matemos a los animales de forma "humanitaria".

Esta forma de verlo se remonta a 200 años atrás cuando los reformistas británicos, tales como el filósofo y abogado Jeremy Bentham, postularon la idea de que nuestras obligaciones morales respecto de los animales no dependían del hecho de que fueran racionales, pudieran hablar, o tuvieran alguna característica mental "especial" que consideramos exclusiva de los humanos. En realidad, la única cosa que tiene importancia es que los animales pueden sufrir y nadie, exceptuando quizás a Descartes, dudaba que los animales son sintientes o conscientes y pueden de hecho sufrir. Bentham argumentó que dado que los animales pueden sufrir, tenemos la obligación de reconocer el valor moral de ese sufrimiento.

Bentham no dudaba de que los animales que usamos para comida sufren terriblemente. Sin embargo, él no postulaba que dejáramos de comer animales. Según Bentham, los animales no son auto-conscientes; a ellos no les importa si los usamos y matamos mientras que no sufran en el proceso. Por tanto, podemos continuar usando y matando animales en tanto que los tratemos razonablemente bien y los matemos de forma relativamente indolora.

Y así fue como nació el movimiento bienestarista, cuya premisa central dice que es moralmente aceptable usar animales siempre que los tratemos "humanitariamente" y no les impongamos sufrimiento "innecesario". Esta actitud moral se reflejó rápidamente en leyes anti-crueldad en ambos lados del Atlántico, y, consiguientemente, en el resto del mundo. Y la mayoría de nosotros permanecemos en este paradigma decimonónico: aceptamos la idea de que es moralmente aceptable usar y matar animales porque a ellos no les importa si los usamos y matamos. Pero tenemos la obligación moral de tratar a los animales "humanitariamente".

Hay, al menos, dos problemas serios respecto de esa idea.

Carne "Feliz" Y La Tortura De Ahogamiento Simulado

El primer problema es de índole práctica: la idea de que podemos tratar a los animales "humanitariamente" es una fantasía. Esto no puede realizarse en la práctica.

Los animales son propiedad. Ellos son considerados cosas. Y el problema de ser considerado una cosa es que no tienes un valor inherente o intrínseco. Los animales son recursos económicos; tienen un valor comercial. La propiedad animales es, por supuesto, diferente de las otras cosas que poseemos en tanto que los animales son sintientes y tienen un interés en no padecer dolor y sufrimiento y en satisfacer esos intereses que son propios de su especie. Pero cuesta dinero proteger los intereses de los animales. En general, gastamos dinero para proteger los intereses de los animales sólo cuando está justificado como cuestión económica —sólo cuando obtenemos un beneficio económico de ello.

Las leyes anti-crueldad supuestamente obligan a un trato "humanitario" pero estas leyes por lo general hacen una excepción en aquellas prácticas de la industria que se consideran "normales" o "habituales", o, si esas prácticas no están exentas, los tribunales interpretan que el dolor y el sufrimiento impuesto por la industria es "necesario" y "humanitario". Esta posición está basada en el postulado de que quienes producen productos animales —desde los criadores hasta los granjeros y operarios del matadero— no impondrán más daño a los animales del que es necesario para producir un determinado producto así como el propietario de un automóvil no usaría un martillo sobre su coche si no fuera por una buena razón.

Los estándares del bienestar animal se han rebajado considerablemente en las últimas décadas. Estamos usando más animales hoy en día y tratándolos peor que nunca en toda la historia. La granja familiar idílica —en la que, de todos modos, se causaba dolor y sufrimiento— ha sido abandonada y reemplazada por la granja industrial, en la que cerdos, vacas, pollos y peces son mantenidos en condiciones deplorables y sometidos a confinamientos y mutilaciones, llevando vidas miserables desde que nacen hasta que mueren.

Hay una creciente toma de conciencia acerca de estas horribles condiciones, pero la solución propuesta por la mayoría de los animalistas es mejorar las condiciones de bienestar. Peter Singer, autor de "Liberación Animal" y considerado por muchos como el "padre del movimiento de derechos animales" está de acuerdo con Bentham en que es moralmente aceptable usar animales si les proporcionamos unas vidas razonablemente placenteras y unas muertes relativamente indoloras.

Escritores conocidos como Jonatham Safran Foer, Michael Pollan, Sarah Palin, Mathew Scully y una larga lista de celebridades, estrellas y ambientalistas se han unido a Singer en su condena a las granjas industriales y en su petición de que haya jaulas más grandes, mejores condiciones de bienestar y modificaciones leves en esos horribles procesos. Las organizaciones de protección animal promueven la carne "feliz" y sellos de calidad que supuestamente garantizan que los animales, cuyos cadáveres y secreciones componen esos productos, fueron bien tratados.

Pero nadie está engañando a nadie aquí. Los animales criados de la forma más "humanitaria" son tratados y matados de una forma que sería considerada tortura si fuera aplicada a los humanos. Los estándares requeridos para certificar esos sellos "humanitarios" son análogos a la tortura de ahogamiento simulado en Guantánamo; puesto que hay una mínima diferencia entre los huevos de batería y los huevos "libres de jaulas" que suponen en realidad que miles de aves son encerradas en una sola y enorme jaula.

Lo que está claro es que aunque podemos distraernos con el mito de los productos animales "felices" o "humanitarios", los estándares de bienestar siempre serán miserables porque los animales son propiedad y porque cuesta dinero proteger los intereses de los animales.

Comer Gente Con Amnesia

El segundo problema con la posición del bienestar animal es teórica; reside en la idea —que reconoceríamos inmediatamente como algo completamente desquiciado si no estuviéramos empeñados en comer animales— de que a los animales no les importan sus vidas; ellos no tienen un interés en continuar viviendo, sino que sólo tienen un interés en no sufrir.

¿Por qué Bentham creyó semejante tontería hace 200 años? ¿Por qué Singer —y muchos de nosotros— seguimos creyendo tal cosa?

Creemos que los animales viven en un "eterno presente", que no tienen memoria del pasado ni pensamientos acerca del futuro porque no hacen planes sobre sus vacaciones ni piensan sobre qué película verán el fin de semana.

Todos los que hemos convivido con otros animales reconoceremos seguramente que esa idea es manifiestamente errónea. Nosotros vivimos con cuatro perros rescatados y la idea de que ellos no son conscientes de sí mismos y que no tienen memoria ni deseos para el futuro es tan absurda como creer que no tienen orejas. Todo lo que tenemos que hacer es observarlos. No se puede explicar su conducta sin atribuirles cierto sentido de consciencia.

Pero no nos atasquemos en la cuestión de determinar la naturaleza de la mente de los animales. En tanto que somos los únicos animales que usamos comunicación simbólica, nunca podremos comprender cómo es ser un murciélago, una vaca u otro animal. Asumamos que los animales son conscientes y pueden sufrir pero que viven en un "eterno presente":

¿Y qué?

Hay seres humanos que padecen alguna forma de amnesia en la que tienen un sentido del yo radicado únicamente en el presente. No tienen memoria ni pueden hacer planes de futuro. ¿Es moralmente relevante esa condición? Podría serlo. Una persona así no podría estar capacitada para ser profesor de historia. ¿Pero podríamos decir que esa persona no tiene interés en continuar viviendo y que la muerte no supone un daño para esa persona?

Seguramente no.

Entonces, ¿por qué suponemos que es así para los animales? La respuesta breve es: porque queremos comer animales y no queremos comer humanos con amnesia. Nos convencemos de que la muerte no supone un daño para los animales y que todo se limita a hacerlo "humanitariamente". Pero no podemos hacerlo "humanitariamente" y, en cualquier caso, la muerte supone un daño que no debemos imponer —sin importar cuán "humanitaria" sea el método de ejecución— sin una buena razón que lo justifique.

El placer no es una buena razón. Por esto es por lo que nos enojamos con Vick. La conveniencia no es una buena razón. Esto es por lo que estamos disgustados con Romney por no haber tratado correctamente a Seamus. Y esto es por lo que tenemos que superar el mito de los productos animales "felices" o "humanitarios" y reconocer que no podemos justificar el uso de animales para comida. Debemos preocuparnos por los animales que hemos traído a la existencia, pero debemos detener la cría de animales para consumo.

Por un lado, esto es una conclusión radical. Por otro lado, no tiene nada de radical; esto fluye a partir de ideas morales que todos ya aceptamos. Lo que llama la atención es que una especie que se enorgullece de su racionalidad haya permitido que el deseo de comer animales nuble nuestro juicio hasta el punto de que podemos criticar —e incluso odiar— a Vick, o considerar que Romney hace algo distinto de lo que hacemos todos.

Nos entregamos a toda clase de ideas desquiciadas para intentar justificar nuestro consumo diario de animales y la imposición de sufrimiento y muerte que esto conlleva.

Pero el problema es que sólo son eso: ideas desquiciadas.


14 de enero de 2012

Reemplazando una jaula con otra




En el año 2007, Peter Singer, como parte de una campaña para promover los huevos de gallinas libres de jaulas, elogió a los europeos por eliminar, supuestamente, las jaulas en batería: “Las jaulas en batería están eliminadas en Europa – ¿porqué nos estamos quedando atrás?”

Como observé en ese momento, la conexión de Singer entre el esfuerzo europeo y los huevos provenientes de granjas libres de jaulas era errónea:
«Aunque la Unión Europea prohibió la tradicional jaula en batería a partir del 2012, los productores de huevos son libres, bajo la prohibición europea, de usar “jaulas enriquecidas,” de las que incluso las conservadoras organizaciones de bienestar animal, tales como Compassion in World Farming, afirman que “fallan en superar muchos de los problemas de bienestar inherentes al sistema de jaulas en batería.”»

Escribí un ensayo posterior respecto de la “prohibición” de la Unión Europea y, en el 2010, lo discutí en mi libro «The Animal Rights Debate» que escribí en coautoría con el profesor Robert Garner. No hay ninguna “prohibición” en absoluto.

Bueno, la supuesta “prohibición” de las jaulas en batería supuestamente entraba en vigencia el 1° de enero de 2012.

Y Peter Singer está emocionado por eso.

En un artículo titulado “Los huevos éticos de Europa”, Singer ofrece un profuso elogio:
«El inicio de este año es un momento para celebrar un gran avance en el bienestar animal y, por ende, para Europa, un paso para convertirse en una sociedad más civilizada y humanitaria — una que muestra su preocupación por todos los seres capaces de sufrir. Es también una ocasión para celebrar la eficacia de la democracia y el poder de una idea ética.»
¡Caramba! Aquellos europeos han dado un golpe significativo para los animales y para la civilización en general?

¿O para ellos?

Dejen de lado que, a pesar de la supuesta “prohibición,” hay aún cerca de 84 millones de gallinas en la tradicional jaula en batería, con cerca de 300,000 en Gran Bretaña. Dejen de lado también que la producción de huevos de gallinas libres de jaula implica abarrotar miles de aves en una gran jaula donde viven una vida miserablemente horrible que termina en el mismo miserablemente horrible matadero. La “regla de oro” de la explotación de las gallinas es el “sistema de campo libre”, y eso también implica la tortura —y, por supuesto, la matanza— de animales.

Sin embargo, aunque Singer se refiere a la medida de la Unión Europea como una “prohibición de las jaulas en batería,” la “prohibición” de la Unión Europea no prohíbe las jaulas en batería.

Sí, los productores pueden usar los sistemas libres de jaula o a campo libre —lo cual aún implica tortura, muerte y explotación— pero no se les exige hacerlo. ¿Qué se les exige que hagan?

Reemplazar una jaula con otra jaula: la jaula “enriquecida.” Las jaulas en batería todavía son jaulas en batería. La jaula es más grande, con cajas para anidar y un palo como rascador.

De acuerdo con un artículo en "El Ecologista", las gallinas en las jaulas en batería aún viven en un infierno con las jaulas “enriquecidas” que fueron introducidas por etapas. Y aquí está un vídeo de las “jaulas enriquecidas” que fue proporcionado en el artículo de El Ecologista. [Nota: Este vídeo es de una organización con la que disiento en relación a muchas de sus otras campañas y posiciones]

Miren el video.


Es interesante notar que, en el 2002, Compassion in World Farming publicó un informe, “LAID BARE…The Case Against Enriched cages in Europe acerca de cuán terribles son las jaulas “enriquecidas” y de que no logran resolver los problemas planteados por el bienestar de las jaulas en batería tradicional. Pero eso fue entonces, y ahora es ahora y los grandes grupos animalistas como CIWF necesitan poder declarar una victoria aún cuando, en sus propios términos, no hay ninguna. Y así, CIWF se está uniendo con Singer declarando victoria y elogiando la “prohibición” de la Unión Europea que no es una prohibición.

En mis escritos advertí contra el uso del término “prohibición” aplicado a las reformas bienestaristas, usando como un ejemplo el hecho de que la exigencia de una jaula más grande podría ser caracterizada, muy erróneamente en mi opinión, como una “prohibición” de una jaula más pequeña. Con esta interpretación, cualquier cosa podría interpretarse como una “prohibición.” La “prohibición” de las jaulas en batería es un ejemplo dramático del problema que identifiqué.

Pero lo que es tan terriblemente trágico respecto de todo esto es que el así llamado “padre del movimiento de los derechos animales” considera como “huevos éticos” a los productos de animales torturados. Incluso si, como Singer, ustedes piensan que los pollos no tiene un interés moralmente significativo en vivir y que matarlos para propósitos humanos no es en sí mismo moralmente erróneo —un punto clave del desacuerdo entre Singer y yo mismo— ¿cómo podrían probablemente considerar a la “prohibición” de la Unión Europea, que no es una prohibición, como una indicación de que Europa le ha dado un golpe a la civilización?

La “prohibición” de la Unión Europea no está haciendo nada para hacer que nuestra cultura sea más civilizada. Está promoviendo, sin embargo, la peligrosa idea de que hay modos “compasivos” de torturar y explotar a los animales no humanos. La “prohibición” está fomentando la idea de que continuar consumiendo huevos es moralmente defendible siempre que comamos “huevos éticos” que han sido puestos por gallinas que están en una jaula “enriquecida” o que han sido torturados de alguna otra manera.

Estoy seguro de que la industria de los huevos está muy agradecida a Singer y a todos aquellos bienestaristas que vitorean la idea de que podemos ser “éticos” mientras consumimos huevos, tanto como la industria de la carne y los lácteos están encantados respecto del apoyo y la promoción activa del movimiento por la carne y los productos animales “felices.” Esto es un ejemplo de aquello a lo que me referí como la “asociación” que hicieron los defensores de los animales con los explotadores institucionalizados de los animales. No hay necesidad de un acuerdo explícito de asociación, aunque en muchos casos los explotadores y los defensores realizan campañas conjuntas; los defensores de los animales “premian” a los usuarios institucionalizados, promueven las etiquetas de carne/lácteos “felices”, etc.

Todo lo que se necesita es que los defensores de los animales promuevan lo que es, en definitiva, mejor para la industria y lo que perpetuará, como cuestión social, el consumo y la explotación de los animales no humanos.

Si alguien piensa que medidas como las de la “prohibición” de la Unión Europea y el hecho de que los defensores de los animales realicen campañas y elogien tales medidas, están haciendo algo excepto que el público se sienta más cómodo acerca de consumir animales y productos animales, estoy en desacuerdo.

Nadie puede negar creíblemente que los comentarios de Singer no son un apoyo explícito a los “huevos éticos de Europa.” Nadie puede negar que tal apoyo le importará a quienes se preocupan por la cuestión de la explotación animal y están buscando un modo de continuar explotando “compasivamente” a los animales. Singer y otros partidarios de esta “prohibición” y de medidas similares ya le han proporcionado una licencia moral.

No hay huevos “éticos” —o carne o queso o productos lácteos o lo que sea—tal como no había esclavos “éticos” y tal como no hay discriminación “ética” de ningún tipo.

La “prohibición” de la Unión Europea, que no es una prohibición, es el resultado de lo que los bienestaristas reconocen como “décadas de hacer campañas”.

Piensen en todo el tiempo y el trabajo y el dinero que se ha ido en esta campaña. Ahora imaginen lo que habría sucedido si, durante esas mismas décadas, los defensores de los animales hubieran promovido un mensaje vegano claro e inequívoco. ¿Sería el mundo vegano? No, por supuesto que no. Pero habría muchos más veganos y el discurso social, respecto de este tema, hubiera estado centrado necesariamente en el uso de los animales como práctica cultural, en vez de estar focalizado en los modos en los que podemos torturar y matar “compasivamente” a los no humanos sintientes.

Los dejo con un breve poema escrito por el satírico británico Spike Milligan (1918-2002):

Rage in Heaven

If a robin redbreast in a cage

Puts all heaven in a rage

How feels heaven when
Dies the millionth battery hen?
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Furia en el cielo

Si un petirrojo enjaulado
pone todo el cielo en un ataque de furia
¿cómo se siente el cielo cuando muere

la millonésima gallina de una jaula en batería?

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Si no son veganos, por favor consideren hacerse veganos. Es una cuestión de no violencia. Ser vegano es la manera en que rechazan la violencia contra otros seres sintientes, contra ustedes y contra el medio ambiente, del cual dependen todos los seres sintientes.




9 de enero de 2012

El cambio de paradigma requiere claridad acerca de la base moral: el veganismo






Si alguna vez vamos a ver un cambio de paradigma, tenemos que ser claros respecto de cómo queremos que cambie el paradigma actual.

Debemos dejar en claro que el veganismo es la base inequívoca de cualquier cosa que merezca ser llamado un movimiento por los “derechos animales. Si los “derechos animales” significan algo, significan que no podemos justificar moralmente ninguna explotación animal; no podemos justificar el tratar a los animales como recursos para los seres humanos, por más “humanitario” que ese trato pueda ser.

Debemos dejar de pensar que la gente encontrará al veganismo “intimidante” y que tenemos que promover algo menos que el veganismo. Si nosotros explicamos claramente las ideas morales y los argumentos a favor del veganismo, la gente va a entender. Puede que no todos se hagan veganos/as inmediatamente; de hecho, la mayoría no lo harán. Pero nosotros siempre deberíamos ser claros respecto de la base moral. Si alguien quiere hacer algo menos como una cuestión gradual, dejen que sea su decisión, y no algo que nosotros aconsejamos hacer. La base debe ser siempre clara. Jamás deberíamos promover la explotación “feliz” o “humanitaria” como moralmente aceptable.

La idea de que debemos promover la explotación “feliz” o “humanitaria” como “pequeños pasos” ignora que las reformas de bienestar animal no acaban dando una protección significativamente mayor a los intereses de los animales; de hecho, la mayoría de las veces, las reformas del bienestar animal no hacen nada más que hacer a la explotación animal económicamente más productivaal centrarse en los procedimeintos, tales como las jaulas de gestación, el aturdimiento eléctrico de los pollos o las jaulas para terneros, que son económicamente ineficientes en cualquier caso. Las reformas de bienestar animal hacen a la explotación animal más rentable al eliminar los procedimientos que son económicamente vulnerables. En la mayoría de los casos, esos cambios sucederían de todos modos y en ausencia de las campañas de bienestar animal, precisamente porque sin duda rectifican las ineficiencias del proceso productivo. Y las reformas de bienestar animal hacen que el público se sienta más cómodo acerca de la explotación animal. El movimiento por la carne/productos animales “felices” es una clara prueba de eso.

Nunca defenderíamos la esclavitud humana, la violación, el genocidio, etc. “feliz” o “humanitario.” De igual forma, si creemos que los animales importan moralmente y que tienen interés no sólo en no sufrir sino también en continuar existiendo, no deberíamos emplear nuestro tiempo y energía en defender la explotación animal “feliz” o “humanitaria.”

Las reformas de bienestar animal y todo el movimiento de explotación “feliz” no son “pequeños pasos.” Son grandes pasos –seriamente dados hacia atrás −.

Algunos defensores de los animales dicen que afirmar que el veganismo es la base moral es “sentencioso,” o que constituye un juicio decir que el veganismo es moralmente preferible al vegetarianismo, y que es una condena a los vegetarianos (u otros consumidores de productos animales) como que son “malas” personas. Sí a la primera parte; no a la segunda. No hay una distinción coherente entre la carne y otros productos animales. Todos son lo mismo y no podemos justificar el consumo de ninguno de ellos. Decir que ustedes no comen carne pero comen lácteos o huevos o lo que sea, o que ustedes no usan pieles pero usan cuero o lana, es como decir que comen carne de vacas manchadas pero no de vacas marrones; no tienen ningún sentido en absoluto. La supuesta “línea” entre la carne y cualquier otra cosa es sólo una fantasía – una distinción arbitraria hecha para permitir que cierta explotación sea segmentada y considerada como “mejor” o como moralmente aceptable −. 

Esto no es una condena a los vegetarianos que no son veganos; es, sin embargo, un pedido para que ellos reconozcan que sus acciones no se ajustan al principio moral que afirman aceptar, y que todos los productos animales son el resultado de imponer sufrimiento y muerte a seres sintientes. No es una cuestión de juzgar a los individuos; es, sin embargo, una cuestión de juzgar las prácticas y las instituciones. Y eso es un componente necesario de la vida ética.

Si tomamos la postura de que evaluar al veganismo como moralmente preferible al vegetarianismo no es posible porque estamos todos “en nuestro propio viaje,” entonces las valoraciones morales se tornan completamente imposibles o son especistas. Es imposible porque si todos estamos “en nuestro propio viaje,” entonces no hay nada que decir del racismo, el sexismo, el anti-semitismo, la homofobia, etc. Si decimos que esas formas de discriminación son moralmente equivocadas pero, con respecto a los animales, todos estamos “en el mismo viaje” y no podemos hacer una valoración moral al respecto, por ejemplo, del consumo de lácteos, entonces nosotros simplemente estamos siendo especistas y no estamos aplicando el mismo análisis moral a los no humanos que el que aplicamos en el contexto humano.

Cuando discutimos el veganismo, con los vegetarianos o con otros consumidores de productos animales, nunca debemos transmitir el mensaje de que pensamos que ellos son personas “malas.” Deberíamos en cambio centrarnos en cómo cualquier forma de explotación animal es inconsistente con el principio moral que ellos en sí mismos afirman sostener: principalmente, que los animales son miembros de la comunidad moral y que la imposición de sufrimiento y muerte a cualquier miembro de esa comunidad – humanos o nohumanos −, requiere de una justificación convincente. Y cualquier cosa que sea una justificación convincente, no lo es las preferencias del gusto, la conveniencia, la moda, etc.

Finalmente, deberíamos siempre ser claros en cuanto a que la explotación animal es errónea porque implica especismo. Y el especismo está mal porque, al igual que el racismo, el sexismo, la homofobia, el antisemitismo, el clasismo y toda otra forma de discriminación humana, implica violencia infligida a los miembros de la comunidad moral donde esa imposición de violencia no puede ser moralmente justificada. Pero eso significa que aquellos de nosotros que nos oponemos al especismo, necesariamente nos oponemos a la discriminación contra los humanos. No tiene sentido decir que el especismo está mal porque es como el racismo (o cualquier otra forma de discriminación) pero no tenemos una posición respecto del racismo. La tenemos. Deberíamos oponernos al racismo y siempre deberíamos ser claros al respecto.

El veganismo es acerca de la noviolencia. Es acerca de no involucrarnos en hacerle daño a otros seres sintientes; a uno mismo; y al medio ambiente del cual dependen todos los seres para vivir. En mi opinión, el movimiento por los derechos animales es, en su núcleo, un movimiento que tiene que ver con terminar con la violencia hacia todos los seres sintientes. Es un movimiento que busca una justicia fundamental para todos. Es un movimiento de paz emergente que no se detiene en la línea arbitraria que separa los humanos de los no humanos. Cambiar el paradigma jerárquico de la explotación penetrante que ha dominado por milenios requiere gran cantidad de trabajo duro. Y ese trabajo duro requiere de claridad.

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Si no son veganos, por favor consideren hacerse veganos. Es una cuestión de no violencia. Ser vegano es la manera en que rechazan la violencia contra otros seres sintientes, contra ustedes y contra el medio ambiente, del cual dependen todos los seres sintientes.

4 de enero de 2012

Derechos Animales, Bienestar Animal y la Analogía de la Esclavitud


Muchos veganos se irritan con los no-veganos que afirman preocuparse moralmente por los demás animales, pero que continúan consumiéndolos. Con frecuencia, los primeros invocan una analogía con la esclavitud humana. Esto viene a ser así: todos estamos de acuerdo con que el uso de humanos exclusivamente como recursos —la condición conocida como esclavitud humana— es moralmente aborrecible. De igual modo, si la gente piensa que los animales no humanos son miembros de la comunidad moral, entonces tampoco debemos tratarlos exclusivamente como recursos y debemos oponernos a la esclavitud animal. Y si uno se opone a la esclavitud animal, uno adopta y promueve el veganismo.

¿Esta analogía funciona?

Sí y no. La analogía de la esclavitud, que estuve usando durante dos décadas, no es particularmente convincente si uno afirma que los no humanos, a diferencia de los esclavos humanos, sólo tienen interés en no sufrir y no tienen interés en la continuación de la vida o en la autonomía personal. Y ésa es una creencia central de la posición bienestarista desde Bentham: que los animales no humanos pueden sufrir y tienen interés en no sufrir pero que son cognitivamente diferentes de nosotros en que no son autoconscientes y en que no tienen interés en continuar su existencia.

Para decirlo de otro modo: los bienestaristas afirman que los animales no tienen, en sí mismo, un interés en no ser esclavos; ellos sólo tienen interés en ser esclavos “felices.” Ésa es la posición promovida por Peter Singer, cuya visión neo-bienestarista se deriva directamente de Bentham. Por lo tanto, no importa moralmente que nosotros usamos animales, sino únicamente cómo los usamos. El tema moral no es el uso sino el tratamiento.

Agreguen a esto que la mayoría de los bienestaristas son utilitaristas —afirman que lo que es correcto o incorrecto está determinado por lo que maximiza el placer o la felicidad o la satisfacción de los intereses para todos aquellos afectados— y terminarán con que, dado que un animal no sufre demasiado y dado que el animal no tiene interés en su propia vida, el haber vivido una vida razonablemente placentera y terminado en los platos de los humanos es mejor que no haber tenido una vida en absoluto. Si les damos a los animales una vida razonablemente placentera y una muerte relativamente indolora, les conferimos, de hecho, un beneficio, al traerlos a la existencia y usarlos como nuestros recursos.

Por lo tanto, es entendible que, si uno es un bienestarista, uno no acepta la analogía de la esclavitud. Para un bienestarista, la esclavitud “feliz” no sólo no es un problema; es algo bueno.

El problema con la esclavitud humana es que incluso las formas “humanitarias” de esclavitud violan los derechos humanos fundamentales en continuar existiendo, la autonomía, etc. Pero si los animales no tienen esos intereses, entonces la esclavitud 'humanitaria' puede ser justo lo que se necesita. Y eso es precisamente el pensamiento que motiva el movimiento de la carne/productos animales “felices” y toda la empresa bienestarista de tratar de que el uso de los animales sea más 'humanitario', más 'compasivo'.

Argumenté que este tipo de pensamiento es problemático al menos en dos aspectos:

Primero; la noción de que los animales no humanos no tienen interés en continuar viviendo —que no tienen interés en sus vidas— implica apoyarse en un concepto especista, cual es el de qué tipo de auto-consciencia importa moralmente. Argumenté que todo ser sintiente tiene necesariamente interés en continuar viviendo —todo ser sintiente valora su propia vida— y que decir que sólo aquellos animales [animales humanos] que tienen un particular tipo de auto-consciencia tienen interés en no ser tratados como mercancías evade la cuestión moral fundamental.

Incluso si, como algunos afirman, los animales no humanos viven en un 'eterno presente' —y pienso que empíricamente no es el caso, al menos para la mayoría de los no humanos que rutinariamente explotamos, los que tienen memoria del pasado y sentido del futuro—, ellos tienen, en cada momento, interés en continuar existiendo. Decir que eso no cuenta moralmente es simplemente especista.

Segundo; incluso si los animales no tienen interés en continuar viviendo y sólo tienen interés en no sufrir, la idea de que, como cuestión práctica, nosotros nunca seremos capaces de acordar a esos intereses el peso moral requerido es simplemente una fantasía. La idea de que los propietarios van a darle alguna clase de peso significativo a los intereses de la propiedad en no sufrir es implemente poco realista. ¿Es posible en teoría? Sí, ¿Es posible en la práctica en el mundo real? Absolutamente no.

Los bienestaristas con frecuencia hablan de tratar a los “animales de granja” de la manera en que tratamos a los perros y gatos que amamos y consideramos como miembros de nuestra familia. ¿Alguien realmente piensa que esto es posible en la práctica? El hecho de que no pensaríamos en comer nuestros perros y gatos es cierto indicio de que no es posible.

Más aún, una tesis central de mi trabajo ha sido que, debido a que los animales son propiedad —son mercancías— nosotros generalmente protegemos los intereses de los animales sólo cuando obtenemos un beneficio económico al hacerlo.

Esto significa que la norma de bienestar animal siempre será de un nivel muy bajo —como es actualmente y a pesar de todo el sinsentido de la explotación “feliz” y “compasiva”— y que las reformas bienestaristas generalmente incrementarán la eficiencia de la productividad; esto es, protegeremos los intereses de los animales en situaciones donde el tratamiento es económicamente ineficiente, y las reformas de bienestar —en la mayoría de las veces— no harán nada más que corregir aquellas ineficiencias.

Por ejemplo, el uso de las celdas de gestación para las cerdas es económicamente ineficiente; supuestamente, hay alternativas más “humanitarias” que, de hecho, incrementan la eficiencia de la producción. Similarmente, el gaseo de los pollos es económicamente más eficiente que el aturdimiento eléctrico.

Así que entiendo porqué los bienestaristas tienen problemas con la analogía de la esclavitud. Pienso que están equivocados en múltiples aspectos pero que ellos nunca se involucran realmente en los argumentos. En vez de eso, afirman que soy “divisivo” y “que no me importa el sufrimiento de los animales ahora” porque hago esos argumentos. Algunos incluso se vuelven más drásticos.

El paradigma de los derechos que, como yo lo interpreto, requiere moralmente de la abolición de la explotación animal y del veganismo como una cuestión de justicia fundamental, es radicalmente diferente del paradigma bienestarista, el cual, en teoría, se centra en reducir el sufrimiento y, en realidad, se centra en arreglar los márgenes económicamente ineficientes de la explotación animal.

En ciencias, aquellos que suscriben a un paradigma, con frecuencia son incapaces de entender e involucrarse con aquellos que suscriben otro paradigma, precisamente porque el lenguaje teórico que ellos usan es incompatible.

Opino que la situación es similar en el contexto del debate entre derechos animales y bienestar animal. Y ésta es la razón por la cual los bienestaristas simplemente no pueden entender o aceptar la analogía de la esclavitud.

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Si no son veganos, por favor consideren hacerse veganos. Es una cuestión de no violencia. Ser vegano es la manera en que rechazan la violencia contra otros seres sintientes, contra ustedes y contra el medio ambiente, del cual dependen todos los seres sintientes.


20 de diciembre de 2011

Celebren la paz en las fiestas de fin de año




A menudo escucho decir a la gente que se siente abrumada por la pobreza y la violencia de la vida moderna.

Efectivamente, vivimos tiempos difíciles y desafiantes. Pero eso no significa que no podamos hacer una diferencia. Podemos.

Aquí tienen tres sugerencias para ayudarlos a celebrar la paz en las fiestas de fin de año:

Primero, no consuman. Tomen el dinero que planean gastar en adquirir más cosas que no necesitan y den el dinero a alguien o a alguna familia que necesite ayuda en estos muy difíciles momentos. O usen el dinero para proveer de comida vegana o de mantas hechas sin lana a refugios de animales.

Segundo, si no son veganos, háganse veganos y dejen de comer, usar o consumir productos animales. No hay ninguna justificación para ello. Y usen una parte de cada día comprometidos en la educación vegana creativa y no violenta. Los esfuerzos educaciones pueden tener muchas formas diferentes.

Tercero, adopten a un animal sin hogar. Hay tantos que necesitan de ustedes. Si no tienen el espacio o los recursos para un perro o un gato, adopten un hámster, un conejo o un pez. Algún refugiado no humano por ahí se ajustará a sus vidas. Y si adoptan uno, o más, ustedes no sólo salvaran la vida de otro individuo, sino que enriquecerán su propia vida inmensamente.


22 de noviembre de 2011

Matar animales y hacer sufrir a los animales



La base del movimiento del Bienestar Animal, que va desde su inicio en el siglo XIX hasta el presente, es que el uso de los animales es en sí mismo aceptable porque los animales no tienen interés en continuar viviendo. De acuerdo a los bienestaristas, los animales no humanos no son conscientes de sí mismos ni tienen una cognición sofisticada como la que tienen los humanos. De acuerdo con Peter Singer:

«Aunque la auto-consciencia, la capacidad de pensar más allá del presente y tener esperanzas y aspiraciones para el futuro, la capacidad para entablar relaciones significativas, etc., no son relevantes para la cuestión de infligir dolor… esas capacidades son relevantes para la cuestión de tomar la vida. No es arbitrario sostener que la vida de un ser autoconsciente, capaz de pensamiento abstracto, de planificar el futuro, de actos complejos de comunicación, etc, es más valiosa que la vida de un ser sin estas capacidades.»

Los bienestaristas distinguen entre matar, lo que en sí mismo no es moralmente objetable, y la imposición de sufrimiento “innecesario”, lo que sí es moralmente objetable. Si les damos a los animales una vida razonablemente agradable y una muerte relativamente sin dolor, entonces nuestra explotación de los animales puede ser moralmente aceptable. De nuevo, de acuerdo con Singer:

«Si infligir sufrimiento es lo que nos preocupa, más que la matanza, entonces puedo también imaginar un mundo en el que la gente, en su mayor parte, coma alimentos vegetales, pero ocasionalmente se den el lujo de huevos provenientes de gallinas criadas sin jaulas, o posiblemente incluso de carne de animales que viven buenas vidas bajo lals condiciones naturales para su especie y que son luego matados humanitariamente en la granja.»

Es el tipo de pensamiento que ha dado ímpulso al movimiento de la carne/productos animales “felices” promovido por Singer y, de hecho, por casi todas las grandes organizaciones animalistas de EE.UU. y Europa. Usar animales no es el problema; el problema es el sufrimiento animal. Si disminuimos el sufrimiento a través de reformas bienestaristas, entonces hacemos la explotación animal moralmente menos objetable. El público puede continuar consumiendo animales y sentirse bien acerca de ser “compasivo.”

No deberíamos sorprendernos de que más y más personas se sientan cómodas respecto de consumir productos animales. Después de todo, los “expertos” les aseguran que el sufrimiento está siendo disminuido y que pueden comprar carne “feliz”, huevos “provenientes de gallinas sin jaulas”, etc. Estos productos incluso vienen con etiquetas aprobadas por las organizaciones animalistas. El movimiento por el bienestar animal está, de hecho, alentando el consumo “compasivo” de productos animales.

Las reformas de bienestar animal hacen muy poco para incrementar la protección dada a los intereses de los animales debido a la economía involucrada: los animales son propiedad. Son cosas que no tienen valor intrínseco o moral. Esto significa que las normas de bienestar, sea para los animales usados como comida, en experimentos o para cualquier otro propósito, serán pobres y ligadas al nivel de bienestar necesario para explotar al animal de manera económicamente eficiente para un propósito determinado. En pocas palabras, generalmente nosotros protegemos los intereses de los animales sólo si obtenemos un beneficio económico al hacerlo. El concepto de sufrimiento “innecesario” se entiende como ese nivel de sufrimiento que frustrará el uso particular. Y eso puede ser muchísimo sufrimiento.

Pero la posición bienestarista de que es el sufrimiento de los animales y no su matanza en sí lo que importa para el cuestionamiento moral, da por sentado una cuestión importante: asume que, por el hecho de que las mentes de los animales son diferentes de las humanas, los animales, a diferencia de los humanos, no tienen el tipo de autoconsciencia que pueda dar lugar a tener un interés en continuar viviendo. La posición bienestarista necesariamente asume que la vida animal tiene un valor moral menor que la vida humana. Y los bienestaristas explícitamente concuerdan con esto, tal como queda claro en mi libro, "The Animal Rights Debate: Abolition or Regulation?"

El foco principal de mi trabajo ha sido desafiar esa asunción bienestarista y argumentar que la única posición no especista a tomar es que cualquier ser sintiente —cualquier ser que es perceptualmente consciente y tiene estados subjetivos de conciencia— tiene interés en continuar viviendo. Cualquier otro punto de vista otorga una preferencia arbitraria a la cognición humana. Es especista afirmar que la vida animal tiene un valor menor que la vida humana. Esto no significa necesariamente que debemos tratar a los no humanos del modo en que tratamos a los humanos para todos los propósitos. Significa, sin embargo, que para el propósito de ser tratado exclusivamente como un recurso para otros, todos los seres sintientes son iguales y no podemos justificar el tratar a ningún ser sintiente como un recurso.

Si los animales tienen interés en continuar viviendo, como afirmo que tienen simplemente en virtud de ser sintientes, y si ese interés importa moralmente, lo que argumento que debe importar, entonces hay sólo una conclusión posible: cualquier uso —por más que sea “humanitario”— es injusto.

Si no son veganos, por favor consideren hacerse veganos. Es fácil ser vegano; es mejor para su salud y para el planeta; y, lo más importante, es lo moralmente correcto para hacer.

Y por favor recuerden: las reformas bienestaristas hacen poco, si es que hacen algo, para reducir el sufrimiento animal. Pero, en todo caso, el punto importante es que el veganismo no es una cuestión de reducir el sufrimiento; es una cuestión de justicia moral fundamental. Es lo que les debemos a aquéllos que, al igual que nosotros, valoran sus vidas y quieren seguir viviendo. 

2 de octubre de 2011

¿Tienen fe (en el bienestar animal)?






Rechazo la reforma de bienestar animal y también las campañas de un solo tema no sólo porque no concuerdan con los reclamos de justicia que debemos hacer si realmente creemos que la explotación animal está mal, sino porque estos abordajes, en la práctica, no pueden funcionar. Los animales son propiedad y cuesta dinero proteger sus intereses; por lo tanto, el nivel de protección acordado a los intereses de los animales siempre será bajo, y los animales, en el mejor de los casos, seguirán siendo tratados de maneras que constituirían una tortura si se tratara de humanos.

Al aprobar las reformas de bienestar animal − que supuestamente hacen la explotación más “compasiva” −, o las campañas de un solo tema −que falsamente sugieren que hay una distinción moral coherente entre la carne y los lácteos o entre las pieles y la lana o entre el bistec y el paté de foie−, traicionamos el principio de justicia que dice que todos los seres sintientes son iguales para el fin de no ser usados exclusivamente como recursos humanos. Y, desde un punto de vista práctico, no hacemos nada más que conseguir que la gente se sienta mejor respecto de la explotación animal.

Sostengo que aquéllos que creen que los animales son miembros de la comunidad moral deberían, en cambio, dejar en claro que el veganismo, definido como no comer, vestir o usar animales, es la base innegociable e inequívoca, y deberían poner su trabajo y sus recursos en la educación vegana de base, que puede tomar un gran número de formas creativas, pero que nunca deberían involucrar violencia.

Aquellos que son críticos de mi punto de vista sostienen que mi posición respecto a la necesidad de una defensa vegana creativa y no violenta requiere algún tipo de fe en que tal enfoque funcionará.

Esta crítica me parece irónica, en el sentido de que parecería que si alguna posición requiere fe − definida como una creencia que se mantiene a pesar de toda evidencia empírica existente −, es la de que la reforma bienestarista y las campañas de un solo tema conducirán a alguna parte excepto a más explotación animal.

Bienestar animal: ¿por qué?

¿Porqué alguien cree que la reforma bienestarista conducirá a la abolición? Si observamos la historia de la reforma bienestarista, vemos que la mayoría de las reformas son mínimas, la mayoría ni siquiera se cumplen, y la mayoría, de hecho, incrementan la eficiencia productiva y proveen beneficios económicos a los productores. Hemos tenido el paradigma del bienestar animal desde hace 200 años y estamos explotando ahora más animales de maneras más horrorosas que en cualquier otro momento de la historia humana.

¿Por qué alguien cree que promover la explotación “feliz” está llevando a la abolición de la explotación? Usen su sentido común. La explotación “feliz” no conducirá a ningún lado excepto a que el público se sienta mejor respecto de formas concretas de explotación animal. Si así no fuera, las industrias de explotación animal, en asociación con las grandes corporaciones de bienestar animal, no invertirían todos los recursos que invierten en las campañas de explotación “feliz” y etiquetas.

¿Porqué alguien cree que, si se continúa reforzando y fortaleciendo el paradigma que trata a los animales como propiedad, vamos a abolir eventualmente la explotación animal?

¿Por qué alguien cree que las campañas de un solo tema conducirán a la abolición de la explotación? Simplemente denle un vistazo a las campañas de un solo tema de larga data, tales como las campañas anti-pieles. Esa campaña ha estado haciéndose por décadas y la industria de las pieles es más fuerte que lo que nunca ha sido. ¿Por qué? Porque no hay base de principios que pueda servir para distinguir las pieles de la lana o el cuero, o para distinguir el vestirse con animales de comerlos. Mientras que las personas no entiendan y acepten el principio moral general, fracasarán en ver el problema de los usos específicos. Y no hay ninguna respuesta para dar, como muchos defensores hacen, de que las pieles representan un uso gratuito de animales. De igual forma lo es comer animales. Comemos animales porque tienen buen sabor. Y el placer del paladar no es una mejor justificación que la moda.

Como escribí en otra nota del blog, los que apoyan la reforma bienestarista nunca tratan estas preguntas; ellos simplemente declaran que cualquier crítica es “divisiva” o que cualquier alternativa es “demasiado idealista.” En otras palabras, ellos no tienen nada que decir.

Veganismo como base moral: ¿por qué no?

Lo positivo de una defensa vegana creativa y no violenta es que desafía a las personas a aplicar un principio moral que la mayoría de las personas ya aceptan y afirman que consideran importante: que es moralmente erróneo infligir sufrimiento y muerte a los animales a menos que sea necesario, y que el placer, el entretenimiento y la conveniencia no puede ser suficiente para demostrar necesidad. Cuando las personas son confrontadas con el argumento de que criticar a Michael Vick por las peleas de perros no tiene sentido si nosotros estamos comiendo animales o productos animales, o con la similitud entre los animales que ellos aman y aquéllos que comen o visten, puede que no todos ellos se hagan veganos inmediatamente, pero al menos conseguimos que comiencen a pensar acerca del tema general del uso de los animales en términos morales. Y dado que el argumento resuena –y resonará para muchos− ellos empezarán a evaluar de un modo diferente las cuestiones de ética animal.

Si, como sostengo, no podemos justificar el uso, por más que sea “humanitario”, de los animales, entonces debemos ser claros al respecto. Debemos dejar en claro que no podemos justificar el comer, vestir o usar animales. Punto. Si aquéllos que están preocupados acerca del tema todavía no están dispuestos a dejar el uso de los animales y hacerse veganos, ellos pueden tomar cualquier paso gradual que quieran. Pero aquellos pasos graduales nunca deberían ser caracterizados como normativamente deseables si nosotros realmente creemos que el uso de los animales es injusto. Simplemente como nosotros nunca diríamos que el sexismo o el racismo “humanitario” o “feliz” es aceptable, nunca deberíamos caracterizar a la carne o a los lácteos como “humanitarios” o felices” o lo que sea como moralmente aceptable.

Finalmente, promover el veganismo como una base moral no es más una cuestión de “pureza” moral que el promover la justicia en los casos que concierne a seres humanos. Se nos dice que, aún si nos hacemos veganos, no podemos evitar el causarles daño a los no humanos. Eso es verdad. Vivir en el mundo y comprometerse en cualquier clase de acción necesariamente tiene consecuencias adversas para otros, humanos y no humanos por igual. Debemos intentar, por supuesto, causar la menor cantidad de daño que podamos a todos los seres sintientes. Pero el hecho de que no podamos evitar todo el daño no significa que no debamos al menos detener todo el daño intencional que infligimos en los no humanos sintientes, así como tampoco el que no podamos eliminar toda la violencia en el mundo significa que es moralmente aceptable para nosotros matar a otros humanos.

Si alguna vez vamos a abandonar el paradigma de la propiedad, necesitamos conseguir que la gente reconozca que el uso de los animales, aunque “humanitario,” no puede ser justificado moralmente. Confío en que la defensa vegana creativa y no violenta no sólo es consistente con la afirmación de justicia que conlleva, en mi opinión, la posición de los derechos animales, sino que es el mejor modo de alcanzar el objetivo de abandonar el paradigma de la propiedad e ir hacia la noción de los animales como personas morales.

Todos aquellos defensores de base que están comprometidos con una educación creativa y no violenta han informado que los resultados son sorprendentes; las personas reaccionan y reaccionan positivamente.

Y estoy seguro de que cualquier creencia de que la reforma de bienestar animal, las campañas de un solo tema, la explotación “feliz”, etc. nos llevará a otro lugar que no sea el de un mayor nivel de comodidad acerca de la explotación animal, requiere de una forma de fe particularmente ciega.

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Si no son veganos, por favor consideren hacerse veganos. Es fácil hacerlo; es mejor para su salud y para el planeta; y, lo más importante, es lo moralmente correcto para hacer.

Si son veganos, eduquen a todo aquel con quien entren en contacto respecto del veganismo, de una manera creativa y no violenta. Si realmente consideramos a los animales como miembros de la comunidad moral; si realmente creemos que no podemos justificar el sufrimiento y la muerte animal innecesarios, entonces no podemos justificar la muerte de miles de millones de animales basada en el placer del paladar.

Y por favor recuerden: el veganismo no es una cuestión de reducir el sufrimiento; es una cuestión de justicia moral fundamental. Es lo que le debemos a aquéllos que, como nosotros, valoran sus vidas y quieren seguir viviendo.


Un comentario acerca de la inteligencia parecida a la humana y el valor moral


Con frecuencia vemos noticias donde se informa que los científicos otra vez determinaron que los animales no humanos tienen ciertas características cognitivas que asociamos con la inteligencia humana. La implicación de esto es que, si los animales no humanos tienen una inteligencia parecida a la humana, entonces tienen un valor moral mayor. Cuanto “más inteligentes” son, en términos humanos, más moralmente valiosos son.

Este enfoque es problemático por varias razones:

Primero, no hay una relación lógica entre la posesión de inteligencia parecida a la humana y la moralidad de usar animales como recursos. La posesión de inteligencia parecida a la humana puede indicar que ciertos animales tienen intereses que otros animales pueden no tener. Los grandes simios no humanos, que ciertamente poseen inteligencia parecida a la humana en muchos aspectos, pueden tener intereses que los perros o los peces no tienen. Todos los seres sintientes tienen interés en no sufrir y en continuar viviendo y, necesariamente, estos intereses son frustrados al ser tratados como recursos humanos.

Proclamamos que la inteligencia humana es moralmente valiosa per se porque nosotros somos humanos. Si fuéramos aves, proclamaríamos que la habilidad para volar es moralmente valiosa per se. Si fuéramos peces, proclamaríamos que la habilidad de vivir bajo el agua es moralmente valiosa per se. Pero aparte de nuestras declaraciones, de obvio interés propio, no hay nada moralmente valioso per se acerca de la inteligencia humana.

Segundo, en la medida en que afirmamos que la inteligencia parecida a la humana es moralmente relevante, entonces necesariamente nos quedamos con la idea de que los humanos con mayor inteligencia son moralmente más valiosos que los humanos con menor inteligencia. Es verdad; no debemos tratar a todos los humanos de igual manera. Le pagamos mejor salario a un neurocirujano que a un conserje porque valoramos más las habilidades del cirujano. Pero incluso asumiendo que esta diferente asignación de recursos es legítima, ¿podríamos decir que el conserje es menos valioso que el cirujano a los propósitos de decidir quién debería ser usado como donante forzado de órganos o como participante no dispuesto a un experimento doloroso? Por supuesto que no. Para el fin de ser usado exclusivamente como un recurso para otros, ambos son iguales.

Y, a menos que nosotros queramos ser especistas, debemos concluir que todos los seres sintientes —humanos o no humanos— son iguales para los fines de no ser tratados como recursos.

Tercero, el juego de “los inteligentes” es uno que los animales no humanos nunca pueden ganar. Se nos hizo saber durante décadas que los grandes simios no humanos tienen inteligencia parecida a la humana, lo cual no debería asombrarnos dada la similitud genética entre los humanos y los grandes simios no humanos. No es probable que algún otro animal no humano pueda alguna vez exhibir mayor grado de inteligencia parecida a la humana. Y, sin embargo, continuamos explotando a los grandes simios no humanos —y a muchos otros primates no humanos— en todo tipo de maneras.

El "juego de los inteligentes” es sólo eso: un juego. Es también otra razón para no acordar hoy significancia moral a los animales a favor de más investigación tonta y dañina para determinar si los demás animales pueden resolver rompecabezas matemáticos y realizar otras tareas que no tienen relevancia moral.

Ya sabemos todo lo que necesitamos saber para arribar a la conclusión de que no podemos justificar el comer o usar animales que, como nosotros, son sintientes. Ellos son perceptivamente conscientes. Ellos tienen intereses en no sufrir y en continuar viviendo.

No se necesita nada más.

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Si no son veganos, por favor consideren hacerse veganos. Es fácil hacerlo; es mejor para su salud y para el planeta; y, lo más importante, es lo moralmente correcto para hacer.

Si son veganos, eduquen a todo aquel con quien entren en contacto respecto del veganismo, de una manera creativa y no-violenta.


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