28 de enero de 2018

Por qué debemos respetar los derechos de todos los animales sintientes





Nosotros dos somos activistas por los derechos de los animales no humanos. Esto no significa que pensemos que los animales deben tener los mismos derechos que los humanos: no tendría sentido pretender que los animales deben tener un derecho a conducir o a votar —a pesar de que podríamos tener un mejor liderazgo político si pudieran hacerlo.

En realidad, cuando hablamos de los derechos de los animales nos referimos a un derecho en particular: el derecho de no ser propiedad. ¿Por qué es esto tan importante?

Todos tenemos intereses —situaciones que preferimos, deseamos o queremos. Hay dos maneras de proteger estos intereses. La primera es protegerlos sólo hasta donde produzca consecuencias deseables. La segunda es protegerlos a pesar de esas consideraciones —como derechos.

El interés de una persona en vivir es protegido por un derecho; los otros deben respetar ese interés en continuar viviendo incluso si matarlo pudiera proporcionar un beneficio a la gente. Por tanto, incluso si tus órganos pudieran ser usados para salvar las vidas de científicos, inventores o artistas que morirían sin un trasplante de órganos, tu interés en no ser usado como donante forzado de órganos sería protegido porque tienes un derecho a la vida.

A pesar de que mucha gente discrepa acerca de cuales derechos deben tener los seres humanos, todos podemos estar de acuerdo en que todos deben tener el derecho de no ser esclavos. ¿Por qué? Porque si una persona es esclava entonces no se considera que sea alguien que importa moralmente —en otras palabras, que sea una persona. Un esclavo es una cosa que sólo tiene un valor económico que es determinado por su propietario. Si un ser humano va a ser tenido en cuenta moralmente entonces debe tener el derecho de no ser propiedad. Si no posee este derecho entonces será usado como un recurso en tanto que otras personas crean que obtendrán un beneficio al hacerlo.

La sociedad extiende el derecho de no ser propiedad a todas las personas independientemente de su inteligencia, belleza, fuerza o cualquier otra característica. No importa si una persona es un genio o tiene una discapacidad cognitiva. Nadie debe ser tratado como la propiedad de otro. La esclavitud todavía existe pero nadie la defiende.

Mantenemos que el mismo razonamiento se aplica a los animales no humanos. Si los animales importan moralmente, y no son simples cosas, entonces no pueden ser tratados como propiedad, ya que al ser propiedad no tienen un valor moral intrínseco. Su único valor es el que es acordado por sus propietarios. La única razón por la que denegamos este derecho a los no-humanos es porque ellos no son humanos. Pero eso no es diferente de usar cualquier otra característica moralmente irrelevante como la raza o el sexo para justificar la esclavitud o cualquier otro fallo en acordar una igual consideración sobre otros.

La única característica que los animales deben tener para importar moralmente es la sintiencia. No es necesario que tengan mentes similares a los humanos. Si son sintientes, tienen intereses, incluyendo el interés en continuar viviendo y no sufrir dolor o angustia. Esto es todo lo necesario.

Si reconocemos que los animales importan moralmente estamos obligados a reconocer que todos los seres sintientes no humanos tienen un derecho moral de no ser propiedad. Esto requiere que paremos de utilizar a los animales como recursos. En otras palabras, estamos moralmente obligados a dejar de comer, usar como vestimenta, o utilizar en cualquier otra manera, a los animales.

Esta posición podría sonar radical y, en el sentido de que la posición de derechos requiere de la abolición de toda explotación institucionalizada, lo es. Pero en tanto que la mayoría de la gente ya cree que es erróneo infligir sufrimiento innecesario a los animales sólo sería una extensión de convicciones establecidas y compartidas ampliamente. Si el principio del sufrimiento innecesario significa ir más allá de evitar el daño gratuito, debe incluir toda clase de sufrimiento o muerte impuesta por motivos de placer, diversión o conveniencia. Pero ésos son los únicos motivos que sostienen casi todos los actuales usos de animales —usos que, en su mayor parte, son claramente frívolos.

Por ejemplo, nuestro uso númericamente mayor de animales es para comida. Matamos a 60 mil millones de animales terrestres y un billón de animales acuáticos cada año.  Dejando a un lado la posible situación en la que alguien pudiera morir de hambre si no come productos de origen animal, todo ese sufrimiento y muerte es completamente innecesario. No hay compulsión. Todos podemos estar sanos —incluso más sanos— si sólo comemos vegetales.

Más aún, la ganadería causa un terrible efecto de daño medioambiental que está amenazando la propia supervivencia humana. Y podríamos alimentar a más humanos si consumimos los vegetales directamente que alimentando con vegetales a los animales que luego serán consumidos.

Si paramos de explotar animales para comida, vestimenta, deporte y entretenimiento, estaríamos cerca del objetivo que es defendido por los defensores de los derechos de los animales. Así que la posición de los derechos animales no es especialmente radical respecto de aquello que ya asumimos.

El único uso de animales que no es claramente frívolo se refiere al de encontrar la cura de enfermedades humanas. Existe una considerable disputa acerca de si este uso es realmente necesario para dicho propósito, pero supongamos por un momento que sin el uso de animales no pudiéramos descubrir información importante que sería médicamente beneficiosa.

¿Por qué creemos que el uso de animales en este contexto es aceptable? La respuesta estándar es que los no-humanos, a diferencia de los humanos, no son racionales, o que no poseen el valor moral de los humanos, por lo que, a diferencia de los humanos, ellos pueden ser sacrificados para lograr alguna clase de beneficio para la sociedad. Pero nunca aceptaríamos que los humanos que no son racionales, o que no son considerados cognitivamente "normales", tienen un menor valor moral, y pueden por tanto ser sacrificados en beneficio de los humanos normales.

De hecho, protegemos a la gente de ser usada como recursos de otros incluso si dicho uso supusiera un beneficio para la sociedad, porque reconocemos que tienen un derecho inalienable de no ser utilizados. Rechazar el reconocimiento de este derecho a los no-humanos cuando la única diferencia es la especie es un ejemplo de especismo que la posición de derechos proscribe.

Si el derecho de no ser usado como propiedad fuera reconocido y respetado, esto requeriría la abolición de todo el uso institucionalizado de animales. Esto significaría el final de toda domesticación, pero no conllevaría la desaparición de los conflictos entre humanos y no-humanos. Habría animales no domesticados viviendo lejos de los humanos en bosques y junglas, así como estarían aquellos que viven cerca de nosotros como son las ardillas, conejos, ratas, pájaros y otras muchas criaturas. Todavía necesitaríamos un criterio para regir nuestras interacciones con estas criaturas, pero si no continuamos implicados en la explotación de los no-humanos domesticados resultaría mucho más fácil desarrollar un criterio sólido para esas otras situaciones.

¿Tenemos que reconocer el derecho de los animales a no ser propiedad? ¿No podríamos simplemente mejorar la protección de los animales al mismo tiempo que continúan siendo propiedades de los seres humanos? En teoría, claro, podríamos mejorar el trato hacia los animales, pero existen poderosos intereses económicos que presionan en contra de llevarlo a la práctica. Cuesta dinero proteger los intereses de los animales y cuanto más protejamos esos intereses más caro nos resulta. Alguien —generalmente el consumidor— tiene que pagar el costo. El resultado es que el estándar del bienestar animal es muy bajo; incluso los productos supuestamente de "alto bienestar" implican una forma de trato a los no-humanos que, si fueran humanos quienes lo recibieran, sería considerado tortura.

Sin importar cuán supuestamente "humanitario" fuera tratado un animal, seguiría siendo explotado y matado para propósitos que no consideraríamos aceptable para los seres humanos, lo cual es moralmente injustificable a nuestro modo de ver. La única forma de reconocer una personalidad moral a los animales es reconocerles el derecho de no ser propiedad —y esto significa la abolición de la explotación animal.

Anna Charlton & Gary Francione

7 de enero de 2018

Es hora de reconsiderar el significado del "bienestar animal"



lLos estándares actuales sólo nos hacen sentir mejor acerca de la sistemática explotación de los animales.

A finales de 2017 la primera ministra británica Theresa May abandonó los planes del Partido Conservador de organizar una votación libre acerca de derogar la ley que prohíbe el uso de perros en la caza del zorro. La decisión de May provocó las protestas de los diputados conservadores que apoyaban la derogación de la prohibición, que a pesar de ser apoyada en algunas comunidades rurales, les ha costado votos durante las elecciones generales en 2017. La posición pro-caza es muy impopular.

Una encuesta publicada en mayo de 2017 mostraba que casi el 70 por ciento de los votantes británicos se oponían a la caza del zorro, y que la mitad de ellos se mostraba menos proclive a votar a un candidato pro-caza en las elecciones generales. La oposición no se limita a la caza del zorro. Una encuesta de 2016 indicó que, además de un 84 por ciento de personas que se oponían a la caza del zorro, un significativo número de británicos también se oponía la caza del ciervo [88 por ciento], a la caza de la liebre [91 por ciento], las peleas de perros [98 por ciento], la caza del tejón [94 por ciento].

¿Por qué hay semejante oposición a esas actividades?

La respuesta es sencilla: nos preocupamos por los animales. Creemos que ellos importan moralmente. Rechazamos la posición que prevalecía antes del siglo XIX que consideraba a los animales meramente como cosas hacia las cuales no tenemos obligaciones morales o legales. En su lugar, la mayoría de la gente asume la posición del bienestar animal que posee dos componentes claves.

El primer componente es que —aunque los animales pueden ser utilizados para propósitos humanos— no debemos imponer  muerte o sufrimiento innecesario sobre ellos. El segundo es que si utilizamos a los animales tenemos la obligación de tratarlos 'humanitariamente'.

Las actividades que rechazaba la mayoría de la población británica implican imponer sufrimiento y muerte a los animales cuando no hay necesidad o compulsión en ello. Está mal hacer sufrir a los animales o matarlos cuando la única justificación aportada es que los humanos obtienen de ello alguna clase de placer o diversión. El uso de animales para propósitos frívolos es equivalente a denegarles su valor moral. La mayoría de la gente rechaza esto.

El problema es que, aunque la mayoría de gente considera imponer innecesariamente sufrimiento y muerte a los animales como algo inmoral, su conducta actual no es consistente con esa posición moral. La gente participa en la imposición de sufrimiento y muerte a los animales en situaciones en las que no hay necesidad y en las que el trato hacia los animales es de todo menos 'humanitario'.

Muerte y sufrimiento 'innecesario'

La mayoría de la gente come animales y productos hechos de animales, y ambos implican una gran crueldad. Sólo en el Reino Unido, más de mil millones de animales son matados cada año para alimento. Muchos animales son criados en condiciones intensivas que constituyen tortura. Incluso aquellos que son criados en unas supuestas condiciones más 'humanitarias' padecen sufrimiento durante toda su vida.

No se trata sólo de la carne. Las vacas usadas para producir leche son repetidamente inseminadas y se les arrebata a sus terneros poco tiempo después de nacer. Y todos los animales, ya sean utilizados para carne, leche, o huevos, están sometidos a la angustia y el terror de los mataderos.

¿Es necesario en algo este sufrimiento y muerte? ¿Hay alguna compulsión implicada? La respuesta es no.

Nadie sostiene que sea necesario consumir productos animales para gozar de una salud óptima. El Servicio Británico de Salud afirma que una dieta vegana responsable puede ser muy saludable, a la vez que profesionales de la salud en todo el mundo están progresivamente apoyando la postura de que los productos animales son perjudiciales para la salud humana.

No tenemos que resolver el debate sobre si es más saludable vivir con una dieta de frutas, verduras, cereales, legumbres y frutos secos. La cuestión es que una dieta vegana es ciertamente no menos sana que una dieta que incluye cadáveres, secreciones de vacas y óvulos de gallinas. Así que el único punto relevante de la cuestión es si este sufrimiento y muerte son necesarios o no.

Más aún, la ganadería constituye un desastre ecológico. Es responsable de una mayor emisión de gases invernaderos que los combustibles fósiles para el transporte, y provoca deforestación, erosión del suelo y contaminación de acuíferos. El grano utilizado para alimentar a los animales sólo en los Estados Unidos podría alimentar a 800 millones de seres humanos. De nuevo, ¿cuál es la mejor justificación que tenemos para infligir sufrimiento y muerte a los animales?

La respuesta es simple: nos parece que saben bien. Obtenemos placer al comerlos. Comer productos de origen animal es una tradición y la hemos estado practicando desde hace mucho tiempo.

¿Pero en qué se diferencia esa postura de las justificaciones usadas para excusar los usos de animales que nosotros rechazamos? ¿En qué se diferencia el placer del paladar del placer que la gente obtiene de la caza? No hay diferencia. La caza del zorro, la caza del tejón, o las peleas de perros, son todas tradiciones. De hecho, casi cada actividad que rechazamos —que puede afectar tanto a humanos como a animales— está envuelta en una tradición que alguien estima. El patriarcado es también una tradición que ha existido desde hace mucho tiempo, pero esto no nos dice acerca de su estatus moral.

Mucha gente se opone  a la caza del zorro porque no ven diferencia moral entre el perro al que aman y el zorro que es perseguido y matado. ¿Pero cuál es la diferencia entre los animales que amamos y aquellos sobre los que clavamos nuestros tenedores y cuchillos? No hay diferencia. Los gatos y perros que amamos son sintientes —igual que lo son las gallinas, las vacas, los cerdos, los peces, y otros animales que explotamos. Todos ellos experimentan dolor y experimentan angustia; todos ellos tienen un interés en continuar viviendo.

Trato 'humanitario'

Si la mayor parte de nuestro uso de animales no puede ser caracterizado plausiblemente como necesario, ¿qué ocurre con el segundo componente de la posición del bienestar animal —que dice que tenemos una obligación de utilizar a los animales 'humanitariamente'? Esto es también una fantasía.

Los animales son propiedad. Son mercancías. Son cosas que son compradas y vendidas. Cuesta dinero proteger los intereses de los animales y el estatus de propiedad favorece que, como cuestión general, los estándares de bienestar animal —ya sean obligados por las leyes o adoptados por la industria— serán siempre muy bajos. Protegemos los intereses de los animales cuando obtenemos alguna clase de beneficio económico por hacerlo. La mayor parte del tiempo, los estándares de bienestar están vinculados al nivel de protección que es necesario para explotar a los animales de una manera económicamente eficiente, así que estos estándares —en la medida que sean aplicados— no prohibirán nada más que el sufrimiento gratuito.

Los estándares de bienestar animal en el Reino Unido están considerados entre los más altos del mundo pero el trato acordado para los animales sigue siendo horrible. Decir que los animales son tratados 'humanitariamente' sería falso bajo cualquier significado plausible de la palabra.

A cierto nivel todos ya sabemos esto. Esto es por lo que vemos incrementarse el nicho de mercado en el Reino Unido, y otros países, que pretende proveer un "alto bienestar" para la carne y otros productos de origen animal. Pero tal y como han expuestos varios reportajes sobre este nicho de mercado, la promesa de un trato "humanitario" jamás llega a realizarse. Podemos darles un poco más de espacio; podemos darles un poco más de luz solar; podemos permitir a las vacas pasar un poco más de tiempo con sus terneros antes de que les aparten de ellos. Pero estos cambios son mínimos en sus efectos cuando son implementados.

Las organizaciones de bienestar animal hacen campaña en contra del "abuso" de los animales. Pero incluso si todos esos abusos fueran detenidos, y todos los animales fueran tratados acorde a las leyes y regulaciones aplicables, la situación seguiría siendo terrible. Los animales seguirían siendo matados sin que hubiera alguna necesidad de hacerlo, e incluso si transformáramos la ganadería en granjas familiares seguiría habiendo una gran cantidad de sufrimiento y muerte moralmente injustificable.

De hecho, los estándares de bienestar animal no tratan sobre los animales en absoluto; tratan sobre nosotros. Estos estándares nos hacen sentir mejor para seguir explotando a los animales. Fueron formulados en una época en la que la mayoría de la gente pensaba que matar y comer animales era necesario para la salud humana. Nadie razonable puede seguir creyéndolo por más tiempo.

Por tanto, es tiempo de examinar la justificación moral de utilizar a los animales. Como defensor de la posición de los Derechos Animales en lugar de la posición del Bienestar Animal, considero que no podemos justificar la explotación de los animales para ningún propósito, incluyendo la investigación biomédica para encontrar curas a las enfermedades humanas, más de lo que podemos justificar utilizar a seres humanos que consideramos como cognitivamente 'inferiores' para tales propósitos.

Pero incluso si ustedes no aceptan la posición de los derechos, la posición que probablemente sí aceptan —la de que está mal infligir innecesariamente sufrimiento y muerte a los animales— hace que sea imposible evitar la conclusión de que el uso de los animales para algún propósito que no conlleva verdadera compulsión o necesidad, incluyendo el uso de animales para alimento, vestimenta y entretenimiento, debería ser eliminado. Cualquier otra posición relega a los animales a la categoría de cosas que no tienen valor moral. Así lo vemos cuando se trata de la caza del zorro y otros deportes cruentos; es hora de que lo veamos también en otros contextos.

Gary L. Francione
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