22 de noviembre de 2011

Matar animales y hacer sufrir a los animales



La base del movimiento del Bienestar Animal, que va desde su inicio en el siglo XIX hasta el presente, es que el uso de los animales es en sí mismo aceptable porque los animales no tienen interés en continuar viviendo. De acuerdo a los bienestaristas, los animales no humanos no son conscientes de sí mismos ni tienen una cognición sofisticada como la que tienen los humanos. De acuerdo con Peter Singer:

«Aunque la auto-consciencia, la capacidad de pensar más allá del presente y tener esperanzas y aspiraciones para el futuro, la capacidad para entablar relaciones significativas, etc., no son relevantes para la cuestión de infligir dolor… esas capacidades son relevantes para la cuestión de tomar la vida. No es arbitrario sostener que la vida de un ser autoconsciente, capaz de pensamiento abstracto, de planificar el futuro, de actos complejos de comunicación, etc, es más valiosa que la vida de un ser sin estas capacidades.»

Los bienestaristas distinguen entre matar, lo que en sí mismo no es moralmente objetable, y la imposición de sufrimiento “innecesario”, lo que sí es moralmente objetable. Si les damos a los animales una vida razonablemente agradable y una muerte relativamente sin dolor, entonces nuestra explotación de los animales puede ser moralmente aceptable. De nuevo, de acuerdo con Singer:

«Si infligir sufrimiento es lo que nos preocupa, más que la matanza, entonces puedo también imaginar un mundo en el que la gente, en su mayor parte, coma alimentos vegetales, pero ocasionalmente se den el lujo de huevos provenientes de gallinas criadas sin jaulas, o posiblemente incluso de carne de animales que viven buenas vidas bajo lals condiciones naturales para su especie y que son luego matados humanitariamente en la granja.»

Es el tipo de pensamiento que ha dado ímpulso al movimiento de la carne/productos animales “felices” promovido por Singer y, de hecho, por casi todas las grandes organizaciones animalistas de EE.UU. y Europa. Usar animales no es el problema; el problema es el sufrimiento animal. Si disminuimos el sufrimiento a través de reformas bienestaristas, entonces hacemos la explotación animal moralmente menos objetable. El público puede continuar consumiendo animales y sentirse bien acerca de ser “compasivo.”

No deberíamos sorprendernos de que más y más personas se sientan cómodas respecto de consumir productos animales. Después de todo, los “expertos” les aseguran que el sufrimiento está siendo disminuido y que pueden comprar carne “feliz”, huevos “provenientes de gallinas sin jaulas”, etc. Estos productos incluso vienen con etiquetas aprobadas por las organizaciones animalistas. El movimiento por el bienestar animal está, de hecho, alentando el consumo “compasivo” de productos animales.

Las reformas de bienestar animal hacen muy poco para incrementar la protección dada a los intereses de los animales debido a la economía involucrada: los animales son propiedad. Son cosas que no tienen valor intrínseco o moral. Esto significa que las normas de bienestar, sea para los animales usados como comida, en experimentos o para cualquier otro propósito, serán pobres y ligadas al nivel de bienestar necesario para explotar al animal de manera económicamente eficiente para un propósito determinado. En pocas palabras, generalmente nosotros protegemos los intereses de los animales sólo si obtenemos un beneficio económico al hacerlo. El concepto de sufrimiento “innecesario” se entiende como ese nivel de sufrimiento que frustrará el uso particular. Y eso puede ser muchísimo sufrimiento.

Pero la posición bienestarista de que es el sufrimiento de los animales y no su matanza en sí lo que importa para el cuestionamiento moral, da por sentado una cuestión importante: asume que, por el hecho de que las mentes de los animales son diferentes de las humanas, los animales, a diferencia de los humanos, no tienen el tipo de autoconsciencia que pueda dar lugar a tener un interés en continuar viviendo. La posición bienestarista necesariamente asume que la vida animal tiene un valor moral menor que la vida humana. Y los bienestaristas explícitamente concuerdan con esto, tal como queda claro en mi libro, "The Animal Rights Debate: Abolition or Regulation?"

El foco principal de mi trabajo ha sido desafiar esa asunción bienestarista y argumentar que la única posición no especista a tomar es que cualquier ser sintiente —cualquier ser que es perceptualmente consciente y tiene estados subjetivos de conciencia— tiene interés en continuar viviendo. Cualquier otro punto de vista otorga una preferencia arbitraria a la cognición humana. Es especista afirmar que la vida animal tiene un valor menor que la vida humana. Esto no significa necesariamente que debemos tratar a los no humanos del modo en que tratamos a los humanos para todos los propósitos. Significa, sin embargo, que para el propósito de ser tratado exclusivamente como un recurso para otros, todos los seres sintientes son iguales y no podemos justificar el tratar a ningún ser sintiente como un recurso.

Si los animales tienen interés en continuar viviendo, como afirmo que tienen simplemente en virtud de ser sintientes, y si ese interés importa moralmente, lo que argumento que debe importar, entonces hay sólo una conclusión posible: cualquier uso —por más que sea “humanitario”— es injusto.

Si no son veganos, por favor consideren hacerse veganos. Es fácil ser vegano; es mejor para su salud y para el planeta; y, lo más importante, es lo moralmente correcto para hacer.

Y por favor recuerden: las reformas bienestaristas hacen poco, si es que hacen algo, para reducir el sufrimiento animal. Pero, en todo caso, el punto importante es que el veganismo no es una cuestión de reducir el sufrimiento; es una cuestión de justicia moral fundamental. Es lo que les debemos a aquéllos que, al igual que nosotros, valoran sus vidas y quieren seguir viviendo. 


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