26 de febrero de 2017

Vegetarianismo: No tiene sentido


El vegetarianismo no tiene sentido. No hay diferencia moral entre la carne y el resto de productos de la explotación animal.



22 de febrero de 2017

Los pollitos de Crowland y nuestra moral convencional sobre los animales



La BBC ha informado que alguien arrojó a la basura a 1800 pollitos en un terreno de Crowland, cerca de Peterborough, en el Reino Unido. Los pollitos fueron matados porque se encontraban cerca de una zona de exclusión por la gripe aviar.




La RSPCA, que está investigando el caso, cree que los pollitos pertenecen a un productor comercial de pollos y que fueron abandonados por una tercera persona que los recibió de un empleado "en precario" del productor de pollos. El inspector de la RSPCA, haciéndose eco del clamor popular sobre este asunto, ha declarado: "Es increíble que alguien pudiera desechar a estos vulnerables pollitos" añadiendo además que "podría considerar que esto es uno de los actos más atroces que me he encontrado en los 20 años que llevo en la RSPCA."

Pero la industria británica del huevo mata rutinariamente a millones de pollos cada año. Los pollos macho no dan huevos así que por lo general son gaseados, aunque también pueden ser asfixiados o triturados. La RSPCA aprueba estos métodos de matanza sobre las mismas criaturas vulnerables que fueran abandonadas para morir en Crowland. Y la RSPCA anima activamente a la gente a consumir pollos y otros animales.

¿Qué sentido tiene todo esto?

La respuesta es que no tiene ninguno. Expresamos nuestro enfado sobre lo que le han hecho a los pollitos en Crowland, pero, en tanto que somos consumidores de huevos, de pollos, y de otros animales, estamos apoyando prácticas que conducen al mismo hecho: los mismos seres vulnerables acaban siendo matados. No hay otra manera de verlo: nuestra posición es manifiestamente confusa.

¿Es incapaz nuestra moral convencional acerca de nuestras obligaciones con los animales de aportar una mayor claridad y guía moral en estas situaciones?

Primero; necesitamos identificar cuál es nuestra moral convencional respecto de los animales. Podríamos afirmar que se resume en un simple e incontrovertido principio: que está mal infligir sufrimiento innecesario a los animales. Esto es, la mayoría de la gente cree que los animales tienen algún valor moral pero que es un valor menor que el de los humanos, por lo que, en caso de conflicto entre humanos y animales, los animales pierden.

Necesitamos pensar con algo más de claridad acerca de lo que realmente decimos creer.

¿Cuándo es necesario hacer daño a los animales?

¿Qué quiere decir nuestra moral convencional cuando dice que podemos usar y matar animales cuando es necesario hacerlo? ¿Cuál es el significado de "necesario"?

Sea cual sea el criterio de necesidad, lo que es cierto es que no puede incluir el placer, la diversión o la comodidad. Esto es, necesitamos que haya un conflicto real entre humanos y animales —alguna clase de compulsión que requiere que dañemos a los animales. Si interpretamos la necesidad para incluir situaciones en las que nuestro supuesto "conflicto" es que nos privaremos de algún tipo de placer o diversión, o que nos resultará incómodo, entonces no hay límites. Nuestra moral convencional sobre los animales resulta inútil.

Esto es por lo que tanta gente se opone a actividades meramente deportivas, como las peleas de perros, las corridas de toros, y la caza del zorro. El problema es que nuestro mayor uso de animales —para comida— no conlleva mayor necesidad que el uso de animales para la tauromaquia.

La gente tiende a creer que comer carne, lácteos, y huevos, es necesario para la salud humana. Pero desde hace muchos años, el National Health Service, la British Nutrition Foundation, y la British Dietetic Association, así como otras organizaciones en Estados Unidos, y otros países, reconocen que una dieta vegana correctamente planificada es saludable. Cada vez más profesionales de la salud señalan que comer animales es perjudicial para la salud humana. Aunque esto se sale de la cuestión. Nadie mantiene que sea necesario consumir sustancias de origen animal.

La mejor excusa que tenemos para matar a 60.000 millones de animales terrestres para comida, y una cifra estimada de un billón de animales marinos, es que saben bien.

La ganadería no sólo es moralmente problemática porque implica causar daño innecesario a los animales sino que también resulta ser un desastre ecológico, responsable de emitir más gases de efecto invernadero que todo el consumo de combustibles fósiles para transporte, así como del deterioro del suelo, contaminación del agua, deforestación, y otros daños medioambientales.

Si no es necesario matar y consumir animales para alimentarnos, entonces todo el sufrimiento y la muerte que conlleva este uso es, por definición, innecesario. Y nuestra moral convencional debería excluirlo. De otro modo, nuestra moral convencional sólo significaría que debemos no imponer más sufrimiento del que fuera necesario para mantener usos que ya de por sí resultan innecesarios en primer lugar. Sin duda, nuestra moral convencional alcanza más allá de prohibir aquel daño sobre los animales que es puramente gratuito.

Retorno a Crowland

Nosotros promovemos la idea de que los animales tienen derechos morales. Pero reconocemos que la mayoría de la gente no coincide con esta posición. Sin embargo, no es necesario asumir la posición de los derechos animales para comprender que nuestra moral convencional establece que si nos encontramos en una isla desierta, o en un bote a la deriva, hay una necesidad; aquí hay una compulsión. La moral convencional sostiene que comer a un animal en esa circunstancia sería moralmente aceptable.

No obstante, si no estamos en una isla desierta o en un bote a la deriva, y no hay una necesidad o compulsión para matar o pagar a alguien para que mate, entonces nuestra moral convencional nos conduce a asumir una dieta vegetal. La misma indignación que nos conduce a rechazar la violencia contra los pollitos abandonados en Crowland debería conducirnos a reconocer que no debemos matar a esas mismas criaturas vulnerables como parte de la industria del huevo.


3 de febrero de 2017

El cierre de un circo es una distracción respecto del problema real: comer animales




Traducido de The Conversation

El "Mayor Espectáculo Sobre La Tierra", el circo Ringling Bros, que tiene 146 años de antigüedad, anunciaba en enero que finalmente cerrará en mayo. El circo ya no es lo suficientemente espectacular para competir con los entretenimientos ofrecidos por los nuevos aparatos electrónicos, y con los conciertos de música y las exhibiciones de automóviles.

Los animalistas, quienes durante años han criticado a los circos por exhibir elefantes, están calificando esta decisión como una victoria, aunque la compañía ya había anunciado en 2015 que iba a dejar de utilizar elefantes en sus funciones en respuesta a las críticas públicas. Ciertamente, podríamos alegrarnos si esta decisión aliviara la miseria de los elefantes —aunque, tal y como explicaremos más adelante, esto no está nada claro— o evita que otros animales sean usados por futuros circos.

Pero los dueños de Ringling tomaron una decisión comercial que nada tiene que ver con lo que los animalistas dijeran o hicieran. De hecho, los ejecutivos dejaron claro que las funciones del circo ya no eran viables como modelo de negocio. Y cerrar el circo no afecta en nada a la institución del uso animal —ni, más importante aún, al hecho de que comamos animales. Como académicos por los derechos de los animales y defensores del veganismo como imperativo moral, no vemos esto como una victoria.

¿Por qué centrarse en los elefantes?

Los gustos cambian y la demanda de los consumidores determina cuáles negocios sobreviven. Los primeros circos exhibían humanos de manera abusiva e indignante, anunciándolos como "mujeres barbudas", gemelos siameses, y figurantes que padecían enanismo, gigantismo, discapacidades y enfermedades.

A la vez que estas prácticas desaparecieron en el siglo pasado, los circos pusieron un mayor énfasis en los payasos, los acróbatas, los funambulistas y las actuaciones con animales salvajes. La atmósfera carnavalesca de los circos itinerantes fue gradualmente transformándose hacia actividades más refinadas, en la línea de compañías como El Circo del Sol.

Nuestra opinión sobre las actuaciones con animales se hicieron más matizadas, variadas y controvertidas, particularmente en el caso de los elefantes. Los grandes circos ofrecían la rara oportunidad de ver a estos animales, pero hoy en día disponemos de documentales de elefantes en sus propios hábitats.

Asimismo, hemos comprendido que los elefantes son animales inteligentes y complejos. Los hemos unido junto a delfines, orcas, y grandes simios, en un pequeño y privilegiado club de animales "especiales" hacia el que los humanos, en especial los occidentales, muestran preocupación y se sienten contrariados y quizás se inclinen por acordar hacia ellos un mayor respeto.

En 2015, Ringling anunciaba que retiraría sus elefantes de los espectáculos en 2018. Aunque los elefantes todavía serían sujetos para investigación y cría, y vivirían en un pequeño "santuario", los grupos bienestaristas que habían realizado campañas para finalizar las actuaciones con elefantes lo estaban celebrando. Y cuando Ringling anunciaba este mes que cerraba el negocio, PeTA decía a sus simpatizantes que "36 años de protestas de PeTA, documentando cómo dejaban morir a los animales, cómo los golpeaban, y mucho más, había reducido la asistencia del público hasta un punto de no retorno."

Justificando la explotación animal

Semejantes declaraciones habían ignorado por completo al "elefante en la habitación"*. Los humanos matan y comen a 70 mil millones de animales terrestres y al menos a un billón de animales marinos anualmente. Todos los otros usos de animales —desde los circos hasta la investigación médica— palidecen en comparación.
*Elefante en la habitación: En Idioma inglés, "Elephant in the room" ["elefante en la habitación"] es una expresión metafórica que hace referencia a una verdad evidente que es ignorada o pasa desapercibida; también aplica a un problema o riesgo obvio que nadie quiere discutir.
Sin embargo, la mayoría de grupos bienestaristas no mantienen que usar animales para comida desafíe el mismo imperativo moral que le asignan a usar elefantes en los circos, matar focas bebés para pieles o comer perros y gatos en Asia. Esto refleja la estrategia recaudatoria de estas organizaciones, basada en presentar estos actos de crueldad hacia los animales como frívolos e innecesarios —por ejemplo, llevar un abrigo de piel. Ellos prometen a sus seguidores que se encargarán de estos temas, sin pedirle a nadie que cambie su dieta, estilo de vida o su forma de pensar. Los elefantes son perfectos para esta estrategia.

Ahora bien, los grupos bienestaristas han conformado perversas alianzas con las empresas y las industrias que se dedican a la explotación animal. Ellos trabajan con las empresas explotadoras para convencer a la gente de que hay una manera "compasiva" de explotar animales, e incluso les proporcionan licencias y certificados de productos animales "humanitarios".

Por ejemplo, en el año 2005 el profesor de la universidad de Princeton, Peter Singer, escribió una carta abierta en defensa de varios grupos bienestaristas expresando "aprecio y apoyo" al programa de Whole Foods para proporcionar un supuesto mejor trato "humanitario" a los animales de granja. Esto inauguraba lo que denominamos como el movimiento de "explotación feliz".

Pero los animales son bienes muebles, y los estándares de bienestar animal, como cuestión general aparte de los nichos de mercado para los ricos, no hacen otra cosa más que mejorar la eficiencia económica del uso de animales. Incluso los grupos bienestaristas reconocen que su negocio está ayudando a la industria a identificar la ineficiencia del trato hacia los animales para mejorar sus resultados. Por ejemplo, tanto PeTA como la Humane Society of the United States promueven la atmósfera-controlada como método para la matanza de aves basada en la eficiencia económica.

Comer animales: innecesario e injustificado

Durante más de 200 años, hemos asumido la idea de que los animales tienen valor moral —ellos no son simples cosas. Esta visión es reflejada en la legislación que procura un trato "humanitario" de los animales, la cual proviene del siglo XIX. La mayoría de nosotros considera que está mal infligir sufrimiento "innecesario" a los animales. Esto debe significar que no podemos imponer sufrimiento a los animales sólo por nuestro placer, diversión o conveniencia.

No obstante, nosotros señalamos que, en la vida cotidiana, estamos imponiendo sufrimiento innecesario a los animales. La idea de que la gente necesita consumir productos animales para tener una buena salud ha sido rebatida por las organizaciones profesionales, tales como la Academia de Nutrición y Dietética y la Asociación Americana del Corazón;  instituciones médicas como la Clínica Mayo, agencias gubernamentales como el Instituto Nacional de Salud y el Servicio Nacional Británico de Salud, y aseguradoras como Kaiser Permanente.

Todas estas autoridades coinciden en que una dieta vegetal correctamente planificada proporciona una adecuada nutrición. Algunos señalan que puede ser mejor para la salud humana que una dieta que incluye productos animales. Comemos animales por una sola razón: Nos gusta hacerlo. Nos resulta conveniente consumir un filete o un perrito caliente. Pero no tenemos una mayor justificación moral para comer animales que para explotar elefantes en los circos.

Si queremos tomarnos en serio la ética respecto de los animales, necesitamos salir del debate sobre el trato hacia éste u otro animal en circunstancias específicas. En su lugar, debemos enfocarnos sobre la justificación del uso de animales a la luz de la moralidad convencional de que los animales tienen un valor moral y que necesitamos una razón para imponerles sufrimiento y muerte. Para el 99.99 por ciento de nuestro uso de animales no tenemos ninguna razón que lo justifique.

El rechazo hacia el consumo de perros y gatos en los países asiáticos es atronador, y a menudo conlleva etnocentrismo y xenofobia. Pero no hay ninguna diferencia moral en absoluto entre comer perros y comer pollos o comer queso.

Mientras sigamos comiendo animales, nada cambiará. Una vez que reconocemos que nuestro uso de animales para comida no es diferente del uso de elefantes en los circos, la matanza de focas bebés o las peleas de perros, toda nuestra perspectiva cambiará por completo y la discusión social se trasladará del supuesto trato "humanitario" hacia las justificaciones del uso de animales.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...