30 de abril de 2011

Entrevista para el documental “Soy vegano"


En marzo del 2009, Eric Prescott de la Boston Vegan Association se encontró conmigo y hablamos cerca de 2 horas. Eric editó con habilidad la entrevista en 20 minutos y ya está disponible.




NOTA: El término "commodities" significa "mercancías".

6 de abril de 2011

Lo que Michael Vick nos enseñó



Lo que sigue es una versión editada del texto de mi presentación en Hobart y William Smith Colleges, el 31 de marzo de 2011, como Conferencista Distinguido Foster P. Boswell en Filosofía del 2011.

LO QUE MICHAEL VICK NOS ENSEÑÓ



¿Recuerdan a Michael Vick?

¿Recuerdan toda la conmoción con el quarterback del Atlanta Falcons, Michael Vick, y su participación en un operativo con peleas de perros, en una propiedad que él tenía en Virginia?

Por supuesto que la recuerdan.

Mejor sería preguntar si hay alguien en el planeta que no recuerde este asunto, que fue cubierto por los medios sin cesar durante semanas, desde que apareció en 2007 y, nuevamente, cuando Vick salió de prisión en el 2009 y firmó con el equipo Philadelphia Eagles. Vick continúa estando en las noticias regularmente. En marzo de 2011, llegó a ser reconocido como un “héroe” por una organización de arte en Virginia, y hubo tal controversia acerca de la cuestión que Vick no asistió a la ceremonia. Las personas realmente estaban furiosas con Vick y muchas aún lo están. Hay fanáticos del fútbol americano que boicotean a los Eagles por causa de Vick.

¿Por qué?

La respuesta es simple: porque Vick hizo una barbaridad; hizo sufrir y morir a perros por ninguna buena razón. Vick puede haber disfrutado del “deporte” de las peleas de perros, pero eso simplemente no fue una razón suficientemente buena para lo que él hizo.

¿Por qué no?

De nuevo, la respuesta es simple. Aunque hay un enorme desacuerdo respecto de los temas morales, nadie está en desacuerdo con la noción de que es erróneo infligir sufrimiento o muerte innecesarios a un humano o a un animal. Necesitamos una buena razón para infligir sufrimiento o muerte a un humano o a un animal. Podemos estar en desacuerdo respecto de si existe necesidad en una situación dada y de lo que constituye una buena razón, pero todos concordaríamos en que el disfrute o el placer no pueden constituir necesidad o servir como una buena razón. Es parte de nuestra sabiduría moral convencional.

Consideren un ejemplo en el contexto humano. Si una persona dijo que cree que es moralmente erróneo infligir sufrimiento innecesario a los niños pero que pegar a los niños por placer es moralmente aceptable, estaríamos comprensiblemente confundidos. Si el disfrute puede bastar como una buena razón para pegar a los niños, entonces no hay ninguna mala razón para pegar a los niños. El principio de que está mal infligir sufrimiento innecesario en los niños no significaría nada.

El mismo análisis se aplicaría si habláramos de alguien que le pega a un perro en vez de pegar a un niño. Nadie discreparía en que pegar a un perro por placer es moralmente equivocado. Y esto es precisamente la razón por la que todos objetamos lo que hizo Michael Vick; él no tiene una buena razón para hacer lo que hizo.

Bien, todos somos Michael Vick

El problema es que comer animales, como cuestión de análisis moral, no es diferente de las peleas de perros.

Matamos y comemos más de 56 mil millones de animales por año en el mundo, sin contar a los peces. Nadie duda de que usar animales para comida conlleva sufrimiento; incluso bajo las mejores y más “humanitarias” circunstancias, conlleva sufrimiento y muerte. Así que apliquemos el análisis con el que todos concordábamos recién sin controversia: ¿tenemos una buena razón para este sufrimiento y muerte? ¿Hay algo que, de forma convincente, pueda ser considerado como una necesidad?

La respuesta breve es: no.

No necesitamos comer animales. Nadie sostiene que es fisiológicamente necesario comer productos animales. La prestigiosa Asociación Americana de Dietética reconoce que las dietas veganas, son saludables, nutricionalmente adecuadas, y pueden proveer beneficios a la salud en la prevención y tratamiento de ciertas enfermedades.

Los médicos de la corriente mayoritaria señalan, cada vez con más frecuencia, que los productos animales son perjudiciales para la salud humana. Pero tanto si ustedes concuerdan o no con ellos, ciertamente no hay ningún argumento que sostenga que los productos animales son necesarios para una óptima salud.

La FAO sostiene que la cría de animales para comida contribuye más a la emisión de gas de efecto invernadero en la atmósfera —lo cual está relacionado con el calentamiento global—, que la combustión de petróleo para el transporte. La cría de animales para comida es responsable de la contaminación del agua, la deforestación, la erosión del suelo, y toda una suerte de desgraciadas consecuencias medioambientales. De nuevo, ustedes pueden cuestionar todo esto, pero ni el más loco negador del calentamiento global diría que la cría de animales para comida está haciendo algo bueno para el medioambiente.

Así que, finalmente, ¿cuál es la mejor justificación que tenemos para imponer sufrimiento y muerte a 56 mil millones de animales por año para comida?

La respuesta: ellos tienen buen sabor. Disfrutamos el sabor del cuerpo y de los productos animales. Encontramos que comer alimentos animales es conveniente. No hay nada en esto que se asemeje remotamente a la necesidad.

¿En qué es esto diferente de Michael Vick?

La respuesta: no es diferente. A Vick le gustaba sentarse alrededor del reñidero a ver pelearse a los animales. Al resto de nosotros nos gusta sentarnos alrededor de la parrilla donde se asan los cuerpos de animales que han sido tratados tan mal, sino peor, que los perros de Vick.

En el 2009, cuando Vick firmó con los Eagles, alguien me dijo que, aunque era un gran fanático de los Eagles y continuaría asistiendo a sus partidos, él ya nunca podría disfrutar mirando jugar a Vick debido al tema de las peleas de perros. Le pregunté si comía salchichas y hamburguesas cuando asistía a los partidos de fútbol. Me contestó que sí. Le señalé que los animales usados para hacer los productos que él disfrutaba tenían vidas y muertes tan malas como las de los perros de Vick.

Él no tuvo una respuesta porque realmente no hay nada que decir.

No funciona afirmar que Vick participó directamente en peleas de perros y que nosotros simplemente compramos productos en los negocios; que disfrutamos el resultado del sufrimiento y muerte de los animales, pero que, a diferencia de Vick, no disfrutamos del proceso real del sufrimiento y la muerte. Como cualquier estudiante de primer año de derecho les dirá, si Mike tiene una aversión a la violencia pero quiere que Joe muera y contrata a Sally para que apriete el gatillo, Mike sigue siendo culpable de asesinato. El hecho de que paguemos a otros para imponer sufrimiento y muerte a los animales no nos saca del aprieto moral más que lo que lo haría del aprieto legal.

No funciona decir que comer animales es una tradición. Las peleas de perros son una tradición también. Y, por cierto, lo mismo es el sexismo, el racismo, y lo mismo respecto de cualquier otra forma de discriminación. La tradición, como el placer, es una razón inadecuada para imponer daño a cualquier otro.

Pero somos una sociedad “humanitaria”, ¿verdad?

Entonces, ¿qué es lo equivocado? ¿Por qué continuamos participando en la imposición de sufrimiento y muerte a miles de millones de animales cuando no tenemos una buena razón para hacerlo?

Una buena parte de la respuesta es que, debido a que queremos continuar consumiendo productos animales, nos engañamos a nosotros mismos al pensar que la solución al problema moral no requiere que dejemos de comer animales; que sólo requiere que los tratemos y matemos de una manera “humanitaria.”

Esta opinión data de unos 200 años atrás, cuando los reformadores sociales británicos, tales como el filósofo y abogado Jeremy Bentham, argumentaron que nuestras obligaciones morales para con los animales no dependían de si ellos eran racionales, de si podían hablar o tener otras características “especiales” que pudiéramos considerar como exclusivas de los humanos. Más bien, la única cosa que importaba era que los animales podían sufrir y que nadie –con la posible excepción de Descartes− dudaba de que los animales eran sintientes, o perceptualmente conscientes, y podían, verdaderamente, sufrir. Bentham argumentó que, debido a que los animales podían sufrir, teníamos una obligación directa hacia los animales de dar peso moral a ese sufrimiento.

Bentham no dudó en absoluto de que los animales que usamos para comida sufrían muchísimo. Sin embargo, él no abogó para que dejáramos de comer animales. ¿Por qué? Porque, de acuerdo con Bentham, los animales no son auto-conscientes; no les importa si los matamos y comemos o usamos para leche, huevos,.... A ellos simplemente les importa cómo los tratamos mientras están vivos, y cómo los matamos cuando llega el momento y de esta manera, no era necesario detener el uso de animales; sólo era necesario tratarlos razonablemente bien.


Y así nació el movimiento de bienestar animal, cuya premisa central es que es moralmente aceptable para nosotros el uso de los animales siempre y cuando los tratemos “humanitariamente” y no les impongamos un sufrimiento “innecesario.” Este sentimiento moral pronto encontró expresión en las leyes anti-crueldad a ambos lados del Atlántico y, eventualmente, en la mayor parte del mundo.


Y la mayoría de nosotros estamos enquistados en este paradigma decimonónico: reconocemos que nuestro uso de los animales suscita profundos problemas morales, pero nos confortamos con el pensamiento de que tratamos a los animales “humanitariamente,” así el uso que hacemos de ellos es moralmente aceptable.

Sin embargo, hay al menos dos serios problemas con este punto de vista.

Tratamiento “humanitario”: Torturando a los animales amablemente


El primer problema es que el enfoque del bienestar animal simplemente no funciona como una cuestión empírica. Dada la realidad económica, esto no puede funcionar.

Los animales son propiedad. Son considerados cosas. Y todo el sentido de ser una cosa reside en que las mismas no pueden tener valor inherente o intrínseco. Los animales son mercancías; tienen un valor de mercado. La propiedad sobre los animales es, por supuesto, diferente de otras cosas que poseemos en el sentido de que los animales, a diferencia de los autos, las computadoras, las máquinas u otras mercaderías, son seres sintientes y tienen intereses. Todos los seres sintientes tienen intereses en no sufrir dolor u otras privaciones y en satisfacer esos intereses, que son específicos para cada especie. Pero proteger los intereses de los animales cuesta dinero. En general, gastamos dinero para proteger los intereses de los animales sólo cuando está justificado hacerlo por una cuestión económica —sólo cuando se deriva un beneficio económico de hacerlo.

Consideren la Humane Slaughter Act [Ley de Matanza Humanitaria] de los EE.UU., promulgada originalmente en 1958, la cual requiere que los animales de gran tamaño matados para comida, sean aturdidos y no estén conscientes cuando son engrillados, alzados y tomados del suelo de matanza. Esta ley protege los intereses que tienen los animales al momento de la matanza, pero lo hace así, en gran medida, porque es económicamente beneficioso hacerlo. Los animales de tamaño grande que están conscientes y colgando hacia abajo, y que son destrozados mientras son matados, causarán heridas a los trabajadores de los mataderos, y acarrearán daños costosos a los cadáveres. Por lo tanto, aturdir a los animales grandes es económicamente muy comprensible. Estos animales tienen muchos otros intereses a lo largo de sus vidas, incluyendo el interés en evitar el dolor y el sufrimiento en muchos otros momentos además del momento de la matanza, pero estos intereses no son protegidos porque no es económicamente eficiente hacerlo.


Virtualmente, todas las leyes de bienestar animal encajan en este paradigma. Protegen intereses animales seleccionados y el efecto de proteger estos intereses es hacer que la producción sea más eficiente.


Las leyes anti-crueldad, supuestamente, exigen el tratamiento “humanitario”, pero estas leyes, generalmente, no eximen, explícitamente, lo que se considera como práctica “normal” o “acostumbrada” del uso institucionalizado de los animales o, si las prácticas no son eximidas, los tribunales interpretan como “necesarios” y “humanitarios.” al dolor y la muerte impuestos según esas prácticas. Esto es, la ley delega en la industria la determinación del cuidado “humanitario” estándar. Esta deferencia está basada en la asunción de que aquéllos que producen productos animales —desde los criadores a los granjeros hasta los trabajadores de los mataderos— no impondrán más daño a los animales que lo que exija producir un determinado producto, de la misma manera que un dueño racional de un auto no tomaría un martillo para abollar su auto sin razón alguna.


El resultado es que el nivel de protección para los intereses de los animales está ligado a lo que se requiere para explotar a los animales de un modo económicamente eficiente. Las normas de bienestar animal generalmente incrementan la eficiencia de la producción y no la disminuyen, dado que protegemos sólo esos intereses que producen beneficios económicos.


Las normas de bienestar animal, de hecho, han fracasado dramáticamente en las décadas recientes. Estamos usando hoy más animales y estamos tratándolos peor que en ninguna otra época. La idílica granja familiar —donde, por cierto, hay muchísimo dolor y sufrimiento— se ha desvanecido, y ha sido reemplazada por la cría intensiva –“granjas industriales”− donde las vacas, los cerdos, los pollos y los peces son mantenidos en condiciones de hacinamiento, sujetos a confinamiento y mutilaciones graves, y donde llevan generalmente vidas miserables desde el momento en que nacen hasta el que mueren.

Pero el movimiento de los “derechos animales”, en vez de focalizar en el simple hecho moral de que usar animales para comida es totalmente inconsistente con lo que decimos que creemos acerca de nuestras obligaciones morales hacia los animales, adoptó con entusiasmo la posición de Bentham de que a los animales no les importa que los usemos, sino que sólo les importa cómo los usemos y que la solución es simplemente hacer mejores normas de bienestar animal.


El filósofo australiano Peter Singer, autor de «Liberación Animal», considerado por muchos como el “padre del movimiento de los derechos animales”, es también el patriarca de otro movimiento: el movimiento de la carne y los productos animales “felices”. Singer, al igual que Bentham, sostiene que la mayoría de los animales no tienen interés en continuar viviendo, y que es moralmente aceptable matarlos siempre y cuando lo hagamos en un modo relativamente indoloro. Singer critica las granjas industriales y argumenta que deberíamos mejorar las normas de bienestar animal, de manera de criar animales de un modo razonablemente placentero y matarlos de una manera relativamente indolora.


Escritores populares como Jonathan Safran Foer, Michael Pollan y una interminable desfile de celebridades y medioambientalistas se unen a Singer condenando las granjas industriales y exigiendo jaulas más grandes, condiciones de “campo libre”, y lo que son, en el grandioso orden de las cosas, modificaciones mínimas de un proceso más horrible.


Las grandes organizaciones de bienestar animal promueven varias etiquetas de carne “feliz”, lo cual supuestamente garantiza que los animales cuyos cuerpos o productos tienen una etiqueta determinada, fueron tratados mejor. Estas organizaciones animalistas se asocian con los grandes explotadores institucionales de los animales, y hacen campaña para someter a votación iniciativas que requieren que en un determinado momento, en el futuro lejano, los animales consigan un poquito más de espacio en sus atestadas prisiones, o consigan algún otro supuesto beneficio de bienestar que, en muchos casos, resultará, de hecho, en un beneficio económico para sus productores.


Los animales más “humanitariamente” criados son tratados y matados en circunstancias que constituirían tortura si se tratara de humanos. Las regulaciones requeridas para conseguir certificaciones “felices” son insignificantes; son análogas a los requerimientos de almohadillas para la simulación de ahogo en Guantánamo, o paredes pintadas muy lindas o música agradable en una cámara de tortura. Hay poca diferencia entre las jaulas en batería convencionales y los huevos provenientes de “jaulas libres”, donde miles de aves son, de hecho, hacinadas en una gran jaula. Y las compañías que han sido certificadas por el uso de al menos una etiqueta “feliz”, ya han sido descubiertas por violar incluso estas mínimas normas de certificación.


Todo esta conversación acerca de los productos animales “felices” es acerca de nosotros; se trata de evitar que nosotros nos demos cuenta de que todos somos Michael Vick. Pero realmente no tiene nada que ver con los animales. Ellos continúan sufriendo horriblemente, independientemente de qué etiqueta “feliz” esté puesta encima de sus cuerpos o de los productos que hacemos con ellos. La afirmación de Singer y otros defensores de animales de que es moralmente aceptable consumir carne o huevos o leche “felices” es el equivalente moderno de vender indulgencias.


Ciertamente, es posible en teoría que todos podríamos estar dispuestos a pagar mucho más por los productos animales, y que las normas podrían mejorar de modos significativos. Pero eso es sólo teoría. Muy pocas personas podrían afrontar el precio de los productos animales que fueran producidos de un modo que proveyera significativamente más protección a los intereses de los animales, y cualquiera que se preocupara lo suficiente como para pagar ese costo significativamente más alto, se preocuparía probablemente lo suficiente como para no comer ningún producto animal en absoluto.


Más aún, dada la realidad económica y las reglas del “libre” comercio, incluso si las normas bienestaristas se alcanzaran significativamente en un lugar, la demanda por los productos de menor costo, de menor grado de bienestar animal, forzarían a los productores de normas de más alto grado de bienestar a salir del negocio, excepto, quizás, para servir a un muy pequeño y acomodado nicho de mercado. La realidad es que, dado que los animales son propiedad, las regulaciones bienestaristas necesariamente permanecerán muy abajo. Y dado que continuamos con nuestro uso institucional de los animales para comida, ellos deben permanecer como propiedad.


Comer gente con amnesia

El segundo problema con la posición del bienestar animal es que se apoya en la noción —que todos de inmediato reconoceríamos como completamente absurda si no estuviéramos tan comprometidos en continuar comiendo animales— de que a los animales no les importa sus vidas; de que ellos no tienen interés en seguir viviendo, sino que solamente tienen interés en no sufrir.

¿Por qué pensaría Bentham semejante tontería 200 años atrás? ¿Por qué Singer y tantos de nosotros piensan tal cosa ahora?

Parte de nuestra cultura convencional respecto de los animales es que ellos ocupan un “presente eterno,” que no tienen memoria del pasado o pensamientos acerca del futuro. Ellos no planean vacaciones o piensan acerca de ver una película este fin de semana o a cuál restaurante quieren ir a comer —o ser comidos— esta noche.

Algunos de nosotros que alguna vez hemos vivido con animales, seguramente reconocemos que esta posición está, de hecho, equivocada. Mi compañera y yo vivimos con cinco perros rescatados, y la noción de que ellos no son auto-conscientes ni tienen memoria y deseos futuros es tan absurda como la noción de que ellos no tienen colas. Todo lo que ustedes necesitan hacer es observarlos. Simplemente no hay modo de explicar su comportamiento sin atribuirles algún sentido de auto-consciencia.

Pero no nos atasquemos en el lío de tratar de determinar la naturaleza de la mente animal. Dado que nosotros somos los únicos animales que usamos la comunicación simbólica, probablemente nunca comprendamos realmente lo que es ser un murciélago o un pollo o una vaca o ningún otro animal. Supongamos que Bentham, Singer, o cualquier otro, estuviera en lo cierto: los animales son perceptivamente conscientes y pueden sufrir pero viven en un "eterno presente".

¿Y qué?

Hay humanos que tienen una forma de amnesia en la que tienen un sentido de sí mismos situado sólo en el presente. No tienen memoria y no piensan acerca del futuro. ¿Tal condición es moralmente relevante? Puede ser. Puede que no lo vayamos a querer como profesor de historia. Pero, ¿diríamos que tal persona no tiene ningún interés en continuar viviendo y que esa muerte no es un daño para esa persona? Sin duda que no.

Entonces, ¿por qué decimos eso respecto de los demás animales? La breve respuesta: porque queremos continuar comiendo cuerpos de animales y productos animales y no tenemos ningún interés en comer humanos con amnesia. Nos decimos a nosotros mismos que la muerte no es un daño y el truco es hacerlo todo “humanitariamente.” Pero no podemos hacerlo “humanitariamente” y, en cualquier caso, la muerte es un daño que no deberíamos imponer —sin importar cuán “humanitario” sea nuestro tratamiento y método de ejecución— si no tenemos una buena razón.

El placer no es una buena razón. Eso es por lo que nos disgustamos con Michael Vick. Y eso es por lo que es tiempo de ir más allá del “campo libre” y la propaganda de los productos animales, y ver que simplemente no podemos justificar el uso de animales para comida.

Por un lado, esta es una conclusión radical. Por otro lado, no es radical en absoluto; fluye de las ideas morales que ya hemos afirmado aceptar. Lo notable es que una especie que se enorgullece de su racionalidad ha permitido el deseo de comer animales, y que los alimentos animales nublen nuestro juicio hasta el punto donde podemos criticar —e incluso odiar— a Michael Vick, y no ver que él realmente no es diferente del resto de nosotros.

El asunto de Vick no responde, por supuesto, las preguntas acerca de la moralidad del uso de los animales cuando la razón para tal uso no es meramente placer, diversión o conveniencia. Pero lo único que entra en esa categoría es el uso de animales para experimentos diseñados para encontrar cura a enfermedades humanas graves. Aunque rechazo totalmente cualquier uso de animales en vivisección, este tema al menos presenta una fina cuestión más complicada. Pero nuestros otros usos de los animales, incluyendo el uso para comida, nuestro uso numéricamente más significativo, son todos, como el uso de los perros para peleas de Vick, obviamente frívolo.


30 de marzo de 2011

El uso "compasivo" es un sinsentido






Los derechos animales constituyen un asunto binario: ustedes explotan a los animales o se tornan veganos.

No hay una tercera opción.

No pueden explotar “compasivamente.” Simplemente los explotan. Su “compasión” tiene que ver con sentirse mejor respecto de continuar explotando animales. La explotación “compasiva” no tiene nada que ver con la obligación de justicia que debemos a los animales nohumanos.

La justicia requiere que nosotros dejemos de usar a los animales totalmente. La explotación “humanitaria” no es nada más que una fantasía. Todo el uso de animales involucra tortura. E incluso si no lo hace, e incluso si pudiéramos tratar a los animales que explotamos de manera “humanitaria”, no podemos justificar el uso y matanza de animales para el placer de nuestro paladar, nuestro sentido de la moda, entretenimiento, o cualquier otro propósito.

Pero no hay ningún error acerca de esto: la explotación animal “compasiva” es una tontería, tal como lo es la esclavitud “compasiva” o el genocidio “compasivo.”

Si no son veganos, háganse veganos; es mejor para su salud y para el planeta. Pero, lo más importante, es lo moralmente correcto para hacer. Nunca harán nada más fácil y satisfactorio en sus vidas. 

15 de marzo de 2011

Nada que ver con la ciencia




Una vez más, nos dicen que no hay realmente diferencia significativa o cualitativa entre plantas y animales. En un artículo titutlado "No Face but Plants Like Life Too", ["Sin rostro, pero las plantas también gustan de la vida"] Carol Kaesuk Yoon escribe que, aunque ella dejó de comer carne:

«Mi entrada en lo que parecía ser el plano moral superior fue sorprendentemente desagradable. Me sentí asediada no sólo por un deseo extrañamente intenso de pollo, sino también por pesadillas en las que estaba comiendo un magnífico y jugoso bistec –podía saborear perfectamente la deliciosa grasa −, de la que me despertaba presa del pánico, hasta que me daba cuenta de que había sido carnívora sólo en mi imaginación.

Las tentaciones y las pruebas estaban por doquier. La más sorprendente resultó ser la comprensión de que no podía de hecho explicarme a mí misma o nadie más porqué matar un animal era algo peor que matar a las muchas plantas que yo ahora estaba comiendo.»

Ella descubrió que:

«Formular una razón verdaderamente racional para no comer animales, al menos mientras se consume toda clase de otros organismos, era difícil, tal vez incluso imposible.»

Ella dijo:

«A las plantas no parece importarles ser matadas, al menos hasta donde podemos observar. Pero tal vez sea ésa exactamente la dificultad.

A diferencia de una vaca que corre mugiendo, las reacciones de las plantas a un ataque son para nosotros mucho más difíciles de detectar. Pero, de igual manera que un pollo corriendo por alrededor sin su cabeza, el cuerpo de una planta de maíz arrancada del suelo o rebanada en piezas lucha por salvarse a sí mismo, tan vigorosa y tan inútilmente como el pollo, si bien de forma mucho menos obvia para el oído y el ojo humano.»

Lo problemático de este artículo es que está en la sección de Ciencia del New York Times. Pero no hay ciencia aquí.

Primero, no hay ninguna duda de que las plantas están vivas y de que conducen todo tipo de complicados procesos. Pero hay una diferencia crucial entre las plantas y los animales.

La diferencia entre el animal y la planta implica la sintiencia. Eso es, los animales no humanos —o al menos aquéllos que explotamos rutinariamente— son claramente conscientes de percepciones sensitivas. Lo seres sintientes tienen mentes; ellos tienen preferencias, deseos o necesidades. Esto no significa decir que las mentes de los animales son como las mentes de los humanos.

Por ejemplo, las mentes de los humanos, que usan el lenguaje simbólico para navegar por el mundo, pueden ser muy diferentes de las mentes de los murciélagos, que usan la ecolocación para navegar por los suyos. Es difícil saberlo. Pero es irrelevante; el humano y el murciélago, ambos, son sintientes. Ambos son esa clase de seres que tienen intereses; ambos tienen preferencias, deseos, o necesidades. El humano y el murciélago pueden pensar diferente respecto de esos intereses, pero no puede haber una duda seria de que ambos tienen intereses, incluyendo un interés de evitar el dolor y el sufrimiento y un interés en continuar existiendo.

Las plantas son cualitativamente diferentes de los humanos y de los no-humanos sintientes porque las plantas, por cierto, están vivas, pero no son sintientes. Las plantas no tienen intereses. No hay nada que una planta desee, o necesite, o prefiera porque no hay una mente ahí para involucrarse en esas actividades cognitivas. Cuando decimos que una planta 'necesita' o 'quiere' agua, no estamos haciendo una afirmación respecto al estado mental de la planta, así como tampoco la hacemos cuando decimos que el motor de un auto 'necesita' o 'quiere' aceite. Puede ser por mi propio interés que pongo aceite en mi auto. Pero no es por el interés de mi auto; mi auto no tiene ningún interés.

Una planta puede responder a la luz del sol y otros estímulos pero eso no significa que la planta sea sintiente. Si paso una corriente eléctrica a través de un alambre adjunto a una campana, la campana suena. Pero eso no significa que la campana sea sintiente. Las plantas no tienen sistemas nerviosos, receptores de benzodiacepina o cualquiera de las características que identificamos con la sintiencia. Y todo esto tiene base científica. ¿Porqué las plantas desarrollarían la capacidad de sentir cuando no pueden hacer nada en respuesta a un acto que las daña? Si arriman una llama de fuego a una planta, la planta no puede correr; permanece ahí donde está y arde. Si arriman una llama a un perro, el perro hace exactamente lo que ustedes harían —grita preso del dolor y tratar de escapar de la llama. La sintiencia es una característica que evolucionó en ciertos seres para hacerlos capaces de sobrevivir escapando de los estímulos nocivos. La sintiencia no serviría a ningún propósito a una planta; las plantas no pueden 'escapar'.

Incluso los jainistas, que consideran que las plantas tienen un sentido [el tacto] reconocen que plantas y animales —incluyendo los insectos— son cualitativamente diferentes y prohíben comer animales, pero no prohíben la ingesta de plantas.

Segundo, si Ms. Yoon estuviera realmente preocupada respecto de la explotación de las plantas, entonces ella debería reconocer que al comer productos animales, de hecho está consumiendo más plantas que las que consumiría si estuviera comiendo plantas directamente. Se necesitan muchos kilos de plantas para producir un kilo de carne. Entonces, cuando Ms. Yoon se sienta a comer ese “magnífico y jugoso bistec,” está consumiendo cerca de 5 kilos y medio de plantas.

Por lo tanto, si las plantas importan moralmente y Ms.Yoon se preocupa por la moral, entonces, a menos que vaya a ayunar hasta morir, está moralmente obligada a comer plantas porque comerá menos plantas si consume plantas directamente, y evitará el sufrimiento y muerte de los mamíferos, aves o peces, que son todos claramente sintientes en el modo en que los humanos son sintientes —a pesar de cualquier diferencia cognitiva entre humanos y otros animales.

Ms. Yoon argumenta que podemos dudar de que a algunos animales, tales como las esponjas, carezcan de sensibilidad. Aunque es verdad que siempre hay áreas grises, estoy seguro de que Ms. Yoon no come muchas esponjas. Los animales que rutinariamente consumimos [vacas, pollos, cerdos, peces,...] todos son, sin ningún cuestionamiento, sintientes.

Entonces, ¿de qué trata este ensayo al final de cuentas?

La respuesta está en el último párrafo, que comienza:

«Mis esfuerzos por renunciar a la carne no duraron más de un par de años.»

Ms. Yoon no quería seguir siendo vegetariana. Ella estaba echando de menos aquel 'magnífico y jugoso bistec'. Tenía que decirse a sí misma que no hay realmente ninguna diferencia entre plantas y animales, así que es todo lo mismo, y entonces ella puede comer el bistec con el que estaba soñando. Pero realmente esto no tiene nada que ver con la ciencia.

No hay nada mejor para suscitar una repentina y ferviente preocupación por las plantas que una propuesta a alguien de no comer productos animales o el deseo de retornar a comerlos. Nada.

*****

Si no son veganos, háganse veganos. Es fácil, es mejor para su salud y para el planeta. Pero, lo más importante, es lo moralmente correcto para hacer.


Porqué el veganismo debe ser la base




Imaginen que están hablando con un grupo de personas que son fanáticas de los automóviles clásicos y que conducen sólo por el placer de conducir y no por ningún propósito en particular. De hecho, estas personas creen que manejar automóviles clásicos por placer es una tradición importante, una parte crucial de su cultura y, cada día, ellos entran en sus automóviles y los conducen sólo porque lo disfrutan muchísimo y lo consideran como parte integral de lo que ellos son.

Si fueran a tratar de argumentar, a este grupo de personas, que es moralmente incorrecto el uso de sus autos para manejar rumbo al consultorio del médico para un chequeo médico o análisis, o llevar al miembro herido de una familia a la sala de emergencias, ellos en su mayoría ciertamente pensarían que la postura de ustedes no tiene ningún sentido. Después de todo, ellos piensan que es aceptable manejar simplemente por placer. Verdaderamente, manejar por placer es un aspecto importante de sus vidas. ¿Por qué aceptarían que manejar por una razón importante es algo malo cuando ellos piensan que manejar sólo por el placer de manejar es algo bueno?

Imaginen una segunda posibilidad. En vez de tratar de persuadir a este grupo de personas de que manejar por una razón médica importante está mal, ustedes sostienen que manejar por placer hacia un destino determinado, que no es diferente de cualquier otro destino, está mal. De nuevo, este grupo de conductores por placer encontrarían que la postura de ustedes es bizarra, porque es completamente arbitraria. ¿Porqué manejar por placer hacia un lugar es diferente de manejar hacia otro lugar? Y si ellos aceptaran que manejar hacia algún lugar elegido arbitrariamente está mal, eso dejaría abierta la cuestión de si manejar por placer en general está mal. Su preciada actividad estaría amenazada.

Esta simple hipótesis nos ayudará a entender las razones morales, lógicas y psicológicas de porqué el veganismo debe ser la base del movimiento de los derechos animales y porqué las campañas de un solo tema no tienen ningún sentido.

Comer animales: sufrimiento y muerte por el placer del paladar

La mayoría de las personas comen cuerpos de animales y sus productos. Ninguno sostiene que tenemos necesidad de comer estos productos para una salud óptima; al contrario, la corriente médica dominante argumenta, cada vez más, que los productos animales van en detrimento de la salud humana. Pero, tanto si la comida con animales va en detrimento o no, ciertamente no es necesaria. Incluso la conservadora American Dietetic Association lo reconoce:

«La posición de la American Dietetic Association es que las dietas vegetarianas apropiadamente planificadas, incluyendo las dietas veganas, son sanas, nutricionalmente adecuadas y pueden proveer beneficios a la salud en la prevención y tratamiento de ciertas enfermedades. Las dietas vegetarianas bien planificadas son apropiadas para los individuos durante todas las etapas de la vida, incluyendo el embarazo, la lactancia, la primera infancia, la niñez y la adolescencia, y para los atletas.»

Y sabemos que la cría de animales para comida es un desastre ecológico.

La única justificación que tenemos para infligir un terrible sufrimiento —bajo las condiciones más “humanitarias”— y la muerte a 56 mil millones de animales terrestres y a un número desconocido, pero probablemente de igual forma escalofriante, de peces y otros animales acuáticos, es que nos gusta su sabor. Estamos involucrados en esta matanza impresionante por razones de placer, entretenimiento y conveniencia. Consumir animales por ninguna otra buena razón es una parte importante de la vida diaria de la mayoría de las personas. De hecho, muchas personas consideran esta completamente innecesaria imposición de sufrimiento y muerte horrorosos como una tradición importante; algo que integra nuestro supuesto “excepcionalismo humano”.

Vivisección

Ahora imaginen que toman la postura de que el uso de animales en experimentos biomédicos es erróneo. Tal como argumenté, hay serios cuestionamientos en relación a la necesidad de la vivisección como cuestión empírica, y no hay ninguna justificación moral para la vivisección. Pero el público, de manera abrumadora, cree que la vivisección es importante para la salud humana.

¿Porqué razón las personas que piensan que es aceptable infligir sufrimiento y muerte a los animales por razones de placer, pensarían que hay algo moralmente erróneo en el uso de animales para un propósito que, de hecho, ellos consideran —equivocadamente, en mi opinión— que es necesario y beneficioso? ¿Porqué las personas que están dispuestas a llenar sus arterias con grasa animal porque les gusta el sabor de la comida animal, no estarían dispuestas a apoyar la matanza de más animales porque piensan —otra vez, erróneamente, en mi opinión— que las muertes adicionales resultarán en una cura para sus problemas de salud?

La respuesta es clara: ellos no lo pensarán. No pueden hacerlo.

Argumentar con las personas que comen productos animales que la vivisección es moralmente errónea es como argumentar a los fanáticos de los autos clásicos que manejar por una razón importante es moralmente incorrecto. Estos fanáticos piensan que manejar por una razón trivial de placer simplemente está bien. ¿Por qué pensarían que hay algo erróneo en el hecho de manejar hacia el consultorio del médico para un chequeo médico o hacia la sala de emergencias? Y si ellos aceptaran que manejar por una razón importante es algo erróneo, su preciada actividad estaría en serio riesgo, como cuestión en general.

Ésta es la razón por la que, a pesar de los 200 años de campañas contra la vivisección, la práctica no sólo continúa sino que el número de animales usados en experimentos biomédicos, de hecho, está aumentando.

Otras campañas de un solo tema

Consideren ahora las campañas de un solo tema diferentes de las de la vivisección, tales como las campañas contra tipos particulares de caza deportiva, o las campañas contra el uso de animales salvajes en los circos, o las campañas contra las pieles. Estas campañas son análogas a seleccionar arbitrariamente un destino y decir a nuestros fanáticos de los autos clásicos que manejar hacia tal destino es erróneo o peor que manejar hacia otro destino. Ellos piensan que está bien manejar por placer, así que, ¿por qué pensarían que manejar hacia un destino seleccionado arbitrariamente es erróneo?

Otra vez, ellos no lo pensarán. No pueden hacerlo.

De manera similar, aquéllos que consumen productos animales piensan que es moralmente aceptable infligir sufrimiento y muerte a los animales por el placer del paladar y participan en este uso de los animales cada día, varias veces por día. ¿Por qué pensarían que cazar está mal, cuando ellos van al supermercado y compran productos elaborados con animales que han sufrido tanto, si no más, como los animales que son cazados? ¿Por qué pensarían que usar animales por otras razones triviales es moralmente inaceptable? Ellos comen animales por placer. Y van a los zoológicos y a las corridas de caballos, ¿por qué pensarían que los animales salvajes en los circos presentan un problema en particular? Ellos usan lana y cuero, los cuales representan una tremenda cantidad de sufrimiento animal. ¿Por qué tendrían un problema particular con las pieles?

Ésa es la razón por la que, a pesar de décadas de campañas de un solo tema contra la caza, el “deporte” persiste; ésa es la razón por la que la campaña de un solo tema que ha existido por más tiempo en la historia de la defensa animal —la campaña contra las pieles— ha sido un absoluto fracaso. Aunque tales campañas puedan generar algún interés, la realidad es que ellas deben en última instancia fracasar en una cultura que considera el consumo de animales para comida como aceptable.

Mientras vivamos en una cultura que no cuestiona el uso de animales para comida —otra vez, no sólo el trato de los animales sino el uso de los animales— las personas en general nunca van a adoptar las campañas de un solo tema de una manera masiva. La mayoría de las personas verán a estas campañas como arbitrarias. La mayoría de las personas reconocerán que los usos de los animales que son el objetivo de las campañas de un solo tema no son peores que los usos que ellos consideran como aceptables. Y ellos están dispuestos a involucrarse en la explotación innecesaria cada día de sus vidas; ¿por qué tendrían algún problema con otro uso de los animales que también es innecesario?

Recientemente, conversé con alguien que estaba involucrado en una campaña contra la caza en un parque determinado. Se apartó de su campaña y me explicó que decidió que lo que los cazadores estaban haciendo no difería de lo que él estaba haciendo al comprar y comer carne proveniente de su supermercado local y, dado que ciertamente no iba a dejar de hacerlo, no podía ver la lógica de oponerse a la caza.

Y, por supuesto, estaba acertado. Cazar es una actividad espantosa y es muy perturbador que cualquiera, de hecho, disfrute matando a un ciervo o a un conejo. Pero, ¿cuál es la diferencia entre comer animales que son cazados y aquellos cuyos cuerpos son adquiridos en un negocio? La respuesta es que no hay diferencia. Ciertamente, el animal cuyo cuerpo fue adquirido en el negocio puede, de hecho, haber tenido una vida y una muerte peor –incluso si el animal fue un animal criado “feliz” en una granja “feliz” y asesinado en un matadero diseñado por Temple Grandin– que el animal que fue cazado.

Estuve conversando con otra persona que estuvo involucrada por años en una campaña para detener la matanza de focas. Ella se apartó de esa campaña porque decidió que no había realmente diferencia entre la piel de las focas y la piel, la lana o el pelo de ningún otro animal y, dado que ella no iba a dejar de usar a todos los animales para vestirse, la campaña por las focas estaba verdaderamente sólo basada en el hecho de que los grupos animalistas podían sacar partido del hecho de que las focas eran adorablemente bonitas, y que eso verdaderamente no era una buena base para una posición moral.

Y, por supuesto, ella estaba en lo cierto. La piel de las focas no es diferente de la de ninguna otra clase de piel y la piel no es diferente de la lana o el cuero. Todas son terribles y nosotros no deberíamos usar ninguna prenda proveniente de animales. Simplemente no es necesario. Pero entonces, tampoco deberíamos comer peces, lácteos, huevos, etc. Y mientras pensemos que comer animales es aceptable, cuestionar otros usos innecesarios, o caracterizar una clase de uso como peor que otro uso, aparecerá como algo arbitrario porque es arbitrario.

En 2007, escribí un artículo de opinión para un diario, el cual fue publicado nuevamente en el 2009, argumentando que las peleas de perros de Michael Vick no eran, como cuestión moral, diferente de nuestro consumo de productos animales. Recibí literalmente miles de respuestas a ese artículo. Muchas personas concuerdan con mi posición; muchas personas han dicho que el artículo los incitó a pensar acerca del veganismo; muchas dijeron que se tornaron veganas después de pensar respecto de mi argumento. Pero ninguna —ninguna— de las que no estuvieron de acuerdo con mi posición fueron capaces de decir porqué lo que Vick hizo era peor que lo que hacemos el resto de nosotros. Eso es porque no hay un modo coherente de distinguir lo que hizo Vick de lo que hacen todos los demás.

En el 2009, cuando Vick salió de la cárcel y firmó con Philadelphia Eagles, hablé con un hombre que me dijo que, aunque era un gran admirador de Eagles y continuaría yendo a los partidos, él nunca podría disfrutar viendo a Vick jugar, debido al tema de las peleas de perros. Le pregunté si él comía panchos y hamburguesas cuando asistía a los partidos de fútbol. Dijo “sí.” Le señalé que los animales usados para hacer los productos que él disfrutaba tuvieron vidas y muertes peores que los perros de Vick.

Él no tuvo una respuesta. Eso es porque no hay ninguna respuesta.

Conclusión

La base es clara: a menos que y hasta que consigamos que las personas se cuestionen y rechacen su diario y completamente innecesario consumo de animales, no tendremos éxito en conseguir que se opongan seriamente al uso de los animales que ellos consideran como necesario o no trivial, como la vivisección, u otro uso innecesario que ellos, con bastante corrección, consideran elegido arbitrariamente por los defensores de los animales, y al que no lo ven peor que los usos que ellos mismos apoyan y con los que se involucran cada día de sus vidas.

El veganismo debe ser la base si vamos a tener cualquier esperanza de cambiar el paradigma del uso de los animales como cosas hacia el de los animales como personas no humanas.

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Si no son veganos, háganse veganos; es mejor para su salud y para el planeta. Pero, lo más importante, es lo moralmente correcto para hacer. Nunca harán nada más fácil y satisfactorio en sus vidas.



3 de marzo de 2011

La Ciencia Dictamina: La Reforma Bienestarista Es Inútil



Los defensores de la reforma bienestarista están eufóricos. Están difundiendo un artículo del Journal of Agricultural Economics titulado: "El Impacto del Bienestar Animal En El Consumo De Carne", y los bienestaristas claman que: "La Ciencia Ha Dictaminiado Que Las Reformas De Bienestar Animal Consiguen Que La Gente Consuma Menos Carne".

[Nota: El artículo del Journal of Agricultural Economics, que fue originalmente publicado ya no está disponible y sólo se puede acceder mediante suscripción a la revista. Pero el borrador del artículo titulado: "Cobertura Mediática Del Manejo y Bienestar Animal: Influencia En El Consumo De Carne", está disponible aquí.]

Estoy consultando a académicos especializados en economía y estadística para poder presentar una réplica al estudio, el cual padece de varios problemas en la metodología y está pobremente diseñado. Pero puedo sugerir que un análisis conciso sobre el artículo indica que las proclamas de los bienestaristas son, como mínimo, exageradas.

En primer lugar, el consumo de carne está aumentando y no disminuyendo. El estudio no dice que las campañas bienestaristas hayan provocado ningún descenso del consumo. De hecho, dice que la demanda, estimada sobre el último periodo de diez años, no se incrementó tanto como los autores habrían previsto si la atención mediática sobre la cuestión del bienestar animal no se hubiera incrementado. Los autores reconocen que esa reducción en el incremento de la demanda es "pequeña, pero estadísticamente significativa".

Hay muchos más problemas con el estudio. Por ejemplo, los autores no fueron capaces de encontrar el mismo "pequeño" resultado en el caso de las vacas. Más aún, los autores señalan que "este descenso en la demanda se debe más bien a una salida del consumo de carne que a una renovación de la demanda dirigida a otro tipo de carnes". Ellos definen el consumo de carne incluyendo vacas, cerdos y aves. El bajo nivel en el incremento de la demanda, que es pequeño según afirman los autores, podría haberse redirigido hacia otros productos de origen animal que no forman parte del consumo de carne. Los autores también claran que hay problemas para conectar los resultados hallados con la cuestión del bienestar animal.

En resumen: el consumo de animales está aumentando pero no se incrementó tanto respecto de cerdos y pollos y esto podría ser debido al bienestar animal, pero podría ser que no tuviera nada que ver con la cuestión del bienestar animal y cualquier descenso en el incremento de la demanda podría ser debido a una redirección hacia el consumo de peces, huevos, productos lácteos y productos cárnicos procesados.

¿Y los bienestaristas están entusiasmados con esto?

Durante los últimos diez años, las organizaciones bienestaristas han gastado millones de dólares promoviendo campañas bienestaristas. Dejando a un lado los problemas metodológicos del estudio, si esto es lo mejor que los bienestaristas pueden ofrecernos, entonces estoy de acuerdo con lo que la ciencia ha demostrado: la reforma del bienestar animal es inútil y completamente inefectiva.

Más adelante expondré nuevas consideraciones más formales según aparezcan nuevos resultados.

Posdata añadida el 1 de agosto de 2013

Después de mi ensayo de marzo de 2011, mi interés en elaborar una respuesta formal fue disminuyendo en parte debido a que el estudio era tan obviamente defectuoso —e inapropiado para el propósito que los bienestaristas pretendían— que me parecía una pérdida inútil de tiempo. Además de que los expertos en estadística que consulté estaban muy ocupados. Por tanto, el asunto perdió por completo mi atención.

Sin embargo, cuando expuse una conferencia en el "Animal Rights 2013 Conference" hace unas semanas, escuché a gente de Farm Sanctuary y de Humane Leage diciendo que el estudio prueba que "millones" de animales han sido salvados gracias a las reformas bienestaristas. Eso es increíble e insensato.

Todavía no tengo claro que el estudio merezca siquiera una respuesta formal teniendo en cuenta que hay otras tareas más importantes que necesitan ser atendidas. Y, francamente, la gente que quiere creer en la propaganda de la explotación "feliz" suministrada por los bienestaristas no se vería disuadida en ninguna forma aunque pudieran leer algo que refutara el estudio en cuestión.

La clave de la cuestión, como ya señalé en mi análisis previo, es que el estudio dice que:
«El consumo de animales está aumentando pero no se incrementó tanto respecto de cerdos y pollos y esto podría ser debido al bienestar animal, pero podría ser que no tuviera nada que ver con la cuestión del bienestar animal y cualquier descenso en el incremento de la demanda podría ser debido a una redirección hacia el consumo de peces, huevos, productos lácteos y productos cárnicos procesados.»
En otras palabras, el hecho de que el incremento en el consumo de cerdos y pollos no esté yendo tan rápido como se esperaba —aunque no sucede lo mismo con el consumo de carne vacuna a pesar de las muchas campañas focalizadas en el bienestar de las vacas— podría estar asociado a las campañas bienestaristas. Pero también podría estar asociado al clima, la salud, la economía o podría deberse al activismo de quienes defienden que el veganismo es una base moral y no tener nada que ver con las campañas reformistas del bienestar animal, o podría estar conextado a muchas otras cosas que no tienen que ver con las campañas bienestaristas.

En conclusión, si alguien cree que este estudio demuestra que las campañas reformistas del bienestar animal causan o tienden a que la gente se haga vegana es porque quiere creerlo, no porque el estudio apoye semejante creencia.


¿Y los otros cuatro perros?




El viernes 25 de febrero, un agente del centro de control animal de Oklahoma aplicó inyecciones letales a cinco perros en situación de calle. El sábado, el agente descubrió que uno de los perros, un cachorro al cual le había dado dos inyecciones letales, todavía estaba vivo. El cachorro fue llevado a un veterinario, que puso una nota sobre la supervivencia del perro en una página de adopción de animales. Ahora, cientos de personas de los EE.UU. y Canadá están tratando de adoptar al perro.

¿Por qué?

Millones de animales sanos son matados cada año en los refugios porque nadie los quiere. Y ahora, porque este perro escapó de la muerte de un modo aparentemente milagroso, cientos de personas quieren adoptarlo. De acuerdo a un comentario: «la gente está interesada en el cachorro porque su historia es única.»

Esta historia es similar a las historias acerca de los animales criados para comida  que escapan de los mataderos y son entonces llevados a vivir el resto de sus vidas a una casa particular. Ellos, también, son especiales. Ellos escaparon de la explotación institucionalizada que hemos establecido. Ellos escaparon de la muerte.

Muchas personas piensan que cuando un animal escapa de la muerte de este modo, se trata de alguna clase de señal divina. Este tipo de eventos, irónicamente, refuerzan nuestra idea de que, debido a que no hay ninguna intervención divina para todos los otros animales que son asesinados en los refugios o en los mataderos, entonces esta es la manera en que las cosas deben ser para aquellos otros animales. Ellos son asesinados como parte del orden natural.

Mi opinión es que si Dios existe, ella/él está preocupado respecto de los cuatro otros perros que fueron matados el viernes por el agente de Oklahoma, los millones de otros que son asesinados en refugios, y los miles de millones que son asesinados por ninguna otra razón mejor que la de que somos tan egoístas que pensamos que nuestro placer justifica privar a otro ser sintiente de su vida.

Y cualquiera sea la opinión de Dios acerca de la situación, sugiero que nuestras reacciones, en esta clase de situaciones, deberían obligarnos a pensar respecto de porqué nos involucramos en la injusticia de la explotación animal, en vez de pensar que sólo los animales afortunados, los que escapan de nuestra injusticia institucionalizada, son los que importan moralmente.

Si no son veganos, háganse veganos; es mejor para su salud y para el planeta. Pero, lo más importante, es lo moralmente correcto para hacer. Nunca harán algo más fácil y satisfactorio en sus vidas.

Y, si pueden, adopten o den hogar de tránsito a animales sin hogar. Nosotros los metimos en este lío; nosotros tenemos la obligación colectiva de ayudarlos a salir de él. Está repleto de perros, gatos y otros animales sin hogar en el área en que viven. Y ellos son todos especiales.



7 de enero de 2011

Wayne Pacelle y yo estamos de acuerdo




Durante muchos años argumenté que los grandes grupos de protección animal son, en su mayor parte, socios de los explotadores institucionales, y que son, en efecto, facciones del lobby de la industria alimenticia. Ellos no desafían el uso de los animales; de hecho, activamente apoyan el uso institucionalizado de los animales y afirman que sólo las cuestiones de bienestar o tratamiento son las que importan. 

Ellos promueven lo que en gran parte son cambios insignificantes, mucho de los cuales, de hecho, mejoran la eficiencia productiva, y muchos de los cuales nunca son siquiera implementados, o tienen fecha de implementación para dentro de muchos años. Ellos promueven los programas de las etiquetas de explotación “feliz”, donde los productos animales “aprobados” son vendidos con la aparente bendición de la comunidad de defensa animal. 

Argumenté que las reformas de bienestar (si es que pueden siquiera ser llamadas “reformas” en vez de cambios que promueven la eficiencia) hacen que el público se sienta mejor acerca de continuar explotando a los animales no humanos.

Mis puntos de vista han provocado una gran cantidad de fuertes críticas por parte de los defensores del bienestar animal.

Así que con gran felicidad les informo que Wayne Pacelle, CEO de la Humane Society of the United Stated, está de acuerdo conmigo.

Antes de que el Ohio Livestock Standards Board, que ganó apoyo de la HSUS después de acordar el retiro definitivo de las jaulas de gestación después de 2025 (eso en cuanto a “ayudar a los animales aquí y ahora”), Pacelle elogió la ganadería:
«Realmente creo que la ganadería es una tradición profundamente noble,” dijo. “Hay tantos grandes aspectos en ella, pero nosotros debemos poner el bienestar animal en la ecuación.»
Pacelle dice ganadería es una “noble tradición” con “muchos grandes aspectos.” Nosotros sólo necesitamos poner “el bienestar animal en la ecuación.” Aquí está el punto. Según Pacelle, el problema no es el uso de los animales nohumanos per se; el problema es el trato, y la reforma bienestarista, tal como la eliminación de las jaulas de gestación después del 2025, es la solución.

También dijo que las reformas bienestaristas apoyadas por el Board:
«harán a la agricultura de Ohio más honorable, defensible y pertinente para el consumidor.»
Sí, verdaderamente, lo harán. Eso es exactamente lo que oido decir por más de dos décadas y estoy contento de que Wayne Pacelle esté de acuerdo conmigo.

Si no son veganos, háganse veganos. Es fácil; es mejor para su salud y para el planeta. Pero, lo más improtnte, es lo moralmente correcto para hacer. Nunca harán nada tan fácil y satisfactorio en sus vidas.


1 de enero de 2011

Algunos pensamientos para el Año Nuevo




Es obligación de todos los que adoptan el veganismo, educar a otros de manera creativa respecto de la verdad moral fundamental de no explotar a los animales. Todos debemos convertirnos en educadores de la no-violencia en nuestros hogares, círculos sociales, escuelas, lugares de trabajo y comunidades. Empezamos enseñando con nuestro propio ejemplo.

El veganismo ético es la no violencia en acción; es una inocuidad dinámica. Requiere que rechacemos la insidiosa ideología de dominación que hemos llegado a aceptar como “normal.” Un mundo que se mueva hacia el veganismo ético será un mundo que se mueva hacia una mayor paz y justicia en general.

Si dejamos de tratar a los animales como animales, dejaremos de tratar a otros humanos como animales.

Tomemos la decisión de dar la cara contra todas las formas de discriminación injusta [racismo, sexismo, homofobia, clasismo, especismo] y simplemente decir no.

Tomemos la decisión de hacer del mundo un lugar de más paz en el 2011, y dejemos que cada uno haga su parte en ese esfuerzo. Continuaré a lo largo del 2011 haciendo comentarios, centrando en las variadas formas de activismo vegano creativo y no violento de grupos de base que están emergiendo y desarrollándose en muchos países y en toda clase de comunidades. ¡Todos deberíamos aprender de esos activistas!

Si no son veganos, háganse veganos. Es fácil; es mejor para su salud y para el planeta. Pero, lo más importante, es lo moralmente correcto para hacer. Nunca harán en sus vidas algo más fácil y satisfactorio.

El mundo es vegano. Si lo quieren.


29 de diciembre de 2010

La necesidad de la teoría



Muchos activistas parecen pensar que no necesitamos ninguna teoría. Sólo necesitamos actuar “por los animales”; y ya nos podremos preocupar por la teoría más adelante.

Este punto de vista está equivocado al menos en dos aspectos.

Primero, si no tenemos una teoría, ¿cómo vamos a elegir qué cosas deberíamos promover? Si quiero hacer algo hoy para ayudar a los animales, y no tengo una teoría, como la relativa a la condición moral de los animales y qué cosas debo hacer, ¿cómo voy a elegir lo que voy a hacer?

Si quiero pasar la tarde charlando con un grupo de personas respecto de la explotación animal, y no tengo una teoría, ¿cómo elegiré de qué hablar? ¿Cómo voy a elegir si argumentar que ellos no deben consumir ningún producto animal o que ellos deben consumir productos animales supuestamente “felices”?

La respuesta es muy clara: no podemos hacer una elección inteligente o informada si no tenemos ninguna teoría que guíe nuestra elección. Antes de hablar con la gente; antes de decidir qué activismo voy a seguir, tengo que tener en claro si la posición moral correcta es que debemos consumir huevos provenientes de gallinas “libres de jaulas”, o si es que no debemos consumir huevos en absoluto; tengo que tener en claro si la posición moral correcta es comer pollos que han sido gaseados en vez de electrocutados, o si es no comer pollo en absoluto.

Es interesante que la mayoría de aquéllos que afirman que ahora mismo no necesitamos una teoría para actuar “por los animales”, de hecho tienen una teoría: adoptan la teoría de que el tema no es que usamos a los animales no humanos sino cómo los usamos; de que es aceptable utilizar animales no humanos siempre y cuando los utilicemos de manera “humanitaria”. Así que estas personas afirman que no deberíamos molestarnos a nosotros mismos con las abstracciones de la teoría; simplemente deberíamos salir y promover los huevos provenientes de gallinas “libres de jaula” o pollos gaseados o lo que sea.

Pero su posición está fundamentada en una teoría.

Y esto me lleva a mi segundo punto.

A veces, algunas ideas son tan inherentes a nuestra cultura que ni siquiera somos conscientes de hasta qué punto modelan nuestra percepción de la realidad. Una de esas ideas es que los hombres son, como grupo, más valiosos que las mujeres y que las mujeres son más valiosas por su apariencia como proveedoras de servicios sexuales que por sus capacidades. Esta idea está tan arraigada a nuestra cultura, que muchos de nosotros ni siquiera somos conscientes de ella; vemos como “normal” el modo en que se representa a las mujeres culturalmente y no vemos esa representación como algo que refuerza el patriarcado.

Otra idea semejante es que a los animales no les importa si los utilizamos, sino que sólo les importa cómo los tratamos. Esa es una idea cuyo origen podemos rastrear históricamente en la misma fundación de la posición del bienestarismo animal que domina nuestro pensamiento acerca de la relación humano/nohumano, tal como el patriarcado domina nuestras ideas respecto del valor de las mujeres.

En el siglo XIX, los reformadores sociales progresistas tales como Jeremy Bentham, argumentaron que debíamos incluir a los animales no humanos en nuestra comunidad moral porque, aún cuando eran diferentes a los humanos en varios aspectos, ellos podían sufrir, al igual que los humanos, y que esto era suficiente para cimentar nuestras obligaciones morales hacia los animales. De acuerdo a Bentham, aunque un caballo adulto o un perro es más racional y más capaz de comunicarse que un niño-a humano, “la cuestión no es, ¿pueden razonar?, ni ¿pueden hablar? sino, ¿pueden sufrir?”. Pero esto no significaba que no podíamos utilizarlos y matarlos para propósitos humanos siempre y cuando los tratáramos bien. De acuerdo a Bentham, los animales no humanos viven en el presente y no son conscientes de lo que pierden cuando tomamos sus vidas. Si los matamos y comemos, “nosotros nos sentimos mejor por ello, y ellos no se sienten nunca peor. No tienen ninguna de esas prolongadas expectativas de desgracias futuras que nosotros tenemos.”

Si, como Bentham sostiene aparentemente, los animales no tienen, como cuestión de hecho, interés en continuar viviendo, y la muerte no es un daño para ellos, entonces nuestra matanza de animales no sería per se un problema moral siempre que tratemos y matemos a los animales “humanitariamente.”

Y eso es exactamente lo que la mayoría de nosotros piensa respecto de la cuestión del uso de los animales no humanos. El punto de vista de Bentham es explícitamente promovido por Peter Singer, e incluso el teórico partidario de los derechos Tom Regan sostiene que la muerte es un daño mayor para los humanos que para los no-humanos porque los últimos tienen menos oportunidades de satisfacción que las que tienen los primeros.

Sugiero que este punto de vista —que nuestro uso de los animales no humanos es aceptable moralmente si es “humanitario”— de una forma o de otra es asumido casi por cualquiera. Esto es, incluso aquellas personas que jamás han oído hablar de Jeremy Bentham o Peter Singer caen en esta visión teórica que está tan asumida que ninguno siquiera reconoce cuánto modela nuestra visión de la relación humano-animal.

Y, como el sexismo tan presente en nuestra cultura, es erróneo.

La postura teórica de que los animales no humanos no tienen interés en sus vidas, y de que no les importa si los usamos o matamos siempre que los hagamos “humanitariamente”, está basada en la noción de que tener interés en continuar viviendo requiere de un sentido de auto-consciencia que asociamos con los humanos normales.

Y como discuto en mi último libro, The Animal Rights Debate: Abolition or Regulation? y también en Introducción a los Derechos Animales, y en este blog, ésa es una posición especista, en el sentido en que privilegia arbitrariamente la auto-consciencia parecida a la humana.

Este punto de vista teórico respecto del menor valor de la vida animal es un gran problema teórico que está siempre presente. Nos guste la teoría o no, necesitamos asumir una teoría antes de emprender nuestro activismo. Si concordamos con Bentham y Singer y con la teoría dominante del bienestarismo animal, entonces promoveremos la reforma bienestarista; promoveremos los huevos provenientes de gallinas “libres de jaula”; promoveremos el consumo de pollos que han sido gaseados en vez de electrocutados; apoyaremos las etiquetas de la “carne/lácteos “felices”; promovemos el “flexitarianismo” y consideraremos al veganismo simplemente como un medio de reducir el sufrimiento.

Pero si no apoyamos este punto de vista, y si, en cambio, consideramos a todos los seres sintientes con igual valor para el propósito de no ser usados como un recurso, entonces promoveremos el veganismo como una base moral innegociable.

Y no podemos afirmar que aceptamos la igualdad pero apoyamos la reforma bienestarista por el hecho de que la gente va a seguir de todos modos consumiendo animales. Dejando de lado que si realmente creemos en la igualdad, promover la reforma bienestarista es similar a promover la esclavitud o la pedofilia “humanitaria”, el bienestar animal no funciona como cuestión de hecho. Los animales son mercancías; ellos son una propiedad. Cuesta dinero proteger sus intereses y el más “humanitario” de los tratos nunca llegará por encima del nivel que sería caracterizado como tortura si se tratara de seres humanos.

Como sea que lo intenten, no podrán evitar la teoría. Sólo pueden elegir una teoría de igualdad o elegir aceptar la teoría dominante del bienestar, que asume que la vida animal no humana es de menor valor moral.

Pero deben hacer una elección y su activismo necesariamente estará fundamentado por la elección que hagan.

Si no son veganos, háganse veganos. Es fácil; es mejor para su salud y para el planeta. Pero, lo más importante, es lo moralmente correcto para hacer.

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