5 de enero de 2006

Abolición de la Explotación Animal: El Viaje No Empezará Mientras Caminemos Hacia Atrás




En “The Longest Journey Begins with a Single Step: Promoting Animal Rights by Promoting Reform” ["El Viaje Más Largo Comienza con un Simple Paso: Promoviendo los Derechos Animales a través de la promoción de las Reformas"]  Peter Singer y Bruce Friedrich, de PeTA, afirman que una “extraña” controversia se ha desarrollado en “los últimos años” acerca de si los defensores de los animales deberían perseguir el bienestar animal como medio para alcanzar los derechos animales.

Esta controversia no es ni “extraña” ni “reciente”. La controversia no es “extraña” porque hay una inconsistencia fundamental entre la regulación de la explotación animal y su abolición. La controversia no es “reciente” dado que la tensión entre derechos y bienestar ha sido constante en el movimiento animalista durante los últimos quince años. Lo que es “reciente” es que hay un movimiento mundial emergente de activismo de base, que está desafiando la hegemonía de las organizaciones corporativas de bienestar animal que han dominado el movimiento, y que está tratando de formular un paradigma abolicionista alternativo. Por tanto, no resulta una sorpresa que Singer, quien es el principal defensor de la ideología bienestarista, y PETA, quien aplica esa ideología y mantiene que cualquier disenso, o incluso discusión, es “divisiva” y amenaza la “unidad” del movimiento, estén expresando su preocupación.

Hay por lo menos cinco razones por las cuales un abolicionista debe rechazar el enfoque bienestarista presentado en el texto de Singer/Friedrich:

1. Bienestar Animal: Hacer la Explotación Más Eficiente.

Singer y Friedrich afirman que las reformas de bienestar reconocerán que los no-humanos tienen “derechos” e “intereses” -que las reformas alejarán a los animales progresivamente de la condición de propiedad o mercancías que solo tienen valor extrínseco o condicional. Están equivocados. Las reformas que ellos apoyan no tienen nada que ver con reconocer que los animales tienen intereses moralmente significativos que deben ser protegidos incluso cuando no hay beneficio económico para los humanos. En su mayoría, estas reformas, como muchas medidas de bienestar animal, no hacen más que hacer la explotación animal económicamente más rentable para los explotadores de animales y encierran aún más a los animales en el paradigma de la propiedad.

Por ejemplo, consideremos la campaña que ha llevado a un acuerdo de McDonalds que requiere normas supuestamente más “humanitarias” en los mataderos y aumentar el espacio para las gallinas de jaulas en batería. Singer aplaude estas acciones hechas por McDonalds, que fueron seguidas por Wendys y Burker King, como un “rayo de esperanza” y “el primer signo de esperanza para los animales de granja americanos desde que empezó el movimiento animal moderno”. (N.Y. Rev. of Books, 15 Mayo de 2003), Friedrich afirma que “ha habido un cambio real de conciencia” en lo que se refiere al trato de los animales utilizados para comida (L.A. Times, 29 de Abril de 2003), y Lisa Lange de PETA felicita a McDonalds por “dirigir el camino en reformar las prácticas de proveedores de comida rápida en el trato y matanza de sus bovinos y aves.” (L.A. Times, 23 de Febrero de 2005).

Las normas de los mataderos elogiadas por Singer y PETA, fueron desarrolladas por Temple Grandin, diseñadora de sistemas de manejo y matanza “humanitarios”. Las directrices de Grandin, que incluyen técnicas para mover a los animales a través del proceso de matanza y aturdirles, están basadas explícitamente en preocupaciones económicas. De acuerdo con Grandin, el manejo adecuado de los animales que van a ser sacrificados “mantienen a la industria de la carne funcionando en forma segura, eficiente y lucrativa.” El aturdimiento apropiado es importante porque “proveerá carne de mejor calidad. El aturdimiento eléctrico inapropiado causará coágulos de sangre en la carne y fracturas óseas… Un animal que es aturdido apropiadamente producirá un cuerpo firme sobre el que es seguro trabajar para los trabajadores de la planta.” Ella mantiene que “el trato cuidadoso bien diseñado minimizará los niveles de estrés, mejorando la eficiencia y manteniendo la buena calidad de la carne. El manejo brusco o el equipamiento pobremente diseñado va en detrimento tanto del bienestar animal como de la calidad de la carne”.http://www.grandin.com

Al discutir de un modo general la matanza y las mejoras en las jaulas de batería a las que se refieren Singer y Friedrich, McDonalds afirma: “los animales que son bien cuidados son menos propensos a enfermedades, heridas y estrés, todo ello tiene el mismo impacto negativo sobre las condiciones del ganado que tiene sobre la gente. Las prácticas apropiadas de bienestar animal también benefician a los productores. El cumplimiento con nuestras líneas directrices de bienestar animal ayuda a asegurar una producción eficiente y reduce los residuos y las pérdidas. Esto permite a nuestros proveedores ser altamente competitivos” (www.mcdonalds.com) Wendy también enfatiza la eficiencia en su programa de bienestar animal: “Los estudios han demostrado que los métodos humanitarios de manejo de animales no sólo previenen de sufrimiento innecesario, sino que pueden resultar en un entorno de trabajo más seguro para los trabajadores implicados en la industria de las granjas y del ganado.” (www.wendys.com) En un informe sobre reformas voluntarias de la industria del ganado, el periódico Los Angeles Times afirmó que “en parte, las reformas son dirigidas por el propio interés. Cuando un animal tiene heridas, su carne se vuelve blanda y debe ser descartada. Incluso el estrés, especialmente justo antes de la matanza, puede afectar a la calidad de la carne”. (29 de Abril de 2003).

Este ejemplo (y hay muchos otros) ilustra cómo los productores de productos animales -trabajando con destacados activistas animalistas- están mejorando en explotar animales de un modo económicamente eficiente mediante la adopción de medidas que mejoran la calidad de la carne y la seguridad de los trabajadores. Pero esto no tiene absolutamente nada que ver con cualquier reconocimiento de que los animales tienen valor inherente o de que tengan intereses que deberían ser respetados incluso cuando no es beneficioso económicamente para los humanos hacerlo. Las supuestas mejoras en el bienestar animal están, en su mayoría, limitadas a, y justificadas por el beneficio económico para los explotadores y consumidores de animales. Es más, los grandes explotadores corporativos de animales pueden ahora apuntar al hecho de que activistas como Singer y PETA les están alabando por su trato supuestamente “humanitario” de los animales no-humanos. PETA ofreció de forma bastante destacada su premio Visionaria del Año 2005 a Grandin, quien es asesora de McDonalds y otras cadenas de comida rápida, por sus “mejoras innovadoras” en los procesos de matanza e Ingrid Newkirk de PETA alaba a Grandin como habiendo “hecho más por reducir el sufrimiento en el mundo que cualquier otra persona que alguna vez haya vivido” (New Yorker, 14 de Abril de 2003).

Hay también serias dudas sobre si estos cambios realmente proporcionan mejoras significativas en el tratamiento de los animales, aparte de la cuestión de la explotación eficiente. Un matadero que sigue las directrices de Grandin para aturdir, sobre el empleo de pinchazos, y otros aspectos del proceso de la matanza sigue siendo un lugar indescriptiblemente espantoso. Las gallinas de batería que proveen a algunas de las grandes cadenas de comida rápida, pueden vivir ahora en un área equivalente a un cuadrado de aproximadamente 8½ pulgadas, en vez de hacerlo en el estándar de la industria -un cuadrado de aproximadamente 7 pulgadas- pero sería insensato afirmar que la existencia de una gallina de baterías es cualquier cosa excepto miserable.

2. Bienestar Animal: Haciendo que el Público esté Más Cómodo Acerca de la Explotación Animal

Singer y Friedrich afirman sin ninguna base que las reformas de bienestar animal llevarán a una mayor protección de los animales y entonces a la “liberación animal” (posteriormente trataré más sobre esto). Hemos tenido bienestar animal durante 200 años ya, y no hay evidencia alguna de que las reformas de bienestar lleven a una protección significativa de los intereses de los animales, mucho menos a la abolición. De hecho, estamos utilizando a más no-humanos hoy día, y de modos más horribles, que en cualquier momento de la historia. En cuanto a las mejoras marginales que hemos realizado en algunos aspectos del trato hacia los animales, esas mejoras, en su mayoría, han estado limitadas a medidas que hacen que la explotación animal sea más rentable. Aunque es posible, en teoría, ir más allá de este nivel mínimo de protección animal, el estatus de los no-humanos como propiedades y la preocupación resultante para maximizar el valor de la propiedad animal milita fuertemente en contra de cualquier mejora significativa en nuestro trato de los animales y asegura que el bienestar animal hará poco más que hacer que la explotación animal sea más eficiente económicamente y socialmente aceptable. En cualquier caso, las reformas que Singer y Friedrich proponen, y que están siendo actualmente promovidas por las organizaciones corporativas de bienestar animal en los Estados Unidos, no van más allá del nivel mínimo.

Singer y Friedrich afirman que los detractores del bienestar están diciendo “que antes de estas reformas, gran cantidad de personas estaban renunciando a comer carne, pero que ahora han decidido que, dado que los animales no son tratados tan mal, pueden comer carne nuevamente”. Ni yo ni ningún otro crítico del bienestar animal que yo sepa ha dicho nunca tal cosa. Lo que he dicho es que el bienestar animal claramente no resultó en grandes cantidades de no-veganos que cambien su comportamiento y rechacen consumir carne u otros productos animales, y que las reformas bienestaristas no parece que llevarán en esa dirección en ningún momento cercano por la misma razón de que hacen que la gente se sienta más cómoda respecto a la explotación animal. Esa comodidad es el mensaje explícito del movimiento bienestarista. Los defensores de animales afirman que podemos “consumir con conciencia”. (N.Y. Times, 6 de Octubre de 2004, afirmación de Paul Waldau). De hecho, en el libro más reciente de Singer The Way We Eat: Why Our Food Choices Matter él y el co-autor Jim Mason afirman que podemos ser “omnivoros conscientes” y explotar a los animales éticamente si, por ejemplo, elegimos comer sólo animales que hayan sido bien cuidados y matados sin dolor ni angustia.

El mensaje que envía este enfoque es muy claro, y si Singer y Friedrich realmente piensan que no incita al consumo de productos animales, están engañados. Es más, las reformas de bienestar animal pueden incrementar la demanda e incrementar el sufrimiento neto de los animales. La relación entre un incremento de la demanda y los estándares “humanitarios” es reconocida por los propios bienestaristas. Por ejemplo, el material educativo producido por la Sociedad Humanitaria de los Estados Unidos promueve su campaña por alternativas más “humanitarias” a las celdas de gestación para cerdas y afirma explícitamente que la adopción de sistemas alternativos puede resultar en algún incremento de la demanda o recompensas mercantiles para los productores.

Me gustaría compartir con ustedes una historia que, aunque anecdótica, ilustra el problema. Cuando la tienda Whole Foods abrió cerca de mi casa, vendía productos cárnicos, pero no tenían un departamento de carne. Ahora hay un gran departamento de carne fresca y peces. Hay también avisos en la tienda, anunciando la “Animal Compassion Foundation” [Fundación por la Compasión Animal] establecida por Whole Foods, que proporciona fondos para que los rancheros y granjeros puedan desarrollar modos de criar a los no-humanos más “humanitariamente”. Hace varias semanas, estaba caminando al lado de la vitrina de la carne y le dije a un empleado que estaba allí que pensaba que era una pena que Whole Foods vendiese cadáveres. El empleado respondió: “¿Sabía que PETA le dio un premio a Whole Foods por lo bien que tratan a los animales?” Sí, es cierto. Además de darle un premio a Temple Grandin, PETA también premió a Whole Foods por “requerir que sus productores se adhiriesen a estándares estrictos” (www.peta.org). The Way We Eat trata sobre Whole Foods y tiene páginas y páginas de adorables elogios hacia la compañía como un vendedor éticamente responsable de productos animales.

Dejando de lado que hay algunas serias dudas sobre qué “estándares estrictos” PETA y otros elogian, por tener efectos significativos sobre la vida y muerte de los animales cuyos cadáveres son vendidos en Whole Foods (un artículo de próxima aparición del profesor Darian Ibrahim de la Universidad de Arizona mantiene que los estándares son inexistentes), este tipo de enfoque solo puede aumentar la confusión donde debería haber claridad, y estimula a la gente a creer que podemos “consumir con conciencia”, lo que sirve para perpetuar -y legitimar- el consumo de productos animales. En palabras de un crítico de “The Way We Eat” en Amazon.com: “No tienes que hacerte vegetariano, ni siquiera vegano, aunque serlo sería una buena forma de vivir, tanto moralmente como en cuanto a la salud, pero el libro seguramente hace que quieras ir de compras a Whole Foods y adquirir pollos de campo libre y hacer lo que puedas para que tu provisión de comida provenga de un sitio decente”.

3. ¿El objetivo? ¿Qué objetivo?

Singer y Friedrich hablan de cómo el bienestar promueve los “derechos animales” y afirman que la oposición al bienestar animal es “contraproducente para el objetivo de la liberación animal que todos compartimos. ¿Exactamente qué objetivo es ése que todos compartimos?

Singer es un utilitarista que firmemente rechaza derechos morales para los no-humanos y para los humanos, aunque utilice el lenguaje de los derechos de forma confusa cuando le conviene. Así desde fuera, quienes mantienen que los humanos tienen ciertos derechos morales, tales como el derecho a no ser esclavizado o ser utilizado como una mercancía por otros, no comparten el objetivo de Singer, al menos en lo que a humanos se refiere. En cuanto a los no-humanos, Singer no se opone a la utilización per se de la mayoría de animales; a él sólo le preocupa el trato. Hasta el punto que discute el uso, solo en el contexto de una preocupación de que podemos no ser capaces de asegurar un tratamiento adecuado. Pero su fin no es la abolición de toda explotación animal: dada la teoría moral general de Singer, la abolición no puede ser su objetivo. Singer ha mantenido constantemente que la mayoría de los no-humanos no tienen un interés en continuar viviendo porque no son auto-conscientes en el mismo sentido en que lo son los humanos típicos y, como resultado, no se preocupan sobre si les utilizamos; ellos solo se preocupan sobre cómo los utilizamos. Esto refleja la postura de Jeremy Bentham, el utilitarista del siglo diecinueve en quien Singer basa su teoría. Bentham afirmó que, aunque los animales podían sufrir y, por tanto, importaban moralmente, los animales no se preocupan si, por ejemplo, les comemos. A ellos solo les importa cómo les tratamos hasta que los comemos.

Esta postura -que no es la utilización per se sino solo el trato- es la fundación de la ideología del bienestar animal y difiere de la postura de los derechos animales que he articulado. Sostengo que si los animales tienen un interés en una existencia continuada -y sostengo que cualquier ser sintiente lo tiene- entonces nuestra utilización de ellos como recursos humanos -sin importar cuán “humanitariamente” les tratemos- no puede ser defendida moralmente y afirmo que deberíamos buscar abolir la explotación animal y no regularla. También argumento que Singer está equivocado al mantener que es posible acordar igual consideración a cualquiera de los intereses que él reconozca que tienen los animales, mientras sigan siendo propiedades humanas. Los intereses de la propiedad casi siempre serán considerados como menos importantes que los intereses de los dueños de la propiedad.

No tienen que profundizar mucho en filosofía para evaluar la naturaleza de la “liberación animal” de Singer. El libro más reciente de Singer no solo mantiene que podemos comer animales y productos animales éticamente, sino que también tiene una revelación que debería instruir nuestro punto de vista sobre Singer y sus puntos de vista sobre la violencia hacia los no-humanos. En “The Way We Eat” Singer y Mason nos cuentan que descubrieron que una industria de pavos necesitaba trabajadores para ayudar en la inseminación artificial. “Nos picó la curiosidad y decidimos ver por nosotros mismos lo qué implicaba realmente este trabajo”. Singer y Mason pasaron un día “recogiendo el semen e introduciéndolo en las hembras”. Agarraban a los pavos y los mantenían cautivos mientras que otro trabajador “exprimía la abertura hasta que se abría y manaba el blanco semen hacia adelante. Empleando una bombilla al vacío, lo aspira con una jeringuilla”. Singer y Mason entonces tenían que “quebrar” a las hembras, lo que implicaba aprisionarlas “de forma que su trasero estuviese recto y su cloaca abierta”. El inseminador entonces insertaba un tubo dentro de la hembra y empleaba una ráfaga de aire comprimido para insertar el semen dentro del oviducto de la hembra.

Y no fueron solo los pavos quienes tuvieron momentos desagradables. Singer y Mason se quejan de que su día en la granja de pavos fue el “trabajo más duro, rápido, sucio, más desagradable y peor pagado que habían tenido hasta el momento. Durante diez horas apresaron y lidiaron con aves, sacudiéndolas cabeza abajo, frente a sus anos que les forzaban a abrir, esquivando sus excrementos, mientras respiraban aire lleno de polvo y plumas agitadas por aves presas del pánico” Todo eso además de “recibir un torrente de abusos verbales por el encargado. Duramos un día.” Uno se pregunta si Singer y Mason habrían vuelto al segundo día si las condiciones de trabajo hubiesen sido mejores.

Es profundamente indignante que Singer y Mason consideren moralmente aceptable involucrase en violencia contra los no-humanos por cualquier propósito, especialmente para satisfacer su curiosidad sobre “lo que este trabajo realmente implica”. Sugiero que no hay modo no-especista de justificar lo que Singer y Mason afirman haber hecho, sin también justificar la violación de una mujer, o el abuso de un niño, para ver lo que esos actos de violencia “realmente implican”. Tal vez las perversas acciones de Singer con los pavos puedan explicarse por su afirmación en 2001, en Nerve.com de que “el sexo con animales no siempre implica crueldad” y que podemos tener contacto sexual con animales “mutuamente satisfactorio”. En cualquier caso, si la violencia contra los no-humanos está permitida bajo la teoría de Singer, no necesitamos saber mucho más antes de concluir que la teoría tiene algunos fallos muy serios y que sus objetivos no son, probablemente al contrario de lo que Singer piensa, aquéllos que nosotros compartimos.

En cuanto a los objetivos de Friedrich y PETA, una cosa ha resultado clara a lo largo de los años, y es que la comprensión de PETA de los “derechos animales” es, por decir poco, idiosincrásica. Por citar un ejemplo entre muchos, ninguna teoría de derechos animales que conozca permitiría el asesinato en masa de no-humanos sanos, como ocurrió en el “santuario” de Aspen Hill de PETA en 1991, o, más recientemente en las oficina centrale corporativa de PETA y por los empleados de PETA que supuestamente emplean engaños para conseguir animales sanos que son consiguientemente matados y tirados a la basura. Supongo que si estan de acuerdo con Singer -que los animales que PETA mató no tenían interés en sus vidas, sino que solo querían una muerte “amable” o “compasiva”- esto tiene sentido para ustedes. Yo, sin embargo, estaría en desacuerdo.

Cuando los defensores de los animales cuestionan a los bienestaristas de corporaciones, la respuesta común es decir que todos tenemos el mismo objetivo, todos estamos trabajando por los animales, y que el disentimiento o la discusión amenazarán a la unidad del movimiento. Al igual que el “consumo compasivo”, la noción de “unidad del movimiento” es una ficción empleada para mantener el control sobre el discurso y las estrategias. No hay “unidad” del movimiento porque hay una diferencia irreconciliable entre la posición abolicionista/derechos y la posición de la regulación/bienesta, entre quienes mantienen que deberíamos ser tan “fanáticos” (por emplear la despectiva descripción de Singer) sobre el especismo como lo somos sobre la explotación humana, y quienes, como Singer, no lo hacen. Las proclamas sobre la “unidad” del movimiento son simplemente otro modo de decirles a los defensores que no cuestionen el control del movimiento por los bienestaristas corporativos.

4. Bienestar Animal o Nada: La Falsa Dicotomía

Singer y Friedrich mantienen que quienes están preocupados por los no-humanos tienen dos opciones: buscar el bienestar animal o no hacer nada para ayudar a los animales. La implicación aquí es que la postura abolicionista es demasiado idealista y no puede proporcionar una estrategia para seguir a corto plazo. Esto es una estratagema común de los bienestaristas y no está claro para mi si realmente creen eso, o si es sólo un eslogan. En cualquier caso, Singer y Friedrich nos presentan ante una falsa dicotomía.

Estamos causando dolor, sufrimiento y muerte a miles de millones de no-humanos cada año. Nadie -incluido el abolicionista más convencido- sostiene que podemos parar eso de la noche a la mañana o, de hecho, en cualquier momento cercano. La cuestión con la que se enfrenta el activista es qué hacer ahora. Es más, vivimos en un mundo de tiempo limitado y recursos limitados. No podemos hacer todo. Así que la cuestión -al menos para aquéllos para quienes su objetivo es la abolición- resulta ser: ¿Qué elegimos para hacer ahora que reducirá la mayor cantidad de sufrimiento a corto plazo, que sea consistente con el enfoque abolicionista, y que construirá un movimiento político para posteriores cambios en una dirección abolicionista?

Yo diría que el bienestarismo no es la elección racional para el abolicionista. Es un poco tarde en el juego de promover el bienestar animal como el “único paso” que nos pondrá en el camino de nuestro largo viaje. Hemos gastado miles de millones de dólares y ¿qué podemos mostrar a cambio? Yo sostengo que la respuesta es: nada y ciertamente nada que podría describirse como un empleo efectivo de nuestros limitados recursos. Singer y Friedrich citan la Ley de Bienestar Animal (Animal Welfare Act - una ley federal de los Estados Unidos que significa regular la utilización de no-humanos en experimentos y exhibiciones) y la Ley de Sacrificio Humanitario de Estados Unidos [U.S. Humane Slaughter Act] como ejemplos de leyes bienestaristas que dejarían a los animales en peor situación si no las tuviésemos. No estoy de acuerdo.

La Ley de Bienestar Animal, que ni siquiera se aplica al 90% de los no-humanos utilizados en experimentos, no impone límites reales sustanciales a lo que los vivisectores pueden hacer con los animales en el laboratorio. La ley proporciona, en cambio, un recurso para la comunidad investigadora y para que gente como Singer y Friedrich la señale de forma de asegurarle al público que hay una regulación de la vivisección. La Ley de Sacrificio Humanitario -que tampoco se aplica siquiera a la mayoría de animales que nos comemos- se centra, en cualquier caso, en reducir el daño a los cadáveres y mejorar la seguridad de los trabajadores. De nuevo, el principal propósito de la ley es hacer que los consumidores se sientan más cómodos. La ley no exige más protección de la que un propietario racional tendría en primer lugar, y hay incontables ejemplos de que el gobierno de Estados Unidos no aplica dicha Ley.

Singer y Friedrich también citan como un ejemplo del progreso de bienestar animal que “los cambios de densidad en el almacenamiento de gallinas, aunque exiguos, significan que las condiciones han ido de un 20% de muertes anuales a dos o tres por ciento de muertes anuales”. Esto es particularmente grotesco dado que el 100% de los pollos serán finalmente matados. Cualquier reducción en las muertes antes del matadero mantiene a las aves vivas durante más tiempo en condiciones horribles y aumenta los beneficios de los explotadores. Así que los bienestaristas han tenido éxito en educar a los explotadores sobre cómo, en palabras de McDonalds “asegurar una producción eficiente y reducir […] los gastos y pérdidas.” Singer y Friedrich pueden encontrar esto excitante. Yo no.

Entonces ¿qué puede hacer hoy un abolicionista que reduzca el sufrimiento a corto plazo más efectivamente y que sea consistente con el fin abolicionista? El planteamiento abolicionista proporciona una guía práctica en numerosos aspectos. La forma más importante de cambio progresivo es la decisión del individuo de hacerse vegano. El veganismo, o el rechazo de todos los productos animales, es más que una cuestión de dieta o estilo de vida; es una afirmación política y moral en la cual el individuo acepta el principio de abolición en su propia vida. El veganismo es la única meta verdaderamente abolicionista que todos podemos alcanzar – y alcanzarla inmediatamente, empezando con nuestra próxima comida. Si vamos alguna vez a hacer efectivo un cambio significativo en nuestro trato de los animales y poner fin algún día a ese uso, es un imperativo que haya un movimiento político y social que busque activamente la abolición y considere el veganismo como parte de la línea moral de base. No hay, por supuesto, distinción racional entre la carne y otros productos animales, tales como los huevos o los lácteos, o entre la peletería o el cuero, la seda o la lana.

La mayoría de organizaciones nacionales de defensa animal en los Estados Unidos se centran en el bienestar animal incluso si hacen algún servicio al veganismo. Un excelente ejemplo de esto es PETA. Por un lado, PETA aparenta promover el veganismo. Por otro lado, las campañas de PETA están, en su mayoría, centradas en regulaciones tradicionales de bienestar y PETA promueve activamente y de modo confuso el concepto de productos animales obtenidos “humanitariamente”.

No hay, sin embargo, ningún sentido en que el veganismo sea promovido como una línea moral básica del movimiento. En cambio, el veganismo es presentado meramente como una elección opcional de un estilo de vida y es frecuentemente presentado como difícil y solo para los pocos convencidos, en vez de ser una forma fácil de eliminar la explotación. Esto es, el movimiento corporativo, muchos de cuyos “líderes” no son ellos mismos veganos, presenta él mismo a la postura abolicionista/vegana como el “extremo” o postura “radical”, haciendo que la postura “normal” o “mayoritaria” sea aquella en que intentamos “consumir con compasión”. De hecho, Singer afirma que “no tenemos que ser fanáticos” sobre las cuestiones alimenticias y “un poco de auto-indulgencia, si puedes mantenerla bajo firme control” es aceptable (The Way We Eat, 281, 283). Por supuesto, nunca diríamos que “un poco de auto-indulgencia” es aceptable cuando nos referimos a violaciones, asesinatos, abusos a menores u otras formas de explotación humana, pero el así denominado “padre del movimiento de los derechos animales” nos asegura que “un poco de auto-indulgencia” al participar como consumidores en la matanza brutal de no-humanos no es nada de lo que preocuparse. Es aceptable, -de hecho es previsible- ser “fanático” en cuanto a no abusar de niños u otras formas serias de explotación humana, pero Singer nos dice que es aceptable ser flexibles cuando se refiere a la explotación no-humana.

Un movimiento que busca la abolición debe tener el veganismo como un principio básico y no debería tener como su postura “principal” que podemos ser “omnívoros conscientes” que pueden “consumir con compasión”. Debemos ser claros. Consumo “compasivo” es un mito engañoso. Todos los productos animales, incluyendo aquéllos engañosamente rotulados con el “Certificado de Manejo y Cría Humanitaria” por varias organizaciones corporativas de bienestar animal, implican una brutalidad indescriptible.

La educación abolicionista y sobre veganismo, incluyendo los boicots, las demostraciones pacíficas, los programas educativos para escuelas, y otros actos no-violentos dedicados a informar a la sociedad sobre las dimensiones morales, medioambientales y de salud del veganismo y la abolición proporcionan estrategias prácticas y paulatinas tanto en términos de reducir el sufrimiento animal ahora, como en términos de construir un movimiento en el futuro que sea capaz de obtener legislaciones más significativas en forma de prohibiciones en vez de meras regulaciones “humanitarias”. Si, a finales de 1980- cuando la comunidad de defensa animal en los Estados Unidos decidió muy deliberadamente seguir una agenda bienestarista -una porción sustancial de los recursos del movimiento hubieran sido invertidos en eduación y promoción del veganismo, habría seguramente varios cientos de miles de veganos más que hoy día. Esa es una estimación muy conservadora dados los cientos de millones de dólares que han sido gastados por los grupos de defensa animal para promover legislaciones e iniciativas bienestaristas. El aumento del número de veganos reduciría más el sufrimiento al disminuir la demanda de productos animales que todos los “éxitos” bienestaristas juntos y multiplicados por diez. Aumentar el número de veganos también ayudaría a construir una base política y económica necesaria para el cambio social más importante como predicado necesario para el cambio legal. Dado que hay un tiempo limitado y los recursos económicos disponibles son limitados, la expansión del bienestar animal no es una elección racional y eficiente si buscamos la abolición a largo plazo o incluso si solo buscamos reducir el sufrimiento animal a corto plazo.

Singer afirma que la realidad es que “hacerse vegano es todavía un paso demasiado grande para la mayoría” (The Way We Eat, 279). Dejando a un lado el hecho de que más gente podría estar inclinada a hacerse vegana si Singer y el movimiento corporativo de bienestar no les estuviesen diciendo que pueden consumir productos animales “con compasión”, la solución es el veganismo progresivo, no los productos animales “humanitarios”. Por ejemplo, una campaña para conseguir que la gente consuma una comida vegana al día, y luego dos y luego tres, es mucho mejor que animarles a consumir carne, huevos o lácteos “ecológicos” en todas sus tres comidas. Pero el mensaje debería ser claro: veganismo, y no “consumo compasivo”, es el principio básico de un movimiento que promueve la abolición.

A estas alturas, es muy poco probable que la mayoría de las campañas reguladoras o legislativas que buscan ir más allá de las tradicionales reformas de bienestar vayan a tener éxito; no hay una base política que sostenga tales reforma,s porque el movimiento corporativo no ha tratado de construir uno. Sin embargo, si los activistas desean trabajar en tales campañas, éstas deberían como mínimo implicar prohibiciones y no regulaciones. Estas prohibiciones reconocerían que los animales tienen intereses que van más allá de aquéllos que deben ser protegidos para poder explotar a los animales y no pueden comprometerse por motivos económicos. En ningún momento los defensores de los animales deberían proponer alternativas o sustitutos supuestamente más “humanitarios”. Por ejemplo, una prohibición sobre la utilización de animales en un tipo particular de experimento es preferible a una sustitución en el experimento de una especie por otra. Pero quiero dejar claro que no favorezco el invertir ningún recurso en campañas reguladoras o legislativas en este momento. El compromiso político requerido habitualmente resulta en general en la repulsiva búsqueda de beneficios. En cambio, el movimiento abolicionista debería centrarse en el veganismo, el cual es un modo mucho más práctico y efectivo de reducir la explotación animal.

Hago hincapié en que el movimiento abolicionista debería abrazar un enfoque no-violento, tanto en el nivel de las interacciones individuales como en una cuestión de la ideología del movimiento. Como argumenté hace tiempo, el movimiento de los derechos animales debería verse a sí mismo como el próximo paso en el progreso del movimiento pacifista; como un movimiento que toma el rechazo a la injusticia en su próximo paso. El problema de la explotación animal es complicado e implica raíces que profundizan en nuestra cultura patriarcal y nuestra inquietante tolerancia de la violencia contra los vulnerables. No solo la violencia es problemática como una cuestión moral, sino que resulta poco sólida como una estrategia práctica. Nunca trataremos con éxito el problema mientras empleemos la violencia para tratar de crear un movimiento social a favor de la abolición. Como Mohandas Gandhi sostuvo, la fuerza más poderosa con la que oponerse a la injusticia no es la violencia sino la no-cooperación. No hay mejor forma de rechazarse a cooperar con la explotación de los no-humanos que eliminarla de tu propia vida a través del veganismo y trabajar para educar a otros para que hagan lo mismo. Es inquietante que PETA gaste mucho más tiempo criticando a quienes se oponen al enfoque bienestarista del que emplean hacia con quienes solo marginan aun más la cuestión animal al asociarla con la violencia.

Es también inquietante ver hasta qué punto PETA emplea el sexismo en sus campañas, literatura y eventos. El especismo está muy relacionado con el sexismo y otras formas de discriminación contra los humanos. Mientras continuemos tratando a las mujeres como carne, seguiremos tratando a los no-humanos como carne. Es un buen momento para que los activistas serios dejen claro a PETA que su sexismo es destructivo y contraproducente.


5. “¿De qué lado estás tú?” Buena pregunta.

Singer y Friedrich terminan su ensayo preguntando: “¿De qué lado estás tú?” Ellos nos dicen que todos los explotadores de animales se oponen al bienestar animal y preguntan si queremos estar del lado de los explotadores de animales que se oponen al bienestar animal o del lado de Singer y Friedrich que apoyan el bienestar animal. Esta pregunta de Singer y Friedrich es problemática al menos en lo que se refiere a dos aspectos.

Primero, asume que si los explotadores de animales se oponen al bienestar animal, debe ser porque el bienestar animal es realmente perjudicial para los explotadores de animales. Eso no tiene sentido e indica ingenuidad. Una industria puede oponerse a la regulación incluso cuando no se opone realmente a ella e incluso cuando la regulación puede beneficiarla. Un caso que implica a la enmienda federal de 1985 a la Ley de Bienestar Animal, la cual creó “comités de cuidado animal” para tutelar los experimentos con animales. Estos comités no solo han fallado en proporcionar alguna limitación significativa a los experimentos con animales, sino que han aislado con eficacia a la vivisección del escrutinio público más de lo que estaba antes de 1985. Los vivisectores se opusieron públicamente en 1985 a la enmienda, aunque muchos vivisectores me han dicho en privado que la enmienda no era, en general, dañina para la práctica de utilizar animales. Ellos se opusieron porque se oponen al principio de cualquier regulación gubernamental sobre la utilización de animales. Sería difícil encontrar a un vivisector que dijera seriamente, que la enmienda de 1985 ha hecho algo para restringir la vivisección, y muchos están encantados de que ahora pueden asegurar al público que hay un comité de que revisa todos los experimentos con animales.

Segundo, Singer y Friedrich están equivocados de hecho, en que un número de grandes explotadores de animales abiertamente y de forma pública abrazan las reformas de bienestar animal que Singer y Friedrich aplauden. McDonalds y otros lo han hecho porque entienden que han conseguido un buen trato. Ellos realizan cambios mínimos que son superados con creces por los beneficios de la gran publicidad que obtienen por parte de destacados bienestaristas. Un accionista de estas compañías estaría justificado en quejarse si ellos no aceptaran la “oferta” que PETA y otros ofrecieron ya que el resultado solo puede aumentar la riqueza del accionista.

Aunque generalmente no creo que cuestiones tales como “¿de qué lado estás?” sean de ayuda, voy a hacer una excepción en este caso y realizar la misma pregunta.

Aquí va: 
  • Singer sostiene que la utilización de animales per se no constituye una problema moral porque la mayoría de no-humanos no tienen interés en continuar viviendo; 
  • Singer mantiene que podemos consumir animales de una forma ética; 
  • Singer considera que infligir violencia sobre los no-humanos es un modo aceptable de aprender sobre la explotación animal; 
  • PETA mata (“eutanasia” es el término equivocado porque implicaría una muerte en interés del animal) a miles de perros sanos porque PETA aparentemente acepta la postura de Singer de que los animales no tienen un interés fundamental y moralmente importante en continuar viviendo. “Derechos animales” significa ejecuciones “humanitarias”. 
  • PETA promueve campañas que son apoyadas por los explotadores corporativos de animales, y concede premios a explotadores de animales nohumanos. 
  • PETA ha trivializado muchísimo el movimiento de los derechos animales al convertir la cuestión de la explotación animal en un gran golpe de autopromoción ante los medios, y ha hecho del sexismo un tema constante en sus campañas animalistas. 

Entonces, ¿de qué lado estás?


© 2006 Gary L. Francione


5 de octubre de 2005

Un Derecho Para Todos


Artículo publicado en la revista New Scientist el 5 de octubre de 2005 

Tratamos a los animales como solíamos tratar a los esclavos humanos. Qué posible justificación puede tener esto, pregunta Gary Francione.

¿Los animales poseen derechos morales? ¿Qué tipo de status legal deberíamos concederles? Este debate se ha vuelto enormemente confuso. Algunos activistas por los derechos de los animales mantienen que debemos permitir que los animales tengan los mismos derechos que disfrutan los humanos. Por supuesto, esto es absurdo. Existen muchos derechos humanos que simplemente no son aplicables a los no-humanos.

Me gustaría proponer algo un poco diferente: que una teoría sensata y coherente sobre los derechos de los animales debería centrarse sólo en un derecho para todos los animales: el derecho a no ser tratado como propiedad de los seres humanos. 

Permítanme explicar por qué esto tiene sentido. Actualmente, los animales son mercancías que poseemos de la misma manera que poseemos automóviles o mobiliario. Al igual que esas entidades inanimadas de propiedad, los animales poseen únicamente el valor que nosotros elegimos darles. Cualquier interés que un animal posea representa un coste económico que nosotros podemos decidir ignorar. 

Tenemos leyes que supuestamente regulan el trato que hacemos de nuestra propiedad animal, y que prohíben infligirles un sufrimiento “innecesario”. Estas leyes requieren que coloquemos a un lado de la balanza los intereses de los humanos y al otro los intereses de los animales, con el fin de asegurar que los animales son tratados “humanitariamente”. Sin embargo, es una falacia suponer que podemos sopesar por un lado los intereses humanos, los cuales están protegidos por derechos en general y por el derecho de propiedad en particular, y por otro lado los intereses de los animales que, como propiedad, existen solo como medios para los fines humanos. El animal en cuestión es siempre una “mascota” o un “animal de laboratorio” o un “animal de caza” o un “animal de consumo alimentario” o un “animal de circo” o bien alguna otra forma de propiedad por la que el animal existe sólo para nuestro uso. Prohibimos el sufrimiento animal solo cuando no tiene beneficio económico. La balanza está desequilibrada desde el principio.

Existen aquí paralelismos con la institución de la esclavitud humana. Mientras que toleramos diferentes grados de explotación humana, ya no consideramos legítimo tratar a nadie, independientemente de sus características particulares, como propiedad de otros. En un mundo profundamente dividido en lo que a cuestiones morales se refiere, una de las pocas normas firmemente aprobadas por la comunidad internacional es la prohibición de la esclavitud humana. Algunas formas de esclavitud son peores que otras. Aun así, prohibimos todas —independientemente de lo “humanitarias” que sean— porque, en mayor o menor grado, permiten que se ignoren los intereses fundamentales de los esclavos si ello proporciona un beneficio a sus propietarios. Reconocemos que todos los humanos deben tener un derecho básico: el derecho a no ser tratados como propiedades de otros. 

¿Hay una razón moral sólida para no extender este único derecho —el derecho a no ser tratado como propiedad— a los animales? Expresado de otra forma, ¿por qué consideramos aceptable comer animales, cazarlos, confinarlos y exhibirlos en circos y zoológicos, usarlos en experimentos o rodeos, en definitiva tratarlos de un modo que nunca consideraríamos aceptable para ningún humano independientemente de lo “humanitario” que sea el procedimiento?

La respuesta de que los animales carecen de alguna característica solo poseída por los humanos no sólo va en contra de la teoría de la evolución sino que es completamente irrelevante a la hora de plantear la cuestión de si es moralmente aceptable tratar a los no-humanos como mercancías —así como las diferencias entre humanos no servirían para justificar que se trate a algunos humanos como esclavos. Tampoco tiene sentido la respuesta de que es admisible para los humanos explotar a los no-humanos porque es “tradicional” o “natural” hacerlo así. Esto meramente expresa una conclusión y no constituye ningún argumento.


La cuestión es que no podemos justificar la dominación humana sobre los no-humanos excepto si apelamos a la superstición religiosa centrada en la supuesta superioridad espiritual de los humanos. Nosotros hemos creado la mayor parte de nuestros "conflictos" con los animales. Somos nosotros los que traemos a este mundo a miles de millones de animales sintientes con el propósito de matarlos por razones que son a menudo frívolas. Después tratamos de comprender la naturaleza de nuestras obligaciones morales para estos animales. Pero trayendo a estos animales al mundo por razones que nunca consideraríamos apropiadas para los humanos, ya hemos decidido que los animales están completamente fuera del ámbito de nuestra comunidad moral.


Aceptar que los animales tengan este derecho no supone permitir que las vacas, los pollos, los cerdos y los perros corran libres por las calles. Nosotros hemos traído a estos animales a este mundo y dependen de nosotros para su supervivencia. Debemos preocuparnos por los animales que actualmente existen, pero debemos dejar de criarlos para servirnos de recursos. De este modo, eliminaríamos cualquier supuesto conflicto que tengamos con ellos. Podremos aún tener conflictos con animales independientes que viven en la naturaleza, y tendremos que abordar cuestiones difíciles sobre cómo aplicar el principio de igual consideración a humanos y animales en esas circunstancias.

Reconocer derechos para los animales significa en realidad aceptar que tenemos el deber de no tratar a los seres sintientes como recursos. La cuestión que interesa no es si la vaca debería poder demandar al granjero por un trato cruel sino por qué la vaca está ahí en primer lugar.


Texto original: «One Right For All»


4 de junio de 2005

Nuestra Hipocresía


Artículo publicado en la revista New Scientist el 1 de junio de 2005

Al admitir que los animales tienen mentes similares a las nuestras, parece como si estuviéramos evolucionando en nuestra relación moral con otras especies. No se dejen engañar, dice Gary Francione.

¿Acaso los grandes simios, los delfines, los loros, y quizá incluso los animales “de consumo” tienen ciertas características cognitivas que les den derecho a más consideraciones éticas y a protección legal?

Así lo ha argumentado un gran número de textos en la actualidad. La idea central de este proyecto es que debemos reconsiderar nuestra relación con los no humanos si creemos que tienen inteligencia, autoconsciencia, o que tienen sentimientos. Desde el momento en que los no-humanos tienen mentes como las nuestras, según algunos argumentos, tienen intereses parecidos, y, por lo tanto, derecho a más protección. Este enfoque de las “mentes similares” ha generado una industria de etólogos cognitivos ansiosos por investigar —irónicamente a menudo a través de varios tipos de experimentos  con animales— hasta qué punto ellos son como nosotros.

Es alarmante que 150 años después de los descubrimientos de Darwin, aún estemos tan sorprendidos de que otros animales puedan tener algunas de las características consideradas como únicamente humanas. La idea de que los seres humanos tienen características mentales totalmente ausentes en los no-humanos es incongruente con la teoría de la evolución. Darwin afirmaba que no hay características humanas particulares, y que sólo había diferencias cuantitativas y no cualitativas entre las mentes humanas y las no humanas; argumentaba que los no-humanos pueden pensar y razonar, y que poseen muchos de los atributos emocionales que los humanos tienen.

Lo que es más preocupante de este enfoque son sus implicaciones para la teoría moral. Aunque parece algo progresista, al indicar que realmente estamos evolucionando en nuestra relación moral con otras especies, de hecho, refuerza el paradigma dominante que ha dado como resultado la exclusión de los no-humanos de la comunidad moral. Históricamente, hemos justificado la explotación de los no-humanos con el argumento de que hay una diferencia cualitativa entre humanos y otros animales: estos últimos pueden sentir, pero no son inteligentes, ni racionales, ni emocionales ni autoconscientes.

Aunque el enfoque de las mentes similares afirma que, empíricamente, pudimos haber estado equivocados en el pasado, y que por lo menos algunos no-humanos pueden tener algunas de estas características, no cuestiona la suposición subyacente de que ninguna característica excepto la sintiencia —la capacidad de experimentar sensaciones— es necesaria para la significación moral.

Líneas arbitrarias

Cualquier intento de justificar la explotación animal, bajo la creencia de que no poseen características “humanas”, da por sentadas las cuestiones morales al asumir que ciertas características son especiales, lo cual justifica un trato distinto. Incluso si, por ejemplo, los humanos fueran los únicos animales que pudieran reconocerse en un espejo o comunicarse a través del lenguaje simbólico, los no-humanos son capaces de volar o de respirar bajo el agua sin ayuda alguna. ¿Por qué es mejor la habilidad de reconocerse a sí mismo en un espejo o de usar el lenguaje simbólico en un sentido moral que la habilidad de volar o respirar bajo el agua? La respuesta, por supuesto, es porque nosotros lo decimos así, y porque nos interesa decirlo de esa manera.

Además del interés propio, no hay ninguna otra razón para asumir que las características consideradas como únicamente humanas nos permitan usarlas como justificación no arbitrarias para explotar a los no-humanos. Y, aunque si a todos los demás animales les faltara una característica particular además de la capacidad de sentir, o la poseyeran en un grado menor que los humanos, tal diferencia no podría justificar la explotación de los no-humanos.

Las diferencias entre humanos y otros animales pueden ser útiles para otros propósitos. Ninguna persona sensata argumentaría que los animales no humanos debieran conducir, votar o ir a la universidad, pero tales diferencias no tienen relación alguna con la cuestión de si deberíamos comerlos o utilizarlos en experimentos. Reconocemos esta conclusión cuando está relacionada con humanos. Cualquier característica que identifiquemos como únicamente humana estará en un grado menor en algunos humanos y en otros completamente ausente. Algunos humanos tendrán las mismas deficiencias que asignamos a los no-humanos, y aunque éstas pueden ser útiles para algunos propósitos, no tienen validez para decidir si explotamos o no a dichos humanos.

Consideremos, por ejemplo, la autoconciencia. Cualquier ser sintiente debe tener cierto nivel de autoconocimiento. Ser sintiente significa ser una clase de individuo que se reconoce a sí mismo sin confundirse con ningún otro, el cual está experimentando sufrimiento o aflicción. Incluso si definimos de manera arbitraria la autoconciencia en un modo exclusivamente humano, como el individuo capaz de pensar acerca del pensamiento, muchos humanos, incluyendo aquéllos que tienen severas discapacidades mentales, carecen de este tipo de conciencia. De nuevo, esta “deficiencia” puede ser útil para algunos propósitos, pero no tiene ninguna validez en cuanto al uso de tales humanos en dolorosos experimentos biomédicos o en la donación forzada de sus órganos. Al final, la única diferencia entre humanos y no-humanos es la especie, y la especie no es más una justificación para la explotación que la raza, el sexo o la orientación sexual.

Es por esto que el enfoque de las mentes similares está equivocado, y sólo creará nuevas jerarquías especistas, en las que llevaremos a algunos no-humanos, como los grandes simios o los delfines, a un grupo preferente, y continuaremos tratando a todos los demás como cosas que carecen de intereses moralmente significativos.

Sin embargo, si queremos pensar con seriedad acerca de la relación entre humanos y no-humanos, necesitamos centrarnos en una, y sólo una, característica: la sintiencia. Lo irónico es que aseguramos tomar en serio el sufrimiento de los no-humanos. Como una cuestión de moralidad social, estamos prácticamente de acuerdo en que es inmoral infligir sufrimiento “innecesario” o la muerte a los no-humanos. Para que tal prohibición tenga algún sentido, el ocasionar sufrimiento en los no-humanos simplemente por placer, diversión o conveniencia debe ser descartado.

El problema es que aunque desaprobemos el sufrimiento innecesario de los no-humanos, la gran mayoría de su sufrimiento y de sus muertes que causamos sólo pueden ser explicados apelando a nuestro placer, diversión o conveniencia, y de ninguna manera pueden ser caracterizados plausiblemente como “necesarios”. Matamos billones de animales anualmente para obtener alimentos. Pero de ninguna manera es “necesario” comer carne o productos animales. Ciertamente, un número creciente de profesionales de la salud afirman que estos alimentos pueden ser perjudiciales para la salud. Además, los científicos ambientales han mostrado las tremendas ineficiencias y costos de la ganadería para nuestro planeta. En cualquier caso, nuestra justificación para el dolor, el sufrimiento y la muerte infligidos a estos no-humanos en las granjas no es nada más que nuestro gusto por el sabor de su carne.

Y ciertamente no es necesario utilizar a los no-humanos para deportes, caza, entretenimiento, experimentación, y hay muchas evidencias de que el uso de no-humanos en experimentos incluso puede ser contraproducente para los humanos.

En resumen, cuando se trata de no-humanos, exhibimos lo que puede ser descrito de la mejor manera como esquizofrenia moral. Decimos cómo deberíamos tratar a los no-humanos, y hacemos todo lo contrario. Por supuesto, somos conscientes de que nos falta un acercamiento satisfactorio a nuestra relación con los otros animales, y por algún tiempo ya hemos tratado de encontrar uno.

Si tomáramos en serio el principio de que es inmoral infligir sufrimiento innecesario a los no-humanos, dejaríamos de traer animales al mundo para uso humano, y nuestro reconocimiento del estatus moral de los animales no dependería de las habilidades de un loro para entender matemáticas o de un perro para reconocerse en un espejo. Tomaríamos en serio lo que Jeremy Bentham dijo hace más de 200 años: "La cuestión no es si pueden razonar, ni si pueden hablar, sino ¿pueden sufrir?”.



Texto original: «Our Hipocrisy»

1 de julio de 2002

Entrevista a Gary Francione por Friends of Animals



Friends of Animals [FoA]: ¿Mantienes que la posición de los Derechos Animales significa que los animales deben tener todos los mismos derechos que los humanos?

Gary Francione [GF]: No. Yo argumento que todos los seres sintientes deben tener un derecho: el derecho a no ser tratados como propiedad —el derecho a no ser tratado exclusivamente como un medio para fines humanos. En mi libro Introducción a los Derechos Animales sostengo que si no acordamos este derecho para los animales entonces, a pesar de lo mucho que digamos que nos tomamos en serio los intereses de los animales, estaremos tratando a los animales nada más que como propiedades. Esto es lo que está sucediendo actualmente: decimos que nos tomamos en serio los intereses de los animales pero en realidad nuestra sociedad trata a los animales de manera muy similar a como trata otras formas de propiedad. Sin embargo, si acordamos reconocer a los animales el derecho a no ser tratados como propiedad, estaremos obligados a abolir, y no meramente regular, la explotación de los animales, puesto que nuestro uso de los animales para alimentos, experimentos, entretenimiento y vestimenta parte de asumir que los animales no son más que propiedades. Si aceptamos que los animales tienen un derecho a no ser tratados como propiedad, deberíamos detener completamente la práctica de criar animales domésticos.
 
No estoy interesado en que una vaca deba tener el derecho a iniciar un pleito contra un ganadero sino que estoy interesado en saber por qué está la vaca ahí en primer lugar.

FoA: ¿Cuál es tu visión sobre el actual movimiento de Derechos Animales en Estados Unido

GF: No hay ningún movimiento de Derechos Animales en Estados Unidos. Sólo hay un movimiento de bienestar animal que busca promover una explotación 'humanitaria' de los animales. Para conseguir derechos a los animales, es esencial comprender el argumento básico legal y filosófico sobre la abolición. Lógicamente no es posible reformar el sistema que explota los animales; debemos abolir su explotación. La posición abolicionista sostiene que la institución de la propiedad animal es moralmente injustificable, de la misma manera que lo es la institución de la propiedad humana que denominamos esclavitud.

Algunos que promueven la reforma bienestarista mantienen que es aceptable que los humanos utilicen a los animales si lo hacen 'humanitariamente'. Otros buscan las reformas de bienestar animal porque creen que las reformas eventualmente conducirán a la abolición. Me posicion en contra de estas nociones por dos razones.

Primero; como cuestión teórica, la reforma ignora la cuestión principal. Claro que por supuesto es mejor causar menos sufrimiento que más sufrimiento pero la cuestión real es por qué los humanos se creen justificados para imponer algún sufrimiento a los animales por el hecho de usarlos como recursos. Los reformistas del siglo XIX declaraban que era mejor para un esclavo que su propietarios le golpeara cuatro veces a la semana que cinco veces. Los abolicionistas argumentaban que todos los seres humanos deben tener al menos el derecho a no ser propiedades de otros; puesto que ser propiedad significa que un humano no tiene valor excepto el que le atribuye su dueño. La posición abolicionista sostenía que está mal golpear a los esclavos porque la institución de la esclavitud en sí misma era moralmente injustificable sin importar en cual modo supuestamente 'humanitario' fuera llevada a cabo. Si hubieran puesto una orquesta de música en las cámaras de gas durante el Holocausto esto habría hecho que fuera una actividad más 'humanitaria' en algún modo pero ¿fijarse en esto acaso no nos distrae del punto fundamental?

Si los animales son moralmente significativos entonces debemos abolir la institución de la propiedad animal. Debemos detener la crianza y posesión de animales domésticos así como utilizar animales silvestres para nuestros fines. Mi posición es que debemos abolir la esclavitud animal y no buscar la reforma de una institución que es inherentemente inmoral.

La segunda razón para mi rechazo al bienestarismo es que, como cuestión práctica, no funciona. Hemos tenido leyes bienestaristas en la mayoría de países occidentales desde hace doscientos años hasta ahora, y han logrado apenas nada en reducir el sufrimiento animal y ciertamente no han conducido a una abolición gradual de ninguna práctica.

Peter Singer fue recientemente citado diciendo que el acuerdo con McDonald´s para dotar de una poco más de espacio a las gallinas en sus jaulas era la reforma más significativa por los animales de granja desde que escribió Liberación Animal. 25 años de reformas bienestaristas y lo mejor que podemos ofrecer es una jaula más grande. Quizás Peter encuentre esto impresionante pero yo no. Es una clara indicación de lo que he estado diciendo durante una década: la reforma bienestarista es inútil.

Acerca de por qué el bienestarismo fracasa he tratado en mi libro de 1996 «Lluvia Sin Tuenos: La Ideología del Movimiento de Derechos Animales». En resumen, la razón se debe al estatus de propiedad de los animales. Si los animales son propiedad entonces no tienen ningún valor más allá del que decidan sus propietarios. La reforma no funciona porque pretende forzar a los propietarios a valorar su propiedad de una manera diferente y respetar los intereses de los animales supone un sobrecoste añadido. Nuestro sistema político y legal está basado en un fuerte concepto del derecho de propiedad. Es por esto que hay una resistencia a imponer los costos de la reforma sobre los propietarios cuando esos costos devaluarán significativamente el valor de la propiedad animal más allá de lo que el propietario puede soportar.

FoA: Es una teoría muy lógica. ¿Pero qué cómo se aplicarían tus ideas en la práctica al nivel del activismo de base?

Gary Francione: Antes de poner en práctica ninguna iniciativa, debe haber una teoría que guíe la acción. Un movimiento social debe tener una teoría que si pretende actuar de alguna forma. Por desgracia, actualmente la posición bienestarista de Peter Singer es la que está guiando al movimiento. Esta posición considera que los activistas deben apoyar cualquier media que "reduzca el sufrimiento". Es una teoría que ha tenido efectos prácticos desastrosos. Casi cualquier cambio propuesto, ya sea ampliar un poco las jaulas, o no comer ternera, puede ser presentando como una reducción del sufrimiento. La teoría de Singer permite que las grandes organizaciones bienestaristas multimillonarias promuevan esas campañas moderadas y proclamen que todos las apoyemos porque estamos en el mismo barco y eso "reducirá el sufrimiento". Bajo la teoría de Singer los explotadores están motivados a tratar a los animales de las formas más horribles para así poder dejar espacio a "reducir el sufrimiento" y de ese modo tolerar pequeñas concesiones a los activistas. Eso es precisamente lo que los explotadores están haciendo, con McDonalds proclamando "mejoras" como un ejemplo perfecto del asunto. El movimiento animalista acepta todo esto porque Singer ha declarado que que cambios insignificantes "reducirán el sufrimiento".

Lo que yo sugiero es que necesitamos una nueva teoría que reemplace la que tenemos ahora. No soy poco realista. Reconozco que incluso si adoptamos una teoría abolicionista, la abolición no sucederá inmediatamente. El cambio será necesariamente progresivo. Pero opino que el objetivo explícito debe ser la abolición y que la abolición debe conformar el cambio progresivo.

Por otra parte, puedo decirte que lo que no es realista es pretender que las industrias que utilizan animales para obtener beneficios se controlen a sí mismas. A menudo he señalado que las leyes de "sacrificio humanitario" son difíciles de aplicar, y que la realidad económica del negocio va en contra de que la industria se preocupe por vigilar que se aplican. Más aún, estas leyes podrían más bien incrementar el sufrimiento, porque consiguen que la gente se sienta mejor con del hecho de consumir carne o con cualquier otro uso regulado de animales. Es la trampa 22* del bienestar animal.

[Nota del traductor: *Trampa 22 es una expresión anglosajona [Catch 22] derivada de una novela con dicho título, que presenta una situación problemática que es imposible de resolver desde dentro de su propia dinámica porque incurre intrínsecamente en un razonamiento circular o círculo vicioso].

Siempre habrá bienestaristas que promuevan cadenas más largas para los esclavos y dirán que eso es un cambio progresivo. En Lluvia Sin Truenos, he argumentado que la forma más importante de cambio progresivo es educar a la gente acerca de la necesidad de la abolición. El problema es que el movimiento animalista ha estado siempre preocupado por ser "radical". No queremos perder la atención de los grandes medios informativos. El problema es que los grandes medios informativos están corrompidos y deberíamos mantenernos lejos de ellos.

Para quienes proclaman que los abolicionistas no disponen de una campaña práctica para llevar a cabo ahora mismo, puedo replicarles que la verdad es todo lo contrario. Pensemos en lo que sucedería si el movimiento animalista internacional organizara una campaña promoviendo una dieta sin productos de origen animal. Imaginemos que podría suceder si una porción significativa de recursos fuera canalizada en concienciar a la gente sobre por qué no deben consumir productos de origen animal. Al cabo de cinco años ciertamente no habríamos conseguido un mundo vegano pero probablemente habríamos reducido el consumo global de productos de origen animal considerablemente más que lo que lo han hecho las campañas en contra del consumo de ternera.

¿Qué perderíamos si seguimos este camino? Peter Singer afirma que un aumento de dos centímetros de espacio en las jaulas es lo que mejor que podemos ofrecer a los animales en 25 años. Presumiblemente, conseguir 100 nuevos veganos en cincos años habría reducido el sufrimiento mucho más que eso.

¿Cuándo empezaremos? Entiendo, por supuesto, que mucha gente en posiciones de liderazgo no es vegano. Por tanto encuentran dificultoso asumir un movimiento animalista en la que una dieta completamente vegetal es un axioma. Sin embargo, el veganismo es el asunto más importante del movimiento. El veganismo es el principio abolicionista aplicado a la propia vida. Cualquiera que mantenga que es un "defensor de los derechos animales" pero no es vegano no puede ser tomado en serio.

FoA: ¿Eso no excluiría a mucha gente bienintencionada?

Gary Francione: Muchos activistas afirman que es "elitista" mantener que hay bases morales como el veganismo. Pero eso es como decir que es "elitista" decir que las feministas deben rechazar la violación. 


Many advocates do claim that it is “elitist” to maintain that there are moral baselines, such as veganism. But that is like saying that it is “elitist” to say feminists must reject rape. It is simply inconsistent to maintain that you accept an animal rights position but continue to consume animals. Many advocates seem to think that veganism is optional and that it is only the “vegan police” who insist on veganism. That is no different from saying, in the context of advocacy for children’s rights, that those who condemn all pedophilia are “pedophilia police.” If a children’s rights advocate is not a member of the “pedophilia police,” she isn’t an advocate for children’s rights.

FoA: Are there further impediments to getting the movement off the ground?

Gary Francione: The animal rights position holds that institutional exploitation ought to be abolished and not merely regulated. But the various groups and institutions who involve themselves in animal advocacy are aware that the abolitionist perspective might offend some donors. Because of this, the position of many groups is defined solely by the donor dollars.

FoA: And if they do not work to abolish animal ownership, we inevitably get a doomed welfare platform?

Gary Francione: Exactly right. And animal welfare — both as a moral theory and as a legal principle — requires in part that we balance human interests against nonhuman interests to determine whether a particular animal use or treatment is “necessary.” If the human interest outweighs the nonhuman interest, the use or treatment is considered “necessary” and morally or legally justifiable. If the animal interest outweighs the human interest, then the use is considered “unnecessary” and morally and legally unjustifiable.

As my 1995 book Animals, Property, and the Law explains, the problem is that because animals are property, what we really balance is the interest of property owners against their property. And that is absurd. It makes no sense to talk about the interests of property which has only the value accorded to it by its owner. That is precisely why the laws that purported to regulate race-based slavery in the U.S. completely failed to protect the interests of slaves. It was simply not possible to balance the interests of a slave against those of a slave owner. The slave was a piece of property, a thing that was owned. As a matter of logic, we cannot balance nonhuman’ interests against ours, any more than we can balance our interests against those of our cars or wristwatches.

FoA: You are a law professor. What do you say to those who maintain that your views are specific to someone trained by the legal profession?

Gary Francione: I have no illusions about the usefulness of the legal system. Veterinary malpractice cases, cruelty cases, and cases brought under the Animal Welfare Act are pretty much meaningless in terms of reducing suffering, and have absolutely no effect on the property status of animals. But they have created job security for lawyers. Anna Charlton, who has taught the animal rights law course with me at Rutgers University for over a decade, often points out that the legal system will never respond differently to animal issues unless and until there is a significant shift in prevailing social consensus about animal exploitation. For the most part, the law reflects social attitudes and does not form them. This is particularly true when the behavior in question is deeply embedded in the cultural fabric, as our exploitation of animals undoubtedly is. As long as most people think that it’s fine to eat animals, use them in experiments, or use them for entertainment purposes, the law is not likely to be a particularly useful tool to help animals. If, for example, Congress or a state legislature abolished factory farming, that would drive the cost of meat up and there would be a social revolt! There are some lawyers, such as those involved with the Animal Legal Defense Fund, who promote the notion that law will be at the forefront of social change for animals. But these people make a living from practicing law and they are not likely to say otherwise, are they?

Nonhumans will continue to be exploited until there is a revolution of the human spirit, and that will not happen without visionaries trying to change the paradigm that has become accustomed to and tolerant of patriarchal violence. At this moment, the job of the animal rights lawyer is not to be the primary force for change within the system. As lawyers, we are part of the system that exists to protect property interests. William Kunstler, although the most prominent civil rights lawyer of the 20th century, nevertheless once said to me that I should never think that the lawyer is the “star” of the show. Our job as lawyers is to keep social activists out of harm’s way. In my view, a useful “animal rights” lawyer is a criminal lawyer one day, helping activists who are charged with civil disobedience; an administrative lawyer the next day, helping activists obtain permits for demonstrations; and a constitutional lawyer the next day, helping students who do not want to vivisect as part of their course work, or helping prisoners who want vegan food. But the lawyer always serves and protects the activist. It is the activist who helps to change the paradigm. Without committed clients who reflect a growing social consensus, lawyers are useless.

Inasmuch as I maintain the necessity of revolution, let me make clear what I mean. I am absolutely and unequivocally opposed to any sort of violence directed toward humans or nonhuman. I am firmly committed to the principle of non-violence. The revolution I seek is one from the heart: I try to get people — especially other men — to question and reject violence. I am interested in overthrowing patriarchy and the idea that some beings — whether white, rich males or white males or humans generally —have greater worth than other beings.

FoA: What about the work being done on the subject of ape personhood issues: wouldn’t this be one example of movement within the system that moves us along toward a society that is serious about equality?

Gary Francione: There are at least two serious problems with the ape personhood campaign. First, the campaign reinforces the notion that some animals are better than others because they are more “like us.” That is, instead of having humans at the top and all nonhuman on the bottom, we “allow” a few animals that are “like us” to come on over to “our” side. That leaves the vast majority of the “other” animals still on the bottom and without even a hope of moving “up” because they lack human-like characteristics that make “special” those animals given admission into the preferred category. In other words, the campaign for ape personhood threatens to substitute one hierarchy for another, and I am concerned that we eradicate the notion of hierarchy altogether.

Second, the “ape personhood” campaign is not only theoretically unsound, but has terrible practical consequences for animals. There is now an entire cottage industry of cognitive ethologists, inspired by Jane Goodall, who are urging that we must do more experiments in order to show how “like us” various apes are. I recently attended a conference at which various researchers were talking about the various experiments that they are presently doing and that should be done in the future to determine exactly how much “like us” apes are. How much more “research” will be necessary? How “like us” do these animals have to be before they get “promoted” in this hierarchy? I think that the “ape personhood” campaign has more to do with generating grants for researchers and certain “apes rights” lawyers than it has to do with animal liberation. Instead of insisting on liberation of animals from human constructs, a great deal of attention has focused on the idea, for example, of Koko the gorilla giving live chats on America Online. There is unprecedented interest in people who discuss intergenerational studies of language or some other form of cognition. Enough is enough. The focus ought to be a respect for their home environments, not circus-like parading of apes who have been carefully trained to act the way humans do. Does the fact that this is done under a scientific gloss make this any less of a circus? Does the fact that this is done in a courtroom by a bunch of lawyers make it any less of a circus? These antics show a lack of sensitivity about the past four decades of grotesque mistreatment endured by apes in human-created settings. We already know that the other apes have complex lives and share a notably similar genetic build. So why do we keep imposing human communication tests, self-recognition tests, and numerous human social interactions on them?

FoA: But weren’t you a contributor to The Great Ape Project?

Gary Francione: Yes. In 1993, I wrote an essay entitled “Personhood, Property, and Legal Competence” which was included in The Great Ape Project and I was one of the original signatories of the Declaration on the Rights of Great Apes. I was the first legal theorist to propose a theory of legal personhood for the great apes. But I was very careful in my 1993 essay to make the point that although the great apes were very similar to humans, that similarity was sufficient for their being legal persons but was not necessary. That is, I argued that the only characteristic that is required for personhood is sentience. If a nonhuman can feel pain, then we have a moral obligation not to treat that nonhuman exclusively as a means to our ends. If that being has other interests, then we ought to respect those interests as well, but a theory of rights should not be connected to this additional set of interests beyond sentience. To put the matter another way: just because a cow does not have the same cognitive characteristics as does a chimpanzee does mean that it is OK to eat cow any more than the fact that the cow may have different characteristics from a fish mean that it is OK to eat the fish. This is a central point in my newest book, Introduction to Animal Rights: sentience is the only characteristic that is necessary to have the right not to be treated as a thing or as property. Jane Goodall is currently urging that African people eat goats instead of chimpanzees. Why? Because chimpanzees are more “like us” than are goats? This makes no sense to me and Goodall’s position is the antithesis of the animal rights view.

FoA: For other animals, what are the implications of this shift in focus (from sentience to knowledge)?

Gary Francione: We find animal advocates singing the praises of mathematically gifted parrots, perceptive rescue dogs, and other animals with impressive talents — particularly those whose intelligence can somehow be put to our use.

FoA: So we need to do away with seeing-eye dogs?

Gary Francione: If we are serious about animal rights, we have a responsibility to stop bringing them into existence for our purposes. We would stop bringing all domestic animals into existence for human purposes.

FoA: We have discussed, in previous issues, your views on the law known as the CHIMP Act. Tragically, your warnings were not heeded. And, as you had predicted, a law that further entrenches the property status of nonhuman apes has passed. What does this portend?

Gary Francione: This terrible law was supported by PeTA, the National Antivivisection Society, the American Antivivisection Society, and prominent board members of the New England Antivivisection Society. Such support was a clear signal to the scientists that they may proceed with their business of psychological and biomedical research, and that they may do so unhindered — even supported — by groups who have spoken out in the past against such things. We now see that the vivisectors can get PeTA, the “antivivisection” groups, and Jane Goodall on their side. What does this portend for the future? It is fairly clear that the use of animals in experiments may proceed without any serious critique from the animal movement; indeed, the animal movement is actually decreasing its opposition to vivisection.

FoA: We had better wake up the movement quickly then. You mentioned Peter Singer and PeTA as not promoting the idea of abolishing property status. But both seem central to the public idea of what animal rights people do. Can they be considered responsible for the advocacy movement’s ineffective position?

Gary Francione: Ironically, Singer and PeTA together have eviscerated the animal rights movement in the United States. PeTA president Ingrid Newkirk has informed us that Peter Singer is an intellectual who looks at all nuances of an issue. Newkirk was defending an essay called “Heavy Petting,” in which Singer had something nice to say about the idea of having sex with calves — sex with baby cows. I quote: “They have penises and vaginas, as we do, and the fact that the vagina of a calf can be sexually satisfying to a man shows how similar these organs are.” Now, I can appreciate a good nuance now and then, but I draw the line at baby cows.

And then we’ve got PeTA bringing Playboy models to Capitol Hill, to attract the attention of legislators. PeTA trivializes activism just as Peter Singer trivializes the theory of animal rights. Combined, these people have managed to turn a serious idea into a peep show.

I think some of these leaders need to take some time off to learn how to respect human personhood before they continue their campaigns. Instead of thinking about intellectual nuances, PeTA ought to pay attention to the rather obvious fact that to link animal rights with Playboy’s philosophy sends a profoundly disturbing message. If animal rights can make room for pornography, what kind of social movement is that? Some critics have said that the animal rights movement is corroded by the attitudes of people who do not like other human beings. It’s time to consider this criticism seriously. Fundamentally there is no difference between the idea of treating other human beings respectfully and treating other animals respectfully. Our campaigns must think in holistic terms.

I would encourage animals advocates to understand a fundamental principle: radical change — change at the very roots — cannot be imposed by large corporations or by the charities who court them. And be careful too of “experts.” When we identify a particular person or group, rather than an idea, as the central focus of the movement, we give a great deal of authority to that person who can then do a great deal of damage to the movement. An example of this phenomenon is Singer himself. Advocates have allowed — even encouraged and facilitated — his putting himself forward as the definitive spokesperson for “animal rights.” Anyone who has read Animal Liberation with care knows that Peter Singer does not endorse rights for animals or humans. He has consistently maintained that it is morally acceptable to eat animals and use them in other ways (as long as we take seriously their interest in not suffering). He also regards it as acceptable to kill disabled human infants and to use humans as unconsenting subjects in biomedical research in some circumstances. Recently, Singer condoned some acts of sex between humans and nonhumans. The movement has set Singer up as some type of deity. To disagree with Singer’s views is interpreted by many as an act of disloyalty to the cause of animal rights. The result is that the movement is now saddled with a representative who praises McDonald’s, who espouses the view that humans with lives somehow considered as having lesser value can be sacrificed for the rest of us, and who announces that “mutually satisfying” sexual relationships may develop between humans and nonhuman animals.

FoA: You have spoken about “moral schizophrenia” in the human attitude toward other animals. What do you mean by this?

Gary Francione: Many of us live with dogs, cats, or other animals and regard them as family members. Yet we stick dinner forks into other animals who are no different from the ones we consider family members. This is odd behavior when you think about it. And on the broader social level, nearly everyone would agree that it is immoral to impose unnecessary suffering on animals — which, by any definition of the term, means that it can’t be right to impose suffering on them for human amusement, pleasure, or convenience. After all, a rule that says it is wrong to impose suffering on animals unless we find it pleasurable and amusing would sound silly. And yet, 99.9 percent of our use of other animals cannot be justified by any reason other than human amusement and convenience. It is 2002. No one maintains that we need to eat meat to lead an optimally healthy lifestyle. Indeed, an increasing number of health care professionals warn that eating meat and dairy is detrimental to human health. And animal agriculture is an ecological disaster. It takes between six and 12 pounds of plant protein to produce one pound of animal protein and it takes about 100 times more water to produce a pound of flesh than a pound of wheat. Our best justification for eating meat is that it tastes good. Our best justification for rodeos, circuses, zoos, hunting, and so forth is entertainment. In short, western culture claims to take animal interests seriously, and we all claim to eschew unnecessary suffering; yet we impose suffering and death on animals in situations that cannot be described as involving necessity of any sort. That is what I call “moral schizophrenia.”

FoA: Have you changed your views on theory or activism over the years?

Gary Francione: I have changed my viewpoint, yes. I started by supporting the welfarist approach. That is, when I first got into this, I believed that we should pursue improvements in the animals’ living conditions. I thought that the emphasis on their conditions would lead to the abolition of the use industries. Over the years it has become entirely clear to me that animal welfare leads us only to more animal welfare. If we were protesting the establishment of a concentration camp, would it be appropriate to ask for improvements to the camp? No, because at some level one is undoubtedly conveying the message that the camp is okay. The only appropriate thing to do in this circumstance is to get rid of the camp, because the idea of the camp is the fundamental problem. The issue is not how it goes about its business, but its very existence.

FoA: Many welfarists claim that your views are “divisive.” How do you respond?

Gary Francione: To disagree is not to be “divisive.” I disagree with the welfarists. I regard welfarism as ineffective and counterproductive. I think that the empirical evidence is absolutely clear that welfarism does not work. Despite all of the welfarist campaigns of the last century, we are using more animals now in more horrific ways than ever before in human history. But there is a deeper point here: There is no tradition of debate within the American animal movement. If one of the large groups announces some campaign, we are all expected to jump on board or be declared “traitors.” Peter Singer and Ingrid Newkirk recently complained that I attacked their views but that we were all “on the same side.” If there is one thing that of which I am certain, I am not “on the same side” as Peter and Ingrid. Our views are very different. Our goals are very different. We need more disagreement within the movement, not less. And we should not be afraid of being labeled as “divisive.” That is a label used by those who have nothing of substance to say in response to legitimate criticisms or observations.

FoA: Some people would say that your theory of animal rights is an all-or-nothing approach, and that it is unfair not to provide welfare improvements for the animals who are alive and suffering now. Given that it will take a long time before animal rights are acknowledged and established, is there any way we can help animals who are suffering today?

Gary Francione: Become a vegan and spend at least one hour of every day educating your family, friends, neighbors, and anyone else who will listen to you about the moral and environmental arguments in favor of veganism. I can guarantee you that at the end of a year, you will have done more to bring about abolitionist change—and to set the stage for more abolitionist change—than you will have done spending time on getting battery cages made larger or working for more “humane” slaughterhouses. If you want to participate in legislative campaigns, pursue campaigns that are abolitionist and not reformist. In Rain Without Thunder, I discussed criteria for identifying abolitionist campaigns. But I cannot emphasize enough that the most important step is to go vegan and to support vegan education programs. Welfarist campaigns may make us feel better, but they do nothing to alleviate animal suffering.

FoA: What do you think about Burger King’s new veggie burger?

Gary Francione: In the first place, the “veggie burger” is not “veggie” at all. The burger is cooked on the same grill as are the meat products, and the bun contains dairy products. But even if the “veggie burger” were vegan, it is my view that animal advocates have no business promoting outfits such as Burger King and McDonald’s. I’m not recommending that we sit on the sidelines and rattle on about rights theory all the time. As I have stated, I’m intensely supportive of vegan campaigns. I would, however, urge activists to carefully consider where and how to implement these campaigns. There are better ways to promote a vegan diet than advertising huge fast-food corporations, which are exploitative of animals and the environment on so many levels. We should be promoting vegan restaurants and shops; we should not be encouraging people to eat at Burger King. The fact that Burger King has a “veggie burger” (that isn’t even vegan) is no different from the fact that Burger King has salads. Should we all rush to Burger King because they have salads? Of course not. I have noticed in recent press that both Burger King and McDonalds are becoming to be viewed as allied with the “animal rights” movement. As far as I am concerned, corporations like that are not allied with any movement in which I have any interest.

FoA: Great advice. Would you have any more for us?

Gary Francione: I was recently asked by some animal advocates to write down a set of principles that might be used as shorthand for what I regard as the moral baselines of a real animal rights movement. I’m happy to share them with your readers.

The animal rights position maintains that all sentient beings, humans or nonhuman, have one right: the basic right not to be treated as the property of others.

Our recognition of the one basic right means that we must abolish, and not merely regulate, institutionalized animal exploitation — because it assumes that animals are the property of humans.

Just as we reject racism, sexism, ageism, and homophobia, we reject speciesism. The species of a sentient being is no more reason to deny the protection of this basic right than race, sex, age, or sexual orientation is a reason to deny membership in the human moral community to other humans.

We recognize that we will not abolish overnight the property status of nonhumans, but we will support only those campaigns and positions that explicitly promote the abolitionist agenda. We will not support positions that call for supposedly “improved” regulation of animal exploitation. We reject any campaign that promotes sexism, racism, homophobia or other forms of discrimination against humans.

We recognize that the most important step that any of us can take toward abolition is to adopt the vegan lifestyle and to educate others about veganism. Veganism is the principle of abolition applied to one’s personal life and the consumption of any meat, fowl, fish, or diary product, or the wearing or use of animal products, is inconsistent with the abolitionist perspective.

We recognize the principle of nonviolence as the guiding principle of the animal rights movement.

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