19 de abril de 2014

Debatiendo en el MoMA sobre el uso de animales para comida




El día 17 de abril tuve el placer de participar en un debate en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en el cual se discutió sobre el siguiente tema: "El diseño puede permitirnos incluir de forma humanitaria productos animales en nuestra dieta".

Nicola Twilley se posicionaba a favor; yo en contra.




Pueden ver el debate entero aquí.


Tal como traté de introducir en mi presentación y en el periodo de preguntas que vino después; yo considero que hay tres manera de interpretar esa cuestión: una puramente empírica; una parcialmente empírica y parcialmente moral; y otra completamente moral.

Primero; ¿puede un diseño conseguir menos sufrimiento? Por supuesto que sí. Desde un punto puramente factual, podemos diseñar sistemas de explotación animal que resulten en menor sufrimiento. Eso está claro. Pero no es una forma interesante de plantear la cuestión. No creo que Nicola y yo tengamos un desacuerdo al respecto.

Segundo; podemos preguntarnos sobre qué tipo de diseño puede reducir el sufrimiento hasta el punto que nos sintamos a gusto al decir que tenemos un nivel de explotación "humanitario". Así es como entiendo yo que Nicola interpreta la cuestión.

Éste es un punto que implica elementos empíricos y morales. 


Tal y como señalé durante el debate, debido a que los animales nohumanos son considerados propiedad humana, existen unas limitaciones estructurales acerca del grado en que la industria puede reducir el sufrimiento. Para la mayor parte, nuestro trato "humanitario" está limitado a la eficiencia económica: protegemos los intereses de estos animales sólo mientras consigamos un beneficio económico de ello. Por tanto, los esfuerzos por conseguir un trato más "humanitario" son usualmente coextensivos a los esfuerzos por reducir la ineficiencia e incrementar el beneficio. Esto es exactamente a lo que se dedica la diseñadora y asesora de mataderos Temple Grandin. Ella se centra en las ineficiencias de la industria y propone formas de reducir esa ineficiencia mediante un trato más "humanitario".

En tanto que los animales humanos sean propiedad, la capacidad del diseño para afrontar esta cuestión estará estructuralmente constreñida. Los nohumanos más "humanitariamente" tratados siguen estando sometidos a lo que consideraríamos tortura si las víctimas fueran humanas.

La principal razón por la que pensamos que el diseño puede hacer que la explotación sea "humanitaria" de una forma moralmente aceptable se debe a que hay animalistas, como es el caso de Ingrid Newkirk de PeTA, que ponen su sello de aprobación sobre las iniciativas de gente como Temple Grandin y las "soluciones" que ella promueve. PeTA dio un premio a Grandin, declarándola una "visionaria" y la "mayor experta mundian en bienestar del ganado".




Esta postura no sólo asume que el "bienestar" es consistente con la explotación sino que pretende hacernos creer que los asesores de la industria de explotación animal que buscan incrementar el beneficio de esta industria pueden alegar algo sensato acerca del bienestar de los animales como cuestión moral. Esto promueve y refuerza la idea de que podemos explotar a los demás animales de forma "humanitaria" dentro de este contexto empírico y moral. A mi juicio, todo esto es erróneo a varios niveles tanto desde un punto de vista empírico y moral.

Aunque los elogios de Newkirk hacia Grandin son tremendamente desconcertantes, tienen mucho sentido. Nos encontramos aquí con una relación simbiótica. La industria de explotación animal necesita a los bienestaristas como Newkirk para proporcionar un aspecto moral positivo a sus esfuerzos por la eficiencia. Esta industria necesita que sus esfuerzos por mejorar la eficiencia, que resultan en pequeños cambios sobre la explotación animal institucionalizada, sea declarada "humanitaria" por aquellos identificados como "defensores de los animales". Y PeTA necesita a esta industria para poder proclamar "victorias" y conseguir financiamiento. Precisamente por esta razón, las campañas de las organizaciones bienestaristas se centran en las formas de explotación más vulnerables económicamente. Estas actividades son "presa fácil" que permiten conseguir con más facilidad una "victoria" que sirva para conseguir dinero.

En mis escritos relacionados con el tema de este debate, incluyendo mi trabajo académico y también mis ensayos en el blog, considero que las acciones de grupos como PeTA son problemáticas. Creo que es tremendamente erróneo, bajo ninguna circunstancia, afirmar que una forma "mejor" de explotación debe ser apoyada cuando esto implica igualmente una violación de derechos fundamentales. Decir que un propietario de esclavos que golpea a sus esclavos cinco veces por semana es "mejor" que uno que les golpea seis veces a la semana no significa que este último esté practicando una esclavitud "humanitaria", o que una esclavitud "humanitaria" sea moralmente aceptable, que el "mejor" esclavista debe ser elogiado como un "visionario".

Tercero; la cuestión puede ser planteada en el sentido de valorar si el diseño puede hacer que sea ético el consumo de animales. Esto traduce la cuestión en términos puramente morales.

Según expliqué durante el debate, considero que esta cuestión ya está respondida por el sentido común, que mantiene que no debemos imponer "innecesariamente" sufrimiento y muerte a los demás animales. Sea lo que sea lo que podamos catalogar dentro del concepto de "necesidad", debe excluir el sufrimiento y la muerte impuestas por motivos de placer y conveniencia, o de otro modo la norma moral acerca del sufrimiento/muerte innecesaria carece de sentido.

¿Pero qué excusa tenemos para justificar que impongamos sufrimiento y muerte a 58 mil millones de animales terrestres y a un billón de animales marinos cada año?

No necesitamos comer animales, ni nada que proceda de ellos, para tener una buena salud; y cada vez más profesionales de la salud confirman este punto. Por tanto, comer animales no es necesario en ningún sentido.

Y la industria de explotación animal es sin duda una pesadilla desde el punto de vista ecológico.

Por tanto, ¿qué argumento podemos dar en favor del hecho de que inflijamos sufrimiento y muerte  —incluyendo la "humanitaria"— a seres seres sintientes?

La respuesta es que saben bien; nos proporciona placer el hecho de consumir animales.

Pero nadie aceptaría semejante argumento en ningún otro contexto. Pensemos por ejemplo en el caso de Michael Vick, el jugador de fútbol que organizaba peleas de perros. Todo el mundo considera que lo que hizo Michael Vick está mal.

¿Por qué?

Porque estaba provocando sufrimiento sólo para obtener placer.

¿Y cuál es la diferencia entre asistir a peleas de peleas o asistir a barbacoas que incluyen cadáveres de animales, o beber leche o comer queso, cuando todo eso —incluso en las circunstancias más "humanitarias"— ha implicado hacer sufrir a los animales?

No hay diferencia. Y como cualquier estudiante de primero de Derecho podría explicarte, no importa si Mary asesina a Joe o paga dinero a Alan para que asesine a Joe. Es asesinato en ambos casos. Puede que haya una diferencia psicológica entre quienes se involucran directamente en conductas violentas y quienes pagan a otros para que lo hagan pero no hay diferencia moral,por eso la ley los considera de la misma manera.

Por todo esto, sugiero que la respuesta a la cuestión moral planteada en este debate es simplemente: no

Si los animales importan moralmente, entonces tenemos la obligación de no imponerles ningun grado de sufrimiento, o causarles la muerte, mientras no se produjera un verdadero conflicto de intereses. Pero esto no existe en el caso del consumo de animales.

En resumen: si nos tomamos la moralidad en serio, y entendemos que los animales tienen un valor moral, entonces debemos hacernos veganos. Ésta es la única opción coherente con lo que ya asumimos respecto del estatus moral de los animales nohumanos. Cualquier otra postura implica aceptar que decimos que los animales nos importan pero que podemos ignorar sus intereses por motivos triviales. Esto no tiene ningún sentido.

Gracias a Paola Antonell, Michele Fisher, y toda la gente maravillosa del MoMA por celebrar este debate, y a Nicola Twilley por participar en él.

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