La posición del «bienestar animal» —la idea de que deberíamos tratar a los animales “humanitariamente”— se ha implementado por 200 años. No ha logrado nada. Ahora estamos usando a los animales de maneras más horribles que en ningún otro momento de la historia de la humanidad.
Los fundadores decimonónicos del bienestar animal se opusieron a la esclavitud humana pero jamás se opusieron a la condición de propiedad de los animales porque pensaban que, aunque los animales podían sufrir, ellos no tenían ningún interés en sus vidas. Es decir, a los animales no les importa que los usemos sino únicamente cómo los usamos. De acuerdo a los bienestaristas, los animales no tienen conciencia de sí mismos ni interés en continuar viviendo; sólo tienen interés en no tener una muerte dolorosa.
Así que los bienestaristas deciminónicos no defendieron la abolición de la esclavitud animal como sí defendieron la abolición de la esclavitud humana. En vez de esto, luchaban para que tengamos leyes que requieran un tratamiento “humanitario” de los animales. Lo que los bienestaristas no comprendieron, sin embargo, fue que, mientras los animales permanecieran como propiedad, el nivel de protección provisto por estas leyes permanecería necesariamente en un nivel muy bajo, porque cuesta dinero proteger los intereses de los animales. En términos generales, gastaremos más dinero para proteger esos intereses sólo cuando resultan en un beneficio económico para nosotros.
Nada ha cambiado.
Los bienestaristas del siglo XXI aún sostienen que los animales no tienen interés en sus propias vidas y que matarlos no suscita, en sí mismo, un problema moral. Peter Singer, el moderno proponente de la teoría bienestarista del siglo XIX, declara esto explícitamente. Este punto de vista de que los animales no tienen interés en continuar viviendo explica porqué PeTA no tiene ningún problema en matar el 90% de los animales que rescata. Para los bienestaristas, las muerte no es en sí misma un “daño.”
Y, para la mayoría, las regulaciones del bienestar animal sólo mejoran la eficiencia económica de la explotación animal. En otras palabras, protegemos los intereses de los animales sólo cuando conseguimos un beneficio económico. Las campañas de bienestar animal, tales como la campaña para la matanza/aturdimiento de las aves bajo atmósfera controlada, o la eliminación de la jaula de gestación, están basadas explícitamente en la eficiencia económica. Es decir, estas reformas son promovidas sobre la base de que mejoraremos la eficacia de la producción.
Después de 200 años de una doctrina que es especista —la vida animal no humana no tiene valor moral en sí misma— y de haber sido demostrado que es inútil en la práctica, es tiempo para un cambio.