28 de octubre de 2007

Un clásico de la “esquizofrenia moral”




Un tema central de mi trabajo durante la última década, más o menos, ha sido la exploración de nuestra confusión cognitiva —nuestra “esquizofrenia moral”— cuando se trata de animales no humanos. 

Recientemente, escribí un comentario acerca de cómo la comediante Ellen Degeneres sollozaba en su espectáculo televisivo por un perro que ella adoptó y dio luego a otra persona mientras, al mismo tiempo, en su sitio web, promovía su menú de animales muertos. 

El jugador de fútbol Michael Vick fue duramente criticado por estar involucrado con peleas de perros por un público que no reflexionada nada acerca de comer no humanos, torturados en todo sentido tanto como los perros de Vick.

Muchos de nosotros compartimos nuestros hogares con no humanos que amamos y consideramos miembros de nuestra familia, mientras que, al mismo tiempo, comemos a otros no humanos que no son diferentes de ninguna manera moralmente relevante de aquéllos que amamos y cuya personidad reconocemos.

Un ejemplo impresionante de “esquizofrenia moral” fue reportado el viernes, 26 de octubre, por la BBC. Un ciervo blanco, aparentemente de más o menos nueve años de edad, fue matado a tiros por cazadores furtivos en la frontera de Debo y Cornwall.

La reacción: La matanza del ciervo fue “repugnante.”

¿Y quién estaba asqueado?

Los “criadores de animales y los guardas de los animales de caza [quienes] habían mantenido en secreto la localización del ciervo durante años, en el intento de protegerlo.”

Pat Carey, “cuyo trabajo es matar ciervos rojos en el área,” describió al animal como “sagrado”, y la matanza como “absolutamente incomprensible.” Mr. Carey remarcó que “sólo una persona sin corazón tiene la capacidad de mirar a tan bella criatura a través de la mira telescópica de un rifle de alta potencia y simplemente pone fin a su vida.”

Es impresionante, en varios aspectos, que Mr. Carey no se considere una persona “sin corazón” cuando mira a un ciervo rojo “a través de la mira telescópica de un rifle de alta potencia y simplemente pone fin a su vida.”

Mientras me encuentro sentado y escribo esto, estoy mirando desde la ventana de mi escritorio, el bosque que circunda nuestra casa. Puedo ver dos ciervos —gemelos nacidos en nuestra propiedad esta primavera— mordisqueando los arbustos. Es la temporada de caza aquí y hay mucha gente en esta área que mata al ciervo, generalmente con arco y flecha.

Conozco a algunos de esos cazadores y ellos no dudarían en pasar horas tratando de rescatar a un ciervo de algún peligro, “fuera de temporada”. Pero no tienen ningún problema en disparar una flecha, que tiene cuatro puntas de navaja que se abren en contacto con un órgano o músculo de la víctima y literalmente quedan trabadas en ellos, directo hacia aquel mismo ciervo, un mes después, cuando es legal matarlo.

Como Mr. Carey dice, es “absolutamente incomprensible.”



6 de octubre de 2007

Igualdad y semejanza entre humanos y nohumanos




Paola Cavaliere, co-editora con Peter Singer de «El Proyecto Gran Simio: la igualdad más allá de la humanidad», escribió un ensayo acerca del reciente tiroteo que mató a Johnny, un chimpancé en sus 40 años, en el Zoo Whipsnade en Bedfordshire, al norte de Londres. De acuerdo a Cavalieri, Johnny fue baleado porque los cuidadores del zoológico lo describieron como “un poquito matón”. El periódico Times afirma que Johnny y otro chimpancé, Koko, habían escapado y que Koko “se entregó a un cuidador en un campo cercano” donde Johnny aparentemente no lo hizo, por lo que se tomó la decisión de dispararle por razones de “seguridad pública.”

La matanza de Johnny fue, en todo caso, una tragedia terrible en muchos aspectos. Primero, Johnny pasó décadas viviendo en un zoológico que, bajo la mejor de las circunstancias, no es nada más que una patética presión para los no-humanos allí cautivos. Antes de ser trasladados a Bedfordshire el año pasado, Johnny y Koko estaban prisioneros en el Regen’s Park Zoo de Londres. Simplemente no hay comparación alguna entre la vida natural de un chimpancé en la naturaleza y las condiciones bajo las cuales son mantenidos en esos espectáculos degradantes que llamamos zoológicos. Segundo, no está claro porqué, si Johnny se estaba resistiendo a ser capturado, no se le pudo disparar con un sedativo, aunque algunos dijeron que él todavía hubiera puesto en peligro a los visitantes del zoológico antes de que el sedante surta efecto.


Cavalieri tiene cuidado de rechazar el “enfoque jerárquico” de que “la vida interior más rica de los humanos les da derecho a ser considerados más seriamente en el plano moral.” Tal enfoque, argumenta, llevaría a decir que “podríamos tratar en forma diferente a los humanos que son intelectualmente deficientes.” Pero el principal foco de su argumento es que “los chimpancés, gorilas y orangutanes son nuestros parientes más cercanos, compartiendo el 98-99% de nuestro ADN, y que la categoría de los ‘grandes simios’ es una categoría natural, ya que incluye a los humanos.” Cavalieri argumenta que los chimpancés son “similares a nosotros” pues son cognitivamente como nosotros y que realmente compartimos con ellos nuestra “vida interior más rica.” Son capaces de cooperación compleja y manipulación social, transmisión cultural, incluyendo la enseñanza de habilidades tales como hacer y usar herramientas, poseen razonamiento, lo cual “hace tanto tiempo es considerado como marca de superioridad “, usan la comunicación simbólica y tienen auto-conciencia reflexiva.


Tengo cuatro respuestas para este análisis de Cavalieri:


Primero, es problemático asumir que los humanos tienen una “vida interior más rica” y que los no humanos son, de alguna manera, análogos a “humanos intelectualmente deficientes”. Cada especie tiene un tipo de vida que es valorado por los miembros de esa especie. No tengo la menor idea de si mis perros rescatados tienen vidas menos “ricas” que la mía. Ni siquiera sé lo que eso significa. Mi vida interior puede ser diferente de la de un perro o un ratón, pero eso no significa que mi vida sea más “rica”.


En verdad entiendo el argumento de que si la falta de una característica moralmente superior en un no-humano nos autoriza a conferir a ese no-humano menos o ninguna consideración moral, entonces, a menos que estemos dispuestos a ser especistas, deberíamos tratar en forma similar a los humanos en una situación semejante, tales como los “intelectualmente deficientes”. Pero el problema es que asumimos desde el principio que los humanos tienen características moralmente superiores y que la vida humana es, por lo tanto, “más rica” que la vida no humana. Esta es una falacia común entre muchos especialistas en ética animal, incluyendo a Tom Regan. Tal como argumenté en mi ensayo en la revista New Scientist, no hay razón para asumir que las características consideradas como exclusivamente humanas puedan autorizarnos a sacar la conclusión normativa de que aquéllos con tales características tienen vidas “más ricas”.


Segundo, el “enfoque jerárquico” no presenta ningún problema a utilitaristas como Singer, que estaría dispuesto a dar menos consideración moral a los humanos “intelectualmente deficientes”.


Tercero, el hecho de que, a pesar de que hace mucho tiempo que todos entendemos que los chimpancés y otros grandes simios no humanos son semejantes a nosotros, y aún así los continuemos tratando como recursos o mercancías, indica que la “semejanza” es un concepto vago que no ayuda mucho a cambiar el comportamiento humano. Conforme argumenté en «Introducción a los Derechos Animales», el juego de la “similitud” es uno en el que los no-humanos nunca ganan. Nunca consideraremos que ellos tienen esa característica “especial” en un grado suficiente como para dejar de explotarlos, si queremos seguir haciéndolo. Perdemos nuestro tiempo pensando que la solución al problema de la explotación animal es tener a etólogos cognitivos haciendo experimentos que, irónicamente, pueden involucrar vivisección, a fin de demostrar hasta qué punto los grandes simios no humanos y otros primates, además de delfines, loros,..., poseen alguna característica “especial”. El problema no es la semejanza empírica, el problema es la teoría moral. Jane Goodall, que escribió el primer capítulo de The Great Ape Project [Proyecto Gran Simio] sabe, mejor que cualquiera de nosotros, cuánto se asemejan los grandes simios no humanos a los grandes simios humanos; y aún así, ella no está dispuesta a condenar de forma inequívoca el uso de todos los grandes simios no humanos en investigación biomédica y a exigir su inmediata abolición.


Cuarto, como argumenté en mi capítulo de El Proyecto Gran Simio y como vengo repitiendo desde entonces, el derecho a ser miembro pleno de la comunidad moral y el derecho de no ser tratado como propiedad, depende de una única característica —la capacidad de sentir. Si un no-humano es sintiente, entonces tenemos la obligación moral de no tratarlo como un recurso o una mercancía. El hecho de que un perro pueda no tener la misma clase de autoconciencia reflexiva que un chimpancé no significa que el perro y el chimpancé no sean iguales en cuanto al propósito de no tener vulnerados sus intereses fundamentales en vivir y no sufrir si beneficiara a otro el no considerarlos.


Los animales son asesinados todos los días en los zoológicos —y en muchos, muchos otros lugares— por una variedad de motivos. La muerte del pobre Johnny fue indudablemente trágica, pero igualmente trágicas son aquellas muertes de no-humanos que no son “similares” a nosotros en el sentido en que Johnny era, más allá de ser criaturas que tenían conciencia subjetiva y que valuaban sus vidas a su propia manera.


Háganse veganos, nunca apoyen los zoológicos, y resistan la creación de nuevas jerarquías basadas en valores antropocéntricos.


Los humanos no son la medida de las cosas; somos sólo una medida entre muchas.



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