18 de abril de 2012

Una Reflexión Sobre Mitt Roomney y Seamus, Michael Vick y Las Peleas de Perros, y El Consumo de Animales




No Te Preocupes Por Obama; Preocúpate Por Seamus

Mitt Romney, el pretendido candidato del Partido Republicano para la presidencia, tiene algo más de lo que preocuparse que la falta de entusiasmo por su candidatura.

Romney tiene que preocuparse por Seamus.

Seamus fue el setter irlandés de Romney, a quien Romney metió en una jaula para perros y encerró en el maletero de su vagoneta durante un viaje de 12 horas a Canadá en 1983. Al parecer, Seamus defecó en la jaula, seguramente porque estaba aterrado. Romney se detuvo en una gasolinera, lavó a Seamus con una manguera y lo volvió a encerrar en la jaula para continuar el viaje. Según cuentan  los hijos de Romney, Seamus se escapó en cuanto la familia llegó a Canadá.

Y resulta que ahora todo el mundo ya no está hablando sobre las propuesta políticas de Romney sino acerca de lo que le hizo a Seamus.

Podemos perdonar casi cualquier cosa, pero no podemos perdonar el daño intencionado a los animales sin que haya una buena razón que lo justifique. Parafraseando una famosa cita de Gandhi: "La grandeza moral de un candidato presidencial puede juzgarse por la manera en que trata a su perro."

No es la primera vez que hay una polémica sobre el trato que alguien da a su perro.

¿Recuerdan A Michael Vick?

La mayoría de la gente recuerda la controversia sobre el quaterback de los Atlanta Falcons Michael Vick y su participación en la organización de peleas de perros en su propiedad de Virginia. El asunto fue difundido sin descanso por los medios de comunicación durante semanas cuando salió a la luz en 2007 y, de nuevo, cuando Vick salió de prisión en 2009 y firmó con los Philadelphia Eagles. Vick continúa saliendo en las noticias y está claro que la gente sigue furiosa contra él.

¿Por qué?

La respuesta es simple: Porque Vick hizo una cosa terrible; él provocó sufrimiento y muerte a unos perros sin una buena razón. Vick disfrutaba con el "espectáculo" de unos perros peleando, pero eso no justifica lo que hizo.

¿Por qué no?

De nuevo, la respuesta es simple. Aunque hay un gran desacuerdo sobre cuestiones morales, nadie está en desacuerdo con la idea de que está mal infligir sufrimiento innecesario a un animal. Necesitamos una buena razón para infligir sufrimiento a un animal. Podemos disentir acerca de si existe una necesidad en determinada situación, pero todos estamos de acuerdo en que la diversión o el placer no son una necesidad ni constituyen una buena razón. Esto forma parte de nuestra moralidad convencional.

El problema es que comer animales no es, desde el punto de vista del análisis moral, diferente a las peleas de perros.

Matamos y comemos a más de 56 mil millones de animales cada año en el mundo, sin contar a los animales marinos. Nadie duda de que utilizar animales para comida les conlleva un sufrimiento terrible. Así que apliquemos el análisis sobre el que todos estamos de acuerdo hasta ahora: ¿tenemos una buena razón para justificar ese sufrimiento? ¿Hay algo implicado en esta cuestión que pueda ser considerado razonablemente como una necesidad?

La respuesta breve es no.

No necesitamos comer animales. Nadie mantiene que es biológicamente necesario comer productos animales. La conservadora Asociación Americana de Dietética reconoce que "las dietas vegetarianas correctamente planificadas, incluyendo las dietas veganas, son saludables y nutricionalmente adecuadas y pueden proveer beneficios para la salud en la prevención y tratamiento de determinadas enfermedades." La corriente médica predominante señala frecuentemente que los productos animales no son buenos para la salud humana. Pero tanto si estás o no de acuerdo con ellos, no hay ciertamente ningún argumento que demuestre que los productos animales son necesarios para tener una buena salud.

También hay un consenso acerca de que la ganadería es un desastre ecológico. Se requieren muchos kilos de grano y muchos litros de agua para producir un kilo de carne. Se necesita un mayor gasto de recursos para producir la misma cantidad de comida derivada de animales para una persona que el que se necesita para producir la misma cantidad de comida para un vegano. La ganadería es la mayor causante del calentamiento global y es responsable de contaminación, deforestación, erosión del suelo y toda clase de consecuencias indeseables para el medio ambiente. Y anticipando las objeciones que dicen que los productos vegetales no son asequibles para quienes tienen menos medios económicos, resulta que una dieta de frutos, verduras, cereales y legumbres es menos costosa que una dieta que incluya productos animales.

Por tanto, ¿cuál es la mejor justificación que podemos argüir para el sufrimiento que imponemos a los animales que comemos?

La respuesta es: ellos saben bien. Disfrutamos paladeando cadáveres de animales y sus secreciones. Nos resulta cómodo consumir animales. Pero no hay nada aquí que se ajuste remotamente a la necesidad.

¿Hay algo diferente con lo que hizo Michael Vick? La respuesta: no lo hay. Vick disfrutaba viendo peleas de perros. Los demás nos sentamos a la mesa en una barbacoa de cadáveres de animales que han sido tratados igual de mal que los perros de Vick.

No funciona alegar que Vick participaba directamente en las peleas de perros y que nosotros simplemente compramos productos animales en la tienda. Disfrutamos con el resultado del sufrimiento animal, pero, a diferencia de Vick, no disfrutamos en realidad con todo el proceso que implica la matanza de animales. Como cualquier estudiante de Derecho en su primer año podría decirte, si John tiene aversión a la violencia pero quiere que Joe muera y paga a Sally para hacer ese trabajo, John es culpable de asesinato. El hecho de que paguemos a otros para producir carne y demás productos animales no nos exime de ninguna responsabilidad legal o moral. Aunque haya una diferencia psicológica entre pedir un filete y obtener placer viendo peleas de perros, una vez que comprendemos que la tortura y muerte de los animales que comemos no puede ser justificada excepto apelando al placer o la conveniencia, la diferencia psicológica no conlleva ninguna diferencia moral.

¿Pero Somos Una Sociedad "Humanitaria", No?

Así que, ¿cuál es el problema? ¿Por qué continuamos participando en infligir sufrimiento a millones de animales sin una buena razón que lo justifique?

Una buena respuesta sería que debido a queremos continuar consumiendo productos animales, nos engañamos a nosotros mismos creyendo que la solución a este problema moral no requiere que dejemos de consumir productos animales —sólo requiere que criemos y matemos a los animales de forma "humanitaria".

Esta forma de verlo se remonta a 200 años atrás cuando los reformistas británicos, tales como el filósofo y abogado Jeremy Bentham, postularon la idea de que nuestras obligaciones morales respecto de los animales no dependían del hecho de que fueran racionales, pudieran hablar, o tuvieran alguna característica mental "especial" que consideramos exclusiva de los humanos. En realidad, la única cosa que tiene importancia es que los animales pueden sufrir y nadie, exceptuando quizás a Descartes, dudaba que los animales son sintientes o conscientes y pueden de hecho sufrir. Bentham argumentó que dado que los animales pueden sufrir, tenemos la obligación de reconocer el valor moral de ese sufrimiento.

Bentham no dudaba de que los animales que usamos para comida sufren terriblemente. Sin embargo, él no postulaba que dejáramos de comer animales. Según Bentham, los animales no son auto-conscientes; a ellos no les importa si los usamos y matamos mientras que no sufran en el proceso. Por tanto, podemos continuar usando y matando animales en tanto que los tratemos razonablemente bien y los matemos de forma relativamente indolora.

Y así fue como nació el movimiento bienestarista, cuya premisa central dice que es moralmente aceptable usar animales siempre que los tratemos "humanitariamente" y no les impongamos sufrimiento "innecesario". Esta actitud moral se reflejó rápidamente en leyes anti-crueldad en ambos lados del Atlántico, y, consiguientemente, en el resto del mundo. Y la mayoría de nosotros permanecemos en este paradigma decimonónico: aceptamos la idea de que es moralmente aceptable usar y matar animales porque a ellos no les importa si los usamos y matamos. Pero tenemos la obligación moral de tratar a los animales "humanitariamente".

Hay, al menos, dos problemas serios respecto de esa idea.

Carne "Feliz" Y La Tortura De Ahogamiento Simulado

El primer problema es de índole práctica: la idea de que podemos tratar a los animales "humanitariamente" es una fantasía. Esto no puede realizarse en la práctica.

Los animales son propiedad. Ellos son considerados cosas. Y el problema de ser considerado una cosa es que no tienes un valor inherente o intrínseco. Los animales son recursos económicos; tienen un valor comercial. La propiedad animales es, por supuesto, diferente de las otras cosas que poseemos en tanto que los animales son sintientes y tienen un interés en no padecer dolor y sufrimiento y en satisfacer esos intereses que son propios de su especie. Pero cuesta dinero proteger los intereses de los animales. En general, gastamos dinero para proteger los intereses de los animales sólo cuando está justificado como cuestión económica —sólo cuando obtenemos un beneficio económico de ello.

Las leyes anti-crueldad supuestamente obligan a un trato "humanitario" pero estas leyes por lo general hacen una excepción en aquellas prácticas de la industria que se consideran "normales" o "habituales", o, si esas prácticas no están exentas, los tribunales interpretan que el dolor y el sufrimiento impuesto por la industria es "necesario" y "humanitario". Esta posición está basada en el postulado de que quienes producen productos animales —desde los criadores hasta los granjeros y operarios del matadero— no impondrán más daño a los animales del que es necesario para producir un determinado producto así como el propietario de un automóvil no usaría un martillo sobre su coche si no fuera por una buena razón.

Los estándares del bienestar animal se han rebajado considerablemente en las últimas décadas. Estamos usando más animales hoy en día y tratándolos peor que nunca en toda la historia. La granja familiar idílica —en la que, de todos modos, se causaba dolor y sufrimiento— ha sido abandonada y reemplazada por la granja industrial, en la que cerdos, vacas, pollos y peces son mantenidos en condiciones deplorables y sometidos a confinamientos y mutilaciones, llevando vidas miserables desde que nacen hasta que mueren.

Hay una creciente toma de conciencia acerca de estas horribles condiciones, pero la solución propuesta por la mayoría de los animalistas es mejorar las condiciones de bienestar. Peter Singer, autor de "Liberación Animal" y considerado por muchos como el "padre del movimiento de derechos animales" está de acuerdo con Bentham en que es moralmente aceptable usar animales si les proporcionamos unas vidas razonablemente placenteras y unas muertes relativamente indoloras.

Escritores conocidos como Jonatham Safran Foer, Michael Pollan, Sarah Palin, Mathew Scully y una larga lista de celebridades, estrellas y ambientalistas se han unido a Singer en su condena a las granjas industriales y en su petición de que haya jaulas más grandes, mejores condiciones de bienestar y modificaciones leves en esos horribles procesos. Las organizaciones de protección animal promueven la carne "feliz" y sellos de calidad que supuestamente garantizan que los animales, cuyos cadáveres y secreciones componen esos productos, fueron bien tratados.

Pero nadie está engañando a nadie aquí. Los animales criados de la forma más "humanitaria" son tratados y matados de una forma que sería considerada tortura si fuera aplicada a los humanos. Los estándares requeridos para certificar esos sellos "humanitarios" son análogos a la tortura de ahogamiento simulado en Guantánamo; puesto que hay una mínima diferencia entre los huevos de batería y los huevos "libres de jaulas" que suponen en realidad que miles de aves son encerradas en una sola y enorme jaula.

Lo que está claro es que aunque podemos distraernos con el mito de los productos animales "felices" o "humanitarios", los estándares de bienestar siempre serán miserables porque los animales son propiedad y porque cuesta dinero proteger los intereses de los animales.

Comer Gente Con Amnesia

El segundo problema con la posición del bienestar animal es teórica; reside en la idea —que reconoceríamos inmediatamente como algo completamente desquiciado si no estuviéramos empeñados en comer animales— de que a los animales no les importan sus vidas; ellos no tienen un interés en continuar viviendo, sino que sólo tienen un interés en no sufrir.

¿Por qué Bentham creyó semejante tontería hace 200 años? ¿Por qué Singer —y muchos de nosotros— seguimos creyendo tal cosa?

Creemos que los animales viven en un "eterno presente", que no tienen memoria del pasado ni pensamientos acerca del futuro porque no hacen planes sobre sus vacaciones ni piensan sobre qué película verán el fin de semana.

Todos los que hemos convivido con otros animales reconoceremos seguramente que esa idea es manifiestamente errónea. Nosotros vivimos con cuatro perros rescatados y la idea de que ellos no son conscientes de sí mismos y que no tienen memoria ni deseos para el futuro es tan absurda como creer que no tienen orejas. Todo lo que tenemos que hacer es observarlos. No se puede explicar su conducta sin atribuirles cierto sentido de consciencia.

Pero no nos atasquemos en la cuestión de determinar la naturaleza de la mente de los animales. En tanto que somos los únicos animales que usamos comunicación simbólica, nunca podremos comprender cómo es ser un murciélago, una vaca u otro animal. Asumamos que los animales son conscientes y pueden sufrir pero que viven en un "eterno presente":

¿Y qué?

Hay seres humanos que padecen alguna forma de amnesia en la que tienen un sentido del yo radicado únicamente en el presente. No tienen memoria ni pueden hacer planes de futuro. ¿Es moralmente relevante esa condición? Podría serlo. Una persona así no podría estar capacitada para ser profesor de historia. ¿Pero podríamos decir que esa persona no tiene interés en continuar viviendo y que la muerte no supone un daño para esa persona?

Seguramente no.

Entonces, ¿por qué suponemos que es así para los animales? La respuesta breve es: porque queremos comer animales y no queremos comer humanos con amnesia. Nos convencemos de que la muerte no supone un daño para los animales y que todo se limita a hacerlo "humanitariamente". Pero no podemos hacerlo "humanitariamente" y, en cualquier caso, la muerte supone un daño que no debemos imponer —sin importar cuán "humanitaria" sea el método de ejecución— sin una buena razón que lo justifique.

El placer no es una buena razón. Por esto es por lo que nos enojamos con Vick. La conveniencia no es una buena razón. Esto es por lo que estamos disgustados con Romney por no haber tratado correctamente a Seamus. Y esto es por lo que tenemos que superar el mito de los productos animales "felices" o "humanitarios" y reconocer que no podemos justificar el uso de animales para comida. Debemos preocuparnos por los animales que hemos traído a la existencia, pero debemos detener la cría de animales para consumo.

Por un lado, esto es una conclusión radical. Por otro lado, no tiene nada de radical; esto fluye a partir de ideas morales que todos ya aceptamos. Lo que llama la atención es que una especie que se enorgullece de su racionalidad haya permitido que el deseo de comer animales nuble nuestro juicio hasta el punto de que podemos criticar —e incluso odiar— a Vick, o considerar que Romney hace algo distinto de lo que hacemos todos.

Nos entregamos a toda clase de ideas desquiciadas para intentar justificar nuestro consumo diario de animales y la imposición de sufrimiento y muerte que esto conlleva.

Pero el problema es que sólo son eso: ideas desquiciadas.


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