10 de enero de 2001

Entrevista para Vegan Voice [2001]


TEORÍA Y PRÁCTICA DE LOS DERECHOS ANIMALES


Pregunta: Has dicho que el movimiento por los derechos de los animales debe tener un destino separado y alejado de la reforma bienestarista. ¿Es justo entonces decir que tu trabajo se centra en la abolición, no en la reforma?

Gary Francione: Sí, mi trabajo se ha dirigido hacia el suministro de argumentos legales y filosóficos en favor de la abolición. La posición abolicionista defiende que la institución de la propiedad animal es moralmente injustificable, lo mismo que lo fue la de la propiedad humana o esclavitud. El abolicionista insiste en que suprimamos la institución de la propiedad animal y en que no debemos apoyar medidas que supuestamente hagan la esclavitud animal más “humana”. La posición bienestarista mantiene que debemos apoyar tales medidas. Algunos bienestaristas demandan una reforma porque creen que es aceptable que los humanos utilicen a los animales si lo hacen “humanitariamente”, otros porque creen que una reforma conducirá finalmente a la abolición.

He formulado dos argumentos básicos en contra de la posición bienestarista o reforma. El primero es que, como cuestión teórica, pasa por alto el aspecto moral esencial. Es siempre mejor causar menos dolor y sufrimiento que más, pero la cuestión real es si se justifica que los humanos impongamos algún sufrimiento por mínimo que sea a los animales incidentalmente en nuestro uso de ellos como propiedad. Los reformistas del S XIX proponían que era mejor que el propietario golpeara al esclavo cuatro veces a la semana que cinco. Los abolicionistas, por su parte, que todos los seres humanos tenían al menos el derecho a no ser propiedad de otro; que ser una propiedad significaba que un humano no tenía valor excepto el concedido como esclavo por el propietario. La posición abolicionista sostenía que de cualquier manera estaba mal golpear a los esclavos porque la institución de la esclavitud era en si misma moralmente injustificable y no importaba cuán “humanitaria” se hiciera. El poner un cuarteto de cuerda en el camino a la cámara de gas -como hicieron los nazis durante el holocausto- podría hacer las cosas más humanas en cierto sentido, pero eso no cambia nada ¿no es así?

Mantengo que si los animales son por algo moralmente significativos, debemos abolir la institución de la propiedad animal. Debemos dejar de criar y poseer animales domésticos y de usar animales salvajes como medios para nuestros fines. Mi punto de vista es que debemos abolir la esclavitud animal y no pedir que se reforme una institución inherentemente inmoral.

La segunda razón por la que rechazo el bienestarismo es porque, en la práctica, la reforma bienestarista no funciona. Ha habido leyes para el bienestar animal durante cien años en la mayoría de los países occidentales que no han hecho gran cosa por reducir su sufrimiento, y ciertamente no han dado como resultado la abolición gradual de ninguna práctica. Este es un punto muy importante.

Los bienestaristas siempre están hablando de la necesidad de reducir el sufrimiento. ¿Pero de qué manera las reformas bienestaristas han reducido el sufrimiento de modo apreciable? Se ha citado recientemente en un periódico americano a Peter Singer diciendo que el acuerdo con McDonalds de dar a las gallinas en batería unos pocos centímetros más de espacio en las jaulas era el progreso más significativo para los animales desde que escribió Liberación Animal en 1975. Veinticinco años de reforma bienestarista y lo mejor que podemos ofrecer es una jaula en batería más grande. Quizá Peter lo encuentre impresionante; yo no. Encuentro que es una muy clara indicación de lo que he venido diciendo desde hace ahora una década: la reforma bienestarista es inútil. Los bienestaristas también hablan de reformas que conducirían a la abolición. Nuevamente, ¿dónde está la prueba? ¿En qué ejemplos ha conducido la regulación de la explotación a su abolición? Insisto, la reforma bienestarista no tienen nada que ofrecer.

En cuanto a por qué fracasa el bienestarismo, es algo complicado y ha sido el tema de un libro entero que he escrito: «Lluvia Sin Truenos - La ideología del movimiento animalista». Brevemente, la razón tiene que ver con la condición de propiedad de los animales. Si los animales son propiedad, entonces no tienen valor más allá del que sus propietarios acuerden para ellos. La reforma no funciona porque exige el forzar a los propietarios a valorar su propiedad de forma diferente y a incurrir en costes para respetar los intereses de esos animales. Nuestro sistema legal y político está basado en fuertes conceptos de derechos de la propiedad. Hay una gran resistencia a imponer los costes de cualquier reforma significativa a los propietarios de animales puesto que disminuiría el valor de esa propiedad animal. Generalmente hay controversia cuando se intenta regular el uso de cualquier propiedad, incluso para proteger intereses humanos; esa resistencia no hace más que intensificarse cuando la regulación se impone para proteger los intereses de la misma propiedad. A los dueños de propiedades no les gusta la regulación porque creen que como propietarios, son las partes más indicadas para juzgar el valor de su propiedad.

P. Seguramente la línea de demarcación es más fácil de ver en la teoría social que en un nivel práctico, ¿tendrías que discrepar de esto?

G.F: Tengo que decir que no estoy de acuerdo con la distinción teoría/práctica. Antes de emprender cualquier esfuerzo práctico, debe haber una teoría que informe a esa acción. En otras palabras, un movimiento social debe tener una teoría si va a haber cualquier acción. El problema no es si debemos estar preocupados con la teoría como opuesta a la acción; sino que la actual teoría no produce una acción útil. La teoría que informa al moderno movimiento por los animales es la posición bienestarista de Peter Singer, que mantiene que los defensores de los animales deben apoyar cualquier medida que “reduzca el sufrimiento”. Esta teoría ha tenido resultados prácticos desastrosos. Casi todos los cambios propuestos, como dar unos centímetros más de espacio a las gallinas en batería, o comer sólo terneras no estabuladas, pueden ser incluidos entre los que “reducen el sufrimiento”. La teoría de Singer permite a las multimillonarias organizaciones por el bienestar animal comparecer con muy moderadas campañas y así demandar que todos nos aliemos con ellas porque esto “reducirá el sufrimiento”.

La teoría de Singer en realidad anima a los explotadores a poner las cosas tan horribles como puedan a los animales pues precisamente así pueden ceder en una menudencia —y por esa razón “reducen el sufrimiento”— en respuesta a las moderadas campañas de las organizaciones bienestaristas.

Sugiero que necesitamos una nueva teoría para reemplazar la que tenemos y que, en la práctica, simplemente no vale. No soy poco realista. Reconozco que incluso si adoptamos una teoría abolicionista, la abolición no tendrá lugar inmediatamente. El cambio será necesariamente gradual. Mi opinión es que el fin explícito debe ser la abolición y que la abolición debe dar forma a ese cambio gradual.

En «Lluvia Sin Truenos» expliqué que la forma de actuación más importante para el cambio gradual es educar al público sobre la necesidad de la abolición más que el repetir las proposiciones bienestaristas. En EEUU, nunca ha habido una campaña educativa abolicionista continua emprendida por el movimiento; al movimiento americano siempre le ha desconcertado ser “radical”. No queremos desviarnos de la “corriente principal”. Nunca hemos aceptado que la “corriente principal” está contaminada y adoptar el desafío de encauzar esa corriente con un mensaje poderoso y radical sobre la necesidad de la abolición.

Consideremos qué hubiera pasado si el movimiento por los animales internacional habría tenido una campaña ininterrumpida y unificada promoviendo el veganismo. Imaginemos qué se podría haber hecho si una parte significativa de recursos del movimiento mundial se hubieran destinado a hacer a la gente consciente de por qué no deben comer productos animales en absoluto. Finalizados cinco años ciertamente no habríamos logrado el veganismo mundial, pero probablemente habríamos reducido considerablemente el consumo de productos animales, más que lo que se ha hecho con estas campañas de “come ternera roja”.

¿Y qué habríamos perdido si hubiéramos seguido esa ruta? Pues bien, Singer pretende que esos pocos centímetros de espacio en las jaulas es lo mejor que les puede pasar a los animales de granja en 25 años; ciertamente es discutible que el hacer tan pocos como 100 veganos en cinco años “reduciría el sufrimiento” más que los 5cm más de espacio en las jaulas en 25 años. Entiendo que una campaña vegana continuada y unificada requeriría que el movimiento estuviera de acuerdo en que el veganismo debería ser el principio determinante y que el hecho de que ni siquiera hay acuerdo en este punto puede ser el problema real. No estoy seguro de que muchos de los así llamados “animalistas” estén realmente a favor de la abolición —no si ello significa dejar de utilizar queso en las pizzas o leche en el café o pescado o huevos y carne “ecológicos”.

P. ¿Qué dirías de la acusación de que eres profesor de derecho y por consiguiente deberías tener tendencia a ver las cosas sólo desde el punto de vista del abogado?

G.F: No tengo absolutamente ninguna ilusión sobre la utilidad del sistema legal o de los abogados. Al contrario que muchos abogados animalistas, yo bajo ningún concepto creo que la condición de propiedad de los animales se corregirá ni siquiera cambiará significativamente por medio de la ley.

Los casos de negligencias veterinarias, casos de crueldad y casos presentados para intentar implantar varias disposiciones de proyectos regulatorios bienestaristas —como el Decreto del Bienestar Animal— son con mucho insignificantes en términos de reducir el sufrimiento, y no tienen absolutamente ningún efecto en la condición de propiedad de los animales —aunque tales casos han creado una pequeña industria en EE.UU para muchos abogados especializados en Derecho Animal.

La explotación de los no humanos no terminará sin que haya una revolución del espíritu humano y esto no ocurrirá sin que haya revolucionarios con visión de futuro que intenten cambiar el paradigma de la violencia patriarcal al que hemos llegado a acostumbrarnos y a tolerar.

El trabajo del abogado de los derechos animales no es cambiar el sistema como abogado, somos parte de un sistema que existe para proteger los intereses de la propiedad. Nuestro trabajo como abogados es cuidar de que los activistas sociales no tengan problemas en general y facilitar sus esfuerzos. Bajo mi punto de vista, un abogado de los derechos animales es un abogado criminal hoy, ayudando a los activistas acusados de desobediencia civil; administrativo al día siguiente, ayudando a obtener permisos para manifestaciones y constitucional al otro, ayudando a los estudiantes que no quieren la vivisección como parte de su trabajo del curso o a los presos que quieren alimentación vegana. Pero el abogado siempre sirve y protege al activista. Es el activista, y no el abogado como abogado, el que ayuda a cambiar el paradigma. La noción de abogado de los “derechos animales” como el que trabaja para que el sistema cambie la condición de propiedad de los animales por decisión de un tribunal de derecho común o la legislación o una enmienda constitucional, bajo mi punto de vista, es el colmo de la locura.

P. Hay muchos activistas por los animales, sin embargo, que tienen fe en el sistema legal como un vehículo para el cambio y para una especie de “justicia” para los animales. Este parece ser el camino que sigue el movimiento por los derechos de los animales.

G.F: Estoy de acuerdo contigo y creo que ese proceder es desafortunado. Muchos tienen demasiada fe en el sistema legal y no reconocen que solamente refleja la estructura económica de la sociedad, y que la ley refuerza la estructura de la propiedad existente. Este no es un mero asunto teórico, sino que muy acertadamente describe la realidad: que un sistema legal que existe para proteger la propiedad privada no va a ceder mucho ni muy fácilmente hacia una posición abiertamente antipropiedad. ¿No es esto obvio?

Los activistas por los animales creen —lo mismo que los niños en Papá Noel—que el sistema legal es una institución dedicada a algún concepto abstracto de “justicia”. No es así. La ley es una institución política que existe para servir a los intereses de hombres ricos y da nada o casi nada a todos los demás. Anna Charlton que es compañera mía así como una brillante abogada y educadora de los derechos animales, con frecuencia señala que el sistema legal nunca responderá de modo diferente a cuestiones relacionadas con animales a menos que y hasta que haya un cambio social significativo de manera que haya más gente que acepte la legitimidad de la abolición -el veganismo- en su vida cotidiana. Sólo entonces el sistema legal empezará a ser una herramienta útil para la lucha. Hay algunos abogados por aquí, tales como los que están aliados con el Animal Legal Defense Fund, que promueven la idea de que es la ley la que estará al frente del cambio social para los animales, pero toda esa gente se gana la vida utilizando la ley y no es probable que vaya a decir otra cosa, ¿no te parece?

P. ¿Dónde se encuadraría el veganismo?

G.F: El veganismo es la cuestión más simple e importante de este movimiento. Es el principio abolicionista implantado en la propia vida de cada uno. Cualquiera que mantenga que es un defensor de los “derechos animales”, pero no sea vegano es como para no tomarle en serio. Muchos defensores de los animales en EEUU critican mi opinión de que el veganismo debería ser el principio central del programa de los derechos animales. Declaran que es “elitista” mantener que hay unas bases morales, como el veganismo. Sin embargo eso es como decir que es “elitista” rechazar la violación como un principio básico de un movimiento de derechos de las mujeres. Quizá su reacción refleja la desafortunada realidad de que muchos de los así llamados defensores de los “derechos animales” no son vegetarianos ni mucho menos veganos. Está claro, sin embargo, que si los animales tienen alguna importancia moral- si no son meramente cosas- no podemos justificar utilizarlos para alimentarnos. Es más, el veganismo es la única meta verdaderamente abolicionista que todos podemos lograr- y lo podemos hacer inmediatamente, empezando con la siguiente comida. Es sencillamente inconsecuente mantener que se adopta una actitud que admite los derechos de los animales y no ser vegano.

P. Una debilidad de todas las ideologías incluyendo los derechos animales, hace necesario creer en soluciones de golpe, en remedios para todo, que se pueden traducir en última instancia en una pasividad debilitante cuando se hace frente a la realidad de la situación.

G.F: No me creo en absoluto ese argumento de la “pasividad”. El problema es que los activistas se han infantilizado y creen que no pueden hacer nada excepto a través de grandes grupos. El “activismo” en EEUU se ha convertido en firmar cheques para monstruos como la Humane Society of the US y PeTA, que se van pareciendo más y más cada día. Muchos “activistas” creen que las campañas de estas grandes organizaciones constituyen el “activismo”. Pero estás campañas son siempre bienestaristas y no hacen nada para ayudar a los animales o para desmantelar el paradigma de propiedad; estas campañas están pensadas como medios para recaudar fondos. ¿Cómo el promover el bienestarismo facilita la pasividad en algún sentido? Si estamos de acuerdo en que las campañas bienestaristas cambian poco si cambian algo, entonces estamos únicamente engañándonos a nosotros mismos al continuar apoyando tales medidas. El dedicarse a campañas bienestaristas no resuelve el problema de parálisis, sino que garantiza su perpetuación.

Otra vez diré que no creo en una solución “de golpe”. Sé que es imposible en la práctica. Lo que yo promuevo es un cambio gradual, pero que está predicado explícitamente con la abolición no con la regulación. El volvernos veganos es gradual -tiene lugar de uno en uno- pero es abolicionista. El educar a otros sobre la necesidad de la abolición es gradual —informamos a la gente de uno en uno— pero ese cambio gradual es un paso necesario hacia la justicia para los no humanos.

P. ¿Es exacto decir que en lo que insistes es en una revolución a través del sistema de valores completo, no sólo en conseguir que la ley cambie de modo que tenga en cuenta a algunos no humanos, como los grandes simios, a los que los humanos consideran “racionalmente” dignos de valor?

G.F: El argumento central de mi libro «Introducción a los Derechos Animales» es precisamente que la abolición del estado de propiedad de los animales se sigue de creencias morales que ya declaramos aceptar. Como explico en el libro, la mayoría de nosotros ya aceptamos que los animales tienen al menos algún valor moral por lo que estamos de acuerdo en que tenemos obligaciones morales con los animales y no podemos tenerlas con las rocas o las plantas. Pero si los animales tienen valor moral, entonces ya no está justificado que los tratemos como nuestra propiedad y esto conduce a una conclusión abolicionista; estoy entusiasmado con «Introducción a los Derechos Animales»  porque lleva al lector desde una posición que la mayoría de la gente puede admitir como punto de partida, y muestra como las ideas que ya aceptamos llevan a conclusiones más radicales de las que habíamos estado dispuestos a reconocer.

La teoría que articula «Introducción a los Derechos Animales» es muy diferente de la posición de Singer o de Regan. Mi teoría difiere de la de Singer en que él rechaza los derechos y mantiene que debemos tomar los intereses de los animales más seriamente, pero que no necesitamos abolir la explotación animal si los beneficios para los humanos justifican su continuación. Aunque Regan adopta la teoría de los derechos, limita los derechos a los mamíferos que han logrado un cierto nivel de funcionamiento cognitivo. Además, Regan en realidad nunca ha considerado su teoría de los derechos dirigida al problema de la condición de propiedad de los animales. Mi punto de vista concede el único derecho de no ser propiedad a todos los seres sintientes y no requiere ninguna otra característica cognitiva.

Aunque yo fui uno de los firmantes originales de la Declaración de Derechos de los Grandes Simios, y fui el primer teórico legal en pedir derechos por ley para los grandes simios, en el capítulo escrito por mí “Personalidad, Propiedad y Competencia Legal” del libro El Proyecto Gran Simio, en todo momento he dejado claro que aunque considero personas a los grandes simios, a los perros, ratones o peces también. Me preocupa mucho que los que sostienen que los grandes simios deben tener derechos, lo hagan porque son “como nosotros”. Esta posición sugiere que aquellos no humanos que no son “como nosotros” son de alguna manera “menos” animales. El problema es de jerarquía. No es acertado promover una nueva jerarquía —los humanos y los grandes simios sobre los demás animales— en lugar de humanos sobre los demás animales. Deshagámonos de las jerarquías por completo.

P. Pensar en los animales como “personas” facilitaría mucho las cosas para establecer una mejor relación entre humanos y no humanos, al terminar con esa mentalidad occidental de “nosotros contra ellos”. En «Introducción a los Derechos Animales» ¿defiendes también que a esas “personas” se les den derechos similares a los de los ciudadanos, es decir derechos básicos a tener su territorio, a la seguridad física y a que su espacio no sea transgredido por la intrusión o el abuso humanos?

G.F: No, defiendo que los animales deben tener un único derecho: el de no ser nuestra propiedad. En efecto, indico que una “persona” es cualquier ser al que se le concede ese único derecho y todos los seres sintientes deberían ser considerados como “personas”, o como poseedores de ese único derecho de no ser propiedad. Si aceptamos que los animales lo tienen, deberíamos estar a favor de abolir la explotación animal pues nuestro uso de los animales para la alimentación, experimentos, probar productos, entretenimiento y vestido asume que los animales no son nada más que propiedad. Si aceptamos que los animales tienen ese único derecho, deberíamos parar por completo de traer animales domésticos a la existencia. No estoy interesado en si la vaca debe poder hacer un juicio contra el granjero, sino en por qué tenemos que tener una vaca.

P. Hay mucha gente que se contenta con trabajar, por poner un ejemplo, para que se adopten prácticas de matadero humanitarias. ¿Verías esto, entonces, como una degeneración del criterio del defensor de los derechos animales?

G.F: Sí, y por tres razones. La primera, no pienso que semejantes regulaciones hagan mucho por reducir el sufrimiento. Como otros y yo hemos indicado, las leyes de “muerte humanitaria” son muy difíciles de hacer cumplir, y las realidades económicas de la industria cárnica militan en contra de una minuciosa auto-implantación de estas normas. Y dado los millones de animales que se matan todos los días, sería imposible de vigilar para un gobierno. 

Segunda, creo que tales leyes en realidad aumentarían el sufrimiento total de los animales porque hacen al público en general sentirse mejor al comer carne —o con cualquier otro uso de los animales que se haya regulado para volverlo “humanitario”. Esta es la “trampa” del bienestar animal; hasta el punto de que las medidas bienestaristas hacen a la gente aceptar de mejor grado la explotación animal, en ese caso la explotación animal aumenta por lo que el sufrimiento total de los animales aumenta, no disminuye.

Tercera, creo que hacer la matanza más “humanitaria” no debería ser el objetivo del movimiento por los derechos animales. Siempre habrá bienestaristas que promoverán cadenas más largas para los esclavos. Creo que el movimiento por los Derechos Animales debería estar trabajando por la abolición de la esclavitud animal.

P. Tu trabajo establece que mientras los animales sean sólo considerados por su valor de propiedad, cualquier bien que salga de esto siempre se relacionará con un fundamento malo en origen, es decir, bienestarista ¿por qué?

G.F: Si lo que estás preguntando es si pienso que la condición de propiedad de los animales es la razón por la que el bienestar animal es un solemne fracaso, la respuesta es “sí”. El bienestar animal —en ambos sentidos, como teoría moral y como principio legal— requiere en parte que “se haga un balance” de los intereses humanos y animales para determinar si un uso o tratamiento particular de los animales es “necesario”. Si el interés humano pesa más que el animal, ese uso o tratamiento se considera necesario, moral y legalmente justificable. Si el interés animal pesa más que el humano, entonces se considera “innecesario”, inmoral y legalmente injustificable.

Como primeramente examiné en mi libro de 1995, «Animals, Property and the Law"» el problema es que como consecuencia de que los animales son propiedad, de lo que realmente hacemos el balance es del interés de los propietarios contra el de su propiedad y esto es absurdo. No tiene sentido; la propiedad tiene sólo el valor que le conceda su dueño. Esta es precisamente la causa de por qué las leyes que supuestamente regularon la esclavitud por motivo de la raza en EEUU fallaron completamente en la protección de los intereses de los esclavos; sencillamente no era posible el hacer un balance entre los intereses de los esclavos y los de sus propietarios. El esclavo era una parte de la propiedad, una cosa de las que poseía el propietario, y sólo tenía el valor que su dueño le asignaba. De forma similar, puesto que los animales son propiedad, ellos, también son meramente cosas que poseemos, y sólo tienen el valor que se acuerde para ellos. Es una cuestión de lógica, no podemos hacer un balance entre sus intereses y los nuestros, al igual que no lo podríamos hacer con nuestros coches o relojes.

P. Creo que tienes razón al decir que hoy mucha gente envuelta en el movimiento por los derechos de los animales piensa que mandar un cheque o pagar su anualidad de socio es ser parte del movimiento. Es fácil manipular a la gente para que deje la responsabilidad personal a los “expertos”. Esto a su vez inculca un fuerte sentido de impotencia en la gente mientras alimenta en ellos ilusiones de elección y poder individual ¿Cuál sería, entonces tu consejo para los activistas por los animales?

G.F: En primer lugar, yo aconsejaría a todos los defensores de los animales poner en práctica lo que deberían todos estar predicando: un veganismo absoluto e intransigente en su propia vida. Me desalienta mucho el encontrarme con personas a favor de los derechos animales con “estilo propio” que me dicen que no pueden dejar los helados o el queso o el pescado o el pollo o el cuero. En efecto, muchos de los así llamados “dirigentes” del movimiento animal de América no son veganos y algunos ni siquiera vegetarianos. Eso es inaceptable.

En segundo lugar aconsejaría dejar de mandar dinero a las grandes organizaciones corporativas animalistas. Debemos afrontarlo: el moderno “movimiento animal” es más un negocio que un movimiento social. Como dice el abogado a favor de los derechos animales Lee Hill, es mejor llamarlo “la industria de los derechos animales”. La mayoría de las grandes organizaciones nacionales e internacionales están corrompidas por completo. Sus “dirigentes” son empresarios que reciben enormes salarios. En EEUU muchos de los así llamados “dirigentes” de la “industria” tienen salarios de más de 100.000$. Y esto no incluye cuentas de gastos y otros ingresos extraordinarios. Había un destacado “dirigente” en EEUU que se jactaba de no tener salario, pero lo que no dijo al público era que su organización le pagaba más de 200.000$ al año para sus “gastos personales”.

Tercero, animaría a los defensores de los animales a entender un principio fundamental: el cambio radical no puede ser impuesto por grandes organizaciones corporativas. Un cambio significativo y en profundidad sólo puede venir del trabajo local. Mejor que centrar la atención en fomentar grandes corporaciones nacionales e internacionales, debemos concentrar nuestra labor y recursos financieros para efectos locales. Unos deberían educar a otros sobre la necesidad de un cambio.

P. Henry Spira dijo que las negociaciones constructivas son más productivas que enfrentamientos continuos. ¿Cómo responderías a esto?

G.F: Conocí bien a Henry Spira, pero la realidad es que su teoría de la “negociación constructiva” es sinónimo de venderse a los explotadores. Terminó siendo portavoz para la industria cosmética y atacó a los que demandaban el final de toda experimentación. En sus últimos años, junto con Singer, defendió “negociaciones constructivas” con la industria cárnica para conseguir reformas “humanitarias”.

Aunque Henry ha muerto, le habría hecho feliz el saber que las “negociaciones constructivas” con los explotadores se han convertido en la norma. En 1996, cuando escribí «Lluvia Sin Truenos», cité a Ingrid Newkirk de PeTA criticando a Spira por hacer negociaciones con la industria cosmética. Y ahora en el 2001 Newkirk y PeTA están haciendo negociaciones con McDonalds. Como probablemente sabes, PeTA —con el apoyo de Singer— ha retirado su boicot a McDonalds después de que el mayor explotador de animales y del medio ambiente prometiera dar a las gallinas unos pocos centímetros más de espacio en las jaulas. El elogio que PeTA y Singer hicieron de McDonalds me temo que hará mucho por aumentar el sufrimiento animal porque el público en general se sentirá mejor comiendo en McDonalds dado que ahora se identifica con destacados defensores de los animales y como una empresa que toma el bienestar animal muy en serio. McDonalds ganará incluso más dinero y venderá incluso más productos animales. Alguien puede llamar a esto “negociaciones constructivas” con grandes empresas explotadoras de animales, pero normalmente significa que serán “constructivas” sólo para la empresa de turno y los que se venden, como Henry Spira o PeTA. Nunca es constructiva para los animales.

P. Has hablado de nuestra “esquizofrenia moral” con relación a los animales. ¿Podrías describir aquí tus reflexiones sobre el tema?

G.F: Con “esquizofrenia moral” quiero describir un fenómeno que existe a nivel personal y social. El nivel personal lo ilustra el hecho de que muchos de nosotros vivimos con perros, gatos y otros animales. Los consideramos miembros de la familia. Sin embargo a la hora de cenar clavamos los tenedores en otros animales que no son diferentes de los que declaramos miembros de la familia. Este comportamiento resulta extraño cuando se piensa sobre él.

La manifestación social de la esquizofrenia moral la ilustra el hecho de que casi todos nosotros estaríamos de acuerdo con la afirmación de que es moralmente malo imponer “sufrimiento innecesario” a los animales. Aunque podamos discrepar de lo que significa “sufrimiento necesario”, debemos estar de acuerdo en que está mal imponer sufrimientos a los animales para la diversión, placer o conveniencia humanos. Después de todo, una norma que dice que está mal imponer sufrimientos a los animales a no ser que lo encontremos placentero y divertido sería una norma bastante sin sentido. El problema es que el 99,9% de nuestro uso de los animales no se puede justificar con ninguna otra razón más que la diversión y conveniencia humanas.

Estamos en el 2001; nadie sostiene que necesitamos comer carne para llevar un estilo de vida óptimo para la salud. En efecto, un número que va en aumento de médicos mantienen que el comer carne y productos lácteos va en detrimento de la salud humana. Y la ganadería es un desastre ecológico. Se necesitan entre 3 y 6 kg de proteína vegetal para producir 1/2 kg de proteína animal y hacen falta alrededor de 100 veces más agua para producir 1/2 kg de proteína animal que de trigo. La mejor justificación para comer carne y productos lácteos es que saben bien. La mejor justificación para los rodeos, circos, zoos, la caza etc. es el entretenimiento.

Resumiendo, la cultura occidental declara tomarse los intereses de los animales en serio, y todos declaramos aceptar el principio de que imponer sufrimientos “innecesarios” está mal, pero en realidad les imponemos sufrimientos y la muerte en situaciones que no se puede decir que supongan “necesidad” de ninguna clase. A esto es a lo que llamo “esquizofrenia moral”.


P. ¿Cuál es tu opinión sobre la relación entre los vivisectores y el movimiento por los animales de hoy? Dentro del contexto de tus teorías, ¿cómo puede esa relación evolucionar o cambiar?

G.F: De muchas maneras, hoy hay una relación mucho más estrecha entre el “movimiento” y los vivisectores porque el primero se ha vuelto mucho más bienestarista y ya no pide la abolición de estas prácticas. Por ejemplo, hace unos cuantos meses, el “movimiento” animalista americano unió sus fuerzas a Jane Goodall —la cual, de paso, se ha convertido en portavoz a sueldo de una empresa americana de productos lácteos, Stoneyfield Dairies— para presionar por la aprobación del Decreto sobre la Mejora de la Salud, Mantenimiento y Protección de los Chimpancés. Este decreto creará un “santuario” para los chimpancés dirigido federalmente, pero hay una trampa: los chimpancés se pueden utilizar para investigaciones adicionales si el gobierno decide que es necesario hacerlo. Esta ley terrible fue apoyada por todos los principales grupos excepto Friends of Animals. De modo que si yo fuera un vivisector —especialmente en Estados Unidos— diría que la relación ha mejorado. Después de todo, los vivisectores tienen de su parte a Jane Goodall, PeTA e incluso grupos “antivivisección” como la National Antivivisection Society.

Por lo que respecta al futuro, creo que estamos en la antesala de nuevos horrores para los animales como la ingeniería genética, la clonación y otras tecnologías que prometen grandes beneficios a las empresas. Desafortunadamente el “movimiento” no está preparado para el desafío.

P. ¿Qué opinas sobre las motivaciones de los investigadores médicos

G.F: No pretendo saber lo que pasa por la mente de los demás, me interesa conseguir que la gente deje de oprimir a otros: ya sean “los otros” animales, mujeres, gente de otro color u otra educación o cualquiera que sea. Por lo que a mí se refiere no son el vivisector, el peletero o el carnicero el problema. El problema es una sociedad patriarcal que trata a los animales —o a las mujeres o la gente de color— como medios para fines de los hombres. La vivisección no existiría si un número suficiente de personas rechazara la idea de que es aceptable utilizar animales como medios para nuestros fines. Los peleteros no existirían si no hubiera demanda de pieles; no son ellos los que crean la demanda, ellos simplemente satisfacen una demanda que ya está creada por una sociedad patriarcal que encuentra atrayente, y apropiado, que las mujeres se vistan con pieles de animales. Los carniceros existen porque la mayoría piensa que el placer que se deriva de comer carne justifica la ganadería.

Al centrarnos en el explotador individual, algunas veces perdemos de vista el hecho de que la explotación animal es sólo un síntoma de un problema social mayor. El problema no son realmente “ellos”, sino una sociedad que trata a los animales como propiedad.

P. ¿Podrías proporcionar algunos consejos básicos que darían forma a tu visión de lo que debería fomentar el movimiento por los derechos animales?

G.F: Espero que mis libros y artículos hayan proporcionado algunos consejos, pero recientemente me pidieron unos defensores de los animales que articulara una serie de principios que se pudieran utilizar como un breve manual sobre lo que considero realmente los fundamentos morales del movimiento por los derechos animales. Son estos:
1. La posición de los derechos animales mantiene que todos los seres sintientes, humanos o no humanos, tienen un derecho: el derecho básico a no ser tratados como la propiedad de otros. 
2. Nuestro reconocimiento de este único derecho básico significa que debemos abolir, y no meramente regular, la explotación animal institucionalizada porque asume que los animales son propiedad de los humanos. 
3. Igual que rechazamos el racismo, sexismo etc, rechazamos el especismo. La especie de un ser sintiente no es más razón para negarle la protección de este derecho básico que lo es la raza, sexo, edad u orientación sexual para negar la pertenencia a la comunidad moral a otros humanos. 
4. Reconocemos que la condición de propiedad de los no-humanos no se erradicará de la noche a la mañana, pero apoyaremos sólo aquellas campañas y posturas que explícitamente fomenten el programa abolicionista. No apoyaremos posiciones que demanden una supuestamente “mejor” regulación de la explotación animal. 
5. Reconocemos el principio de no violencia como el principio que dirige el movimiento por los derechos animales.

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