29 de julio de 2013

¿Son más importantes los chimpancés, delfines y elefantes?



Algunos defensores de los animales tienden a asociar el estatus de persona no humana a animales como los chimpancés, delfines y elefantes, que muestran una capacidad cognitiva más sofisticada, es decir, semejante a la de los humanos. En mi opinión, podría decirse que ésta es una visión completamente arbitraria cuando queremos determinar a quién podemos tratar como un recurso reemplazable. La capacidad cognitiva puede ser relevante en algunos casos, pero no en éste.

Tomemos un ejemplo humano: Mary es una historiadora de gran talento; Joe sufre graves discapacidades mentales. ¿Es relevante la diferencia entre la capacidad cognitiva de cada uno? La respuesta es que sí, cuando queremos determinar a quién contratar como profesor de historia, pero no cuando queremos decidir a quién utilizar como donante forzoso de órganos o como sujeto forzoso en experimentos biomédicos. No deberíamos utilizar ni a Mary ni a Joe para estos fines.

El factor relevante a nivel moral es la sintiencia, la conciencia subjetiva. Y la mayoría de los animales a los que explotamos de forma rutinaria todos los días: las vacas, los cerdos, las gallinas, y los peces, son seres sintientes. Si estos animales tienen valor moral, no podemos justificar el utilizarlos como recursos. A cierto nivel, ya reconocemos este hecho. Por ejemplo, a la mayoría de nosotros nos molestó el caso de las peleas de Michael Vick porque creemos que está mal hacer sufrir a los demás animales innecesariamente, y lo que hizo Michael Vick sólo tenía el fin de proporcionar placer y entretenimiento. Lo que hizo no puede considerarse como “necesario” en ningún caso.

Pero la mayoría de nosotros consumimos animales y productos animales, lo que implica causar terribles sufrimientos y una muerte violenta, incluso en las circunstancias más “compasivas”. ¿Cómo podemos justificar causar todo este sufrimiento y muerte? No necesitamos comer productos animales para estar sanos. Y la ganadería animal es un desastre ecológico. El mejor argumento que se nos ocurre es que saben bien. Nada más. En cierto modo, y esto es muy importante, todos somos Michael Vick.

En un ensayo que escribí en 2005 para The New Scientist, comenté que la idea de que otros animales merecen ser considerados como personas no humanas porque son “especiales” y se parecen más a nosotros —como los chimpancés, los delfines, los elefantes— está muy extendida entre aquellos que defienden que sólo algunos animales, los “superiores”, importan a nivel moral, y que no pasa nada por seguir comiendo animales “inferiores”.

Esta forma de pensar sobre la ética animal se asemeja a decir que las personas que tienen un color de piel más claro importan más que los que tiene la piel más oscura. Se parecen más a nosotros, y en este caso, “nosotros” se refiere a la noción racista según la cual ser blanco es mejor.

Decir que los animales que importan más a nivel moral son los que se parecen a nosotros no sirve más que para reforzar el especismo, y no lo refuta en ningún sentido. A nivel moral, una gallina tiene tanto valor como un elefante.

Ha llegado el momento de replantearnos la ética animal de una manera más fundamental.


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