Cualquiera que alguna vez haya hecho defensa de los animales ha tenido la experiencia de explicar racionalmente porqué la explotación animal no puede ser moralmente justificada, sólo para escucharle decir, a la persona con quien está hablando, algo así como: “sí, es interesante, pero lo que pasa es que no pienso que esté mal comer productos animales,” o “pienso que estás siendo perfectamente lógico pero yo justo adoro el helado y el queso y voy a seguir comiéndolos.”
¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo la gente puede rechazar los argumentos lógicos y racionales?
La respuesta es simple: la lógica y la racionalidad son cruciales para el análisis moral. Pero no pueden contar la historia completa respecto del razonamiento moral. Es más complicado que los silogismos lógicos. El razonamiento moral –acerca de los animales o de cualquier otra cosa– requiere algo más que lógica. Ese algo más involucra dos conceptos estrechamente relacionados pero conceptualmente diferentes: preocupación moral e impulso moral, el cual precede a nuestro compromiso en el plano racional o lógico.
Poniendo esto en el contexto de la ética animal: para aceptar un argumento que conduzca a la conclusión de que todos los seres sintientes son miembros completos de la comunidad moral y que nosotros deberíamos abolir, y no regular, la explotación de los animales, ustedes deben preocuparse moralmente por los animales. No necesariamente tienen que “gustarles” los animales o tienen que “amarlos.” No tienen que tener una casa llena de animales rescatados o ni siquiera tener un solo animal rescatado. Pero tienen que aceptar que al menos algunos animales son miembros de la comunidad moral; que ellos son personas morales no humanas hacia quienes tenemos obligaciones morales directas.
Y tienen que querer actuar moralmente respecto de los animales; tienen que tener el impulso moral con respecto de ellos. Tienen que sentir sus creencias morales, en el sentido de que ustedes quieran hacer lo correcto por los animales. Si así es, la lógica y la racionalidad pueden ser usadas para hacer argumentos convincentes en el sentido de que todos los seres sintientes tienen ese estatus moral y que ninguna explotación animal puede ser justificada moralmente.
Pero si a ustedes los animales no les preocupan moralmente, y si no quieren hacer lo correcto respecto de ellos, entonces todos los argumentos del mundo no harán mucha diferencia. Si ustedes no piensan que les debemos algo a los animales, no estarán muy interesados en los argumentos acerca de los animales para los que tenemos obligaciones morales directas, o lo que esas obligaciones nos exigen hacer a nosotros.
Lógica y racionalidad: necesaria pero no suficiente
En mi libro Introducción a los Derechos Animales hago una serie de argumentos basados en la lógica y la racionalidad. El siguiente es sólo uno de ellos:
1. La imposición de sufrimiento a cualquier ser sintiente requiere de una justificación moral adecuada, y el placer, el entretenimiento, o la conveniencia no pueden ser suficientes para justificar la imposición de sufrimiento a cualquier ser sintiente.
2. La explotación animal más “humanitaria” implica un sufrimiento considerable impuesto a seres sintientes.
3. En términos generales, nuestra mayor (y única) justificación para comer productos animales es el placer, el entretenimiento, o la conveniencia.
4. Por tanto: no podemos justificar moralmente comer productos animales.
Todo esto es muy lógico. Pero el argumento no está yendo hacia ningún lado si ustedes no aceptan la primera premisa y quieren actuar de acuerdo a ella. Si no aceptan que tienen alguna obligación de justificar de manera significativa el daño que les imponen a los animales, no podemos ni siquiera empezar a hablar acerca de ética animal. La lógica y la racionalidad pueden ayudarnos a indagar lo que les debemos a las personas morales no humanas, pero la lógica y la racionalidad son inútiles ante alguien que simplemente no se preocupa moralmente por los animales y que rechaza la idea de que se requiere alguna justificación para infligirles daño.
La ciencia es también inútil en cuanto se trata de la primera premisa. No hay modo alguno de probar “científicamente” que tenemos una obligación de justificar la imposición de daño a un ser sintiente. Como cualquier estudiante de primer año de filosofía sabe, no pueden derivar un “debe” de un “es.”
Entonces, ¿por qué deberíamos aceptar la primera premisa?
Sostengo que el primer principio es una verdad autoevidente. Todos los seres sintientes importan moralmente y antes de afectar adversamente los intereses de cualquier ser sintiente estoy obligado a justificar mi acción. Cuando aquí uso el término “verdad”, lo digo en el mismo sentido que quiero decir cuando digo que la taza en mi escritorio es roja. La afirmación. “La taza es roja” expresa una proposición verdadera. La taza en mi escritorio es roja. De manera similar, la afirmación, “Necesitamos tener una justificación moralmente suficiente para imponer sufrimiento sobre cualquier ser sintiente” expresa una proposición de verdad que refleja nuestra intuición moral de que el sufrimiento es malo.
La proposición expresada en la afirmación, “Y una justificación suficiente debe excluir el placer, el entretenimiento, o la conveniencia,” la cual podría también ser una premisa separada, es también una verdad autoevidente, porque si una justificación suficiente pudiera abarcar tales razones, entonces nada estaría excluido por el principio. Piensen acerca de esto: decir “necesitamos una justificación suficiente para dañar a un niño pero está bien infligir daño a un niño por ninguna otra razón excepto que queremos hacerlo”, haría que el principio que requiere la justificación del daño se tornara completamente sin sentido.
Si alguien me pidiera que probara la primera premisa con un experimento científico o de algún otro modo que satisficiera a un empirista estricto, no podría hacerlo. ¿Pero y qué? Eso no significa que las proposiciones expresadas en la primera premisa no sean verdad. ¿Podría alguien negar la verdad de la primera premisa? Seguro que sí. Pero alguien podría también negar la verdad de la proposición respecto de mi taza roja. Podemos ser escépticos cuando se trata de principios morales, pero podemos ser escépticos respecto de cualquier cosa. ¿Quién sabe si la taza es roja? Puedo estar alucinando. Puedo no existir en el modo que pienso que lo hago. Puedo no ser más que un cerebro en un frasco, estimulado por electrodos para tener la experiencia de ver una taza roja que no existe en absoluto.
No pienso que hay algo controvertido en decir que la primera premisa es una verdad autoevidente. Yo propondría que la mayoría de la gente, cuando se le pide que piense en ello, estaría de acuerdo con el estatus de verdad autoevidente de la primera premisa. Verdaderamente, el tema de Introducción a los Derechos Animales es que nosotros sí afirmamos concordar con la primera premisa, pero fracasamos al pensar racionalmente acerca de lo que las normas morales significan. Es decir, el problema no es que no podemos probar la primera premisa racionalmente; el problema es que, aunque afirmamos aceptar la verdad moral del principio, o bien no tenemos el impulso moral de querer seguir adelante con lo que decimos que creemos —y, como explico abajo, pienso que es otra forma de decir que no tenemos realmente preocupación moral— o no pensamos racionalmente acerca de lo que ese principio requiere de nosotros en términos de acción práctica.
Simon el Sádico y Michael Vick
En Introducción a los Derechos Animales, presenté el personaje de Simon el Sádico, quien sentía placer quemando perros con un soplete. Todos consideraríamos tal conducta como monstruosa. La cuestión de Simon como un personaje era demostrar que la conducta de Simon viola el principio que todos aceptamos: que imponer sufrimiento a un ser sintiente requiere una justificación moral adecuada y que el placer de Simon no constituye una justificación moral adecuada. El resto del libro argumenta que nuestra aceptación del principio moral requirió que nosotros consideremos a todos los seres sintientes, no sólo a los perros, como miembros de la comunidad moral, y que nosotros abolimos toda explotación animal.
Más recientemente, elaboré las mismas cuestiones en el contexto de casos reales de dañar animales, tales como el asunto que involucraba a Michael Vick. La reacción a las peleas de perros de Vick fue ubicua; todos lo condenaron. Y la reacción hacia Vick no sólo fue crítica; las personas estaban moralmente indignadas por su conducta. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: violó un principio moral que la abrumadora mayoría de nosotros acepta; que vemos como la representación de una verdad moral. Y dada la aceptación de ese principio, la lógica y la racionalidad requieren que nosotros también veamos que no podemos distinguir lo que Vick hizo de lo que cualquiera hace cuando impone sufrimiento a cualquier animal por ninguna otra razón que el placer, el entretenimiento o la conveniencia. Este entendimiento requiere que seamos veganos y que busquemos abolir todo el uso de los animales.
Si ustedes observan que la primera premisa es verdad en lo que respecta a los perros y si ustedes quieren actuar moralmente respecto de esos animales, ninguna de las cuales son temas de lógica o racionalidad, entonces, el razonamiento analógico puede usarse para demostrar que no hay ninguna diferencia relevante moralmente entre los perros que consideran como miembros de la comunidad moral, y todos los otros seres sintientes no humanos. Es una cuestión de lógica sólo después de que hay una aceptación de que los animales, o al menos algunos animales, importan moralmente. Podemos usar la lógica y la racionalidad para demostrar que la reforma bienestarista y, verdaderamente, cualquier cosa por debajo de la abolición, fracasará en saldar nuestra obligación moral hacia los no humanos, dada su significancia moral.
Pero si no aceptamos que los animales tienen significancia moral, entonces los argumentos respecto de si deberíamos usar animales, o cómo deberíamos tratarlos, sea que se basen en la teoría de los derechos, el utilitarismo, la ética de la virtud o cualquier otra, no tendrá ningún sentido.
Como argumento en Introducción a los Derechos Animales la idea de igual valor inherente no es en ningún modo misteriosa o metafísica. Es una noción lógica que se refiere a los requerimientos mínimos para ser miembro de la comunidad moral, y requiere que otorguemos a los animales el derecho moral de no ser tratados como cosas. Este es otro modo de decir que requiere que nosotros abolamos la esclavitud animal. Pero si nosotros no aceptamos, en primer lugar, que los animales pertenecen a la comunidad moral, o si no nos preocupamos respecto de actuar moralmente, la idea de que los animales tienen igual valor inherente no va a ser de mucha utilidad.
Todos nosotros rechazamos la esclavitud humana porque reconocemos que coloca a quienes son esclavizados completamente por fuera de la comunidad moral; los reduce a cosas. Dado que aceptamos como una cuestión de intuición moral que todos los humanos deberíamos estar incluidos en la comunidad moral, que ellos deberían ser considerados como personas morales y no como cosas, entonces, cualquier otra cuestión que esto requiera, requiere que nosotros abolamos la esclavitud. De manera similar, si nosotros vemos a los animales como seres que tienen valor moral, entonces, cualquier otra cuestión que eso requiera, requiere que nosotros abolamos el estatus de propiedad, como cosas, y que los tratemos como personas morales. Y eso requiere que nosotros dejemos de consumirlos. Punto.
Pero si nosotros no vemos a los animales como seres con valor moral –y eso es una cuestión que no podemos “probar” en algún modo “objetivo” o “científico”– entonces los argumentos lógicos respecto de que los animales deberían ser considerados como personas morales y lo que exige la personidad moral no tendrán sentido.
¿Cuál es la fuente de la preocupación moral?
¿Qué pasa si alguien no acepta la primera premisa? ¿Qué si alguien simplemente no ve a los animales como miembros de la comunidad moral? ¿Podemos probar que están equivocados? Por supuesto que no.
Cambiar el comportamiento moral requiere algún componente afectivo. Para ser abiertos al análisis lógico del tema de los animales, tienen que ver a los animales como miembros de la comunidad moral y tienen que querer actuar sobre este entendimiento. Eso no es una cuestión de lógica y racionalidad. Ustedes tienen que sentir que lo que Simon el Sadista le está haciendo a los perros está mal; que lo que Michael Vick le hizo a sus perros estaba mal.
Una manera similar de pensar respecto de las preocupaciones morales es la que ofrece el profesor Gary Steiner, quien discute el concepto de parentesco con los no humanos en su libro Animals and the Moral Community: Mental Life, Moral Status, and Kinship. Steiner argumenta que necesitamos algún concepto de parentesco o sentido de conexión entre humanos y no humanos, como un preludio para pensar seriamente respecto de la ética animal.
Concuerdo con Steiner en que pienso que la mayoría de nosotros tienen una predisposición hacia un sentido de parentesco con los animales. Sólo necesita ser despertado; necesitamos volvernos conscientes del mismo. Esta toma de conciencia puede ser provocada por muchas cosas, solas o en combinación con otras:
Puede venir de nuestra relación con un compañero animal.
Puede venir de una percepción de la interconectividad de la vida, o de alguna norma tal como la “regla de oro.” Esto puede tener o no una dimensión espiritual.
Puede venir de adoptar el principio de no violencia como una verdad moral fundamental. De nuevo, esto puede tener o no una dimensión espiritual.
Puede venir de una perspectiva religiosa, tal como la que tenía San Francisco de Asís.
Puede venir de visitar un matadero.
Puede venir de leer literatura o poesía.
Puede venir de alguna experiencia estética.
En suma, hay muchas ocasiones para tomar consciencia de nuestra preocupación moral. Pero tanto si la llamamos preocupación moral o parentesco, es imperativo entender que esto debe incluir un impulso moral de querer seguir adelante y actuar de modos que reconozcan y respeten el valor moral de los animales o que actualicen nuestro parentesco con ellos.
Una vez que tenemos preocupación moral o sentido de parentesco que incluye el impulso moral y queremos hacer lo correcto por los animales, entonces tiene sentido hablar respecto de usar la lógica y la racionalidad para discutir las conclusiones particulares respecto de la esfera de la clase de personas no humanas —en mi opinión, todos los seres sintientes— y lo que su estatus como seres morales requiere de nosotros —en mi opinión, la abolición del uso de todos los animales. Hasta que no tengamos esta preocupación moral y el impulso de querer actuar de una manera que reconozca el estatus moral de los animales, la lógica y la racionalidad van a caer en oídos sordos.
Defensa abolicionista
Si alguien acepta la primera premisa —y por favor recuerden que, en este ensayo, sólo estoy hablando de uno de los muchos argumentos que elaboré en mi trabajo— entonces podemos argumentar, lógica y racionalmente, que ellos deberían dejar de comer, usar o consumir de cualquier forma todos los productos animales y hacerse vegano. Ellos deberían apoyar la abolición, y no la regulación, de la explotación animal.
Pero cuando nos dedicamos a esta clase de actividad educacional, generalmente no estamos usando el argumento lógico y racional para conseguir que la persona vea que su preocupación moral respecto de los animales, apropiadamente entendida, requiere que ella llegue a ciertas conclusiones —veganismo y abolición— en vez de a otras conclusiones: consumo “compasivo”, productos animales “felices”, regulación bienestarista, trazar líneas entre carne y lácteos o entre peces y vacas, etc.
¿Es posible que alguien diga, “Me preocupo por los animales y estoy de acuerdo con tu análisis lógico pero me gustan tanto los productos animales que no voy a dejar de comerlos”? Seguro. Pero esa clase de situación generalmente no es una que involucre una falla del análisis lógico o racional. Más bien, la persona que hace tal afirmación, muy probablemente no considera a los animales en cuanto a su significancia moral, independientemente de lo que diga. Hay una falta de preocupación moral.
Por ejemplo, hay personas que fetichizan a los perros y gatos. Ellas no piensan realmente en estos animales como miembros de la comunidad moral. Más bien, tienen alguna reacción estética o posiblemente obsesiva hacia ellos, lo cual no es verdaderamente diferente de la clase de reacciones que las personas pueden tener hacia los autos o la ropa u otras cosas. Todos hemos encontrado gente excéntrica que está obsesionada con los perros y tienen una casa llena de ellos, pero que comen toda clase de otros animales y que ni siquiera participan en la cuestión de la ética animal. Preocuparse por los animales en un sentido moral no es una cuestión de “gustar” de ellos o pensar que son “lindos.” Es una cuestión de visión moral; de ver a los animales como seres con significancia moral y preocuparse acerca de esa percepción.
Por otro lado, podemos decir que tales personas tienen una preocupación moral pero que les falta impulso moral. En mi opinión, tener realmente preocupación moral es tener un impulso moral. La mejor guía de lo que una persona cree moralmente es lo que esa persona hace. Así que, aunque esa preocupación moral y ese impulso moral puedan ser separados para el propósito de la explicación, considero que la preocupación moral, en ausencia de impulso moral, es en realidad una ausencia de preocupación moral.
Por supuesto, hay situaciones en las que alguien cree que algunos animales tienen valor moral pero no aceptan el argumento analógico de que todos los seres sintientes son miembros plenos de la comunidad moral.
Por ejemplo, algunos defensores de animales como Peter Singer, consideran a todos los seres sintientes como miembros de la comunidad moral pero consideran que son miembros plenos de la comunidad moral sólo aquellos con cognición parecida a la humana y, en particular, con un sentido de autoconsciencia parecido al humano. Singer rechaza mi argumento de que todos los seres sintientes están situados de manera similar en cuanto a que todos los seres sintientes valoran la continuación de su propia existencia, incluso si no todos piensan acerca de su existencia de la misma manera en que lo hacen los humanos “normales.”
También hay situaciones en las cuales alguien cree que los animales tienen valor moral pero rechazan el argumento de que la abolición es la única respuesta racional para reconocer que los animales importan moralmente.
Virtualmente todo el “movimiento” animalista, como está representado por las grandes organizaciones neobienestaristas, está en desacuerdo conmigo acerca de los problemas estructurales con la reforma de bienestar animal y la necesidad de una base abolicionista vegana. Afirman que la reforma bienestarista hará las cosas mejores para los animales ahora y conducirá a buenas consecuencias para los animales en el futuro. No estoy de acuerdo.
Hay situaciones en las que las personas afirman que consideran a los animales como miembros de la comunidad moral pero también afirman que nosotros podemos aplicar un marco para analizar nuestras obligaciones morales hacia los animales que es diferente del que usamos con respecto de los humanos.
Por ejemplo, algunos han argumentado que no deberíamos hablar de derechos animales o de normas de aplicación general y que, en vez de eso, deberíamos guiarnos por una “ética del cuidado” que tenga en cuenta todos los detalles de una situación. Pero esas personas nunca aplicarían una ética del cuidado a los temas fundamentales que involucran a los humanos. Por ejemplo, ningún defensor de la ética del cuidado argumentaría que la moralidad de la violación es dependiente de si esa conducta fue llevada a cabo con “cuidado” en una situación determinada. La violación es siempre mala porque viola un derecho a la integridad corporal. De manera similar, donde los intereses animales fundamentales están involucrados, debemos usar un análisis similar y no podemos decir que el “cuidado” es suficiente o ignoraremos un aspecto esencial del análisis moral: el requisito de tratar casos similares de manera similar.
En todos estos casos, necesitamos centrarnos en lo que la lógica y la racionalidad nos dicen, dado que todos concordamos en que los animales importan moralmente y queremos hacer lo que es correcto; queremos conocer cuáles son nuestras obligaciones morales. La lógica y la racionalidad son una parte importante de la identificación de las obligaciones morales precisamente porque consideramos a los animales como miembros de la comunidad moral y tenemos el impulso moral de hacer lo que es correcto con respecto de los animales no humanos.
Pero el punto importante para el presente propósito sigue siendo que, en todos los casos, la fuente de esa preocupación o del impulso moral es irrelevante.
Si alguien se preocupa por los animales como seres morales, no importa si su impulso moral fue provocado como resultado de su relación con un compañero animal, leyendo acerca de San Francisco, leyendo una novela como Black Beauty o un poema, tal como Inscription on the Monument of a Newfoundland Dog, de Byron, creyendo en el principio de la no violencia, o la regla dorada, o la interconectividad de la vida, o como resultado de su repulsión estética a la intimidación.
Lo que importa es que esa persona tiene la preocupación moral y el deseo de actuar de acuerdo con ella. Lo que importa es que ella ve la verdad moral de la primera premisa al menos con respecto a algunos animales. Lo que importa es que ella acepta como una verdad moral que, al menos algunos animales, son miembros de la comunidad moral; que ellos importan moralmente. Lo que importa es que ella percibe la necesidad de actuar en concordancia con su preocupación. Es entonces, y sólo entonces —cuando ella quiere hacer lo correcto con respecto a los animales que ella piensa que importan moralmente— que podemos usar la lógica y la racionalidad para demostrar que su preocupación moral debería extenderse a todos los animales, y que esto requiere que abolamos, y no que regulemos, el uso de los animales. Requiere que esa persona deje de participar en la explotación de los animales. Ella puede no aceptar, o aceptar inmediatamente, los argumentos por la igualdad, la abolición y el veganismo, pero ella realmente ni siquiera los entenderá en ausencia de una preocupación moral en relación a los animales.
La idea de que la preocupación moral o un sentido de parentesco o como quieran llamarlo, no puede llegar como resultado de sus puntos de vista religiosos o espirituales es tan tonto como decir que la preocupación moral no puede despertarse como resultado de una relación con un compañero animal, sin ninguna participación de la religión o la tradición espiritual. La religión y las tradiciones espirituales son un problema en este sentido sólo cuando ellas limitan la preocupación moral y disminuyen la clase de aquellos que nos importan moralmente; sólo cuando limitan un sentido de parentesco; sólo cuando estimulan la violencia en vez de la no violencia. Y no vamos a pretender que los marcos seculares no pueden, de igual manera, limitar la preocupación moral. Pueden. Y son igualmente objetables.
Sinceramente, no me importa si una persona considera a los no-humanos como miembros de su comunidad moral por sus opiniones religiosas o espirituales o por sus opiniones ateas o por sus opiniones agnósticas o cualquier otro encuadre.
No me importa si la fuente de la preocupación moral por los animales de una persona es la lectura del Sermón de la Montaña y se inspiró al pensar que Jesús se estaba refiriendo a todos los seres, o si la preocupación y la inspiración viene de la lectura de la poesía de Byron, que era ateo, o, como en mi caso, al visitar un matadero y llegar a entender, en un nivel fundamental, que el principio de la no-violencia no tiene sentido si no incluye a todos los seres sintientes. Fue entonces cuando entendí las implicancias de la intuición moral de que el sufrimiento es malo; que el sufrimiento y la muerte siempre necesitan ser justificados por una razón contundente.
En términos generales, no estoy diciendo que deberíamos usar la fuente de nuestra preocupación moral para argumentar por los derechos animales. Eso no tendría sentido. Si la fuente de la preocupación moral por los animales de alguien es que ella leyó Black Beauty cuando era una niña, no estoy diciendo que deberíamos promover la lectura de Black Beauty como un medio de defender los derechos de los animales. Verdaderamente, está lleno de personas que leyeron Black Beauty cuando eran niños y que no se hicieron veganos. Pero ese libro —o cualquiera de los incontables otros libros o experiencias— puede haber desencadenado el impulso moral en alguien, haciéndolo receptivo a los argumentos racionales que podemos hacer como abolicionistas para conseguir que esa persona vea a todos los seres sintientes como miembros de la comunidad moral y al veganismo como la única respuesta coherente, dada su preocupación moral. Pero si ella no tiene ninguna preocupación moral en primer lugar, no será receptiva a esos argumentos.
Mientras haya preocupación e impulso moral para querer hacer lo correcto por los animales, podemos usar la racionalidad para demostrar por qué esta preocupación moral debería extenderse a todos los animales y porqué la abolición y el veganismo son las respuestas lógicamente apropiadas para el sentido reconocimiento, cualquiera sea su fuente, de que los animales son miembros de la comunidad moral.
Pero en ausencia de querer hacer lo correcto, no tiene sentido discutir lo que la lógica identifica como lo correcto para hacer.