1 de julio de 2002

Entrevista a Gary Francione por Friends of Animals



Friends of Animals [FoA]: ¿Mantienes que la posición de los Derechos Animales significa que los animales deben tener todos los mismos derechos que los humanos?

Gary Francione [GF]: No. Yo argumento que todos los seres sintientes deben tener un derecho: el derecho a no ser tratados como propiedad —el derecho a no ser tratado exclusivamente como un medio para fines humanos. En mi libro Introducción a los Derechos Animales sostengo que si no acordamos este derecho para los animales entonces, a pesar de lo mucho que digamos que nos tomamos en serio los intereses de los animales, estaremos tratando a los animales nada más que como propiedades. Esto es lo que está sucediendo actualmente: decimos que nos tomamos en serio los intereses de los animales pero en realidad nuestra sociedad trata a los animales de manera muy similar a como trata otras formas de propiedad. Sin embargo, si acordamos reconocer a los animales el derecho a no ser tratados como propiedad, estaremos obligados a abolir, y no meramente regular, la explotación de los animales, puesto que nuestro uso de los animales para alimentos, experimentos, entretenimiento y vestimenta parte de asumir que los animales no son más que propiedades. Si aceptamos que los animales tienen un derecho a no ser tratados como propiedad, deberíamos detener completamente la práctica de criar animales domésticos.
 
No estoy interesado en que una vaca deba tener el derecho a iniciar un pleito contra un ganadero sino que estoy interesado en saber por qué está la vaca ahí en primer lugar.

FoA: ¿Cuál es tu visión sobre el actual movimiento de Derechos Animales en Estados Unido

GF: No hay ningún movimiento de Derechos Animales en Estados Unidos. Sólo hay un movimiento de bienestar animal que busca promover una explotación 'humanitaria' de los animales. Para conseguir derechos a los animales, es esencial comprender el argumento básico legal y filosófico sobre la abolición. Lógicamente no es posible reformar el sistema que explota los animales; debemos abolir su explotación. La posición abolicionista sostiene que la institución de la propiedad animal es moralmente injustificable, de la misma manera que lo es la institución de la propiedad humana que denominamos esclavitud.

Algunos que promueven la reforma bienestarista mantienen que es aceptable que los humanos utilicen a los animales si lo hacen 'humanitariamente'. Otros buscan las reformas de bienestar animal porque creen que las reformas eventualmente conducirán a la abolición. Me posicion en contra de estas nociones por dos razones.

Primero; como cuestión teórica, la reforma ignora la cuestión principal. Claro que por supuesto es mejor causar menos sufrimiento que más sufrimiento pero la cuestión real es por qué los humanos se creen justificados para imponer algún sufrimiento a los animales por el hecho de usarlos como recursos. Los reformistas del siglo XIX declaraban que era mejor para un esclavo que su propietarios le golpeara cuatro veces a la semana que cinco veces. Los abolicionistas argumentaban que todos los seres humanos deben tener al menos el derecho a no ser propiedades de otros; puesto que ser propiedad significa que un humano no tiene valor excepto el que le atribuye su dueño. La posición abolicionista sostenía que está mal golpear a los esclavos porque la institución de la esclavitud en sí misma era moralmente injustificable sin importar en cual modo supuestamente 'humanitario' fuera llevada a cabo. Si hubieran puesto una orquesta de música en las cámaras de gas durante el Holocausto esto habría hecho que fuera una actividad más 'humanitaria' en algún modo pero ¿fijarse en esto acaso no nos distrae del punto fundamental?

Si los animales son moralmente significativos entonces debemos abolir la institución de la propiedad animal. Debemos detener la crianza y posesión de animales domésticos así como utilizar animales silvestres para nuestros fines. Mi posición es que debemos abolir la esclavitud animal y no buscar la reforma de una institución que es inherentemente inmoral.

La segunda razón para mi rechazo al bienestarismo es que, como cuestión práctica, no funciona. Hemos tenido leyes bienestaristas en la mayoría de países occidentales desde hace doscientos años hasta ahora, y han logrado apenas nada en reducir el sufrimiento animal y ciertamente no han conducido a una abolición gradual de ninguna práctica.

Peter Singer fue recientemente citado diciendo que el acuerdo con McDonald´s para dotar de una poco más de espacio a las gallinas en sus jaulas era la reforma más significativa por los animales de granja desde que escribió Liberación Animal. 25 años de reformas bienestaristas y lo mejor que podemos ofrecer es una jaula más grande. Quizás Peter encuentre esto impresionante pero yo no. Es una clara indicación de lo que he estado diciendo durante una década: la reforma bienestarista es inútil.

Acerca de por qué el bienestarismo fracasa he tratado en mi libro de 1996 «Lluvia Sin Tuenos: La Ideología del Movimiento de Derechos Animales». En resumen, la razón se debe al estatus de propiedad de los animales. Si los animales son propiedad entonces no tienen ningún valor más allá del que decidan sus propietarios. La reforma no funciona porque pretende forzar a los propietarios a valorar su propiedad de una manera diferente y respetar los intereses de los animales supone un sobrecoste añadido. Nuestro sistema político y legal está basado en un fuerte concepto del derecho de propiedad. Es por esto que hay una resistencia a imponer los costos de la reforma sobre los propietarios cuando esos costos devaluarán significativamente el valor de la propiedad animal más allá de lo que el propietario puede soportar.

FoA: Es una teoría muy lógica. ¿Pero qué cómo se aplicarían tus ideas en la práctica al nivel del activismo de base?

Gary Francione: Antes de poner en práctica ninguna iniciativa, debe haber una teoría que guíe la acción. Un movimiento social debe tener una teoría que si pretende actuar de alguna forma. Por desgracia, actualmente la posición bienestarista de Peter Singer es la que está guiando al movimiento. Esta posición considera que los activistas deben apoyar cualquier media que "reduzca el sufrimiento". Es una teoría que ha tenido efectos prácticos desastrosos. Casi cualquier cambio propuesto, ya sea ampliar un poco las jaulas, o no comer ternera, puede ser presentando como una reducción del sufrimiento. La teoría de Singer permite que las grandes organizaciones bienestaristas multimillonarias promuevan esas campañas moderadas y proclamen que todos las apoyemos porque estamos en el mismo barco y eso "reducirá el sufrimiento". Bajo la teoría de Singer los explotadores están motivados a tratar a los animales de las formas más horribles para así poder dejar espacio a "reducir el sufrimiento" y de ese modo tolerar pequeñas concesiones a los activistas. Eso es precisamente lo que los explotadores están haciendo, con McDonalds proclamando "mejoras" como un ejemplo perfecto del asunto. El movimiento animalista acepta todo esto porque Singer ha declarado que que cambios insignificantes "reducirán el sufrimiento".

Lo que yo sugiero es que necesitamos una nueva teoría que reemplace la que tenemos ahora. No soy poco realista. Reconozco que incluso si adoptamos una teoría abolicionista, la abolición no sucederá inmediatamente. El cambio será necesariamente progresivo. Pero opino que el objetivo explícito debe ser la abolición y que la abolición debe conformar el cambio progresivo.

Por otra parte, puedo decirte que lo que no es realista es pretender que las industrias que utilizan animales para obtener beneficios se controlen a sí mismas. A menudo he señalado que las leyes de "sacrificio humanitario" son difíciles de aplicar, y que la realidad económica del negocio va en contra de que la industria se preocupe por vigilar que se aplican. Más aún, estas leyes podrían más bien incrementar el sufrimiento, porque consiguen que la gente se sienta mejor con del hecho de consumir carne o con cualquier otro uso regulado de animales. Es la trampa 22* del bienestar animal.

[Nota del traductor: *Trampa 22 es una expresión anglosajona [Catch 22] derivada de una novela con dicho título, que presenta una situación problemática que es imposible de resolver desde dentro de su propia dinámica porque incurre intrínsecamente en un razonamiento circular o círculo vicioso].

Siempre habrá bienestaristas que promuevan cadenas más largas para los esclavos y dirán que eso es un cambio progresivo. En Lluvia Sin Truenos, he argumentado que la forma más importante de cambio progresivo es educar a la gente acerca de la necesidad de la abolición. El problema es que el movimiento animalista ha estado siempre preocupado por ser "radical". No queremos perder la atención de los grandes medios informativos. El problema es que los grandes medios informativos están corrompidos y deberíamos mantenernos lejos de ellos.

Para quienes proclaman que los abolicionistas no disponen de una campaña práctica para llevar a cabo ahora mismo, puedo replicarles que la verdad es todo lo contrario. Pensemos en lo que sucedería si el movimiento animalista internacional organizara una campaña promoviendo una dieta sin productos de origen animal. Imaginemos que podría suceder si una porción significativa de recursos fuera canalizada en concienciar a la gente sobre por qué no deben consumir productos de origen animal. Al cabo de cinco años ciertamente no habríamos conseguido un mundo vegano pero probablemente habríamos reducido el consumo global de productos de origen animal considerablemente más que lo que lo han hecho las campañas en contra del consumo de ternera.

¿Qué perderíamos si seguimos este camino? Peter Singer afirma que un aumento de dos centímetros de espacio en las jaulas es lo que mejor que podemos ofrecer a los animales en 25 años. Presumiblemente, conseguir 100 nuevos veganos en cincos años habría reducido el sufrimiento mucho más que eso.

¿Cuándo empezaremos? Entiendo, por supuesto, que mucha gente en posiciones de liderazgo no es vegano. Por tanto encuentran dificultoso asumir un movimiento animalista en la que una dieta completamente vegetal es un axioma. Sin embargo, el veganismo es el asunto más importante del movimiento. El veganismo es el principio abolicionista aplicado a la propia vida. Cualquiera que mantenga que es un "defensor de los derechos animales" pero no es vegano no puede ser tomado en serio.

FoA: ¿Eso no excluiría a mucha gente bienintencionada?

Gary Francione: Muchos activistas afirman que es "elitista" mantener que hay bases morales como el veganismo. Pero eso es como decir que es "elitista" decir que las feministas deben rechazar la violación. 


Many advocates do claim that it is “elitist” to maintain that there are moral baselines, such as veganism. But that is like saying that it is “elitist” to say feminists must reject rape. It is simply inconsistent to maintain that you accept an animal rights position but continue to consume animals. Many advocates seem to think that veganism is optional and that it is only the “vegan police” who insist on veganism. That is no different from saying, in the context of advocacy for children’s rights, that those who condemn all pedophilia are “pedophilia police.” If a children’s rights advocate is not a member of the “pedophilia police,” she isn’t an advocate for children’s rights.

FoA: Are there further impediments to getting the movement off the ground?

Gary Francione: The animal rights position holds that institutional exploitation ought to be abolished and not merely regulated. But the various groups and institutions who involve themselves in animal advocacy are aware that the abolitionist perspective might offend some donors. Because of this, the position of many groups is defined solely by the donor dollars.

FoA: And if they do not work to abolish animal ownership, we inevitably get a doomed welfare platform?

Gary Francione: Exactly right. And animal welfare — both as a moral theory and as a legal principle — requires in part that we balance human interests against nonhuman interests to determine whether a particular animal use or treatment is “necessary.” If the human interest outweighs the nonhuman interest, the use or treatment is considered “necessary” and morally or legally justifiable. If the animal interest outweighs the human interest, then the use is considered “unnecessary” and morally and legally unjustifiable.

As my 1995 book Animals, Property, and the Law explains, the problem is that because animals are property, what we really balance is the interest of property owners against their property. And that is absurd. It makes no sense to talk about the interests of property which has only the value accorded to it by its owner. That is precisely why the laws that purported to regulate race-based slavery in the U.S. completely failed to protect the interests of slaves. It was simply not possible to balance the interests of a slave against those of a slave owner. The slave was a piece of property, a thing that was owned. As a matter of logic, we cannot balance nonhuman’ interests against ours, any more than we can balance our interests against those of our cars or wristwatches.

FoA: You are a law professor. What do you say to those who maintain that your views are specific to someone trained by the legal profession?

Gary Francione: I have no illusions about the usefulness of the legal system. Veterinary malpractice cases, cruelty cases, and cases brought under the Animal Welfare Act are pretty much meaningless in terms of reducing suffering, and have absolutely no effect on the property status of animals. But they have created job security for lawyers. Anna Charlton, who has taught the animal rights law course with me at Rutgers University for over a decade, often points out that the legal system will never respond differently to animal issues unless and until there is a significant shift in prevailing social consensus about animal exploitation. For the most part, the law reflects social attitudes and does not form them. This is particularly true when the behavior in question is deeply embedded in the cultural fabric, as our exploitation of animals undoubtedly is. As long as most people think that it’s fine to eat animals, use them in experiments, or use them for entertainment purposes, the law is not likely to be a particularly useful tool to help animals. If, for example, Congress or a state legislature abolished factory farming, that would drive the cost of meat up and there would be a social revolt! There are some lawyers, such as those involved with the Animal Legal Defense Fund, who promote the notion that law will be at the forefront of social change for animals. But these people make a living from practicing law and they are not likely to say otherwise, are they?

Nonhumans will continue to be exploited until there is a revolution of the human spirit, and that will not happen without visionaries trying to change the paradigm that has become accustomed to and tolerant of patriarchal violence. At this moment, the job of the animal rights lawyer is not to be the primary force for change within the system. As lawyers, we are part of the system that exists to protect property interests. William Kunstler, although the most prominent civil rights lawyer of the 20th century, nevertheless once said to me that I should never think that the lawyer is the “star” of the show. Our job as lawyers is to keep social activists out of harm’s way. In my view, a useful “animal rights” lawyer is a criminal lawyer one day, helping activists who are charged with civil disobedience; an administrative lawyer the next day, helping activists obtain permits for demonstrations; and a constitutional lawyer the next day, helping students who do not want to vivisect as part of their course work, or helping prisoners who want vegan food. But the lawyer always serves and protects the activist. It is the activist who helps to change the paradigm. Without committed clients who reflect a growing social consensus, lawyers are useless.

Inasmuch as I maintain the necessity of revolution, let me make clear what I mean. I am absolutely and unequivocally opposed to any sort of violence directed toward humans or nonhuman. I am firmly committed to the principle of non-violence. The revolution I seek is one from the heart: I try to get people — especially other men — to question and reject violence. I am interested in overthrowing patriarchy and the idea that some beings — whether white, rich males or white males or humans generally —have greater worth than other beings.

FoA: What about the work being done on the subject of ape personhood issues: wouldn’t this be one example of movement within the system that moves us along toward a society that is serious about equality?

Gary Francione: There are at least two serious problems with the ape personhood campaign. First, the campaign reinforces the notion that some animals are better than others because they are more “like us.” That is, instead of having humans at the top and all nonhuman on the bottom, we “allow” a few animals that are “like us” to come on over to “our” side. That leaves the vast majority of the “other” animals still on the bottom and without even a hope of moving “up” because they lack human-like characteristics that make “special” those animals given admission into the preferred category. In other words, the campaign for ape personhood threatens to substitute one hierarchy for another, and I am concerned that we eradicate the notion of hierarchy altogether.

Second, the “ape personhood” campaign is not only theoretically unsound, but has terrible practical consequences for animals. There is now an entire cottage industry of cognitive ethologists, inspired by Jane Goodall, who are urging that we must do more experiments in order to show how “like us” various apes are. I recently attended a conference at which various researchers were talking about the various experiments that they are presently doing and that should be done in the future to determine exactly how much “like us” apes are. How much more “research” will be necessary? How “like us” do these animals have to be before they get “promoted” in this hierarchy? I think that the “ape personhood” campaign has more to do with generating grants for researchers and certain “apes rights” lawyers than it has to do with animal liberation. Instead of insisting on liberation of animals from human constructs, a great deal of attention has focused on the idea, for example, of Koko the gorilla giving live chats on America Online. There is unprecedented interest in people who discuss intergenerational studies of language or some other form of cognition. Enough is enough. The focus ought to be a respect for their home environments, not circus-like parading of apes who have been carefully trained to act the way humans do. Does the fact that this is done under a scientific gloss make this any less of a circus? Does the fact that this is done in a courtroom by a bunch of lawyers make it any less of a circus? These antics show a lack of sensitivity about the past four decades of grotesque mistreatment endured by apes in human-created settings. We already know that the other apes have complex lives and share a notably similar genetic build. So why do we keep imposing human communication tests, self-recognition tests, and numerous human social interactions on them?

FoA: But weren’t you a contributor to The Great Ape Project?

Gary Francione: Yes. In 1993, I wrote an essay entitled “Personhood, Property, and Legal Competence” which was included in The Great Ape Project and I was one of the original signatories of the Declaration on the Rights of Great Apes. I was the first legal theorist to propose a theory of legal personhood for the great apes. But I was very careful in my 1993 essay to make the point that although the great apes were very similar to humans, that similarity was sufficient for their being legal persons but was not necessary. That is, I argued that the only characteristic that is required for personhood is sentience. If a nonhuman can feel pain, then we have a moral obligation not to treat that nonhuman exclusively as a means to our ends. If that being has other interests, then we ought to respect those interests as well, but a theory of rights should not be connected to this additional set of interests beyond sentience. To put the matter another way: just because a cow does not have the same cognitive characteristics as does a chimpanzee does mean that it is OK to eat cow any more than the fact that the cow may have different characteristics from a fish mean that it is OK to eat the fish. This is a central point in my newest book, Introduction to Animal Rights: sentience is the only characteristic that is necessary to have the right not to be treated as a thing or as property. Jane Goodall is currently urging that African people eat goats instead of chimpanzees. Why? Because chimpanzees are more “like us” than are goats? This makes no sense to me and Goodall’s position is the antithesis of the animal rights view.

FoA: For other animals, what are the implications of this shift in focus (from sentience to knowledge)?

Gary Francione: We find animal advocates singing the praises of mathematically gifted parrots, perceptive rescue dogs, and other animals with impressive talents — particularly those whose intelligence can somehow be put to our use.

FoA: So we need to do away with seeing-eye dogs?

Gary Francione: If we are serious about animal rights, we have a responsibility to stop bringing them into existence for our purposes. We would stop bringing all domestic animals into existence for human purposes.

FoA: We have discussed, in previous issues, your views on the law known as the CHIMP Act. Tragically, your warnings were not heeded. And, as you had predicted, a law that further entrenches the property status of nonhuman apes has passed. What does this portend?

Gary Francione: This terrible law was supported by PeTA, the National Antivivisection Society, the American Antivivisection Society, and prominent board members of the New England Antivivisection Society. Such support was a clear signal to the scientists that they may proceed with their business of psychological and biomedical research, and that they may do so unhindered — even supported — by groups who have spoken out in the past against such things. We now see that the vivisectors can get PeTA, the “antivivisection” groups, and Jane Goodall on their side. What does this portend for the future? It is fairly clear that the use of animals in experiments may proceed without any serious critique from the animal movement; indeed, the animal movement is actually decreasing its opposition to vivisection.

FoA: We had better wake up the movement quickly then. You mentioned Peter Singer and PeTA as not promoting the idea of abolishing property status. But both seem central to the public idea of what animal rights people do. Can they be considered responsible for the advocacy movement’s ineffective position?

Gary Francione: Ironically, Singer and PeTA together have eviscerated the animal rights movement in the United States. PeTA president Ingrid Newkirk has informed us that Peter Singer is an intellectual who looks at all nuances of an issue. Newkirk was defending an essay called “Heavy Petting,” in which Singer had something nice to say about the idea of having sex with calves — sex with baby cows. I quote: “They have penises and vaginas, as we do, and the fact that the vagina of a calf can be sexually satisfying to a man shows how similar these organs are.” Now, I can appreciate a good nuance now and then, but I draw the line at baby cows.

And then we’ve got PeTA bringing Playboy models to Capitol Hill, to attract the attention of legislators. PeTA trivializes activism just as Peter Singer trivializes the theory of animal rights. Combined, these people have managed to turn a serious idea into a peep show.

I think some of these leaders need to take some time off to learn how to respect human personhood before they continue their campaigns. Instead of thinking about intellectual nuances, PeTA ought to pay attention to the rather obvious fact that to link animal rights with Playboy’s philosophy sends a profoundly disturbing message. If animal rights can make room for pornography, what kind of social movement is that? Some critics have said that the animal rights movement is corroded by the attitudes of people who do not like other human beings. It’s time to consider this criticism seriously. Fundamentally there is no difference between the idea of treating other human beings respectfully and treating other animals respectfully. Our campaigns must think in holistic terms.

I would encourage animals advocates to understand a fundamental principle: radical change — change at the very roots — cannot be imposed by large corporations or by the charities who court them. And be careful too of “experts.” When we identify a particular person or group, rather than an idea, as the central focus of the movement, we give a great deal of authority to that person who can then do a great deal of damage to the movement. An example of this phenomenon is Singer himself. Advocates have allowed — even encouraged and facilitated — his putting himself forward as the definitive spokesperson for “animal rights.” Anyone who has read Animal Liberation with care knows that Peter Singer does not endorse rights for animals or humans. He has consistently maintained that it is morally acceptable to eat animals and use them in other ways (as long as we take seriously their interest in not suffering). He also regards it as acceptable to kill disabled human infants and to use humans as unconsenting subjects in biomedical research in some circumstances. Recently, Singer condoned some acts of sex between humans and nonhumans. The movement has set Singer up as some type of deity. To disagree with Singer’s views is interpreted by many as an act of disloyalty to the cause of animal rights. The result is that the movement is now saddled with a representative who praises McDonald’s, who espouses the view that humans with lives somehow considered as having lesser value can be sacrificed for the rest of us, and who announces that “mutually satisfying” sexual relationships may develop between humans and nonhuman animals.

FoA: You have spoken about “moral schizophrenia” in the human attitude toward other animals. What do you mean by this?

Gary Francione: Many of us live with dogs, cats, or other animals and regard them as family members. Yet we stick dinner forks into other animals who are no different from the ones we consider family members. This is odd behavior when you think about it. And on the broader social level, nearly everyone would agree that it is immoral to impose unnecessary suffering on animals — which, by any definition of the term, means that it can’t be right to impose suffering on them for human amusement, pleasure, or convenience. After all, a rule that says it is wrong to impose suffering on animals unless we find it pleasurable and amusing would sound silly. And yet, 99.9 percent of our use of other animals cannot be justified by any reason other than human amusement and convenience. It is 2002. No one maintains that we need to eat meat to lead an optimally healthy lifestyle. Indeed, an increasing number of health care professionals warn that eating meat and dairy is detrimental to human health. And animal agriculture is an ecological disaster. It takes between six and 12 pounds of plant protein to produce one pound of animal protein and it takes about 100 times more water to produce a pound of flesh than a pound of wheat. Our best justification for eating meat is that it tastes good. Our best justification for rodeos, circuses, zoos, hunting, and so forth is entertainment. In short, western culture claims to take animal interests seriously, and we all claim to eschew unnecessary suffering; yet we impose suffering and death on animals in situations that cannot be described as involving necessity of any sort. That is what I call “moral schizophrenia.”

FoA: Have you changed your views on theory or activism over the years?

Gary Francione: I have changed my viewpoint, yes. I started by supporting the welfarist approach. That is, when I first got into this, I believed that we should pursue improvements in the animals’ living conditions. I thought that the emphasis on their conditions would lead to the abolition of the use industries. Over the years it has become entirely clear to me that animal welfare leads us only to more animal welfare. If we were protesting the establishment of a concentration camp, would it be appropriate to ask for improvements to the camp? No, because at some level one is undoubtedly conveying the message that the camp is okay. The only appropriate thing to do in this circumstance is to get rid of the camp, because the idea of the camp is the fundamental problem. The issue is not how it goes about its business, but its very existence.

FoA: Many welfarists claim that your views are “divisive.” How do you respond?

Gary Francione: To disagree is not to be “divisive.” I disagree with the welfarists. I regard welfarism as ineffective and counterproductive. I think that the empirical evidence is absolutely clear that welfarism does not work. Despite all of the welfarist campaigns of the last century, we are using more animals now in more horrific ways than ever before in human history. But there is a deeper point here: There is no tradition of debate within the American animal movement. If one of the large groups announces some campaign, we are all expected to jump on board or be declared “traitors.” Peter Singer and Ingrid Newkirk recently complained that I attacked their views but that we were all “on the same side.” If there is one thing that of which I am certain, I am not “on the same side” as Peter and Ingrid. Our views are very different. Our goals are very different. We need more disagreement within the movement, not less. And we should not be afraid of being labeled as “divisive.” That is a label used by those who have nothing of substance to say in response to legitimate criticisms or observations.

FoA: Some people would say that your theory of animal rights is an all-or-nothing approach, and that it is unfair not to provide welfare improvements for the animals who are alive and suffering now. Given that it will take a long time before animal rights are acknowledged and established, is there any way we can help animals who are suffering today?

Gary Francione: Become a vegan and spend at least one hour of every day educating your family, friends, neighbors, and anyone else who will listen to you about the moral and environmental arguments in favor of veganism. I can guarantee you that at the end of a year, you will have done more to bring about abolitionist change—and to set the stage for more abolitionist change—than you will have done spending time on getting battery cages made larger or working for more “humane” slaughterhouses. If you want to participate in legislative campaigns, pursue campaigns that are abolitionist and not reformist. In Rain Without Thunder, I discussed criteria for identifying abolitionist campaigns. But I cannot emphasize enough that the most important step is to go vegan and to support vegan education programs. Welfarist campaigns may make us feel better, but they do nothing to alleviate animal suffering.

FoA: What do you think about Burger King’s new veggie burger?

Gary Francione: In the first place, the “veggie burger” is not “veggie” at all. The burger is cooked on the same grill as are the meat products, and the bun contains dairy products. But even if the “veggie burger” were vegan, it is my view that animal advocates have no business promoting outfits such as Burger King and McDonald’s. I’m not recommending that we sit on the sidelines and rattle on about rights theory all the time. As I have stated, I’m intensely supportive of vegan campaigns. I would, however, urge activists to carefully consider where and how to implement these campaigns. There are better ways to promote a vegan diet than advertising huge fast-food corporations, which are exploitative of animals and the environment on so many levels. We should be promoting vegan restaurants and shops; we should not be encouraging people to eat at Burger King. The fact that Burger King has a “veggie burger” (that isn’t even vegan) is no different from the fact that Burger King has salads. Should we all rush to Burger King because they have salads? Of course not. I have noticed in recent press that both Burger King and McDonalds are becoming to be viewed as allied with the “animal rights” movement. As far as I am concerned, corporations like that are not allied with any movement in which I have any interest.

FoA: Great advice. Would you have any more for us?

Gary Francione: I was recently asked by some animal advocates to write down a set of principles that might be used as shorthand for what I regard as the moral baselines of a real animal rights movement. I’m happy to share them with your readers.

The animal rights position maintains that all sentient beings, humans or nonhuman, have one right: the basic right not to be treated as the property of others.

Our recognition of the one basic right means that we must abolish, and not merely regulate, institutionalized animal exploitation — because it assumes that animals are the property of humans.

Just as we reject racism, sexism, ageism, and homophobia, we reject speciesism. The species of a sentient being is no more reason to deny the protection of this basic right than race, sex, age, or sexual orientation is a reason to deny membership in the human moral community to other humans.

We recognize that we will not abolish overnight the property status of nonhumans, but we will support only those campaigns and positions that explicitly promote the abolitionist agenda. We will not support positions that call for supposedly “improved” regulation of animal exploitation. We reject any campaign that promotes sexism, racism, homophobia or other forms of discrimination against humans.

We recognize that the most important step that any of us can take toward abolition is to adopt the vegan lifestyle and to educate others about veganism. Veganism is the principle of abolition applied to one’s personal life and the consumption of any meat, fowl, fish, or diary product, or the wearing or use of animal products, is inconsistent with the abolitionist perspective.

We recognize the principle of nonviolence as the guiding principle of the animal rights movement.

19 de julio de 2001

Derechos de los Animales y Bienestar Animal: Cinco Preguntas Frecuentes




19 julio de 2001

DERECHOS DE LOS ANIMALES Y BIENESTAR ANIMAL: CINCO PREGUNTAS FRECUENTES

En un correo reciente, Americanos por el Progreso Médico, una alianza pro-vivisección de lumbreras como Leon Hirsch de U.S. Surgical, Frederick King de Yerkes, Adrian Morrison de Penn y Edgar Brenner, quien defendió a Edward Taub distribuyeron una deplorable advertencia para “alertar” a los educadores sobre una “peligrosa” y “desencaminada” idea, el concepto de los derechos de los animales. De acuerdo con el AMP, “el concepto de los derechos de los animales va más allá de cuestiones legítimas de bienestar animal”.

En contraste con la posición de AMP, es común entre muchos de aquellos que están implicados en los esfuerzos de asegurar justicia para los animales de desmerecer la distinción entre bienestar animal y los derechos como alguna forma de distracción filosófica. En esta cuestión, creo que tenemos mucho que aprender de AMP, ellos reconocen, bastante correctamente, que la distinción entre derechos de los animales y bienestar animal es central en el debate sobre la naturaleza y dirección de los esfuerzos sociales para erradicar la explotación animal.

Nosotros también debemos estar preparados para enfrentarnos a esta distinción igualmente y reconocer que los derechos de los animales y el bienestar animal representan planteamientos muy diferentes. Hay una gran confusión sobre el debate de los derechos y el bienestar, y este ensayo es un intento de presentar una perspectiva que mejore esta situación.

Pregunta 1: ¿Puede explicarse de una forma sencilla la distinción entre los derechos de los animales y el bienestar animal?

Todas las teorías de bienestar animal aceptan que los animales tienen intereses, pero que esos intereses pueden ser sacrificados o ignorados mientras que haya algún resultado esperado que se considere que justifique ese sacrificio. La diferencia principal entre las teorías de bienestar es lo que cuenta como una justificación. Algunos bienestaristas ignorarán los intereses de los animales por el motivo del entretenimiento de los humanos o la ganancia económica; otros requieren beneficios más “serios”. Además, todas las teorías de bienestar insisten en que la explotación animal debe ser realizada “humanamente” y que los animales no deben ser sujetos a dolor “innecesario”.

El principio central y diferenciador compartido por los teóricos de derechos es que los animales (como los humanos) tienen intereses que no pueden ser sacrificados o ignorados simplemente porque resulte en unas buenas consecuencias. La postura de los derechos no mantiene que los derechos son absolutos. En cambio, los derechos deben ser limitados, y a menudo entran en conflicto. Por ejemplo, yo tengo interés en mi libertad, la cual está protegida por un derecho constitucional, pero ese derecho no es absoluto. Puedo perder mi libertad si, por ejemplo, cometo un crimen. No podemos, sin embargo, permitir que los derechos a la libertad sean revocados simplemente porque privar a una persona de su libertad pueda incrementar el bienestar social general.

Pregunta 2: ¿Qué diferencia marca la distinción entre los derechos de los animales y el bienestar animal en el mundo real?

Marca todas las diferencias del mundo. Nuestro sistema legal refleja actualmente un planteamiento bienestarista y claramente no funciona. La ley reconoce que los animales tienen intereses en ser tratados “humanamente” o en permanecer libres de sufrimiento “innecesario”. Estas leyes requieren que “valoremos” los intereses humanos contra los intereses de los animales, a pesar de tales leyes, tenemos el disparo al lechón, el marcado, castración sin anestesia, circos, rodeos, etc. Estos usos de animales son completamente “innecesario” e “inhumanos” y estos términos son usados en un lenguaje ordinario, pero están todos protegidos por la ley.

La razón para esta carencia de protección de los animales se encuentra en el estatus legal de los animales como propiedades de los seres humanos. Los animales pueden tener intereses, pero estos intereses pueden ser sacrificados o ignorados incluso cuando la razón principal para sacrificar ese interés es un “beneficio” completamente trivial en la forma de entretenimiento o placer humano. Ya que los animales son considerados como propiedades, casi siempre están el interés humano en explotar a esos animales.

Por ejemplo, la enmienda de 1985 al Acta Federal de Bienestar Animal, el cual creó comités de cuidado animales para asegurar el trato “humano” de los animales utilizados en experimentos biomédicos, reconoce muy explícitamente que los animales tienen intereses, pero permite su utilización para virtualmente cualquier propósito mientras que los experimentadores lo consideren “necesario”. El uso continuado de los animales en experimentos dolorosos indica que virtualmente cualquier interés animal bajo el Acta puede ser sobrepasado por cualquier interés humano, incluyendo la mera curiosidad del vivisector. Las leyes tales como el Acta de Bienestar Animal y el Acta Federal de Sacrificio Humanitario son generalmente inefectivas excepto para convencer a aquellas personas que creen que está bien explotar a los animales porque lo hacemos de forma consciente.

Pregunta 3: ¿No mejoraría la condición de los animales si simplemente le diésemos más valor a los intereses de los animales dentro del marco bienestarista existente?

Cualquier intento de sopesar los intereses humanos y animales a través del uso de leyes que prohíben el tratamiento “inhumano” o el sufrimiento “innecesario” será fútil incluso si le damos más valor a los intereses de los animales.

En nuestra sociedad, los derechos de propiedad están entre los derechos humanos más altamente valorados. La mayoría de conflictos humano/animal suceden precisamente porque un propietario humano busca explotar su propiedad animal. Incluso si incrementamos el peso de los intereses animales, los derechos de propiedad humanos no pueden ser revocados sin una justificación poderosa. Ningún interés animal parece que vaya a ser considerado como proveedor de esto mientras que los animales sean considerados como la propiedad de sus dueños. Ninguna forma de bienestar animal parece que vaya a tener éxito mientras que los intereses de los animales puedan ser sacrificados meramente por razones consecuencialistas y no hay prohibiciones absolutas de al menos algunas formas de explotación animal.

Dar más peso a los intereses animales en un trato “humano” puede sonar muy bien en principio, pero carece totalmente de sentido en el contexto del actual sistema.

Pregunta 4: ¿No requieren los derechos de los animales una actitud de “todo o nada” en la que la teoría de derechos no puede ofrecer una estrategia práctica cercana a la completa e inmediata abolición de la explotación animal?

No. Irónicamente, hay importantes oportunidades para movernos en una dirección de derechos incluso dentro de nuestro sistema legal actual.

Actualmente, las regulaciones de la explotación animal reconocen los intereses de los animales sólo mientras que faciliten el eficiente uso de los animales como es determinado por los dueños humanos de los no humanos. Por ejemplo, la protección ofrecida por las regulaciones de sacrificio “humano” para la mayoría no van más allá de proveer regulaciones que harán finalmente más barato la producción de carne reduciendo costosas heridas a los animales (cuya carne entonces no obtendría la aprobación de la USDA de acuerdo a sus regulaciones) y para los trabajadores, que son más propensos a resultar heridos por animales en pánico o sufriendo. Tales regulaciones, que requieren nada más que el trato “humano” de los animales, no reconocen ningún interés que no sea sujeto de ser sacrificado o ignorado a favor de los intereses del propietario humano.

Hay sin embargo, otros tipos de regulaciones que están más cerca de los derechos, y que pueden tener un efecto real sobre el sufrimiento animal y su muerte. Para ser efectivos, tales regulaciones deben tener tres rasgos:

La regulación debe prohibir y no meramente intentar regular la explotación a través de un estándar de un tratamiento “humano” o sufrimiento “innecesario”.

La regulación debe claramente reflejar el reconocimiento de un interés animal que no sea sujeto de ser sacrificado o ignorado meramente por razones consecuencialistas.

El interés reconocido y la prohibición deben ser consistentes con el estatus del animal como ser sintiente con un valor inherente y no como propiedad humana; esto es, la prohibición termina una forma particular de explotación y no sustituye meramente una forma de explotación diferente y supuestamente más “humana”.

Por ejemplo, si el congreso fuese a detener la subvención, y por tanto deteniendo efectivamente, el uso de todos los animales en experimentos de quemaduras, eso constituiría efectivamente una prohibición. Así de importante, sin embargo, es el reconocimiento de que la prohibición no es impuesta para facilitar un uso más eficiente de los animales; es impuesta en base al respeto por un interés animal que no puede ser sacrificado incluso si hubiese un interés humano en ello. Finalmente, el interés que es reconocido es consistente con el estatus de los animales como otra cosa que propiedad humana. La prohibición no “sustituye” por una forma de explotación supuestamente más “humana” en vez del experimento de quemadura. Aunque los animales continúan siendo usados para otros tipos de experimentos, esto no requiere ni prescribe la prohibición de los experimentos de quemaduras.

Este tercer rasgo distingue la prohibición de los experimentos de quemaduras de una “prohibición” de más de dos gallinas por jaula de batería. Esta última prohibición puede cumplir con los rasgos 1 y 2 en que aunque cierto exceso de población es “prohibido” paa reconocer y respetar un interés animal, la regulación no cumple el rasgo 2 porque es consistente con el estatus continuado de las gallinas como propiedad humana que puede ser explotada apropiadamente de una forma supuestamente más “humana”. Esta “prohibición” meramente sustituye una forma de explotación por otra, lo cual la hace diferente del ejemplo anterior sobre los experimentos de quemaduras.

Una prohibición basada en el respeto que satisfaga estos tres criterios sale del paradigma de los animales como propiedad y ofrece una medio medida sensible entre el continuo apoyo del bienestar animal o comenzando a cambiar el chip, pacíficamente y a través de medios legales, la moralidad, política y economía del edificio corrupto que apoya la explotación animal. Cuando se acompaña de llamadas claras e inequívocas por la abolición última, las prohibiciones basadas en el respeto pueden ser efectivas en reducir el sufrimiento animal y en desmantelar el mecanismo principal de opresión animal.

Pregunta 5: ¿No es la doctrina de los derechos de los animales “terrorista”?

De todas las distorsiones injustas de la verdad que ocupan sin fin los mensajes de los medios, esta caracterización es la más injusta. Los derechos de los animales se originó por la misma gente para quienes la Ahima o lo que ha sido llamado “carencia de daño dinámica” era un principio organizativo central para las relaciones sociales, políticas y religiosas.

Los derechos de los animales no es un movimiento de violencia o terrorismo. Es un movimiento de paz. Una de las ideas centrales que atrae a la mayoría de los defensores de los derechos de los animales (por ejemplo, la gente que rechaza el especismo y el estatus de propiedad de los animales por principios) es su rechazo de la violencia. Trabajar para alcanzar las prohibiciones basadas en el respeto en la ley es consistente con el rechazo de la violencia.

El intento de poner la etiqueta de “terrorista” al movimiento de derechos de los animales es parte del ataque organizado contra una visión más progresiva de la liberación animal, y para intimidar a la gente a aceptar el bienestarismo, una posición mucho más aceptable por las personas que se enriquecen de la explotación animal y que etiquetan a quienes rechazan el bienestarismo como “terroristas”.

Conclusión

El año pasado, la Industria Americana de la Carne ha adoptado la retórica del bienestar animal. Los vivisectores han apoyado explícitamente el bienestar animal y han rechazado explícitamente los derechos de los animales durante hace ya seis años. Cuando los mayores explotadores de animales reconocen que hay diferencias importantes entre los derechos de los animales y el bienestar animal, eso nos dice algo. Cuando explícitamente apoyan los principios del bienestar animal, eso también nos dice algo. Y no debería haber incomprensión del significado del mensaje: el bienestar animal no funciona.

Texto original en inglés:
Animal Rights and Animal Welfare: Five Frequently Asked Questions

10 de enero de 2001

Entrevista para Vegan Voice [2001]


TEORÍA Y PRÁCTICA DE LOS DERECHOS ANIMALES


Pregunta: Has dicho que el movimiento por los derechos de los animales debe tener un destino separado y alejado de la reforma bienestarista. ¿Es justo entonces decir que tu trabajo se centra en la abolición, no en la reforma?

Gary Francione: Sí, mi trabajo se ha dirigido hacia el suministro de argumentos legales y filosóficos en favor de la abolición. La posición abolicionista defiende que la institución de la propiedad animal es moralmente injustificable, lo mismo que lo fue la de la propiedad humana o esclavitud. El abolicionista insiste en que suprimamos la institución de la propiedad animal y en que no debemos apoyar medidas que supuestamente hagan la esclavitud animal más “humana”. La posición bienestarista mantiene que debemos apoyar tales medidas. Algunos bienestaristas demandan una reforma porque creen que es aceptable que los humanos utilicen a los animales si lo hacen “humanitariamente”, otros porque creen que una reforma conducirá finalmente a la abolición.

He formulado dos argumentos básicos en contra de la posición bienestarista o reforma. El primero es que, como cuestión teórica, pasa por alto el aspecto moral esencial. Es siempre mejor causar menos dolor y sufrimiento que más, pero la cuestión real es si se justifica que los humanos impongamos algún sufrimiento por mínimo que sea a los animales incidentalmente en nuestro uso de ellos como propiedad. Los reformistas del S XIX proponían que era mejor que el propietario golpeara al esclavo cuatro veces a la semana que cinco. Los abolicionistas, por su parte, que todos los seres humanos tenían al menos el derecho a no ser propiedad de otro; que ser una propiedad significaba que un humano no tenía valor excepto el concedido como esclavo por el propietario. La posición abolicionista sostenía que de cualquier manera estaba mal golpear a los esclavos porque la institución de la esclavitud era en si misma moralmente injustificable y no importaba cuán “humanitaria” se hiciera. El poner un cuarteto de cuerda en el camino a la cámara de gas -como hicieron los nazis durante el holocausto- podría hacer las cosas más humanas en cierto sentido, pero eso no cambia nada ¿no es así?

Mantengo que si los animales son por algo moralmente significativos, debemos abolir la institución de la propiedad animal. Debemos dejar de criar y poseer animales domésticos y de usar animales salvajes como medios para nuestros fines. Mi punto de vista es que debemos abolir la esclavitud animal y no pedir que se reforme una institución inherentemente inmoral.

La segunda razón por la que rechazo el bienestarismo es porque, en la práctica, la reforma bienestarista no funciona. Ha habido leyes para el bienestar animal durante cien años en la mayoría de los países occidentales que no han hecho gran cosa por reducir su sufrimiento, y ciertamente no han dado como resultado la abolición gradual de ninguna práctica. Este es un punto muy importante.

Los bienestaristas siempre están hablando de la necesidad de reducir el sufrimiento. ¿Pero de qué manera las reformas bienestaristas han reducido el sufrimiento de modo apreciable? Se ha citado recientemente en un periódico americano a Peter Singer diciendo que el acuerdo con McDonalds de dar a las gallinas en batería unos pocos centímetros más de espacio en las jaulas era el progreso más significativo para los animales desde que escribió Liberación Animal en 1975. Veinticinco años de reforma bienestarista y lo mejor que podemos ofrecer es una jaula en batería más grande. Quizá Peter lo encuentre impresionante; yo no. Encuentro que es una muy clara indicación de lo que he venido diciendo desde hace ahora una década: la reforma bienestarista es inútil. Los bienestaristas también hablan de reformas que conducirían a la abolición. Nuevamente, ¿dónde está la prueba? ¿En qué ejemplos ha conducido la regulación de la explotación a su abolición? Insisto, la reforma bienestarista no tienen nada que ofrecer.

En cuanto a por qué fracasa el bienestarismo, es algo complicado y ha sido el tema de un libro entero que he escrito: «Lluvia Sin Truenos - La ideología del movimiento animalista». Brevemente, la razón tiene que ver con la condición de propiedad de los animales. Si los animales son propiedad, entonces no tienen valor más allá del que sus propietarios acuerden para ellos. La reforma no funciona porque exige el forzar a los propietarios a valorar su propiedad de forma diferente y a incurrir en costes para respetar los intereses de esos animales. Nuestro sistema legal y político está basado en fuertes conceptos de derechos de la propiedad. Hay una gran resistencia a imponer los costes de cualquier reforma significativa a los propietarios de animales puesto que disminuiría el valor de esa propiedad animal. Generalmente hay controversia cuando se intenta regular el uso de cualquier propiedad, incluso para proteger intereses humanos; esa resistencia no hace más que intensificarse cuando la regulación se impone para proteger los intereses de la misma propiedad. A los dueños de propiedades no les gusta la regulación porque creen que como propietarios, son las partes más indicadas para juzgar el valor de su propiedad.

P. Seguramente la línea de demarcación es más fácil de ver en la teoría social que en un nivel práctico, ¿tendrías que discrepar de esto?

G.F: Tengo que decir que no estoy de acuerdo con la distinción teoría/práctica. Antes de emprender cualquier esfuerzo práctico, debe haber una teoría que informe a esa acción. En otras palabras, un movimiento social debe tener una teoría si va a haber cualquier acción. El problema no es si debemos estar preocupados con la teoría como opuesta a la acción; sino que la actual teoría no produce una acción útil. La teoría que informa al moderno movimiento por los animales es la posición bienestarista de Peter Singer, que mantiene que los defensores de los animales deben apoyar cualquier medida que “reduzca el sufrimiento”. Esta teoría ha tenido resultados prácticos desastrosos. Casi todos los cambios propuestos, como dar unos centímetros más de espacio a las gallinas en batería, o comer sólo terneras no estabuladas, pueden ser incluidos entre los que “reducen el sufrimiento”. La teoría de Singer permite a las multimillonarias organizaciones por el bienestar animal comparecer con muy moderadas campañas y así demandar que todos nos aliemos con ellas porque esto “reducirá el sufrimiento”.

La teoría de Singer en realidad anima a los explotadores a poner las cosas tan horribles como puedan a los animales pues precisamente así pueden ceder en una menudencia —y por esa razón “reducen el sufrimiento”— en respuesta a las moderadas campañas de las organizaciones bienestaristas.

Sugiero que necesitamos una nueva teoría para reemplazar la que tenemos y que, en la práctica, simplemente no vale. No soy poco realista. Reconozco que incluso si adoptamos una teoría abolicionista, la abolición no tendrá lugar inmediatamente. El cambio será necesariamente gradual. Mi opinión es que el fin explícito debe ser la abolición y que la abolición debe dar forma a ese cambio gradual.

En «Lluvia Sin Truenos» expliqué que la forma de actuación más importante para el cambio gradual es educar al público sobre la necesidad de la abolición más que el repetir las proposiciones bienestaristas. En EEUU, nunca ha habido una campaña educativa abolicionista continua emprendida por el movimiento; al movimiento americano siempre le ha desconcertado ser “radical”. No queremos desviarnos de la “corriente principal”. Nunca hemos aceptado que la “corriente principal” está contaminada y adoptar el desafío de encauzar esa corriente con un mensaje poderoso y radical sobre la necesidad de la abolición.

Consideremos qué hubiera pasado si el movimiento por los animales internacional habría tenido una campaña ininterrumpida y unificada promoviendo el veganismo. Imaginemos qué se podría haber hecho si una parte significativa de recursos del movimiento mundial se hubieran destinado a hacer a la gente consciente de por qué no deben comer productos animales en absoluto. Finalizados cinco años ciertamente no habríamos logrado el veganismo mundial, pero probablemente habríamos reducido considerablemente el consumo de productos animales, más que lo que se ha hecho con estas campañas de “come ternera roja”.

¿Y qué habríamos perdido si hubiéramos seguido esa ruta? Pues bien, Singer pretende que esos pocos centímetros de espacio en las jaulas es lo mejor que les puede pasar a los animales de granja en 25 años; ciertamente es discutible que el hacer tan pocos como 100 veganos en cinco años “reduciría el sufrimiento” más que los 5cm más de espacio en las jaulas en 25 años. Entiendo que una campaña vegana continuada y unificada requeriría que el movimiento estuviera de acuerdo en que el veganismo debería ser el principio determinante y que el hecho de que ni siquiera hay acuerdo en este punto puede ser el problema real. No estoy seguro de que muchos de los así llamados “animalistas” estén realmente a favor de la abolición —no si ello significa dejar de utilizar queso en las pizzas o leche en el café o pescado o huevos y carne “ecológicos”.

P. ¿Qué dirías de la acusación de que eres profesor de derecho y por consiguiente deberías tener tendencia a ver las cosas sólo desde el punto de vista del abogado?

G.F: No tengo absolutamente ninguna ilusión sobre la utilidad del sistema legal o de los abogados. Al contrario que muchos abogados animalistas, yo bajo ningún concepto creo que la condición de propiedad de los animales se corregirá ni siquiera cambiará significativamente por medio de la ley.

Los casos de negligencias veterinarias, casos de crueldad y casos presentados para intentar implantar varias disposiciones de proyectos regulatorios bienestaristas —como el Decreto del Bienestar Animal— son con mucho insignificantes en términos de reducir el sufrimiento, y no tienen absolutamente ningún efecto en la condición de propiedad de los animales —aunque tales casos han creado una pequeña industria en EE.UU para muchos abogados especializados en Derecho Animal.

La explotación de los no humanos no terminará sin que haya una revolución del espíritu humano y esto no ocurrirá sin que haya revolucionarios con visión de futuro que intenten cambiar el paradigma de la violencia patriarcal al que hemos llegado a acostumbrarnos y a tolerar.

El trabajo del abogado de los derechos animales no es cambiar el sistema como abogado, somos parte de un sistema que existe para proteger los intereses de la propiedad. Nuestro trabajo como abogados es cuidar de que los activistas sociales no tengan problemas en general y facilitar sus esfuerzos. Bajo mi punto de vista, un abogado de los derechos animales es un abogado criminal hoy, ayudando a los activistas acusados de desobediencia civil; administrativo al día siguiente, ayudando a obtener permisos para manifestaciones y constitucional al otro, ayudando a los estudiantes que no quieren la vivisección como parte de su trabajo del curso o a los presos que quieren alimentación vegana. Pero el abogado siempre sirve y protege al activista. Es el activista, y no el abogado como abogado, el que ayuda a cambiar el paradigma. La noción de abogado de los “derechos animales” como el que trabaja para que el sistema cambie la condición de propiedad de los animales por decisión de un tribunal de derecho común o la legislación o una enmienda constitucional, bajo mi punto de vista, es el colmo de la locura.

P. Hay muchos activistas por los animales, sin embargo, que tienen fe en el sistema legal como un vehículo para el cambio y para una especie de “justicia” para los animales. Este parece ser el camino que sigue el movimiento por los derechos de los animales.

G.F: Estoy de acuerdo contigo y creo que ese proceder es desafortunado. Muchos tienen demasiada fe en el sistema legal y no reconocen que solamente refleja la estructura económica de la sociedad, y que la ley refuerza la estructura de la propiedad existente. Este no es un mero asunto teórico, sino que muy acertadamente describe la realidad: que un sistema legal que existe para proteger la propiedad privada no va a ceder mucho ni muy fácilmente hacia una posición abiertamente antipropiedad. ¿No es esto obvio?

Los activistas por los animales creen —lo mismo que los niños en Papá Noel—que el sistema legal es una institución dedicada a algún concepto abstracto de “justicia”. No es así. La ley es una institución política que existe para servir a los intereses de hombres ricos y da nada o casi nada a todos los demás. Anna Charlton que es compañera mía así como una brillante abogada y educadora de los derechos animales, con frecuencia señala que el sistema legal nunca responderá de modo diferente a cuestiones relacionadas con animales a menos que y hasta que haya un cambio social significativo de manera que haya más gente que acepte la legitimidad de la abolición -el veganismo- en su vida cotidiana. Sólo entonces el sistema legal empezará a ser una herramienta útil para la lucha. Hay algunos abogados por aquí, tales como los que están aliados con el Animal Legal Defense Fund, que promueven la idea de que es la ley la que estará al frente del cambio social para los animales, pero toda esa gente se gana la vida utilizando la ley y no es probable que vaya a decir otra cosa, ¿no te parece?

P. ¿Dónde se encuadraría el veganismo?

G.F: El veganismo es la cuestión más simple e importante de este movimiento. Es el principio abolicionista implantado en la propia vida de cada uno. Cualquiera que mantenga que es un defensor de los “derechos animales”, pero no sea vegano es como para no tomarle en serio. Muchos defensores de los animales en EEUU critican mi opinión de que el veganismo debería ser el principio central del programa de los derechos animales. Declaran que es “elitista” mantener que hay unas bases morales, como el veganismo. Sin embargo eso es como decir que es “elitista” rechazar la violación como un principio básico de un movimiento de derechos de las mujeres. Quizá su reacción refleja la desafortunada realidad de que muchos de los así llamados defensores de los “derechos animales” no son vegetarianos ni mucho menos veganos. Está claro, sin embargo, que si los animales tienen alguna importancia moral- si no son meramente cosas- no podemos justificar utilizarlos para alimentarnos. Es más, el veganismo es la única meta verdaderamente abolicionista que todos podemos lograr- y lo podemos hacer inmediatamente, empezando con la siguiente comida. Es sencillamente inconsecuente mantener que se adopta una actitud que admite los derechos de los animales y no ser vegano.

P. Una debilidad de todas las ideologías incluyendo los derechos animales, hace necesario creer en soluciones de golpe, en remedios para todo, que se pueden traducir en última instancia en una pasividad debilitante cuando se hace frente a la realidad de la situación.

G.F: No me creo en absoluto ese argumento de la “pasividad”. El problema es que los activistas se han infantilizado y creen que no pueden hacer nada excepto a través de grandes grupos. El “activismo” en EEUU se ha convertido en firmar cheques para monstruos como la Humane Society of the US y PeTA, que se van pareciendo más y más cada día. Muchos “activistas” creen que las campañas de estas grandes organizaciones constituyen el “activismo”. Pero estás campañas son siempre bienestaristas y no hacen nada para ayudar a los animales o para desmantelar el paradigma de propiedad; estas campañas están pensadas como medios para recaudar fondos. ¿Cómo el promover el bienestarismo facilita la pasividad en algún sentido? Si estamos de acuerdo en que las campañas bienestaristas cambian poco si cambian algo, entonces estamos únicamente engañándonos a nosotros mismos al continuar apoyando tales medidas. El dedicarse a campañas bienestaristas no resuelve el problema de parálisis, sino que garantiza su perpetuación.

Otra vez diré que no creo en una solución “de golpe”. Sé que es imposible en la práctica. Lo que yo promuevo es un cambio gradual, pero que está predicado explícitamente con la abolición no con la regulación. El volvernos veganos es gradual -tiene lugar de uno en uno- pero es abolicionista. El educar a otros sobre la necesidad de la abolición es gradual —informamos a la gente de uno en uno— pero ese cambio gradual es un paso necesario hacia la justicia para los no humanos.

P. ¿Es exacto decir que en lo que insistes es en una revolución a través del sistema de valores completo, no sólo en conseguir que la ley cambie de modo que tenga en cuenta a algunos no humanos, como los grandes simios, a los que los humanos consideran “racionalmente” dignos de valor?

G.F: El argumento central de mi libro «Introducción a los Derechos Animales» es precisamente que la abolición del estado de propiedad de los animales se sigue de creencias morales que ya declaramos aceptar. Como explico en el libro, la mayoría de nosotros ya aceptamos que los animales tienen al menos algún valor moral por lo que estamos de acuerdo en que tenemos obligaciones morales con los animales y no podemos tenerlas con las rocas o las plantas. Pero si los animales tienen valor moral, entonces ya no está justificado que los tratemos como nuestra propiedad y esto conduce a una conclusión abolicionista; estoy entusiasmado con «Introducción a los Derechos Animales»  porque lleva al lector desde una posición que la mayoría de la gente puede admitir como punto de partida, y muestra como las ideas que ya aceptamos llevan a conclusiones más radicales de las que habíamos estado dispuestos a reconocer.

La teoría que articula «Introducción a los Derechos Animales» es muy diferente de la posición de Singer o de Regan. Mi teoría difiere de la de Singer en que él rechaza los derechos y mantiene que debemos tomar los intereses de los animales más seriamente, pero que no necesitamos abolir la explotación animal si los beneficios para los humanos justifican su continuación. Aunque Regan adopta la teoría de los derechos, limita los derechos a los mamíferos que han logrado un cierto nivel de funcionamiento cognitivo. Además, Regan en realidad nunca ha considerado su teoría de los derechos dirigida al problema de la condición de propiedad de los animales. Mi punto de vista concede el único derecho de no ser propiedad a todos los seres sintientes y no requiere ninguna otra característica cognitiva.

Aunque yo fui uno de los firmantes originales de la Declaración de Derechos de los Grandes Simios, y fui el primer teórico legal en pedir derechos por ley para los grandes simios, en el capítulo escrito por mí “Personalidad, Propiedad y Competencia Legal” del libro El Proyecto Gran Simio, en todo momento he dejado claro que aunque considero personas a los grandes simios, a los perros, ratones o peces también. Me preocupa mucho que los que sostienen que los grandes simios deben tener derechos, lo hagan porque son “como nosotros”. Esta posición sugiere que aquellos no humanos que no son “como nosotros” son de alguna manera “menos” animales. El problema es de jerarquía. No es acertado promover una nueva jerarquía —los humanos y los grandes simios sobre los demás animales— en lugar de humanos sobre los demás animales. Deshagámonos de las jerarquías por completo.

P. Pensar en los animales como “personas” facilitaría mucho las cosas para establecer una mejor relación entre humanos y no humanos, al terminar con esa mentalidad occidental de “nosotros contra ellos”. En «Introducción a los Derechos Animales» ¿defiendes también que a esas “personas” se les den derechos similares a los de los ciudadanos, es decir derechos básicos a tener su territorio, a la seguridad física y a que su espacio no sea transgredido por la intrusión o el abuso humanos?

G.F: No, defiendo que los animales deben tener un único derecho: el de no ser nuestra propiedad. En efecto, indico que una “persona” es cualquier ser al que se le concede ese único derecho y todos los seres sintientes deberían ser considerados como “personas”, o como poseedores de ese único derecho de no ser propiedad. Si aceptamos que los animales lo tienen, deberíamos estar a favor de abolir la explotación animal pues nuestro uso de los animales para la alimentación, experimentos, probar productos, entretenimiento y vestido asume que los animales no son nada más que propiedad. Si aceptamos que los animales tienen ese único derecho, deberíamos parar por completo de traer animales domésticos a la existencia. No estoy interesado en si la vaca debe poder hacer un juicio contra el granjero, sino en por qué tenemos que tener una vaca.

P. Hay mucha gente que se contenta con trabajar, por poner un ejemplo, para que se adopten prácticas de matadero humanitarias. ¿Verías esto, entonces, como una degeneración del criterio del defensor de los derechos animales?

G.F: Sí, y por tres razones. La primera, no pienso que semejantes regulaciones hagan mucho por reducir el sufrimiento. Como otros y yo hemos indicado, las leyes de “muerte humanitaria” son muy difíciles de hacer cumplir, y las realidades económicas de la industria cárnica militan en contra de una minuciosa auto-implantación de estas normas. Y dado los millones de animales que se matan todos los días, sería imposible de vigilar para un gobierno. 

Segunda, creo que tales leyes en realidad aumentarían el sufrimiento total de los animales porque hacen al público en general sentirse mejor al comer carne —o con cualquier otro uso de los animales que se haya regulado para volverlo “humanitario”. Esta es la “trampa” del bienestar animal; hasta el punto de que las medidas bienestaristas hacen a la gente aceptar de mejor grado la explotación animal, en ese caso la explotación animal aumenta por lo que el sufrimiento total de los animales aumenta, no disminuye.

Tercera, creo que hacer la matanza más “humanitaria” no debería ser el objetivo del movimiento por los derechos animales. Siempre habrá bienestaristas que promoverán cadenas más largas para los esclavos. Creo que el movimiento por los Derechos Animales debería estar trabajando por la abolición de la esclavitud animal.

P. Tu trabajo establece que mientras los animales sean sólo considerados por su valor de propiedad, cualquier bien que salga de esto siempre se relacionará con un fundamento malo en origen, es decir, bienestarista ¿por qué?

G.F: Si lo que estás preguntando es si pienso que la condición de propiedad de los animales es la razón por la que el bienestar animal es un solemne fracaso, la respuesta es “sí”. El bienestar animal —en ambos sentidos, como teoría moral y como principio legal— requiere en parte que “se haga un balance” de los intereses humanos y animales para determinar si un uso o tratamiento particular de los animales es “necesario”. Si el interés humano pesa más que el animal, ese uso o tratamiento se considera necesario, moral y legalmente justificable. Si el interés animal pesa más que el humano, entonces se considera “innecesario”, inmoral y legalmente injustificable.

Como primeramente examiné en mi libro de 1995, «Animals, Property and the Law"» el problema es que como consecuencia de que los animales son propiedad, de lo que realmente hacemos el balance es del interés de los propietarios contra el de su propiedad y esto es absurdo. No tiene sentido; la propiedad tiene sólo el valor que le conceda su dueño. Esta es precisamente la causa de por qué las leyes que supuestamente regularon la esclavitud por motivo de la raza en EEUU fallaron completamente en la protección de los intereses de los esclavos; sencillamente no era posible el hacer un balance entre los intereses de los esclavos y los de sus propietarios. El esclavo era una parte de la propiedad, una cosa de las que poseía el propietario, y sólo tenía el valor que su dueño le asignaba. De forma similar, puesto que los animales son propiedad, ellos, también son meramente cosas que poseemos, y sólo tienen el valor que se acuerde para ellos. Es una cuestión de lógica, no podemos hacer un balance entre sus intereses y los nuestros, al igual que no lo podríamos hacer con nuestros coches o relojes.

P. Creo que tienes razón al decir que hoy mucha gente envuelta en el movimiento por los derechos de los animales piensa que mandar un cheque o pagar su anualidad de socio es ser parte del movimiento. Es fácil manipular a la gente para que deje la responsabilidad personal a los “expertos”. Esto a su vez inculca un fuerte sentido de impotencia en la gente mientras alimenta en ellos ilusiones de elección y poder individual ¿Cuál sería, entonces tu consejo para los activistas por los animales?

G.F: En primer lugar, yo aconsejaría a todos los defensores de los animales poner en práctica lo que deberían todos estar predicando: un veganismo absoluto e intransigente en su propia vida. Me desalienta mucho el encontrarme con personas a favor de los derechos animales con “estilo propio” que me dicen que no pueden dejar los helados o el queso o el pescado o el pollo o el cuero. En efecto, muchos de los así llamados “dirigentes” del movimiento animal de América no son veganos y algunos ni siquiera vegetarianos. Eso es inaceptable.

En segundo lugar aconsejaría dejar de mandar dinero a las grandes organizaciones corporativas animalistas. Debemos afrontarlo: el moderno “movimiento animal” es más un negocio que un movimiento social. Como dice el abogado a favor de los derechos animales Lee Hill, es mejor llamarlo “la industria de los derechos animales”. La mayoría de las grandes organizaciones nacionales e internacionales están corrompidas por completo. Sus “dirigentes” son empresarios que reciben enormes salarios. En EEUU muchos de los así llamados “dirigentes” de la “industria” tienen salarios de más de 100.000$. Y esto no incluye cuentas de gastos y otros ingresos extraordinarios. Había un destacado “dirigente” en EEUU que se jactaba de no tener salario, pero lo que no dijo al público era que su organización le pagaba más de 200.000$ al año para sus “gastos personales”.

Tercero, animaría a los defensores de los animales a entender un principio fundamental: el cambio radical no puede ser impuesto por grandes organizaciones corporativas. Un cambio significativo y en profundidad sólo puede venir del trabajo local. Mejor que centrar la atención en fomentar grandes corporaciones nacionales e internacionales, debemos concentrar nuestra labor y recursos financieros para efectos locales. Unos deberían educar a otros sobre la necesidad de un cambio.

P. Henry Spira dijo que las negociaciones constructivas son más productivas que enfrentamientos continuos. ¿Cómo responderías a esto?

G.F: Conocí bien a Henry Spira, pero la realidad es que su teoría de la “negociación constructiva” es sinónimo de venderse a los explotadores. Terminó siendo portavoz para la industria cosmética y atacó a los que demandaban el final de toda experimentación. En sus últimos años, junto con Singer, defendió “negociaciones constructivas” con la industria cárnica para conseguir reformas “humanitarias”.

Aunque Henry ha muerto, le habría hecho feliz el saber que las “negociaciones constructivas” con los explotadores se han convertido en la norma. En 1996, cuando escribí «Lluvia Sin Truenos», cité a Ingrid Newkirk de PeTA criticando a Spira por hacer negociaciones con la industria cosmética. Y ahora en el 2001 Newkirk y PeTA están haciendo negociaciones con McDonalds. Como probablemente sabes, PeTA —con el apoyo de Singer— ha retirado su boicot a McDonalds después de que el mayor explotador de animales y del medio ambiente prometiera dar a las gallinas unos pocos centímetros más de espacio en las jaulas. El elogio que PeTA y Singer hicieron de McDonalds me temo que hará mucho por aumentar el sufrimiento animal porque el público en general se sentirá mejor comiendo en McDonalds dado que ahora se identifica con destacados defensores de los animales y como una empresa que toma el bienestar animal muy en serio. McDonalds ganará incluso más dinero y venderá incluso más productos animales. Alguien puede llamar a esto “negociaciones constructivas” con grandes empresas explotadoras de animales, pero normalmente significa que serán “constructivas” sólo para la empresa de turno y los que se venden, como Henry Spira o PeTA. Nunca es constructiva para los animales.

P. Has hablado de nuestra “esquizofrenia moral” con relación a los animales. ¿Podrías describir aquí tus reflexiones sobre el tema?

G.F: Con “esquizofrenia moral” quiero describir un fenómeno que existe a nivel personal y social. El nivel personal lo ilustra el hecho de que muchos de nosotros vivimos con perros, gatos y otros animales. Los consideramos miembros de la familia. Sin embargo a la hora de cenar clavamos los tenedores en otros animales que no son diferentes de los que declaramos miembros de la familia. Este comportamiento resulta extraño cuando se piensa sobre él.

La manifestación social de la esquizofrenia moral la ilustra el hecho de que casi todos nosotros estaríamos de acuerdo con la afirmación de que es moralmente malo imponer “sufrimiento innecesario” a los animales. Aunque podamos discrepar de lo que significa “sufrimiento necesario”, debemos estar de acuerdo en que está mal imponer sufrimientos a los animales para la diversión, placer o conveniencia humanos. Después de todo, una norma que dice que está mal imponer sufrimientos a los animales a no ser que lo encontremos placentero y divertido sería una norma bastante sin sentido. El problema es que el 99,9% de nuestro uso de los animales no se puede justificar con ninguna otra razón más que la diversión y conveniencia humanas.

Estamos en el 2001; nadie sostiene que necesitamos comer carne para llevar un estilo de vida óptimo para la salud. En efecto, un número que va en aumento de médicos mantienen que el comer carne y productos lácteos va en detrimento de la salud humana. Y la ganadería es un desastre ecológico. Se necesitan entre 3 y 6 kg de proteína vegetal para producir 1/2 kg de proteína animal y hacen falta alrededor de 100 veces más agua para producir 1/2 kg de proteína animal que de trigo. La mejor justificación para comer carne y productos lácteos es que saben bien. La mejor justificación para los rodeos, circos, zoos, la caza etc. es el entretenimiento.

Resumiendo, la cultura occidental declara tomarse los intereses de los animales en serio, y todos declaramos aceptar el principio de que imponer sufrimientos “innecesarios” está mal, pero en realidad les imponemos sufrimientos y la muerte en situaciones que no se puede decir que supongan “necesidad” de ninguna clase. A esto es a lo que llamo “esquizofrenia moral”.


P. ¿Cuál es tu opinión sobre la relación entre los vivisectores y el movimiento por los animales de hoy? Dentro del contexto de tus teorías, ¿cómo puede esa relación evolucionar o cambiar?

G.F: De muchas maneras, hoy hay una relación mucho más estrecha entre el “movimiento” y los vivisectores porque el primero se ha vuelto mucho más bienestarista y ya no pide la abolición de estas prácticas. Por ejemplo, hace unos cuantos meses, el “movimiento” animalista americano unió sus fuerzas a Jane Goodall —la cual, de paso, se ha convertido en portavoz a sueldo de una empresa americana de productos lácteos, Stoneyfield Dairies— para presionar por la aprobación del Decreto sobre la Mejora de la Salud, Mantenimiento y Protección de los Chimpancés. Este decreto creará un “santuario” para los chimpancés dirigido federalmente, pero hay una trampa: los chimpancés se pueden utilizar para investigaciones adicionales si el gobierno decide que es necesario hacerlo. Esta ley terrible fue apoyada por todos los principales grupos excepto Friends of Animals. De modo que si yo fuera un vivisector —especialmente en Estados Unidos— diría que la relación ha mejorado. Después de todo, los vivisectores tienen de su parte a Jane Goodall, PeTA e incluso grupos “antivivisección” como la National Antivivisection Society.

Por lo que respecta al futuro, creo que estamos en la antesala de nuevos horrores para los animales como la ingeniería genética, la clonación y otras tecnologías que prometen grandes beneficios a las empresas. Desafortunadamente el “movimiento” no está preparado para el desafío.

P. ¿Qué opinas sobre las motivaciones de los investigadores médicos

G.F: No pretendo saber lo que pasa por la mente de los demás, me interesa conseguir que la gente deje de oprimir a otros: ya sean “los otros” animales, mujeres, gente de otro color u otra educación o cualquiera que sea. Por lo que a mí se refiere no son el vivisector, el peletero o el carnicero el problema. El problema es una sociedad patriarcal que trata a los animales —o a las mujeres o la gente de color— como medios para fines de los hombres. La vivisección no existiría si un número suficiente de personas rechazara la idea de que es aceptable utilizar animales como medios para nuestros fines. Los peleteros no existirían si no hubiera demanda de pieles; no son ellos los que crean la demanda, ellos simplemente satisfacen una demanda que ya está creada por una sociedad patriarcal que encuentra atrayente, y apropiado, que las mujeres se vistan con pieles de animales. Los carniceros existen porque la mayoría piensa que el placer que se deriva de comer carne justifica la ganadería.

Al centrarnos en el explotador individual, algunas veces perdemos de vista el hecho de que la explotación animal es sólo un síntoma de un problema social mayor. El problema no son realmente “ellos”, sino una sociedad que trata a los animales como propiedad.

P. ¿Podrías proporcionar algunos consejos básicos que darían forma a tu visión de lo que debería fomentar el movimiento por los derechos animales?

G.F: Espero que mis libros y artículos hayan proporcionado algunos consejos, pero recientemente me pidieron unos defensores de los animales que articulara una serie de principios que se pudieran utilizar como un breve manual sobre lo que considero realmente los fundamentos morales del movimiento por los derechos animales. Son estos:
1. La posición de los derechos animales mantiene que todos los seres sintientes, humanos o no humanos, tienen un derecho: el derecho básico a no ser tratados como la propiedad de otros. 
2. Nuestro reconocimiento de este único derecho básico significa que debemos abolir, y no meramente regular, la explotación animal institucionalizada porque asume que los animales son propiedad de los humanos. 
3. Igual que rechazamos el racismo, sexismo etc, rechazamos el especismo. La especie de un ser sintiente no es más razón para negarle la protección de este derecho básico que lo es la raza, sexo, edad u orientación sexual para negar la pertenencia a la comunidad moral a otros humanos. 
4. Reconocemos que la condición de propiedad de los no-humanos no se erradicará de la noche a la mañana, pero apoyaremos sólo aquellas campañas y posturas que explícitamente fomenten el programa abolicionista. No apoyaremos posiciones que demanden una supuestamente “mejor” regulación de la explotación animal. 
5. Reconocemos el principio de no violencia como el principio que dirige el movimiento por los derechos animales.

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