Entretanto, Emma estuvo en el refugio hasta el día 22, cuando el albacea de la dueña de Emma fue al refugio y comunicó que la fallecida había declarado en su testamento que deseaba que Emma fuera matada y cremada y sus cenizas reposaran en la tumba de su dueña.
La respuesta es simple: Emma era la propiedad de un ser humano. La mujer fallecida era la dueña de Emma.
Muchos pensamos que los animales importan moralmente. Esto es, rechazamos la idea de que los animales son cosas que no poseen valor moral.
Pero no sólo nuestras mascotas están sometidas al estatus de propiedad. Prácticamente todos los animales con los que interactuamos son propiedad de alguien. Los 70.000 millones de animales que comemos cada año son propiedad de los ganaderos que los crían y los matan. Estos animales son vendidos a los mataderos que luego venden sus cadáveres a los supermercados.
Si quieren saber por qué los animales utilizados para comida son tratados tan mal, la respuesta es siempre la misma: ellos son propiedad. Cuesta dinero proteger sus intereses. Por lo general, los ganaderos sólo protegen los intereses de los animales hasta el punto en que sea económicamente eficiente hacerlo. Proveer una mayor protección supone un gasto que supera el coste de producir a estos animales. Alguien tiene que pagar el sobrecoste. Algunas granjas supuestamente venden productos animales con "bienestar animal" pero la realidad es que los productos animales obtenidos de la forma más "humanitaria" implican un tipo de trato que si fuera aplicado sobre seres humanos sería considerado tortura. Es una simple cuestión de economía.
Sospecho que oíremos oportunistamente a los grupos bienestaristas clamando por leyes —siempre aprovechando la oportunidad para conseguir dinero— que prohíban que se mate a las mascotas para enterrarlas con sus dueños. Estos grupos tienen un verdadero talento para organizar campañas recaudatorias que en nada sirven para cambiar el estatus de los animales como propiedad. Incluso si una ley de ese tipo fuera aprobada, nada cambiaría realmente. Los propietarios humanos podrían seguir matando a sus propiedades o abandonándolas en refugios.
Si vamos a tener consideración moral por los animales, deberíamos dejar de tratarlos como cosas. Mientras los animales sigan siendo propiedades no podrán ser nada más que cosas. Pero si reconocemos que los animales tienen un derecho a no ser propiedad, entonces debemos rechazar la explotación animal. No podemos justificar el hecho de usar a los animales para servirnos de comida, vestimenta o cualquier otra finalidad; especialmente en situaciones en las que no existe una plausible situación de necesidad. No necesitamos consumir animales para estar sanos. Así está demostrado. Pero además debemos rechazar la institución de las mascotas. Si los animales son propiedad entonces siempre estarán en riesgo de ser matados y de que en general sus intereses sean desconsiderados o ignorados.
Incluso aquellos a los que amamos terminan siendo matados y depositados en nuestras tumbas.