El ensayo de Balluch es extenso y, en ciertos trechos, intrincado, pero la tesis básica es realmente bastante simple.
De acuerdo a Balluch, adoptar el enfoque abolicionista y promover la educación vegana/abolicionista, en vez de la reforma reguladora bienestarista, “no puede más que fracasar” porque, en una sociedad especista, “vivir veganamente cuesta una enorme cantidad de energía, de forma que sólo una pequeña minoría tendrá suficiente motivación y determinación para ser capaz de sostenerla.”
Entonces, ¿Cuál es el “nuevísimo enfoque” que Balluch propone?
Balluch argumenta que deberíamos apoyar la reforma bienestarista. Afirma que “al menos es posible” que la regulación bienestarista eventualmente lleve a la abolición tanto en el ámbito individual como en el social. O sea, apoyar la reforma bienestarista llevará al individuo, por una cuestión psicológica, hacia el veganismo y hará que la sociedad, por una cuestión política, se mueva hacia la abolición.
En suma, Balluch no está proponiendo un “nuevísimo enfoque” en absoluto.
Está meramente proponiendo lo que identifiqué como “neo-bienestarismo” en mi libro de 1996: “LLuvia Sin Truenos: La Ideología del Movimiento de Derechos Animales“, y en mis otros escritos. El neobienestarismo considera que hay una relación causal entre la reforma del bienestar animal y la abolición, en el sentido de que la primera conducirá a la segunda, y que es la mejor —o la única— manera de alcanzar la abolición. Ya argumenté acerca de que el neobienestarismo es problemático tanto en el aspecto moral como en el aspecto práctico.
El neo-bienestarismo es problemático moralmente porque involucra a los animalistas que dicen apoyar la abolición en campañas por maneras supuestamente “más humanitarias” de explotación animal. Esto no difiere de oponerse a la tortura, la violación, el abuso sexual infantil, o la esclavitud humana, y hacer campañas por versiones más “humanitarias” de aquellas formas de explotación en vez de trabajar directamente por su abolición. Si la explotación animal no puede ser moralmente justificada, entonces los defensores de los derechos de los animales deberían no promover formas “mejores” de hacer una cosa errada.
En el aspecto práctico, el bienestar animal simplemente no funciona. El bienestar animal proporciona protección a los intereses de los animales solo en la medida en que hacerlo es económicamente beneficioso para nosotros. Esto no debería sorprendernos, partiendo de la base de que los animales son propiedad; son mercancías que no tiene otro valor que no sea aquél que nosotros le acordamos. Los animales son diferentes de las cosas inanimadas que poseemos porque, a diferencia de esas cosas, ellos son seres sintientes que tienen intereses. Pero cuesta dinero proteger esos intereses y nosotros estamos generalmente dispuestos a “comprar” sólo el nivel de protección que esté justificado por el valor económico de la propiedad animal. Así, por ejemplo, podemos exigir el aturdimiento de la vaca antes de tumbarla, colgarla, y cortarla, pero hacemos esto porque si no lo hiciéramos, la vaca se sacudiría, golpearía a los trabajadores, y causaría daños a su propio cuerpo que disminuirían la calidad de su “carne”.
Ya hemos tenido leyes de bienestar animal durante 200 años y no hay absolutamente ninguna evidencia de que la reforma del bienestar animal conduzca a la abolición de la explotación animal. En realidad, ahora estamos explotando más animales en las más horribles formas que en ningún otro momento de la historia de la Humanidad. Más aún, cuando el público cree que los animales son tratados más “humanamente”, esto tiende a incentivar la continuidad de la explotación. Hoy en día, vemos en los medios una historia tras otra historia acerca de cómo personas que una vez habían dejado de comer carne o algún otro producto de origen animal, volvieron a comerlos porque creen que los animales son tratados mejor gracias a las supuestas reformas del bienestar animal.
Balluch solicitó mi específica reacción a su “nuevísimo enfoque”. Ofrezco los siguientes comentarios.
La educación vegana “solo puede fracasar”
Balluch argumenta que educar a la gente acerca del veganismo es una pérdida de tiempo, porque en Austria esto se hizo durante 130 años y no funcionó.
No puedo hablar de la situación en Austria, pero en términos generales, el movimiento animalista nunca promovió el veganismo como su claro e inequívoco basamento moral. Por el contrario, el veganismo es caracterizado por los líderes de la defensa animal, tales como Peter Singer, como “fanático”. Singer habla del consumo ocasional de productos animales como un “lujo” y afirma que incluso tenemos una obligación de no ser veganos si esto pudiera perturbar a otros.
El movimiento promueve activamente “carne/productos animales “felices” y el etiquetado de los cuerpos y otros productos animales que estuvieren producidos “humanamente”, y otorga premios a los diseñadores de mataderos. El movimiento hace una distinción entre carne y otros productos animales, tratando el ovo-lacto “vegetarianismo” como la posición automática.
El movimiento animalista, con la excepción de pioneros como Donald Watson, ha marginado sistemáticamente el veganismo porque si ustedes le dicen a la gente que el veganismo es lo menos que ellas pueden hacer si se toman los derechos de los animales en serio entonces sus ingresos económicos pueden descender. Balluch lo reconoce. Manifiesta que los grupos de bienestar animal austríacos ingresan 30 millones de euros anualmente y que “algunos de esas sociedades promueven explícitamente el veganismo en sus impresos. Si todos los grupos animalistas tuvieran que cambiar sus campañas, tornándose puramente abolicionistas, ellos reducirían su tamaño de forma similar a los grupos veganos, y perderían toda su influencia y su capacidad para promover el veganismo también”. Entonces nosotros no podemos promover la abolición y el veganismo porque eso disminuiría las donaciones y acabaría con lo que sea el activismo vegano que es apoyado por esos grupos bienestaristas. La lógica de Balluch es asombrosa.
Pero aunque Balluch estuviera incurriendo en un error al sostener que el veganismo haya sido alguna vez la base del movimiento, este error no afectaría su análisis porque, de acuerdo a Balluch, incluso si todo el movimiento se comprometiera con el veganismo y lo promoviera como su claro e inequívoco principio moral, esto no importaría. La gente simplemente no va a tornarse vegana porque la sociedad es especista y, para la mayoría de las personas, tornarse vegano es demasiado difícil. El público simplemente “seguirá la corriente y adoptará el modo de vida que le demande menos resistencia”.
Sin embargo, nosotros no deberíamos perder la esperanza, de acuerdo a Balluch, quien especula que “al menos es posible, si no probable, que una persona evolucione psicológicamente desde el uso de los animales hacia los derechos animales, a través del bienestar animal”. Esto es, si alentamos a la gente a apoyar el bienestar animal, es “posible, si no probable”, que ellos se hagan veganos, eventualmente.
Balluch no es claro acerca de cómo, exactamente, tendría lugar esta transformación. En ciertos parágrafos, parece sostener que la regulación del bienestar animal eventualmente tornará tan caros a los productos animales, que la gente no tendrá más elección que no sea convertirse en veganas. Sin tener en cuenta que ese escenario asume que un público a quien no le interesa la abolición va a apoyar la reforma regulatoria incremental que, afirma Balluch, conducirá a la abolición, la regulación bienestarista, como explico abajo, generalmente incrementa la eficiencia económica de la explotación animal y no aumenta el costo de producción. Y dada la realidad del “libre-comercio”, aun si la regulación aumentara el costo de producción y los precios, habría productos importados más baratos para satisfacer la demanda.
En otros pasajes, Balluch parece afirmar que apoyando la reforma bienestarista, la gente eventualmente comprenderá que el uso de animales está mal en sí mismo. Esto es, si nosotros alentamos a la gente a creer que la explotación de los no humanos es moralmente aceptable porque está regulada, ellos eventualmente terminarán viendo que no es moralmente aceptable en absoluto. ¿Por qué piensa Balluch que reforzar el punto de vista de que el uso de los animales es moralmente aceptable llevará al eventual fin del uso de los animales? Balluch afirma que las campañas bienestaristas ayudan a que la gente se sensibilice con el sufrimiento animal. Pero un número abrumador de personas ya acepta y lo hace desde hace mucho tiempo, que es moralmente erróneo imponer sufrimiento “innecesario” a los animales. No hay evidencia empírica de que esto haya llevado hacia la dirección abolicionista.
El argumento de Balluch para demostrar porqué la educación “sólo puede fracasar” no es, en absoluto, un argumento. Él meramente da por sentada la cuestión sin que quede probada, afirmando que precisamos apoyar el bienestar animal porque precisamos apoyar el bienestar animal.
Encuentro difícil creer, sino imposible, que si el movimiento, en vez de hacer campañas por la reforma bienestarista, hubiera decidido invertir en la promoción del veganismo de una clara e inequívoca manera, los cientos de millones —quizás billones— de dólares que ha gastado a lo largo de décadas en EE.UU solamente, no habría cientos de miles veganos más que los que hay en la actualidad. Esto constituiría la fundación de un movimiento social y político que podría buscar una protección significativa para los intereses animales, incluyendo la prohibición del uso de los mismos.
Finalmente, el ensayo de Balluch prove un ejemplo excelente de cómo los animalistas marginan la posición vegana. Balluch hace un gran esfuerzo para explicar cuán difícil es ser vegano en una sociedad no vegana. En cualquier caso, dado que estos animalistas presentan el veganismo como un sacrificio extremo que convierte a la gente en un “mártir” por los animales o en un “fanático”, ellos no incentivarán a otros a convertirse en veganos. He sido vegano por 26 años. No lo considero como ningún sacrificio y los alimentos básicos para una dieta vegana están disponibles casi en cualquier lado. No me siento más tentado de comer productos animales por el hecho de vivir en una sociedad especista de lo que me sentiría a hacer cualquier otra cosa que considero fundamentalmente errónea en el plano moral.
Incluso si Balluch estuviera acertado en la cuestión de que la gente no siempre cumplirá con su compromiso con el veganismo, esto no debería determinar lo que nuestro mensaje debe ser. El hecho de que el racismo, el sexismo y el heterosexismo todavía estén presentes en nuestra cultura no significa que debamos alterar el mensaje y condonar estas formas de discriminación porque mucha gente todavía las practica.
La irrelevancia del público
Balluch afirma que el público es irrelevante para la lucha por los derechos animales porque el conflicto es “entre el movimiento por los derechos animales y las industrias de animales”. El público en general es irrelevante. El público simplemente “seguirá con la corriente y vivirá el modo de vida que le demande menos resistencia”
Aunque es cierto que el capitalismo vive de manufacturar los deseos que surgen en el público, la noción de que “las industrias de animales” son el motor principal para la explotación animal es absurda. Las industrias de animales existen porque el público demanda los productos animales. Si el público parara de demandar productos animales, aquéllos que tienen capital invertido en el negocio animal transferirían ese capital hacia cualquier otro lugar.
Hay poca, si alguna, evidencia empírica de que el público toleraría cualquier desafío real a su capacidad para consumir productos animales. El público puede apoyar reformas superficiales que no provoquen un aumento significativo en los precios, particularmente cuando productos más baratos puedan ser importados, pero Balluch está eludiéndose a sí mismo si piensa que su estrategia de legislar el veganismo a través de la reforma bienestarista —incluso si eso fuese posible en términos prácticos— sería aceptada por el público, antes de que el público estuviera convencido de que el uso de los animales es inmoral. Además de eso, la noción de que el movimiento por los derechos animales es capaz —sin el apoyo activo del público— de ejercer la presión necesaria para cualquier cambio significativo indica una profunda falta de entendimiento del proceso político.
El efecto económico de las reformas del bienestar animal
Balluch afirma que “al menos es posible —incluso si aún no tenemos datos para probarlo— que una sociedad evolucione políticamente desde el uso de los animales hacia los derechos animales, a través del bienestar animal” Supone que las reformas de bienestar animal, debilitan la industria animal y bajan la demanda de los productos animales al hacerlos más caros, y hacen que la gente opte por las alternativas veganas.
Balluch falla en su comprensión de la naturaleza de la explotación animal y la reforma bienestarista.
La reforma bienestarista, de un modo general, no debilita las industrias animales. Esto debido a que la reforma bienestarista generalmente hace a la explotación animal económicamente más eficiente y, de hecho, fortalece la industria de animales. Por ejemplo, las alternativas para las jaulas de gestación y los establos de confinamiento de terneros han demostrado incrementar la ganancia de los productores.
La campaña actual en los EE.UU. para reemplazar el aturdimiento eléctrico de las aves por la “muerte en atmósfera controlada” [CAK], está explícitamente basada en los beneficios económicos que los productores y los consumidores disfrutarán. De acuerdo a la Humane Society of the United States, gasear a las aves resultará en ahorro de costos y aumento de las ganancias, al disminuir los perjuicios sufridos en los cadáveres, como así también reducir la contaminación, y los costos de refrigeración; incrementando la producción de carne, de su calidad, y de su durabilidad en los puntos de venta; y mejorando las condiciones de los trabajadores.
De acuerdo a People for the ethical Treatment of Animals (PeTA), el método de matanza con aturdimiento eléctrico “rebaja la calidad y el rendimiento del producto” porque las aves sufren fracturas de huesos y el proceso resulta en una contaminación peligrosa para la salud humana. El método de aturdimiento eléctrico también aumenta los costos laborales” en varios aspectos. PeTA sostiene que el “CAK incrementa la calidad y rendimiento del producto” porque los huesos quebrados, las magulladuras, y la hemorragia son supuestamente eliminados, la contaminación se reduce, “la durabilidad en los puntos de venta” aumenta, y se produce “carne de pollo más tierna”. PeTA también afirma que el “CAK reduce los costos laborales” al reducir la necesidad de ciertas inspecciones, reduciendo los accidentes, y bajando la rotación de los trabajadores. CAK proporciona “otros beneficios económicos” a la industria avícola al permitir que los productores ahorren dinero en costos de energía, y al reducir el desperdicio de los subproductos y la necesidad del uso de agua.
Más aún, los productores pueden obtener una ganancia extra, cobrando más caro al consumidor por su carne etiquetada como producida en forma “humanitaria” y quizás incluso hasta consigan el apoyo de las organizaciones bienestaristas que patrocinan o apoyan diversos tipos de etiquetados.
La reforma bienestarista no afecta la demanda del consumidor por varios motivos.
Primero, la mayoría de esas reformas no resultan en un aumento del precio lo suficiente como para afectar la demanda.
Segundo, en el caso de que el aumento fuera significativo, los consumidores no se pasan a las alternativas veganas, sino que buscan productos menos caros. Entonces, si el precio de la carne bovina sube por cualquier razón que sea, los consumidores compran más pollo, o cerdo, o peces. No compran tofu.
Tercero, dado que buena parte del mundo, ahora, está involucrada con acuerdos de “libre comercio” de uno u otro tipo, un aumento en el precio de una mercadería en un país solamente va a causar la entrada de productos importados más baratos en el mercado.
Los ejemplos de Balluch
Los ejemplos que Balluch da para apoyar su posición no cumplen su objetivo.
Su ejemplo principal involucra la industria austríaca del huevo. Balluch afirma que Austria ha prohibido las jaulas en batería antes del supuesto plazo final del 2012 de la Unión Europea y que la producción de huevos cayó un 35%. No conseguí encontrar nada que apoye esta afirmación. De acuerdo a Statistics Austria: “la producción total de huevos en Austria fue de 89,271 toneladas en 2005 y 90.613 toneladas en 2006″. Esto es un incremento del 1,5%. De esta producción total, 3.510 toneladas de huevos en 2005 y 3.902 toneladas en 2006 fueron destinadas a las incubadoras. Substrayendo estos números del total, la producción de huevos fue de 85.761 toneladas en 2005 y 86.711 toneladas en 2006. El consumo por habitante de huevos en Austria subió de 233 en 2005 a 236 en 2006. Y parece que Austria está importando más huevos también. Los datos de la producción para 2007 no están aún disponibles en Statistics Austria. No sé de dónde sacó Balluch su cifra referente a una reducción del 35% en la producción de huevos, pero tal afirmación no está confirmada por las estadísticas que yo encontré.
Más aún, en algunos aspectos, el nivel de producción de huevos en Austria es irrelevante. Austria es parte de la Unión Europea. Si el precio de los huevos se incrementa significativamente en Austria, o si la producción de huevos en Austria no encuentra demanda para los huevos —lo cual sería el caso si Balluch estuviese acertado en cuanto a la reducción del 35% en la producción— los huevos serían importados desde otros países de la Unión Europea que aún tengan las jaulas en batería convencionales. Aunque la Unión Europea se haya propuesto prohibir la jaula en batería a partir del 2012, la noción de que todos los países de la Unión Europea van a cumplir para esa fecha está muy fuera de la realidad. Es más, la Directiva de la Unión Europea permite el uso de jaulas “enriquecidas”, las cuales son, en esencia, jaulas en batería condenadas hasta por las organizaciones de bienestar animal conservadoras. Estas jaulas pueden continuar siendo usadas incluso si todos los países de la Unión Europea cumplieran con la Directiva para el 2012. Aunque Balluch afirma que Austria también ha prohibido la jaula “enriquecida”, en otra parte de su sitio web afirma que las jaulas “enriquecidas” construidas antes del primero de enero de 2005 pueden ser usadas en Austria por 15 años a partir de su primera utilización.
Finalmente, Balluch presupone que los huevos de aves sin “jaulas en batería” o “de granero” proporcionan una mejor vida para las gallinas. Esto es un mito. Den un vistazo a los excelentes materiales (1, 2) publicados por el santuario Peaceful Prairie Sanctuary acerca de los huevos de aves criadas “a campo libre”.
Balluch ofrece varios ejemplos más. Cita la prohibición austríaca del uso de animales salvajes en los circos. El problema, es claro, es que todavía se permite el uso de animales domesticados en los circos austríacos, y Balluch expresa que “los caballos, los camellos, el ganado, los cerdos y los perros” continúan siendo usados en los circos. Tal vez él piense que hay una diferencia moral entre el uso de animales no-domesticados y el uso de animales domesticados. Yo no estoy de acuerdo.
Balluch cita la prohibición, en Austria, de las granjas peleteras, pero reconoce que la prohibición “no redujo la cantidad de piel vendida en Austria, ya que los comerciantes simplemente se volcaron hacia las pieles importadas” La propia observación de Balluch refuta su tesis general de que el público es irrelevante, que la educación es una pérdida de tiempo, que el problema de la explotación animal es un conflicto entre los defensores de animales y la industria de animales, y que el público simplemente “seguirá la corriente y vivirá el modo de vida que le demande menos resistencia.” Austria prohibió las granjas de pieles. Los criadores de pieles se arruinaron, pero la venta de pieles en Austria no declinó. Esto prueba, de una manera muy convincente, que si el público no es educado y la demanda de los productos animales persiste, los animales continuarán siendo explotados. El hecho de que la actual mantanza de animales pueda hacerse en cualquier otro lugar, es irrelevante.
Balluch afirma que Austria tiene lo que él aparentemente considera como leyes estatutarias y constitucionales únicas, que protegen a los animales de ser matados “cualquiera sea el modo indoloro y ‘humanitario’ con que sea causada esa muerte”:
- §6 [1] Derecho Animal: Se prohibe matar a cualquier animal sin una buena razón
- §222 [3] Derecho Penal: Se prohibe matar a los animales vertebrados sin ninguna buena razón.
- Constitución: El Estado protege la vida de los animales como cohabitantes de los humanos.
Balluch ignora el hecho de que usar animales para la explotación institucionalizada constituye una “buena razón” para matar animales en lo que a la ley concierne y en cuanto a lo que se aplica a Austria, lo cual, hasta donde yo sé, no se ha convertido en un país vegano. Él aparentemente no es consciente de que muchas leyes contra la crueldad en animales tienen previsiones semejantes y que la ley de Austria no es única en ningún sentido.
Balluch menciona la prohibición de 2005 en relación al no uso de grandes simios no humanos en experimentos en Austria. Dejando de lado que los vivisectores austriacos ya habían dejado prácticamente de usar grandes simios antes de que la prohibición fuera promulgada, la noción de que los grandes simios son más “como nosotros” que otros humanos y que son por lo tanto merecedores de una mayor protección legal, refuerza el especismo, en vez de disolverlo.
Ciertamente me alegra que los viviseccionistas en Austria no puedan usar grandes simios no humanos para experimentación en el futuro, pero prevengo a los defensores de los animales contra hacer campañas por cualquier legislación sobre la fundamentación de que algunos no humanos “son más iguales que otros” en razón de su semejanza con los humanos. Es la sensibilidad el único criterio requerido para adquirir personalidad.
“Activismo de dos pistas”= “Activismo de la pista errada”
El análisis de Balluch es similar al de otros neobienestaristas. Por ejemplo, en un ensayo reciente, distribuido por “Vegan” Outreach, Norm Phelps promueve lo que él denomina el “activismo de dos vías”, el cual involucra el apoyo a las reformas bienestaristas. Según Phelps, esas reformas hacen que la gente sean “mucho más receptivas a un mensaje vegano”. Afirma que aquellos que apoyan el enfoque abolicionista prefieren la consistencia teórica a los resultados prácticos. Como Balluch, Phelps simplemente presupone que la reforma bienestarista perjudica la industria. Como Balluch, él parece no tener la menor idea del manejo económico que está por detrás de la reglamentación bienestarista.
Por ejemplo, Phelps acepta la afirmación de que la campaña de la HSUS referida a la jaula en gestación es ejemplo de un esfuerzo que “estropeará económicamente” a los productores de carne. Tal vez Phelps debería leer el reporte de la reporte de la HSUS acerca de las jaulas de gestación, el cual afirma que los estudios europeos indican que:
La productividad de las cerdas es mayor en los alojamientos en grupo que en las jaulas individuales, como resultado de la reducción en el porcentaje de heridas y enfermedades, una más baja incidencia de nacimientos de fetos muertos, y un más rápido retorno al ciclo de gestación después del parto. Los sistemas de alojamiento en grupo que emplean el ESF [alimentación electrónica de las cerdas] son particularmente económicos… La sustitución de las jaulas de gestación por los alojamientos en grupo con ESF reduce levemente los costos de producción y aumenta la productividad.
La HSIS cita estudios que demostrando:
«Que el costo total por lechón vendido es 0.6 % menor en los ESF sistemas en grupo, mientras que la ganancia para el criador es 8 por ciento más alta, por el incremento de la productividad… que, en comparación con las jaulas en gestación, los sistemas de alojamientos en grupo con ESF disminuyeron el tiempo de trabajo un 3 % y aumentaron un poco la ganancia por cerda por año… [y que] lo ahorrado en la granja de cerdas puede ser invertido en la granja de engorde, donde el costo por unidad de peso disminuyó 0,3%. Es solo este cambio en los costos lo que se reflejaría en el precio minorista del cerdo.»
HSUS concluye:
«Es probable que los productores que adopten el alojamiento en grupos con ESF van a poder aumentar la demanda de sus productos o cobrar un precio que les va a hacer ganar una ganancia extra. Una encuesta del año 2003 reveló que el 77% de los consumidores de Iowa comprarían productos porcinos provenientes de las empresas cuyos proveedores criaran y sólo procesaran sus cerdos en condiciones humanitaria y medioambientalmente saludables.»
Además de eso, Balluch y los otros neobienestaristas parecen no entender que vivimos en un mundo de recursos limitados. Todo dólar y todo minuto que empleemos en la promoción de reformas bienestaristas representan menos recursos disponibles para la educación vegana no violenta y creativa. Entonces no se trata de un activismo en “dos pistas”, si una de esas pistas está equivocada.
Finalmente, Balluch afirma que yo apoyo la reforma bienestarista incremental en “Lluvia Sin Truenos“, pero que yo soy demasiado limitado en lo que considero que es la reforma abolicionista. Sus comentarios sugieren que estoy a favor de la reforma bienestarista y esto no es correcto. En mi libro argumento que los animalistas deben concentrarse en el veganismo y en los esfuerzos educacionales no violentos a fin de minar el paradigma de la propiedad. Argumenté que si los defensores querían perseguir la reforma, deberían al menos perseguir prohibiciones de los componentes institucionales de la explotación que sean significativos, dentro del contexto de una campaña que reconociera el valor inherente de los animales no humanos y fuese explícitamente presentada al público como parte de un conjunto de esfuerzos para abolir todo el uso de animales.
La propuesta de Balluch, debería resaltarse, no atiende siquiera estos criterios. Por un lado, afirma que una reforma bienestarista “es un paso rumbo a los derechos animales sin perjudicar significativamente las industrias de de explotación animal”. Una campaña de este tipo no atendería necesariamente los criterios que presenté en “Lluvia Sin Truenos“. Por otro lado, él parece afirmar que los animalistas deberían apoyar cualquier reforma, inclusive las etiquetas de producción “humanitaria” para la “carne feliz”, porque cualquier reforma bienestarista probablemente constituirá más apoyo para el bienestar animal que, según Balluch, conducirá en la dirección de los derechos animales. Estas campañas no solo no reducirán incrementalmente la condición de propiedad de los no-humanos; ellas la reforzarán.
Conclusión
En resumen, no hay nada nuevo en el enfoque de Balluch. Él está meramente proponiendo el paradigma neobienestarista, el cual ha dominado el movimiento en los EE.UU. y Gran Bretaña desde los años 90’, y que ahora, aparentemente, ha sido exportado a otras partes de Europa.
La noción de que nosotros debemos promover el bienestarismo para minar el bienestar es absurda y tiene que ser rechazada por aquéllos que se preocupan tanto en promover un mensaje moralmente significativo como en los resultados prácticos.
El enfoque neobienestarista no facilita ni una cosa ni otra. El enfoque abolicionista posibilita ambas.
Ser vegano no es es, como Balluch y otros sugieren, una cuestión de dolorosa abnegación e inmenso sacrificio. Es fácil, mejor para su salud y mejor para el planeta. Y, lo más importante, es la aplicación del principio de la abolición de la explotación de los animales no humanos en su vida diaria.
Si usted no está dispuesto a ser un vegano, simplemente enfrente el hecho de que no se preocupa lo suficiente en hacer una cosa que usted tiene el poder de hacer: decidir lo que lleva a su boca, o lo que viste, o lo que usa en el cuerpo. No pierda su tiempo y dinero apoyando organizaciones bienestaristas que le dicen que determinado abuso de animales es peor que otros y que si usted les envía una donación ellas resolverán el problema en su lugar.
No, siendo veganos ustedes no estarán resolviendo todos los problemas del mundo. No conseguirán salirse completamente de la explotación animal que impregna cada aspecto de nuestras vidas y que está presente incluso en la superficie de las carreteras, la pintura de nuestras casas, plásticos, y muchas otras cosas. Pero si la mayoría de nosotros saca los productos animales de nuestros platos, y deja de consumirlos de cualquier otra manera, la industria encontraría muy rápido alternativas a los subproductos baratos de origen animal.