30 de septiembre de 2007

Algunas reflexiones acerca de la educación vegana





Voy a intentar, de un modo preliminar, afrontar un tema que genera mucha controversia y sobre el cual recibo un gran cantidad de correos. El tema, en líneas generales, es cómo los veganos deberían relacionarse con los omnívoros, dado que los veganos éticos entienden que el uso de animales no humanos implica graves violaciones del derecho de los no-humanos a no ser tratados como recursos de los humanos. ¿Tienen los veganos éticos la obligación de entrar en conflicto con los omnívoros y de relacionarse con ellos de la misma manera que como nosotros nos relacionaríamos con las personas que cometen crímenes graves contra los humanos?

En cierto sentido, pueden anticipar mi respuesta a esta pregunta, dado que mantengo que la obligación principal de los defensores de los animales es involucrarse en una educación vegana creativa y no violenta.

Es difícil educar a las personas sobre cualquier cosa si están confrontando con ellas. Esto no quiere decir que no puedan desafiar a la gente por lo que piensa. Como profesor de Derecho por casi 25 años, ciertamente trato de desafiar a mis alumnos, pero evito confrontar con ellos, porque la confrontación es el modo más efectivo de asegurar que el proceso educacional no funcione.

La confrontación es una manera particularmente ineficaz de comunicación cuando las personas no entienden aún el sentido o el contexto de tu posición. Y cuando se trata de la cuestión del uso de animales, la gran mayoría de las personas están totalmente en la oscuridad. Expresar la convicción de que ellas no deben consumir ningún producto animal es semejante a decirles que ellas no deben tomar agua ni respirar.

Piensen sobre esto.

La mayoría de las personas fue criada para pensar que es natural o normal comer productos animales. Crecieron en hogares donde una importante parte de la vida familiar incluía sentarse a la mesa y consumir pedazos de animales. Sus recuerdos en relación al fallecimiento de un querido abuelo u otro pariente están conectados a algún plato de carne que el pariente preparó para los días feriados. Ellos han sido criados de acuerdo a tradiciones religiosas que les enseñaron que los animales no humanos no tienen almas o son, por otras razones, espiritualmente inferiores a los humanos.

En ciertos aspectos, nuestro especismo está, en términos sociológicos, más profundamente insertado —y asimismo más invisible— que algunas formas de discriminación contra otros humanos. Una persona con fuertes creencias racistas puede no aceptar la igualdad racial pero entiende el concepto. La mayoría de los humanos no pueden aún procesar la idea de la vida sin productos animales.

Dentro de la medida en que el movimiento animalista ha intentado concienciar acerca de este problema, han focalizado sus esfuerzos –en su mayor parte-, en los asuntos del tratamiento “humanitario”. Esto es, el movimiento animalista no propone el veganismo como la posición por defecto. Por el contrario, el veganismo es caracterizado como una elección “difícil” o “heroica”. Conforme a lo que argumenté en mi ensayo al principio de este mes —y en otros ensayo de este blog— el movimiento animalista incentiva activamente el consumo de carne y productos animales “felices”.

Así que cuando los veganos entran en confrontación con los omnívoros en cuanto a ese problema, ellos lo hacen no sólo en el contexto de una fuerte tradición cultural y religiosa que considera el uso de los animales como completamente normal, sino en el contexto de un movimiento animalista que también considera el uso como normal y focaliza principalmente en el tratamiento. Gracias al moderno movimiento de bienestar animal, el cual se apropió de la denominación “derechos animales”, los veganos pueden ser menospreciados como extremistas y la confrontación es no sólo ineficaz sino que también es necesariamente contraproducente.

Si vamos a hacer progresos hacia una mayor aceptación del veganismo, debemos educar. Y debemos educar de un modo no violento, sin confrontación, que tenga en cuenta el contexto social y cultural en el que vivimos. Esto no significa que el uso de los animales no sea un ultraje moral; significa solamente que nuestros esfuerzos para educar acerca del mismo debe tener en cuenta la visión que la vasta mayoría de los humanos tienen de la cuestión.

Y eso me lleva a un comentario final. Muchos de aquéllos que apoyan la confrontación tienen amigos que son gente animalista y que tal vez sean vegetarianos, pero no veganos. !Quizás estas sean las personas que deben ser abordadas de manera menos flexible!

1 de septiembre de 2007

“Quienes no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo.”


Estas palabras del título, escritas por el filósofo Jorge Santayana, parecen resonar con particular relevancia estos días, en que vemos un mundo sumergido en la violencia. 

Pero Santayana también tiene algo importante que decirle al movimiento animalista.

La mayoría de las más grandes organizaciones neobienestaristas, tanto de EE.UU como de Gran Bretaña, afirman apoyar el veganismo, pero no lo promueven como la línea de base del movimiento, porque la preocupación de que el veganismo parezca demasiado “radical” para el público en general. Así, estas organizaciones promueven la carne “feliz” y los productos animales que portan la etiqueta "Certified Humane Raised and Handled" [Etiqueta de cría y manejo humanitario certificado] o la etiqueta "Freedom Food", o cumplen con las reglas “compasivas” [Farm Animal Compassionate Standards] de Whole Foods, ahora en ambos lados del Atlántico. Y Peter Singer nos recuerda que ser un vegano consistente es “fanático” y que, en realidad, no estamos obligados a ser veganos si hacerlo puede perturbar a otros.

Aquéllos de nosotros que sustentan que el veganismo debería ser la base moral clara e inequívoca del movimiento son severamente advertidos por los neobienestaristas de que la sociedad aún no está preparada para oír el mensaje vegano. Y que, en vez del veganismo, deberíamos concentrarnos en la producción de huevos de gallinas criadas “sin jaulas” o de carne de animales criados “en libertad”.

¿Y cómo se aplica el mensaje de Santayana en este contexto?

En 1944, Donald Watson fundó la Asociación Vegana en Gran Bretaña. Acuñó el término “vegan” para describir a alguien que no consume ningún producto animal. En la primera edición de The Vegan News —63 años atrás— Watson escribió:

"Una crítica recurrente es que no ha llegado aún el tiempo para nuestra reforma. ¿Puede acaso llegar el tiempo de cualquier reforma si no es madurado por la propia determinación humana?"

Watson señala cómo los opositores a la esclavitud no esperaron a que el tiempo estuviera “maduro”, y que los proponentes de la purificación del agua y del sistema sanitario, encontraron una fuerte oposición, pero no esperaron el momento inexistente en que el tiempo estuviera “maduro.”

Watson continúa:

"Hay un peligro evidente en dejar la consecución de nuestros ideales para la posteridad, porque la posteridad puede que no tenga nuestros ideales. La evolución puede ser regresiva, tanto como progresiva, de hecho parece haber siempre una fuerte tendencia hacia el camino equivocado, a menos que las reglas existentes se preserven y las nuevas visiones sean honradas."

El problema que enfrentan aquéllos que están preocupados por nuestra explotación de los animales no humanos es que las grandes organizaciones neobienestaristas que dominan el escenario, no consideran el veganismo como una nueva visión a ser honrada, sino como una posición “fanática” a ser marginada, en favor de hacer a la continuación del consumo de los productos animales —supuestamente producidos “humanitariamente”— la posición automática. 

Promoviendo las carnes y productos animales “felices”, el neobienestarismo refuerza el paradigma de que el consumo de animales es moralmente aceptable si somos “amables” hacia nuestras víctimas. Este enfoque no conduce ni puede conducir hacia la dirección del veganismo; sólo puede servir para hacer que el veganismo parezca una posición “radical” o “fanática”.

Como Watson anotó: “la evolución puede ser tanto regresiva como progresiva.” No podemos quedarnos esperando el momento inexistente en que el tiempo esté “maduro”. Debemos hacer que el momento ocurra a través de nuestra propia determinación. Esta determinación, expresada a través de nuestro propio y consistente veganismo, y nuestra dedicación a la educación vegana clara, inequívoca y no violenta —y nuestro rechazo a las contraproducentes campañas bienestaristas— es la fundación del movimiento abolicionista.

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